Nuestros protagonistas se habían quedado paralizados. La emoción inicial al encontrar el tomo del Nuevo Testamento se desvaneció al comprobar que estaba escrito en un idioma perdido: el Lefgesérico.
“Entonces…” murmuró Hansel, bajando la mirada con frustración. “¿Esto es todo? ¿Aquí acaba nuestra única pista?”
“¿Has dicho Lefgesérico?” intervino Takashi, con el ceño ligeramente fruncido.
“Sí, ¿por?” preguntó Carter, girándose hacia él.
“Veréis…” comenzó el monje, cruzándose de brazos. “Sé que ahora mismo no soluciona nada, pero durante mis viajes estuve en un país al noreste, a unos dos días de aquí. Se llama Wolfgang, y en su capital, Phaintom, vive el legendario Juju, el sabio. Es un estudioso de la antigüedad, y se dice que ha dedicado toda su vida a descifrar lenguas perdidas. Puede que… si se lo pedís con respeto, acepte ayudaros a traducirlo.”
“¡¿En serio?! Eso sería increíble, Takashi.” exclamó Keipi, y sin pensarlo, lo abrazó con entusiasmo.
El joven monje se puso rojo como un tomate. “N-No ha sido para tanto…” balbuceó, apartando la mirada.
“Entonces, ¿vamos a tener que copiar todo esto a mano?” preguntó Ryan, señalando el grueso del tomo. “Porque… tiene pinta de que vamos a estar aquí un mínimo de tres días.”
“Sí… parece una locura,” añadió Lily, dándose la vuelta mientras observaba el libro con resignación.
“Tranquilos. Os haré un pequeño favor,” dijo Carter con una sonrisa misteriosa, juntando ambas manos.
“¿Un favor?” preguntó Ashley, alzando una ceja.
“¿Qué te traes entre manos?” se adelantó Theo, curioso.
Carter invocó entonces a una criatura majestuosa: un lobo de pelaje morado y ojos brillantes que llevaba una túnica ceremonial. Era el Vidente, su invocación más singular.
“¡Ah! Buena jugada.” comentó Lola con una sonrisa cómplice.
“¿Buena jugada? ¿Qué va a hacer?” preguntó Cecily, completamente descolocada.
El Vidente se acercó al libro, colocó su zarpa derecha sobre la portada… y acto seguido, una copia idéntica apareció en su otra zarpa.
“¡¿QUÉEEE?!” exclamó Marco, con la boca completamente abierta.
“Jejeje… que esto no salga de aquí, ¿vale?” dijo el invocador, acariciando con cariño la cabeza de su criatura antes de que desapareciera. “El Vidente puede replicar cualquier objeto que toque con sus zarpas. Así que ya no tenéis que preocuparos por copiar nada.”
“¡Eres un genio, Carter!” exclamó Lily, volando de alegría impulsivamente.
“No es para tanto,” respondió él, rascándose la cabeza algo avergonzado.
Marco dio un paso al frente. “Ahora me sabe mal… Nos habéis echado un buen cable. No sé cómo agradecéroslo.”
“No os preocupéis,” dijo Takashi con una sonrisa sincera. “Vosotros también nos ayudasteis a salvar Wisdom. Esto es solo... para devolveros el favor.”
“Entonces... estamos en paz,” asintió Marco, estrechándole la mano.
“¿Y qué hacemos con el libro?” murmuró Ashley. “No creo que sea buena idea pasearnos por la ciudad con esto en la mano, aunque fuese una copia. El alcalde ese seguramente nos arrancaría la cabeza.”
“No hay problema, traje una mochila por si acaso,” dijo Cecily, sacando una bolsa de cuero con doble fondo. Guardó con rapidez la copia del tomo y le guiñó un ojo a su compañera. “Una puede dejar de ser ladrona, pero la ladrona interior… nunca se va.”
Marco soltó una pequeña risa. “Esta tía…”
“Bueno, pues ahora sí que toca moverse, ¿no?” dijo Keipi, estirando los brazos.
“Sí,” afirmó Lily, levantando el puño con energía. “¡Nuestro próximo objetivo es Wolfgang… y encontrar a Juju, el sabio!”
Todos asintieron con determinación, renovando sus fuerzas con una mezcla de emoción, curiosidad y la familiar sensación de estar, una vez más, ante el comienzo de una nueva aventura. Sin embargo, Ashley se quedó atrás.
Mientras el resto abandonaba la sala con paso decidido, ella permanecía quieta en su sitio, con la mirada perdida en un rincón olvidado de la biblioteca. El bullicio de sus compañeros se desvanecía a su alrededor, como si el mundo se hubiera silenciado de golpe.
En su mente, las imágenes volvían con nitidez.
Recordó la batalla de Marco contra Averno, aquel momento en que el emperador utilizó su habilidad para absorber la energía mágica del entorno y transformarla en poder puro. Luego, la figura de Keipi apareció en su memoria, abriendo aquella grieta dimensional con un simple grito, cortando al coloso en dos con una técnica que aún no comprendía del todo.
Ashley apretó los puños, sin apartar la vista del suelo.
"Me estoy quedando atrás… otra vez." pensó con frustración. "Siempre que siento que por fin estoy a su altura… ellos dan un paso más, y me quedo mirando sus espaldas." Tragó saliva con dificultad. "¿Acaso… no merezco ser la mano izquierda de Marco?"
El vacío que sintió en ese instante fue más profundo que cualquier herida de combate.
A lo lejos, Ryan se giró y notó que su compañera no les seguía. Frunció el ceño, extrañado.
“¡Ashley!” la llamó en voz alta.
Ella no respondió. Ni siquiera pareció oírle.
Molesto, el hijo de la dragona chasqueó los dedos e invocó una de sus cadenas, que salió disparada hacia el tobillo de la joven. De un tirón seco, la sacó de la silla, haciéndola caer de bruces al suelo.
“¡¿Pero qué demonios haces, cabrón?!” gritó Ashley, furiosa, mientras se incorporaba.
“¡Pues haberme hecho caso antes, coño!” replicó Ryan con el ceño fruncido.
Desde más atrás, Hansel, que había presenciado toda la escena, soltó un largo suspiro.
“Estos dos…” murmuró, negando con la cabeza. “Siempre montando jarana..."
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Wisdom, aparcamiento para Aeronaves.
Tras despedirse del alcalde y los habitantes de Wisdom, nuestros protagonistas se dirigieron al vehículo que les aguardaba, acompañados por Takashi y su equipo. Quiénes querían apurar hasta el último instante junto a los nuevos amigos que el destino les había regalado.
Las despedidas se fueron sucediendo, una a una, entre abrazos, risas y alguna que otra lágrima contenida. Pero entonces llegó el momento más esperado —y también el más difícil— para Takashi: decir adiós a su amigo de la infancia.
Keipi y él se miraron fijamente, sin necesidad de palabras al principio. Ambos sonrieron, de oreja a oreja, como si regresaran por un instante a su niñez.
“¿Estás seguro de que no queréis que os llevemos?” preguntó nuestro protagonista, con un brillo de esperanza en los ojos.
“Para nada…” respondió Takashi con tranquilidad. “Aunque el objetivo principal de mi viaje era encontrarte, ahora quiero seguir recorriendo el mundo con mis compañeros. Viviremos historias tan increíbles como la que hemos vivido ayer. Pero deseo con todas mis fuerzas que nuestros caminos se crucen otra vez.”
La sonrisa de Keipi se desdibujó por un instante. Avanzó un paso y, sin dudarlo, abrazó a su amigo con todas sus fuerzas. Takashi se quedó paralizado un segundo, pero acabó devolviéndole el gesto, conmovido.
“Te he echado tanto de menos…” susurró Keipi con la voz entrecortada.
“Y yo a ti…” respondió Takashi con suavidad.
“No quiero que te vayas… pero sé que no hay forma de evitarlo. Yo tengo un deber que cumplir como paladín del emperador… y tú tienes un mundo por explorar.”
Takashi se separó un poco, aunque mantenía sus manos sobre los hombros de su amigo.
“Y no quiero ser quien frene ese camino. Pero escúchame bien: voy a hacerme fuerte. Y cuando llegue el momento, lucharé a vuestro lado.”
Keipi asintió, con una sonrisa cargada de emoción. “Estaré encantado de combatir codo con codo contigo… como siempre.”
Entonces, Takashi le acarició la mejilla con ternura y se acercó, lentamente, a sus labios.
“¡Oh dios mío!” murmuró Lola, llevándose las manos a la boca, visiblemente emocionada.
“¡Ese Takashi… madre mía!” susurró Carter, totalmente metido en la escena.
Pero justo cuando sus labios estaban a escasos centímetros… Takashi le dio un cabezazo.
“¡Agh! ¿A qué vino eso? Jajajaja.” se quejó Keipi, llevándose una mano a la frente mientras se reía.
“Por adelantarte y conseguir el Kami antes que yo, desgraciado,” replicó Takashi con media sonrisa.
“Bueno, qué se le va a hacer… al final resulta que soy más fuerte que tú,” bromeó Keipi, sacándole la lengua.
“Jajajaja… Puede ser. Pero eso solo se sabrá el día que luchemos en serio entre nosotros.” comentó Takashi, alejándose con paso tranquilo.
“Oye…” dijo Keipi en voz baja, justo antes de que subiera a la aeronave. “Mantente con vida.”
Unos minutos después, el zumbido de los motores llenó el aire. La aeronave se alzó lentamente, mientras sus tres nuevos amigos los observaban desde tierra firme.
"¿Por qué no le dijiste nada?" preguntó Lola, girándose hacia Takashi con suavidad en la voz.
"¿Y por qué debería?" respondió él, evitando su mirada.
"No deberías guardarte lo que sientes…" dijo Carter, con los brazos cruzados. "Seguramente, él te habría correspondido. Cuando te acercaste a besarle, ni siquiera se apartó. Es más, parecía… dispuesto."
Takashi apretó los dientes, bajando la cabeza. Sus labios temblaban mientras un nudo se formaba en su garganta. Finalmente, las lágrimas comenzaron a brotar sin contención.
"¡Jefe!" exclamó el invocador, preocupado, al ver su repentino derrumbe.
"L-Lo siento…" balbuceó Takashi, mientras sus hombros temblaban. "Es que… me duele. Me duele el corazón como si se me rompiera por dentro…"
Sin dudarlo, sus dos compañeros se acercaron y lo abrazaron con fuerza, envolviéndolo en un cálido y silencioso consuelo.
"Está bien… Aquí estamos," susurró Lola, apretándolo con ternura.
"Yo… quería decírselo, de verdad que quería… pero él tiene un destino que cumplir, una misión mucho mayor que yo. Si lo apartase de su camino… nunca me lo perdonaría. Nunca," confesó con la voz ahogada por el llanto.
"Takashi…" murmuró Carter, conmovido por la sinceridad de su líder.
El joven alzó la vista, con los ojos rojos por las lágrimas, pero en ellos brillaba una nueva determinación.
"Así que… me haré más fuerte. Seguiré entrenando, seguiré luchando… y cuando llegue el momento, cuando él ya no esté atado por su papel de paladín del emperador… le confesaré mis sentimientos."
"¡Eso es!" exclamaron Lola y Carter al unísono, apretando más el abrazo. "¡Así se habla, jefe!"
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A bordo de la aeronave.
Keipi se encontraba solo en su habitación. Apoyado junto a la ventana, contemplaba el inmenso cielo azul que se extendía hasta el infinito. El viento acariciaba el fuselaje de la nave, y el sonido del motor era apenas un murmullo lejano.
En su mente, una imagen se repetía sin cesar: Takashi, acercándose a sus labios… tan cerca, tan real.
Sin saber por qué, su mano se deslizó lentamente hasta su pecho, donde sentía los latidos acelerados de su corazón.
"¿Por qué… me late tan rápido?" se preguntó en voz baja, sin apartar la vista del cielo.
En la cama, Priscilla dormía plácidamente en su forma de ave, acurrucada entre las sábanas, ajena al torbellino emocional de su portador.
"¿Qué es este sentimiento…? ¿Y por qué surge cada vez que pienso en Takashi…?" musitó, bajando la mirada con una mezcla de desconcierto y calidez.
El silencio lo envolvía, pero su corazón, por primera vez en mucho tiempo, hablaba con claridad.
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Selva que rodea Phaintom, capital de Wolfgang.
Bajo un cielo teñido de nubes rojizas, una figura solitaria recorría con paso firme el borde de unas excavaciones profundas. El aire olía a polvo antiguo, y las piedras talladas a medias hablaban de civilizaciones olvidadas por el tiempo.
Era una mujer de tez oscura y mirada penetrante, cubierta con una capa bordada en símbolos arcanos. Su cabello rizado caía en cascada sobre sus hombros, enmarcando un rostro serio y elegante. Dos cuernos oscuros, pulidos como obsidiana, sobresalían de su frente como la firma visible de una herencia demoníaca.
Se detuvo junto a una losa semienterrada en la arena, sus dedos cubiertos de guantes acariciando las runas grabadas con una reverencia casi religiosa.
"No me cabe duda…" murmuró con voz grave, cargada de convicción. Sus ojos brillaban con una mezcla de respeto y ambición. "Aquí está sellado el Nuevo Testamento."
El viento sopló con fuerza, agitando su capa y levantando un velo de polvo que envolvió por un momento la escena como si el propio destino respirara junto a ella.
Continuará…
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