Mientras el coloso terminaba de regenerarse, el trío de protagonistas logró ocultarse bajo unos escombros del laberinto. Allí, entre bloques de piedra y polvo suspendido, dejaron a Keipi recostado con cuidado, permitiéndole descansar mientras intentaban trazar un plan para salir con vida de aquella pesadilla.
“No… no lo sé muy bien…” murmuró él, jadeando. “Fue como si… algo dentro de mí se liberara…”
Priscilla bajó de la cabellera de su compañero y adaptó su aspecto de mujer.
“¡¿Pero qué cojones?! ¡¿Tienes forma humana?!” exclamó la joven, sin poder creer lo que veía.
“En efecto”, respondió ella, con tranquilidad.
“Correcto”, asintió Priscilla. “Estoy utilizando mi propia energía mágica para poder hablaros de esta manera. No durará mucho, pero quería aprovechar mientras vosotros recuperáis fuerzas.”
“Gracias por tu preocupación, Kei”, dijo ella con una sonrisa suave. “Pero siento que debo hacerlo. Conozco bien la historia de Akitazawa… Al fin y al cabo, mi anterior portador también provenía de allí.”
“La gente de Akitazawa lleva en su sangre un poder ancestral, un legado sellado conocido como ‘Kami’.” explicó Priscilla, con solemnidad. “Es una habilidad que proviene de unos gigantes elementales de otra dimensión. Hace siglos, pactaron un tratado de voluntad con los habitantes de Akitazawa. A cambio de su servicio, debían establecer un vínculo con un arma mítica.”
“Exacto.” Priscilla asintió. “Ese poder no puede usarse sin un vínculo. Tú y yo, Keipi, hemos estado forjando esa conexión desde que comenzamos esta travesía. Gracias a eso, tu Kami, conocido como Kaito, ha despertado. Pero todavía es un poder que excede tu capacidad actual… Por eso solo pudiste invocar un fragmento de su fuerza.”
“Entonces… eso fue lo que nos salvó.” murmuró Ashley, mirando a su compañero con respeto, al mismo tiempo que sentía algo de envidia por verle hacerse más fuerte. “Pero ahora estás fuera de combate.”
“Así es.” Marco cruzó los brazos, visiblemente preocupado. “No podrá moverse por un buen rato. Y ese coloso sigue ahí fuera...”
“Perdonad la demora,” respondió Takashi desde la distancia, su voz vibrando con la esencia mágica de las plantas. “He intentado contactar con vosotros todo este tiempo, pero la energía del coloso bloquea toda magia exterior. Me ha costado horrores restablecer de nuevo esta conexión mientras ando moviéndome por el laberinto."
“Bien. He logrado reunirme con Hansel y le he contado todo lo que sé sobre las reliquias. Ahora mismo estamos inmersos en una búsqueda a contrarreloj del hada ya que es la única manera de salir de aquí. Pero necesitamos que vosotros sigáis distrayendo al coloso. Si llega a descubrir lo que estamos haciendo… podría intentar fusionarse con el hada. Y eso significaría que jamás podríamos escapar.”
“¿Keichi? ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?” preguntó Takashi, visiblemente preocupado.
Sin esperar respuesta, se impulsó con fuego en los talones, elevándose hacia el coloso con determinación inquebrantable.
“¡Marco, espera!” gritó Ashley, siguiéndolo con la mirada mientras ascendía con llamas en los talones.
“Ve... tras él,” murmuró Keipi con dificultad.
“No, no puedo,” respondió ella, negando con la cabeza. “No puedo dejarte solo en este estado. Si el coloso nos encuentra o lanza un ataque sorpresa, no podrás defenderte… así que deja que cubra tus espaldas.”
En ese momento, la voz de Hansel irrumpió con fuerza a través del sistema de comunicación vinculado a Takashi. “¡No os alarméis, chicos… he encontrado al hada!”
“¿En serio?” exclamó la joven, anonadada.
“¡Sí! No sé cuánto tardaré en atraparla, porque es rápida de narices, pero ya estoy en ello.”
Hansel volaba a toda velocidad por encima del abismo del laberinto, persiguiendo aquella esfera de luz alada. Cada vez que se acercaba, la criatura aceleraba con un instinto casi sobrenatural, como si pudiera leer sus intenciones.
“Confiad en mí… ¡En nada será mía! Marco, ¡tú encárgate de distraerlo!”
“¡DE UNA!” rugió Marco, lanzando una gigantesca bola de fuego que impactó de lleno contra el pecho del coloso, haciéndolo tambalearse y caer de espaldas.
La criatura emitió un rugido gutural. Del suelo emergieron múltiples manos espectrales que se alzaban para atrapar a nuestro protagonista, quien tuvo que esquivar en pleno vuelo, girando entre llamas como una danza de pura supervivencia.
Mientras tanto, Hansel seguía con la persecución, frustrado por la velocidad del hada. “¡Joder! ¿¡Cómo puede ser tan difícil esta maldita cosa?! Si al menos estuviera aquí Gretel, podríamos tenderle una de sus trampas dimensionales…”
El nombre le dolió al pronunciarlo. Su mente se llenó con la imagen de su hermano.
“Es verdad… estamos aquí por mí. Ellos decidieron ayudarme… y si no atrapo a esta hada, todos quedarán atrapados permanentemente aquí por mi culpa.”
El pensamiento le golpeó como un puñal.
“¡No puedo fallarles!”
Entonces recordó unas palabras que su hermano le dijo en el pasado: “Ya sé que quieres ser el más fuerte, pero nunca lo serás de verdad si no aprendes a pensar antes de atacar.”
Hansel cerró los ojos y respiró hondo. “Siempre me dio consejos llenos de cariño… y aunque me costara admitirlo, todos acababan teniendo razón. Esta vez… también lo estará.” Una chispa de determinación brilló en su mirada. “¡Voy a usar el cerebro!”
De pronto, creó una ráfaga de viento circular, formándola como una trampa mágica: un anillo que se cerraba lentamente, dejándole al hada solo una vía de escape: hacia arriba.
Tal y como anticipó, el objetivo ascendió a toda velocidad.
“No lo harás,” murmuró Hansel con firmeza. Alzó los brazos, concentrando su energía, y el viento se cerró también por arriba. Aprovechó el impulso para dispararse tras ella con precisión.
Y entonces… “¡Te tengo!” gritó, cerrando la mano alrededor del hada resplandeciente.
Un halo de luz pura envolvió todo el laberinto. En un instante, nuestros héroes fueron transportados fuera de la dimensión de la reliquia, dejando tras de sí al coloso y a los ladrones Unison… encerrados para siempre en el interior.
Los cinco cayeron a través de una grieta espacio-temporal, aterrizando con un sonoro golpe sobre una de las mesas de la sala principal de las ruinas donde comenzó todo.
“E-¿Escapamos…?” balbuceó Ashley, aún temblando.
“Parece… que sí,” respondió Keipi, respirando con alivio.
“¡LO ATRAPÉ!” gritó Hansel, levantando el hada con orgullo.
“Genial, me alegro de que lo consiguieras tío, pero... sería estupendo si te quitas de encima,” se quejó Takashi, atrapado bajo el peso del usuario de viento.
“Sí, la verdad… estaría genial,” añadió Marco desde la base de aquella improvisada montaña humana.
Continuará…
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