domingo, 13 de abril de 2025

Ch. 115 - No se habla de Juju

Entrada principal de la ciudad de Phaintom.

Tras una larga caminata bajo un sol abrasador, sorteando una interminable cuesta arriba y con el sudor pegado a la piel como si fuese una segunda camiseta, nuestros protagonistas finalmente alcanzaron las puertas de Phaintom, la capital montañosa de Wolfgang.

En cuanto cruzaron el umbral de la ciudad, cayeron al suelo como si sus piernas se hubieran disuelto en el aire. Agotados, jadeando y con el estómago vacío, se tumbaron en grupo sobre el empedrado, intentando recuperar el aliento perdido durante la travesía.

“Jajajaja… Ha sido horrible,” murmuró Keipi, con una sonrisa completamente despreocupada, como si lo estuviera disfrutando.

“Un entrenamiento infernal…” suspiró Ashley mientras se dejaba caer de espaldas, bebiendo agua de su cantimplora como si fuera un manantial sagrado.

“Sea como sea… al menos lo conseguimos,” dijo Hansel, todavía sonriendo a pesar del cansancio, mientras se apoyaba sobre un codo.

“Eso parece…” añadió Cecily, completamente derrotada, arrastrándose un poco más por el suelo con una expresión de total sufrimiento.

Los únicos que todavía se mantenían en pie eran Ryan y Marco. El primero, gracias a los duros entrenamientos de resistencia que había vivido bajo la tutela de su difunta madre dragona. El segundo, por su afinidad natural al calor debido a su magia de fuego, lo que le permitía sobrellevar las altas temperaturas mucho mejor que el resto.

“Sois unos blandengues,” presumió Ryan, cruzándose de brazos mientras observaba al resto con media sonrisa.

“Este tío…” murmuró Lily desde el suelo, con los ojos entrecerrados, sin fuerzas ni para enfadarse.

“Yo… Yo admito que esto ha sido peor de lo que recordaba. No estaba preparado psicológicamente para semejante subida,” confesó Theo, aún jadeando.

Marco, intentando tomar las riendas de nuevo, se giró hacia el grupo. “Chicos, lo importante es que ya estamos aquí. Ahora nuestra prioridad es encontrar a Juju y pedirle ayuda para traducir la información del Nuevo Testamento. Si lo conseguimos… podríamos estar más cerca de encontrar a Gretel.”

“Sí… eso es lo principal,” asintió Keipi, reincorporándose con esfuerzo.

Sin embargo, justo cuando todos parecían dispuestos a levantarse con renovada determinación… un sonido gutural resonó entre ellos.

Las tripas de todo el grupo rugieron al unísono. Fue como una sinfonía hambrienta e involuntaria que los dejó congelados por un segundo.

“Va-vaya…” balbuceó Lily, sonrojada hasta las orejas mientras se sujetaba el estómago.

“Bue-bueno…” dijo Marco, rascándose la nuca con una risita incómoda. “¿Qué os parece si… comemos algo antes de seguir?”

“¡SÍÍÍÍÍ!” exclamaron todos a la vez, como si acabasen de recibir la bendición divina más esperada del día.

______________________________

Taberna de Phaintom.

Nuestros protagonistas se acomodaron alrededor de una enorme mesa de madera maciza. El ambiente olía a leña, especias y pan recién horneado. Las paredes, decoradas con estandartes antiguos y mapas del país, daban al local un aire acogedor y rústico.

Tras pedir sus platos, no tardaron en recibir un auténtico banquete. La mesa rebosaba de carnes jugosas, doradas al punto; sopas humeantes con verduras recién cortadas; y hogazas de pan crujiente, recién salidas del horno de piedra.

Era un festín digno de reyes.

Durante los primeros minutos, apenas se escuchó una palabra. Solo el sonido de cubiertos, el crujir del pan al partirse y el ocasional suspiro de satisfacción llenaban el ambiente.

“Pffff… está increíble,” dijo Ryan, reclinándose en su silla tras acabar su ración de carne como si hubiera ganado una batalla.

“Ya te digo…” murmuró Marco, tragando el último trozo de pan con aire triunfal. “Venir a este sitio fue la mejor decisión del día.”

“Y lo mejor es lo barato que es. Esta comida en otro país nos habría costado el doble, como mínimo,” comentó Hansel.

“Tengo entendido que Wolfgang tiene una de las mayores producciones de alimentos del continente,” explicó Theo, limpiándose las comisuras con elegancia. “De hecho, creo que el pan que servían en el palacio antes de que Ricardini se pusiera a hacerlo casero… era importado desde aquí.”

Ashley se volvió hacia él con una mezcla de asombro y una pizca de envidia. “Siempre me dejas boquiabierta con todo lo que sabes… A veces haces que me sienta un poco tonta.”

“Jajaja, es porque lo eres un poco,” soltó Keipi, con su habitual tono burlón.

“¡Serás idiota!” respondió Ashley, echándose sobre él con una llave improvisada.

“¡Jajajaja! ¡Lo decía como algo bonito!” se defendió el monje mientras ella le apretaba el cuello. “¡Es parte de tu encanto!”

“¡No me vengas con excusas ahora!” refunfuñó ella.

“Estos dos… son como uña y carne. Siempre igual,” comentó Cecily mientras terminaba la sopa con una sonrisa divertida.

“Sí… pero es bonito, ¿no? Son como el sol y la luna. Tan distintos, pero inseparables,” añadió Lily, mojando un pedazo de pan en la salsa de su plato.

Una vez vaciaron los platos y recuperaron fuerzas, Hansel se incorporó ligeramente.

“Bueno, ahora que ya tenemos el estómago contento, deberíamos volver a lo importante: Juju.”

“Cierto,” asintió Marco. “Cuando venga la camarera con el cambio, le preguntaré si sabe algo. Con suerte, nos ahorraremos horas de búsqueda.”

“Buena idea,” dijo Lily. “Quizá resulte que lo conoce personalmente o algo así.”

Al cabo de unos minutos, la camarera regresó con una bandeja pequeña, en la que descansaban las monedas del cambio. Marco alzó una mano para llamar su atención con amabilidad.

“Disculpa, ¿puedo hacerte una pregunta rápida?”

“Claro,” respondió ella con una sonrisa algo forzada.

“¿Sabes dónde podríamos encontrar a Juju, el sabio?”

El efecto fue inmediato.

El murmullo alegre del local se detuvo como si alguien hubiese pulsado un botón. Las conversaciones se apagaron. Los cubiertos dejaron de sonar. Todos los presentes en la taberna —clientes y empleados por igual— giraron la cabeza lentamente hacia la mesa del grupo, con expresiones que oscilaban entre el miedo y la incredulidad.

La camarera tembló. Literalmente. Bajó la vista, su respiración se volvió errática, y su sonrisa desapareció.

“L-lo siento… n-no sé nada,” tartamudeó, dando un paso atrás. “¡Por favor, cojan sus cosas y márchense de aquí lo antes posible!”

Y sin añadir más, se dio media vuelta y se alejó casi corriendo, dejando el platillo sobre la mesa.

Ashley observó la escena con el ceño fruncido. “¿Qué ha sido eso?”

“¿Se estaría… cagando?” preguntó Keipi con una ceja alzada.

“Jajaja, eso sería gracioso,” añadió Cecily entre risas nerviosas.

“¡¿Pero cómo va a ser eso, tarados?!” replicó Ryan, mirando alrededor con tensión. “Eso fue miedo real. Parece que algo no va bien.”

“Chicos,” intervino Marco con tono serio, levantándose despacio. “Será mejor que nos vayamos. Hay algo raro aquí.”

“Sí,” asintió Hansel, siguiendo su ejemplo.

Sin decir nada más, el grupo se puso en pie y abandonó el local. Cada paso que daban era observado por todos los presentes, que no apartaron la vista hasta que la puerta se cerró tras ellos.

Afuera, el aire era menos denso… pero no menos inquietante.

“Vale…” murmuró Lily, abrazándose a sí misma mientras miraba a su alrededor con inquietud. “Eso me ha puesto los pelos de punta. ¿Qué creéis que significa?”

Marco entrecerró los ojos, visiblemente pensativo. El ambiente opresivo que se había creado en la taberna no era cosa menor. “Que algo ha debido de pasar con Juju. Algo que nadie quiere mencionar.”

“Entonces… ¿qué hacemos?” preguntó Cecily, cruzándose de brazos.

“Deberíamos separarnos por parejas y buscar información,” propuso Ryan con decisión. “En una ciudad como esta, seguro que alguien puede soltarnos algo... aunque sea a regañadientes.”

“Estoy de acuerdo,” dijo Marco, aunque su tono se volvió más serio al instante. “Pero como no sabemos si esto podría volverse peligroso, creo que Lily y Theo deberían volver a la aeronave y esperarnos allí.”

“¿¡Volver solos por esa selva!?” exclamó la hada, flotando sobre el grupo con expresión de absoluto pánico. “¡Y si aparece un ogro león, o una serpiente gigante, o un escorpión con seis cabezas!?”

“No nos pasó nada antes” respondió Marco con calma. “Y, sinceramente… ahora mismo, creo que hay menos peligro en la selva que dentro de esta ciudad.”

“Pero aún así…” murmuró la hada, bajando lentamente hacia el suelo, con las alas temblando de nervios.

“No te preocupes, Lily,” dijo Theo con una sonrisa amable mientras se agachaba levemente. “Iré contigo. Te llevaré en la cabeza si hace falta.” Y, como si lo hubiera ensayado mil veces, la acomodó con suavidad sobre su gorro.

“Está bien…” suspiró la hada, resignada. “Pero no tardéis. Si pasa más de una hora, vengo a buscaros volando como un cohete.”

“Trato hecho,” respondió Marco con una media sonrisa.

Acto seguido, el joven alzó la voz para repartir las tareas. “Keipi, tú ve con Cecily. Ashley, tú con Ryan. Hansel, vienes conmigo. Nos reunimos en media hora en la plaza principal. Ni un minuto más.”

“¡Entendido!” respondieron todos a la vez, casi por reflejo, antes de dispersarse a toda velocidad en distintas direcciones.

En cuestión de segundos, el bullicio urbano los envolvió de nuevo, dejando en mitad de la calle solo a los más pequeños del grupo: Theo y Lily.

“Vaya…” comentó ella, hinchando los mofletes mientras flotaba un poco por encima de su compañero. “A veces parece que no nos tienen en cuenta…”

“No creo que sea eso, Lily,” respondió Theo, con su tono tranquilo de siempre. “Nosotros dos no somos luchadores como ellos. Si de verdad hay algo peligroso moviéndose por aquí, es mejor que estemos lejos. Así no seremos un lastre… y, en la nave, seguramente podamos serles útiles si necesitan ayuda desde fuera.”

“Hmm… tienes razón,” murmuró la pequeña, cruzándose de brazos. “Y, oye… ¡ya fuimos útiles en Wisdom! ¡Ahora nos merecemos un poco de descanso!” dijo finalmente con una sonrisa mientras se acomodaba mejor sobre el gorro del joven.

Theo asintió con una pequeña risa y, juntos, comenzaron el tranquilo camino de regreso hacia la aeronave, entre la vegetación frondosa que ya les era familiar. Mientras el resto del grupo investigaba entre susurros y miradas esquivas, ellos avanzaban rodeados por el canto de aves exóticas y el crujido suave de la tierra bajo sus pies.

______________________________

Grupo de Keipi y Cecily.

El monje se acercó a una mujer que paseaba con una cesta de frutas y le preguntó con educación: “Perdone… ¿sabe algo sobre Juju, el sabio?”

Pero la mujer se limitó a negar con la cabeza rápidamente y, sin decir una sola palabra, salió corriendo por una calle lateral.

“¿Pero qué…?” murmuró Keipi, visiblemente desconcertado. “¿Por qué nadie responde? Ni siquiera se molestan en inventar una excusa.”

“Dímelo a mí,” suspiró Cecily, que se encontraba unos pasos más allá. “He intentado preguntar a un anciano, pero se ha hecho el sordo… y luego se ha ido caminando a paso ligero en dirección contraria.”

El espadachín resopló con fastidio, frotándose la nuca. “Pfff… Parece que esto va a ser como buscar una aguja en un pajar.”

“¡Anda! ¡Mira, Keipi!” exclamó de pronto Cecily, tirándole suavemente del brazo.

Ambos se detuvieron al borde de una pequeña plaza, donde una escena insólita captó por completo su atención: sobre una mesa improvisada, dos ratas vestidas con trajes de lunares bailaban flamenco con una gracia casi hipnótica. A su lado, un hombre mayor daba palmas con ritmo preciso, marcando el compás mientras los roedores giraban y zapateaban como auténticas bailarinas.

“¡Qué chulada!” exclamó Keipi, con los ojos iluminados como los de un niño.

“¡Es que son lo más!” respondió Cecily, embelesada. “Mira esos pasos, ¡ni yo podría moverme así!”

Una carcajada grave llamó su atención desde un lateral. Allí estaba una mujer de presencia imponente, con chaqueta de cuero decorada con tachuelas, el pelo teñido en una mezcla ardiente de rojo y amarillo, uñas negras afiladas y un aire rockero que contrastaba deliciosamente con el entorno tradicional.

“¡Tenéis buen gusto, colegas!” dijo con voz ronca pero amistosa, señalando a las ratas con el pulgar. “Mis niñas lo están petando.”

“¡Qué lookazo llevas!” dijo Keipi, casi sin pensarlo.

“¡Ya te digo, tía, molas mazo!” añadió Cecily con entusiasmo.

“¡Gracias, majos! Y vosotros también,” dijo la mujer, sonriendo ampliamente. “No mucha gente se para a disfrutar de un buen show callejero como este.”

Las ratas seguían entregándose al baile con una gracia hipnótica, mientras nuestros protagonistas y la desconocida las observaban embelesados. Por un instante, ellos habían olvidado por completo el motivo por el que estaban allí.

______________________________

Grupo de Marco y Hansel.

Tras varios intentos fallidos, Marco y Hansel finalmente dieron con un anciano que caminaba lentamente por la calle, apoyado en un bastón. A diferencia del resto, no huyó al verlos acercarse.

“¿Que si sé sobre Juju?” repitió el anciano, deteniéndose con un suspiro.

“Sí… necesitamos encontrarle,” respondió Marco con urgencia.

“Es una pieza clave para poder dar con mi hermano desaparecido,” añadió Hansel, con la voz cargada de esperanza.

El anciano bajó la mirada. Y su tono se volvió sombrío. “No se habla de Juju.”

“¿Cómo?” preguntó Marco, sorprendido por la respuesta.

“Los altargates llegaron el año pasado…” continuó el anciano en voz baja, como si temiera ser escuchado. “Acabaron con la vida del sabio. Después de eso… activaron Yggdrasil y…”

Pero no pudo terminar la frase.

Una rama emergió violentamente del suelo, atravesando su pecho en un instante.

“¡¿Qué?!” gritó Marco, retrocediendo con horror.

“¡¿De dónde ha salido eso?!” exclamó Hansel, boquiabierto.

Ante sus ojos, la rama comenzó a absorber la vida del anciano, secando su cuerpo hasta dejarlo reducido a un montón de huesos y harapos.

“¿Ha… ha muerto?” murmuró Marco, cayendo de rodillas, paralizado por el impacto.

“¡Por eso no queremos contaros nada!” gritó una vecina desde una ventana, lanzándoles una piedra con rabia.

“¡LARGAOS DE AQUÍ, TURISTAS!” bramó otro ciudadano, arrojándoles otra pedrada desde la calle.

“Marco…” dijo Hansel, mirándolo con inquietud.

“¡Vámonos!” exclamó Marco, agarrando del brazo a su compañero y echando a correr, mientras la multitud comenzaba a agitarse.

“¿Q-Qué está pasando en esta ciudad…?” pensó Hansel, mientras corría entre sombras cada vez más densas.

Continuará…

No hay comentarios:

Publicar un comentario