jueves, 10 de abril de 2025

Ch. 112 - Lefgesérico

Nuestros protagonistas habían logrado lo impensable: derrotar a los ladrones y dejarlos encerrados para siempre en el interior del Laberinto del Minotauro. Aunque exhaustos tras los intensos combates, sabían que su prioridad no era seguir buscando información, sino reponer fuerzas. Así que decidieron regresar a la ciudad, descansar... y dejar la búsqueda del Nuevo Testamento para el día siguiente.

El camino de vuelta fue largo, silencioso y cargado de emociones contenidas. Nadie hablaba mucho. Aún digerían todo lo que acababan de vivir.

Pero al llegar a Wisdom, sus ojos se abrieron de par en par al ver el panorama frente a ellos: los habitantes, antes petrificados por la maldición, caminaban por las calles con libertad, abrazaban a sus familias, lloraban de alegría. El equipo de rescate lo había conseguido.

En medio de ese tumulto de voces, risas y lágrimas, Cecily localizó a sus compañeros del equipo de batalla. Avanzaban con paso lento, visiblemente heridos, pero vivos. Ashley cargaba con Keipi en su espalda, mientras Takashi ayudaba a Hansel, que apoyaba su brazo sobre su hombro para mantenerse en pie.

La ladrona no lo pensó dos veces. Gritó el nombre de sus amigos y todos los del grupo de rescate corrieron a su encuentro.

Lily se lanzó sobre Marco, abrazándolo con todas sus fuerzas, sin decir una palabra, pero dejando escapar un sollozo al hacerlo. Lola y Carter se arrojaron directamente a los brazos de Takashi, tirándolo al suelo entre risas y lágrimas. Como aún sujetaba a Hansel, ambos acabaron rodando por el suelo entre el abrazo grupal.

"¡TAKASHI!" gritaron los dos entre lágrimas, aferrándose a su líder.

"Vale, vale… estoy bien," dijo el espadachín de las plantas, riendo con la voz algo ronca.

"S-Soltadme… no puedo… respirar…" se quejaba Hansel, medio ahogado por el abrazo en grupo.

"Te han dejado fino, monje," comentó Ryan con una sonrisa de oreja a oreja, acercándose a los dos paladines.

"Ya ves… me quedé seco," respondió Keipi con una risa cansada, chocando el puño con su compañero.

"Imagino que os los cargasteis, ¿no?" preguntó Cecily con una ceja alzada.

"¡Pues claro! ¿Qué esperabas de nosotros?" respondió Ashley, inflando el pecho con una sonrisa orgullosa.

El grupo comenzó a levantarse, dispuestos a volver al templo y pasar allí la noche. El cansancio pesaba en sus cuerpos, pero la satisfacción de la victoria les hacía caminar con paso más ligero.

Sin embargo, justo cuando pensaban que la jornada había terminado… algo volvió a suceder.

El cuerpo de Lily se cubrió de energía mágica, de la misma que ya conocían. Brazos de luz comenzaron a manifestarse, danzando en el aire con elegancia y tensión al mismo tiempo.

"Ahí va otra vez…" murmuró Keipi, boquiabierto.

"Espera, ¿ahora a quién van a convertir en paladín?" preguntó Cecily, con la mirada atenta.

"¿Quizá Takashi?" sugirió Ashley.

"Tiene sentido. Es fuerte, tiene carisma… cumple el perfil," añadió Theo.

"¿Eh? ¿Eso qué es?" señaló Lola, entre confusa y asustada.

"Da mal rollo…" susurró Carter, mirando fijamente los brazos flotantes.

Pero, en lugar de dirigirse a Takashi, los brazos mágicos rodearon a Hansel. Todos contuvieron el aliento. Uno de los brazos rozó su antebrazo… y allí apareció, con un brillo inconfundible, la marca de la pluma: el símbolo del vínculo divino con el emperador.

"¿Q-Qué… qué es esto?" murmuró el gemelo, observando la marca con ojos muy abiertos.

"¡Ha sido Hansel!" exclamó Ryan, sorprendido y emocionado. "¡Eso si que no lo vi venir!"

"Bueno, comprensible. A mí tampoco me eligió a la primera," añadió Cecily, encogiéndose de hombros con una sonrisa tranquila.

"No… no estamos entendiendo nada," susurraron algunos de los compañeros de Takashi, completamente descolocados.

"Tranquilos," intervino Marco, con tono calmado. "Cuando lleguemos al templo os pondremos al día. Hay mucho que contar… y muchas respuestas que dar."

El grupo se disponía a partir en dirección al templo cuando una voz grave y pausada los detuvo.

Un anciano de avanzada edad, de rostro amable y pasos lentos, se acercó a ellos con una comitiva de vecinos detrás. Era el alcalde de Wisdom, la figura más respetada de la ciudad. Vestía ropajes tradicionales y caminaba con la dignidad de quien ha guiado a su pueblo durante años.

Al llegar frente a los protagonistas, se arrodilló con solemnidad, un gesto que dejó al grupo sin palabras. El silencio que se generó a su alrededor estaba cargado de respeto.

“Gracias,” dijo el alcalde con voz emocionada. “No tengo palabras suficientes para expresar lo que habéis hecho por nosotros. Si hay algo, lo que sea, que pueda hacer por vosotros... pedidlo.”

Los protagonistas se miraron unos a otros, sorprendidos. No se esperaban una reacción tan solemne, y por un instante, no supieron qué responder.

Fue Takashi quien dio un paso al frente, con la seguridad de alguien que conocía bien aquel lugar.

“Verá, señor alcalde…” dijo con tono firme, clavando su mirada en la del anciano. “Mis compañeros vinieron a Wisdom con una misión: buscar información sobre una reliquia llamada Nuevo Testamento. Sabemos que no es algo de acceso libre, pero... ¿sería posible que nos concediera un permiso para consultarla?”

El anciano alzó una ceja al reconocerle con más claridad.

“Caray… Takashi. Hacía tiempo que no te veía. Apenas te he reconocido.”

“Sí, bueno… han pasado muchas cosas,” respondió el joven, rascándose la nuca. “Pero ahora lo importante es otra cosa.”

El alcalde meditó unos segundos antes de asentir con una sonrisa benevolente.

“Normalmente habría que pasar por ciertos trámites administrativos. El proceso podría llevar fácilmente una semana, y requeriría permisos de los Archiveros Mayores… Pero después de lo que habéis hecho, sería una falta de honor no hacer una excepción.”

“Eso sí,” añadió levantando un dedo, “solo podréis copiar por escrito la información relacionada con esa reliquia concreta. Nada más.”

“¡Aceptamos encantados!” exclamó Marco, inclinando la cabeza con gratitud.

“Vaya… no sabía que había que pedir permiso para esas cosas,” comentó Ryan, rascándose la cabeza.

“Yo tampoco…” murmuró Theo, alzando una ceja.

Con el permiso en mano y los corazones más ligeros, el grupo se despidió de los habitantes de Wisdom. Muchos de ellos se acercaron a estrecharles la mano, a ofrecer palabras de agradecimiento o simplemente a observarlos con admiración.

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Más tarde.

Finalmente, llegaron al templo. Allí, tras instalarse y dejar las mochilas de lado, Marco y Lily aprovecharon el momento de calma para explicarle toda la verdad a Lola y Carter: la identidad de Marco como heredero imperial, el propósito de su viaje, y el papel que jugaban los paladines en su destino.

También dedicaron tiempo a hablar con Hansel, aclarando el significado de la marca de la pluma que ahora adornaba su antebrazo, y lo que suponía ser un paladín en esta nueva aventura.

Después de una conversación larga, emotiva y reveladora, el grupo comenzó a dispersarse por el templo, retirándose poco a poco a sus habitaciones para descansar. La noche en Wisdom era tranquila, y el suave murmullo del viento se colaba por las rendijas de las ventanas como una canción de cuna natural.

Sin embargo, dos figuras permanecieron despiertas en la sala principal: Marco y Hansel.

Sentados al borde de una fuente interior, donde el agua caía con un goteo rítmico y calmante, los dos jóvenes compartían un momento de calma tras la tormenta.

“Así que ahora soy un guerrero a tu disposición, ¿eh?” comentó Hansel, esbozando una media sonrisa mientras observaba la marca de la pluma grabada en su antebrazo.

“Sí…” respondió Marco con voz serena. “Sé que no es algo que hayas elegido… El destino te ha arrastrado hasta esta posición. Pero no te preocupes. Si decides no acompañarnos en esta aventura, lo entenderé. No quiero que nadie luche por mí si no lo desea.”

Hansel negó suavemente con la cabeza.

“No… no va por ahí, Marco. La verdad es que estos días con vosotros me están encantando. Me hacéis sentir parte de algo. Como si… realmente perteneciera a este grupo. Pero…” Bajó la mirada un instante. “Una vez encuentre a mi hermano, no sé qué va a pasar. Él es mi prioridad. Siempre lo ha sido.”

Marco asintió con comprensión, sin una pizca de reproche.

“Lo entiendo. Cada uno tiene su camino. Por suerte —o por desgracia— mis paladines actuales dejaron atrás sus propios destinos para embarcarse en el mío. Pero tú… tú aún tienes una ancla, algo que te tira fuera de esta guerra.” Se detuvo unos segundos, luego sonrió. “Y si tu hermano quiere que te alejes… o lo contrario, que incluso quiera venir también, siempre tendrá un hueco con nosotros.”

El gemelo alzó la vista y le dedicó una sonrisa sincera, más cálida que cualquiera que hubiera mostrado hasta ahora.

“Gracias por entenderlo. No sé qué me depara el futuro… pero hasta que llegue ese momento, seré tu paladín, Marco.”

El joven emperador sonrió de vuelta. “Y yo estaré encantado de tenerte cubriéndome las espaldas.”

Ambos se pusieron en pie. Sin decir más, chocaron los puños con un gesto de respeto y camaradería. Luego, con pasos tranquilos, se dirigieron por fin a sus habitaciones.

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Al día siguiente, Ruinas Akashicas.

Tras despertarse, nuestros protagonistas se reunieron con el grupo de Takashi y, tras un desayuno reparador, pusieron rumbo a las ruinas. El objetivo estaba claro: encontrar el libro que contenía información sobre la reliquia conocida como el Nuevo Testamento, y copiar todo lo que pudieran de él.

Durante varias horas, el grupo rastreó cada rincón de la zona bibliotecaria de las ruinas. Polvo, silencio y montones de estanterías infinitas les acompañaban en la búsqueda. Finalmente, Ryan alzó la voz desde el fondo del vigesimoséptimo pasillo.

“¡Lo tengo!” gritó, sujetando con ambas manos un tomo antiguo, con la tapa cubierta de símbolos dorados que brillaban tenuemente.

Instantes después, todos se reunieron en la sala de estudio del centro de investigación. La emoción era palpable. Tras tantos combates, peligros y giros del destino, por fin se acercaban a una verdad importante.

“Por fin… una pista sobre mi hermano,” murmuró Hansel, con el corazón en un puño.

“¡Venga, Ryan, ábrelo ya!” insistió Lola, dándole golpecitos nerviosos en el brazo.

“Después del caos de ayer, esta emoción viene como un premio,” añadió Keipi, que ya mostraba un aspecto mucho más saludable que la noche anterior.

Ryan abrió el libro con cuidado, temiendo que las páginas se deshicieran si lo hacía demasiado deprisa. Todos se inclinaron hacia delante, conteniendo el aliento… y entonces, el silencio se adueñó de la sala.

Lo que había allí no era lo que esperaban.

Las páginas estaban repletas de caracteres arcanos, símbolos completamente desconocidos para la mayoría de ellos. Era un idioma perdido. Un lenguaje olvidado.

Era Lefgesérico.

“¿Qué coño pone aquí? No entiendo una mierda,” soltó Ashley, con la ceja arqueada.

“Jajajaja, mira esa palabra de ahí... parece que dice ‘Gorda tu madre’,” se rió Keipi, señalando una línea absurda de glifos.

“¡Es verdad, jajajaja!” añadió Cecily, entre carcajadas.

“Chicos…” intervino Marco, cruzándose de brazos con seriedad. “Esto es importante.”

“Sí… Parece que está escrito en Lefgesérico,” dijo Carter, más tenso de lo normal. “Un idioma antiguo que ninguno de nosotros sabe leer.”

“Yo tampoco…” reconoció Theo, con cierta vergüenza. “Ni en clase ni en la biblioteca toqué nada sobre lenguas perdidas.”

Poco a poco, la sala se fue apagando en ánimos. La emoción inicial se transformó en frustración.

“Entonces…” Hansel bajó la mirada. “¿Esto es todo? ¿Aquí acaba nuestra única pista?”

Continuará…

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