Jacob se fusiona con el núcleo de la reliquia del Laberinto del Minotauro, y lo que antes fue un sacerdote fanático ahora se ha transformado en un gigantesco coloso espectral, una aberración de carne y energía fuera de control. Pero justo cuando todo parecía perdido, el trío se reúne frente a él, listos para ponerle fin a su locura.
"¡GUAAAH!" bramó la criatura, mientras su brazo, que había sido cercenado momentos antes, se volvió a unir a su cuerpo como si nunca hubiera sido dañado.
"Tsk, será capullo. Se ha regenerado como si nada," soltó Ashley, entre dientes.
"Parece que posee algún tipo de magia regeneradora muy avanzada," apuntó Keipi, sin apartar la mirada de la bestia.
"Sí, pero eso… no va a detenernos, ¿verdad?" sonrió Marco, empezando a cubrirse con fuego. "Al fin y al cabo, tengo a mi mano derecha y a mi mano izquierda conmigo. Es hora de acabar con esto."
El coloso rugió de nuevo, y con un barrido brutal de su brazo golpeó la zona donde se encontraban los tres. El impacto levantó una densa nube de polvo, ocultando momentáneamente la escena.
Pero de entre la neblina, Ashley salió disparada. Corría a toda velocidad por el brazo del monstruo, agachando su cuerpo mientras cargaba energía mágica en sus piernas. Al llegar al antebrazo, se impulsó con una potencia descomunal y salió lanzada como un proyectil humano, propinando un brutal cabezazo en la frente del coloso. El golpe fue tan certero que hizo que su enorme cuerpo se tambaleara hacia atrás.
Debajo, Keipi ejecutaba una danza mortal. Su espada Priscilla, envuelta en un torbellino de agua, trazó un corte limpio y preciso en los tobillos del coloso. El monstruo perdió el equilibrio y empezó a caer lentamente de espaldas contra la cálida arena del lugar.
Y desde las alturas, Marco brillaba como un cometa ígneo. Transformado en un majestuoso fénix envuelto en fuego, descendió en picado desde el punto más alto de la sala. Su impacto en el pecho del coloso fue devastador: lo estampó contra el suelo con una fuerza titánica, haciendo temblar todo el laberinto. Las paredes se resquebrajaron, y grietas inmensas se abrieron bajo sus pies.
Los tres aterrizaron juntos, respirando con fuerza, observando los resultados de su ofensiva.
Pero la bestia no había dicho su última palabra.
Con un sonido viscoso y repulsivo, los tobillos se regeneraron, la frente se reformó, y el pecho volvió a su forma original. Su carne espectral parecía no tener límites: se recomponía como si fuese una masa gelatinosa guiada por voluntad divina.
"Cabrón," murmuró Ashley, apretando los dientes.
"No os preocupéis… ¡esto aún no ha terminado!" exclamó Marco, encendiendo una nueva llamarada en su interior.
Sin previo aviso, el coloso abrió la boca, y de ella brotó una ráfaga de esferas espectrales. Los tres se vieron obligados a separarse, esquivando a toda velocidad la lluvia de energía que silbaba en el aire como proyectiles malditos.
Entonces, el monstruo hundió ambas manos en el suelo.
Durante unos segundos, solo hubo silencio.
Hasta que, bajo los pies de Ashley y Keipi, la tierra estalló. Dos manos espectrales emergieron de las profundidades, atrapándolos entre sus dedos colosales. Con una fuerza implacable, los estrelló contra el suelo como si fueran muñecos de trapo.
"¡¡CHICOS!!" gritó Marco, bajando la guardia en un arrebato de desesperación.
Ese fue el momento que la criatura estaba esperando.
Las esferas espectrales se condensaron en una sola, enorme y vibrante de energía corrupta. Cayó sobre Marco con una velocidad aterradora, golpeándole de lleno y lanzándolo contra el suelo con un estruendo atronador. El fuego que le envolvía se desvaneció por un instante, y un gemido de dolor escapó de sus labios mientras una grieta sangrante se abría en su costado.
En ese mismo instante, Hansel avanzaba a toda velocidad hacia el coloso. Desde que salió de la antigua fábrica donde se encontraba, había presenciado a lo lejos el inicio de la batalla. El cielo resplandecía con luces de magia, fuego y caos. No esperaba otra cosa más que unirse a sus compañeros… y pelear a su lado.
Pero cuando ya estaba a escasos metros del combate, y vio cómo sus amigos eran brutalmente golpeados por la criatura espectral, una mano lo detuvo en seco.
Era Takashi.
"¡Espera!" exclamó, sujetándole con fuerza del brazo.
"¿Qué pasa?" preguntó Hansel, visiblemente inquieto. "¡Tenemos que ayudarles!"
"No tan rápido," replicó el monje con frialdad.
"¿Cómo que no? ¿Acaso vas a abandonar a tu amigo de la infancia en plena batalla?" dijo el gemelo, sorprendido y dolido.
"No es abandono," respondió con firmeza. "He vivido toda mi vida en esta ciudad, y conozco bien las reliquias. He leído demasiado sobre ellas como para lanzarme sin pensar. Cuando un humano se fusiona con una reliquia… pierde el control por completo. Su poder regenerativo se vuelve infinito. Es inútil. Aunque luchásemos los cinco, no podríamos derrotarlo."
Hansel frunció el ceño, conteniendo su impulso. "Entonces... ¿qué podemos hacer?"
"Solo hay dos formas de terminar esto," explicó Takashi, con tono sombrío. "Una: destruir la reliquia. Pero eso es prácticamente imposible porque estamos atrapados dentro de ella. Y la otra..."
"¿La otra?" insistió Hansel, ansioso.
"Completar la condición del juego de guerra."
"¿Te refieres a atrapar al hada?" preguntó el gemelo, atando cabos rápidamente.
"Exacto," asintió Takashi. "Mientras ellos distraen al coloso, nosotros atraparemos al hada. Si lo conseguimos, ganaremos y este mundo nos expulsará. Podremos escapar… dejando atrás a ese grupo de ladrones y al coloso encerrados aquí para siempre. Es un castigo justo por todos los crímenes que han cometido."
Hubo una breve pausa.
Hansel bajó la mirada, dudando… pero entonces apretó los puños y asintió con decisión.
"Entendido. ¡Hagámoslo! ¡Es la mejor forma de ayudarlos!"
Sin perder un segundo más, ambos conjuraron su magia para moverse a una velocidad inhumana por los pasillos del laberinto. Ahora que las paredes podían ser destruidas y sobrevoladas, el entorno había dejado de ser un obstáculo y se había convertido en un simple mapa por el que avanzar.
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De vuelta a la batalla.
Ashley jadeaba, con una mano en el costado y el ceño fruncido. “Esto no tiene fin…”
Keipi se mantenía agachado, con la mirada clavada en la criatura. Priscilla burbujeaba inquieta en su mano, como si compartiera la tensión de su portador. “Marco, ¿no puedes absorber la energía del entorno para recuperarte?” preguntó el monje, sin apartar los ojos del coloso.
“Ni de broma… Desde que se fusionó con la reliquia, la energía ha dejado de obedecerme. Es como si el laberinto entero girase en torno a él. Estoy seco... y ya gasté casi todo luchando antes contra el sacerdote,” explicó, apretando los dientes.
“Yo estoy igual. La petarda a la que me enfrenté me dejó más tocada de lo que pensaba. No podré seguir mucho rato al máximo.” añadió Ashley, recogiéndose el pelo en una coleta alta, más por disciplina que por comodidad.
“Yo aún tengo algo de energía, pero no voy sobrado tampoco.” reconoció Keipi con sinceridad.
En ese momento, un rugido desgarrador anunció el siguiente movimiento del coloso. Cientos de manos espectrales emergieron del suelo como raíces de un árbol maldito, buscando golpear, atrapar o aplastar. Los tres se movieron con velocidad, esquivando a duras penas los ataques. Pero en un giro repentino, el coloso lanzó sus propios brazos hacia ellos, atrapando a Marco y Ashley entre sus dedos espectrales como si fueran simples muñecos de trapo.
“¡Mierda!” exclamó la joven mientras luchaba por liberarse.
Keipi los vio atrapados, impotente. Su corazón latía con fuerza. Entonces, de nuevo, esa voz resonó dentro de su mente.
«Úsame... o será demasiado tarde.»
El monje dudó. Sabía que ese poder dormía dentro de él, pero también conocía los peligros de liberar algo que aún no comprendía. Sin embargo, sus compañeros no podrían resistir un solo golpe más.
Fue entonces cuando el alma de Priscilla lo envolvió como un abrazo cálido y sereno. “No tengas miedo. El poder desconocido asusta, sí… pero los habitantes de Akitazawa siempre han portado este poder cuando se vinculan con un arma mítica como yo. Tú no eres diferente.”
Keipi apretó los labios, conteniendo el temblor de sus manos. “Está bien… Confío en ti, Pris. Dame tu poder, voz misteriosa.”
“Pronuncia mi nombre en alto. Me llamo...” dijo la voz.
Mientras esquivaba los últimos golpes como en trance, Keipi entrecerró los ojos y gritó con toda el alma: “¡KAITO!”
Una grieta espacio-temporal se abrió tras él, como un tajo en la misma realidad. Durante tres segundos, el mundo pareció congelarse… y en ese instante, el coloso fue cortado en dos desde el torso hasta el suelo. Marco y Ashley cayeron liberados de sus garras.
“¿Q-qué fue eso, Keipi?” dijo Ashley, aún en el suelo, con la respiración agitada.
“¡Fue genial, pero no pude ver nada!” exclamó Marco, corriendo hacia él.
Keipi no respondió. Cayó de rodillas… y luego al suelo, parecía estar inconsciente. Priscilla regresó a su forma de polluelo, acurrucándose a su lado.
“¿Keipi?” comentó Marco preocupado, arrodillándose junto a su amigo.
“¡No te atrevas a dejarnos ahora, idiota!”, dijo Ashley, ocultando la preocupación tras una mueca de enfado.
En el rincón más profundo de su mente, la voz de Kaito resonó con solemnidad: “¿Solo pudiste invocar mi ataque a tu realidad? Parece que apenas puedes sostener un fragmento de mi poder… Pero es un comienzo.”
“Y bastante impresionante para una primera conexión, ¿verdad?” murmuró Priscilla, con orgullo.
"¡L-Lo siento, chicos...! Con ese ataque... me he quedado... sin energías..." dijo Keipi entre jadeos, con el rostro empapado de sudor y la voz apenas audible.
Mientras hablaban, el coloso comenzó a regenerarse de nuevo. Esta vez, sin embargo, el proceso era más lento de lo habitual. Parecía que el último ataque del monje había surtido un efecto más profundo de lo esperado.
"Mierda... ¡Está volviendo a regenerarse!" exclamó Ashley, apretando los dientes con frustración.
"Tsk... No podemos hacer nada por ahora. Lo mejor será retirarnos todo lo que podamos y reagruparnos con los demás," propuso Marco, aún jadeando por el esfuerzo anterior.
"Está bien," asintió la joven, cargando a Keipi a la espalda con esfuerzo pero sin vacilar.
Aprovechando que el coloso seguía distraído recomponiendo su forma, los tres protagonistas se alejaron a toda velocidad de la escena, cruzando pasillos semiderruidos y saltando entre los escombros del laberinto.
A lo lejos, Takashi se detuvo unos instantes sobre una de las paredes aún en pie, observando con seriedad la batalla desde la distancia. Su mirada se clavó en el punto donde, momentos antes, había aparecido una grieta espacio-temporal.
"Aquella grieta... no cabe duda... Keipi ha conseguido hacer contacto con su Kami," murmuró. "Ojalá... pudiera hacerlo también," pensó, con un atisbo de envidia y preocupación.
"Pronto lo harás, Takashi," le dijo mentalmente Jasper, su compañero. "Es cuestión de tiempo que nuestro vínculo se cierre lo suficiente para que puedas conectar con él."
"Sí... Espero poder lograrlo pronto," respondió el joven, esbozando una leve sonrisa mientras retomaba su búsqueda por el laberinto.
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Por otra parte.
Hansel surcaba el cielo de la zona donde los pasillos ya no existían, y sólo quedaba el vacío. Volaba atento, buscando en la inmensa nada al hada de luz que les permitiría completar el desafío.
"Tsk... Pensé que vendría aquí porque forma parte de la reliquia, pero parece que ha sido en vano..." comentó, hasta que, de pronto, el hada pasó volando justo delante de él.
"¿Eh?" murmuró, completamente sorprendido. Tardó un segundo en procesar lo que acababa de ocurrir. "¿¡EEEEEEEEEEEEH!?"
Continuará...
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