Sin entender muy bien qué era lo que estaba pasando, el dúo formado por Keipi y Cecily parecía estar a punto de entrar en combate con Cassandra, quien acababa de revelar su verdadera naturaleza como una Altargate.
De inmediato, el suelo se abrió bajo sus pies y de él emergieron una docena de toros en estampida, invocados con violencia mágica. Rugían como si fueran reales, con ojos brillantes y cuerpos de energía pura. Sin pensarlo dos veces, Cecily, la más ágil del dúo, activó su forma Fenrir. Su cuerpo se cubrió de energía eléctrica, y comenzó a saltar sobre los lomos de las bestias, esquivando sus embestidas con precisión milimétrica.
Keipi, por su parte, se lanzó hacia un lado rodando para evitar el primer impacto.
Cecily cortó distancias con la rockera y, en una rápida finta, lanzó una patada cargada de electricidad directa al pecho de su oponente. Pero Cassandra transformó su brazo en arena justo a tiempo, dispersando la fuerza del impacto y neutralizando la descarga.
"¿Por qué te has puesto así de repente? ¿Qué te hemos hecho?" preguntó Cecily, intentando entender el cambio repentino de actitud.
"No es asunto tuyo", respondió la altargate con tono seco. Su brazo, aún en forma de arena, se volvió piedra sólida y, con un rápido movimiento, agarró el tobillo de la ladrona y la estampó contra el suelo con violencia.
Keipi reapareció por un lateral, intentando aprovechar el descuido. Blandió su katana con velocidad, buscando un corte limpio, pero Cassandra retrocedió con una voltereta elegante y, al aterrizar, volvió a chasquear los dedos.
Del suelo emergieron dos puños gigantes que golpearon el pecho del monje con fuerza, lanzándolo hacia atrás varios metros.
"Invoca animales, puños... convierte su brazo en arena, luego en roca... ¿Qué clase de magia tiene esta tía?" pensaba Keipi, jadeando mientras se reincorporaba.
"Es muy raro que tenga tantas habilidades", comentó telepáticamente Priscilla en su mente.
Cassandra levantó entonces su brazo izquierdo. Este se transformó de inmediato en un cañón de riel que comenzó a cargarse con energía vibrante. Un zumbido eléctrico se acumulaba en la punta mientras apuntaba directamente al pecho de Cecily.
"¡Cuidado!" gritó Keipi, intentando correr hacia ella. Pero justo antes de que pudiera moverse, unas manos mágicas emergieron del suelo y lo sujetaron con fuerza, atrapándolo de pies y brazos.
"¡Mierda!" gritó Cecily al notar que también estaba siendo atada por esas extremidades oscuras y mágicas.
"Muere", dijo Cassandra con serenidad, justo antes de disparar.
Pero no lo consiguió.
Desde la terraza contigua, Ashley cayó con un grito feroz, cayendo como un cometa sobre el cañón de riel y destrozándolo con un solo puñetazo certero.
"¡Mierda… hay más!" masculló Cassandra, retrocediendo mientras su brazo regresaba a la normalidad.
"¡Pues claro!" respondió Ryan desde su retaguardia, lanzando varias cadenas mágicas que se enredaron alrededor del cuerpo de la Altargate, inmovilizándola de inmediato.
"Tsk. No esperaba que hubiese tantos de vosotros. Sin embargo, haré todo lo posible por castigaros", exclamó la mujer. "¡LIUBEI!"
Tras gritar ese nombre hacia el cielo, el suelo comenzó a temblar bajo los pies de nuestros protagonistas. Se agrietó en cuestión de segundos, desmoronándose hasta revelar una ardiente corriente de lava. Forzados a retroceder, Ryan perdió momentáneamente la concentración y sus cadenas se deshicieron, debilitadas por el calor, liberando a Cassandra.
"¡Tsk! ¡No escaparás!" gritó Keipi, cortando con su espada las manos mágicas que aún lo retenían. Acto seguido, lanzó un feroz dragón de agua hacia la altargate.
El ataque surcó el aire con fuerza, pero la rockera no parecía ni remotamente preocupada. Antes de que el dragón pudiera alcanzarla, una figura descendió desde lo alto: un hombre de tez oscura, calvo y musculoso, que blandía con firmeza una naginata. Con un solo tajo, partió el ataque en dos, disipando el agua en un estallido de vapor.
"Me despisto un segundo y ya te has metido en una pelea", dijo con voz grave mientras aterrizaba con suavidad.
"Ya sabes que atraigo la diversión, Liubei", respondió Cassandra con una sonrisa, ya de nuevo con los pies en el suelo.
"¿Tiene un compañero?" pensó Ashley, clavando la mirada en el recién llegado.
"No sentí su presencia...", murmuró Cecily, alzándose tras ser liberada de las manos por Keipi.
"¿Qué pasa con estos tipos?" preguntó Liubei, girando levemente su cuello para relajarse.
"Quieren saber sobre Juju, así que son objetivos potenciales", contestó Cassandra con tono gélido.
"¿Hablan de ese anciano... e Yggdrasil no los ha castigado aún?" frunció el ceño el guerrero.
"Idiota. Está claro que son forasteros. Las reliquias no reaccionan a quienes no son de aquí", le corrigió ella.
"Entiendo. Entonces será un placer eliminarlos", dijo Liubei mientras un tercer ojo se abría en su frente.
Clavó su naginata en el suelo y, de inmediato, un enjambre de raíces emergió con violencia, dirigiéndose hacia los paladines.
Cecily saltaba entre ellas, electrificando el aire con cada movimiento. Keipi las cortaba con precisión quirúrgica, liberando espacio para sus aliados. Ashley, con sus reflejos sobrehumanos, las golpeaba en pleno avance, y Ryan se desplazaba ágilmente entre ellas colgándose con sus cadenas de acero.
Pero no era todo.
Cassandra, aprovechando el caos, juntó las manos. A su alrededor, comenzaron a materializarse orangutanes armados con sables curvos, que se lanzaron desde las ramas conjuradas por Liubei, dirigiéndose a toda velocidad hacia el grupo.
Ashley se agachó justo a tiempo para evitar un tajo, girando sobre sí misma y propinando una potente patada al pecho de su atacante. Cecily, aún en el aire, disparó rayos que electrocutaron a varios enemigos.
Ryan envolvió a dos orangutanes con sus cadenas de acero, estampándolos contra el suelo. Mientras tanto, Keipi, adaptándose al frenético ritmo, esquivaba ataques con elegante fluidez y contraatacaba con cortes certeros.
"Son buenos", murmuró Liubei, sin dejar de observar.
"Pero no lo suficiente como para frenar nuestra sed de venganza", replicó Cassandra. "¡Hazlo!"
Liubei chasqueó los dedos y el terreno bajo los paladines volvió a temblar. Un enorme círculo se abrió, rodeado por dientes afilados que se cerraban en torno al grupo. En cuestión de segundos, una descomunal planta carnívora emergió del centro y engulló a nuestros protagonistas entre sus fauces.
"Ahora no podrán escapar… Lo siento, chicos. Pero no debisteis venir aquí", murmuró Cassandra con pesar.
"En cinco minutos, sus cuerpos se disolverán por completo entre los jugos gástricos de la planta", añadió Liubei con una sonrisa siniestra. "Nunca subestiméis a los altargates."
Justo en ese instante, una gigantesca esfera de fuego cayó del cielo e impactó brutalmente contra la planta. El estallido fue tal que el suelo tembló. La criatura fue reducida a cenizas, y los cuatro paladines cayeron al suelo de pie, envueltos en humo y ceniza, pero aún ilesos.
"¿¡Qué!?" gritó Cassandra, completamente sorprendida. "¿¡Más aliados!?"
"¡Cuidado!" exclamó Liubei al detectar una nueva ráfaga de energía.
Bajo los pies de los Altargates, un potente tornado de viento emergió sin previo aviso, lanzándolos por los aires y alejándolos del lugar en el que se encontraban.
"¡Chicos! ¡Por aquí!" gritó Marco desde una calle cercana, junto a Hansel, haciéndoles señas.
"¡Pero… aún están conscientes!" protestó Ashley, girándose hacia los enemigos que volaban en espiral.
"¡No hay tiempo para eso ahora!" ordenó el emperador con decisión. "¡Tenemos que reagruparnos y planear nuestro siguiente paso!"
"¡Tiene razón! ¡Ahora mismo solo estamos generando un caos innecesario para los habitantes de la ciudad!" coincidió Ryan, comenzando a correr.
"¡Vamos, Ash! ¡Después volveremos a por ellos!" dijo Keipi mientras la tomaba de la muñeca.
Ashley se mordió el labio con fuerza, indecisa, pero finalmente retrocedió junto al grupo. Mientras se alejaban, miró por última vez el escenario de combate, completamente devastado.
"Tsk… Si siempre escapo… ¿cómo se supone que os voy a alcanzar? Así nunca me haré fuerte", pensó con rabia contenida mientras apretaba los puños.
Mientras el grupo se alejaba entre callejones, Cassandra y Liubei cayeron pesadamente al suelo tras el impacto del tornado. Ambos se incorporaron con agilidad, el polvo aún flotaba a su alrededor. Cassandra, con el ceño fruncido y los puños apretados, dio un paso al frente, dispuesta a perseguirlos.
"¡No pienso dejarlos escapar tan fácilmente!" exclamó, encendida por la rabia.
Pero una mano firme la detuvo. Liubei la sujetó por el brazo con calma, aunque su mirada seguía fija en la dirección por la que los paladines habían huido.
"Es inútil," dijo con tono sereno pero firme. "Ahora mismo no es el momento de seguirles. Si realmente quieren algo, acabarán volviendo. Es cuestión de tiempo."
Cassandra apretó los dientes, frustrada. "Tsk… Lo sé, pero no puedo evitar que me hierva la sangre. Teníamos la situación controlada… y al final, nos sacaron volando como si nada."
"Te entiendo," respondió Liubei, soltando su brazo. "Pero perseguirlos en este momento nos pondría en desventaja. No sabemos si tienen más refuerzos cerca. Lo mejor será regresar con el líder y avisar a los demás. Si están buscando información sobre Juju… es casi seguro que terminen topándose con Nathalie. Y si ella les da alguna pista…" Se cruzó de brazos, pensativo. "Es muy probable que intenten interferir con Yggdrasil. Y con eso, pondrán en peligro todo nuestro plan para hacernos con el Nuevo Testamento."
Cassandra suspiró profundamente, intentando calmar su pulso. Luego asintió, aunque aún con el rostro lleno de tensión.
"Tienes razón… Será mejor prepararnos. Al menos ya sabemos cómo pelean… y qué tipo de magia usan." Una sonrisa maliciosa se dibujó lentamente en su rostro. "La próxima vez que nos crucemos… no cometeré el mismo error."
"Eso espero," replicó Liubei mientras comenzaban a alejarse entre las sombras de la ciudad. "Porque la próxima vez… no podemos fallar."
Ambos se fundieron con la penumbra de las callejuelas, desapareciendo sin dejar rastro.
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Más tarde, en la aeronave de nuestros protagonistas.
El grupo regresó completamente agotado tras el intenso enfrentamiento contra los Altargates. Cada paso al interior del vehículo se sentía más pesado que el anterior, y todos ansiaban unos minutos de paz. Sin embargo, al llegar a la cocina, una imagen inesperada les cortó en seco el cansancio.
Una joven desconocida, de tez morena y con dos pequeños cuernos saliendo de la frente, estaba sentada a la mesa compartiendo una merienda de galletas y café... tranquilamente con Theo y Lily.
"¡Chicos!" exclamó Marco de inmediato, instintivamente levantando el brazo. Al instante, los demás adoptaron posiciones defensivas, con energía mágica comenzando a rodearlos.
"¡No, esperad!" gritó Lily, agitando los brazos con desesperación. "¡No es peligrosa!"
"Eso es, calmaos," añadió Theo con su habitual serenidad. "¡Es nuestra amiga!"
La joven de los cuernos se giró con total naturalidad, saludándolos con una sonrisa encantadora mientras sostenía una taza humeante entre las manos.
"Hola. ¿Qué pasa? ¿Llegáis justo a la hora del postre?" dijo con un guiño travieso.
"¿Y esos… cuernos?" preguntó Ashley con incredulidad, sin salir de su asombro.
"Buena pregunta," murmuró Ryan, frunciendo el ceño.
"Ah, sí, eso." respondió la chica encogiéndose de hombros. "Nací con ellos. Soy una semi-demonio."
"¡Hala, qué pasada!" exclamó Keipi, inclinándose hacia adelante con curiosidad. "Eso significa que uno de tus progenitores es demonio y el otro humano, ¿no?"
"Exactamente." asintió ella con tono risueño. "Aunque soy mucho más maja que lo que parezco. Vamos, una tía chulísima, ya lo veréis."
"¿Dónde os habéis encontrado a esta tía?" preguntó Marco, aún alerta.
"Volviendo hacia aquí," explicó Theo. "Apareció entre los arbustos. Nos pareció simpática… y tenía hambre, así que la invitamos a merendar."
"Y la verdad, sabe elegir bien las galletas," añadió Lily, dándole una a Nathalie que la aceptó encantada.
Marco suspiró, relajando un poco la postura, aunque aún con cierta reserva. "Vale… si vosotros confiáis, de momento confiaremos también."
Tras esto, nuestros protagonistas se presentaron lentamente ante la semi-demonio.
"¿Y qué tal vosotros?" preguntó Lily, inclinando la cabeza. "Tenéis una pinta como si os hubiese pasado un tren por encima."
"Porque eso fue más o menos lo que pasó…" murmuró Hansel dejándose caer en una silla. "No conseguimos casi ninguna información sobre Juju. Y para colmo, nos enfrentamos a dos altargates."
Nathalie dejó la taza en la mesa con un leve tintineo, completamente sorprendida.
"¿Habéis dicho Juju?" preguntó, con un tono mucho más serio.
"Sí…" respondió Hansel, confuso por el cambio de expresión. "¿Por qué?"
La semi-demonio los miró unos segundos antes de hablar, como si sopesara sus palabras.
"Porque Juju… es mi abuelo."
El silencio se apoderó de la cocina. Hasta el crujir de las galletas pareció detenerse.
"¿¡Qué!?" dijeron varios a la vez, abriendo los ojos como platos.
Continuará…
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