viernes, 18 de abril de 2025

Ch. 121 - Donde el cielo escucha en silencio

Aeronave de nuestros protagonistas.

El grupo seguía reunido alrededor de la mesa de la cocina. Aún con platos de galletas a medio terminar y tazas de té humeante, la conversación con su nueva aliada continuaba cargada con una esperanza renovada.

"Entonces, ¿si les derrotamos y destruimos Yggdrasil, nos traducirás el grimorio?" preguntó Marco, con el ceño ligeramente fruncido, buscando una confirmación clara.

"Sí... Cumpliré mi palabra." respondió Nathalie con sinceridad. "Después de todo, sois personas en las que puedo confiar."

Ashley sonrió, alzó los puños y los chocó con energía. "¿Vamos a darles una paliza ya o qué?"

"Ni siquiera sabemos exactamente dónde están..." intervino Ryan con voz pausada, intentando bajar el ánimo exaltado de su compañera. "Y deberíamos recuperar un poco las energías del viaje y de la confrontación que tuvimos antes con ellos, que nos dejó algo tocados."

"Eso es cierto." añadió Cecily, asintiendo con calma.

"Bueno, ellos tienen su base en unas ruinas al otro lado de la montaña que envuelve la ciudad. No es difícil de encontrar. Seguramente el núcleo de Yggdrasil se encuentre con ellos, ya que es una reliquia que necesita ser alimentada con energía mágica de forma constante, las veinticuatro horas del día." explicó Nathalie con voz segura.

"Sí que sabe la tía..." murmuró Lily, impresionada.

"Por algo es la nieta de Juju, el sabio." apuntó Theo, con admiración.

La semi-demonio bajó ligeramente la mirada. "Mi abuelo los encontró enseguida. La reliquia no deja de emanar energía, así que rastrearla no fue difícil. Pero... era justo lo que ellos esperaban. Le tendieron una emboscada. Los seis, juntos."

"Qué pena..." murmuró Marco, bajando la vista al plato.

"Sea como sea y sintiendo que tener que cortar el rollo de manera tan abrupta..." continuó Ryan, tomando la palabra con firmeza. "Se está haciendo tarde. Será mejor darnos una ducha, cenar algo y descansar bien. Mañana iremos a por ellos, con las fuerzas renovadas."

"En ese caso, vuelvo a mi casa. Muchas gracias por todo." comentó Nathalie mientras se levantaba con delicadeza.

"Oye." dijo Marco antes de que pudiera marcharse. "¿Por qué no te quedas a cenar con nosotros y duermes aquí esta noche?"

"Eso, eso. Tenemos habitaciones de sobra." añadió Lily, con una sonrisa amistosa.

"Yo encantado de tener una compañera más." dijo Theo, con entusiasmo apenas contenido.

"Ya que vas a luchar a nuestro lado, disfrutemos de una buena comilona juntos, ¿no?" sonreía Keipi con naturalidad.

"¡Eso tía!" exclamó Ashley, levantando el pulgar.

Nathalie los miró a todos, uno a uno. Y por primera vez en mucho tiempo, sintió algo parecido a calidez. "Bueno, si insistís... no puedo decir que no." aceptó con una sonrisa tranquila.

Marco la observó en silencio mientras todos volvían a sentarse, rodeándola como si ya fuese una más. Y en su mente, una sola idea resonaba.

"Seguramente sea muy triste para ti volver a casa y ver que ya nadie te espera... porque... conozco de primera mano ese dolor."

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Horas después en la terraza de la aeronave.

Marco era incapaz de dormir. El peso de los acontecimientos recientes le carcomía la mente. Salió al exterior de la aeronave, aún en pijama, envuelto en una manta y con una taza de cacao caliente entre las manos. Se sentó en silencio sobre uno de los bancos metálicos del mirador superior, bajo la inmensidad del cielo estrellado.

Las estrellas brillaban con intensidad, pero para él no bastaban para disipar la oscuridad en su interior. La escena grotesca vivida aquella tarde se repetía sin cesar en su mente. Ver a un anciano asesinado cruelmente solo por haberle ayudado... era demasiado.

"¿Estoy haciendo lo correcto como emperador?" pensaba, con la mirada baja. "Quizá otro habría sabido mantener la calma, habría investigado mejor, habría salvado esa vida..."

Suspiró profundamente, mirando al firmamento en busca de respuestas que no llegaban.

"Desde que Lily apareció en mi vida... siempre he tenido dudas. Sobre este viaje. Sobre mi destino. ¿Realmente es esto lo que quiero hacer? ¿No era más feliz trabajando en la mina de mi pueblo, entre los vecinos, con una vida simple pero tranquila?"

Apretó un poco más la taza entre sus manos.

"Pero cada vez que vivíamos una nueva aventura... cada vez que conocíamos a alguien nuevo... ese pensamiento se desvanecía. He disfrutado ayudando a los demás. He hecho amigos increíbles. No quiero arrepentirme de este viaje, quiero que estas dudas desaparezcan... Pero no puedo evitar sentir este dolor, esta culpa al recordar la muerte de ese anciano..."

En ese momento, la puerta de la aeronave se abrió suavemente. Keipi apareció, rascándose un ojo y con el torso desnudo, solo en pantalón de pijama. A su lado, Ashley, con un short corto y una camiseta de tirantes blanca, abrazaba una almohada y tenía cara de recién levantada.

"¿Qué hacéis aquí?" preguntó Marco, sorprendido.

"Fui a mear y vi que tu habitación estaba vacía, ya que dejaste la puerta abierta... Así que supuse que no podías dormir." comentó Keipi mientras se sentaba a su derecha y, sin pedir permiso, se metía bajo la manta.

"Yo me caí de la cama y fui a beber agua. Entonces vi a Keipi saliendo de tu cuarto y me dijo que no estabas." dijo Ashley sentándose a su izquierda, también cobijándose bajo la manta.

"Vaya dos... ¿habéis venido a hacerme compañía solo por eso?" sonrió Marco, un poco ruborizado.

Keipi apoyó la cabeza sobre su hombro. "Hansel nos lo contó todo antes."

Ashley hizo lo mismo, mimetizándose con el gesto. "Y estábamos preocupados. Porque te conocemos."

"Chicos... No hace falta que hagáis estas cosas." murmuró Marco, con una media sonrisa. "Soy el emperador. No deberíais preocuparos tanto por mí."

"No seas tonto." le regañó Keipi con suavidad. "Tú eres una persona más, con sus miedos, dudas e inseguridades. Ese título que llevas es solo una responsabilidad que aceptaste. Pero eso no significa que tengas que abandonar tu humanidad."

"Eso es..." añadió Ashley. "Y aunque seas el emperador, no puedes salvar a todos, Marco. Has salvado a muchísima gente, pero hay otros... que inevitablemente no podrás proteger. Por desgracia, seguro que en este momento, en algún rincón de Pythiria, hay alguien sufriendo sin que tú puedas hacer nada."

"Lo entiendo... pero este caso, yo podía haberlo evitado." murmuró Marco, con los ojos vidriosos. "Si hubiésemos investigado más, si hubiésemos actuado con más cuidado... aquel hombre seguiría vivo."

"Habría pasado igual." dijo Ashley con firmeza. "El destino ya había puesto su final. Solo que esta vez, te tocó verlo de cerca."

"Y no lo olvides." añadió Keipi. "La culpa es de esos Altargates que están usando Yggdrasil como arma de opresión. Comerte la cabeza no solucionará nada."

"Gracias... pero... esa imagen... seguirá persiguiéndome." dijo Marco, cerrando los ojos mientras una lágrima caía por su mejilla.

"Y es normal." respondió Keipi. "Es una herida. Un trauma. Comprender que no fue culpa tuya no hará que desaparezca. Pero puedes usar ese dolor, canalizarlo... convertirlo en fuerza. En un motivo para seguir adelante y evitar que vuelva a ocurrir."

"Además..." dijo Ashley, levantando la mirada. "Eso no te convierte en mal emperador. Desde que te conocí, desde que me salvasteis... supe que ese título te quedaba perfecto. Por eso viajo contigo, Marco. Porque quiero estar ahí el día que te conviertas en el emperador que cambie este mundo."

"¡Y yo también!" sonrió Keipi, abrazándolo.

"Chicos... Muchas gracias." susurró Marco, conmovido.

Ambos lo abrazaron con fuerza. Los tres permanecieron en silencio, observando juntos las estrellas en el cielo nocturno, arropados por la misma manta y una conexión más fuerte que cualquier juramento.

"Es verdad..." pensó Marco. "No todo está en mis manos. Y no todo lo que ocurre es mi culpa. Pero de algo sí estoy seguro: estoy rodeado de las mejores personas posibles."

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Al día siguiente.

Tras despertar, nuestros protagonistas comenzaron a prepararse para la inminente batalla contra los Altargates. La tensión se notaba en el ambiente, pero también una determinación silenciosa unía a cada uno de ellos.

Desayunaron en grupo, en un ambiente más sobrio que de costumbre. Las bromas matutinas escaseaban, y en su lugar reinaban las miradas serias, los pensamientos centrados en lo que les esperaba. 

Su plan era rodear la ciudad de Phaintom por el este, siguiendo una ruta entre montañas y jungla densa, para evitar a los habitantes y que el enfrentamiento se desarrollara lo más lejos posible de cualquier población civil.

Una vez todo estuvo preparado, descendieron de la aeronave uno a uno. El cielo aún estaba cubierto por las nubes del amanecer, como si el propio mundo se preparara para algo importante. Nathalie llevaba la reliquia del Nuevo Testamento sellada y bien protegida en su mochila, mientras que Hansel, por primera vez, había decidido dejar la copia del grimorio a salvo dentro del vehículo.

El grupo avanzó en formación, internándose en la espesa jungla que rodeaba la montaña. Las ramas altas apenas dejaban pasar la luz, y el suelo húmedo amortiguaba sus pasos, creando un silencio inquietante.

"Tened cuidado." murmuró Marco con tono firme, sin apartar la vista del sendero apenas visible entre la maleza.

"¡Eso!" añadió Lily desde su lugar habitual, recostada juguetonamente sobre la cabellera de su compañero, aunque su tono esta vez estaba más contenido.

Los demás no respondieron. Iban atentos, con los sentidos despiertos, sabiendo que cualquier error podría costarles caro. Lo que ignoraban... es que ellos ya estaban siendo observados.

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Base de los altargates.

Los seis Altargates estaban reunidos en el salón central de su base, frente al núcleo de Yggdrasil. La energía de la reliquia flotaba en el aire, pulsando con un ritmo lento y constante, como un corazón dormido. Almatora lo sostenía entre sus manos con reverencia, como si sujetara el destino de su especie.

El silencio se imponía, solo roto por el leve murmullo de la magia latiendo en la sala.

Liubei permanecía algo apartado, concentrado en una pequeña planta que sostenía entre sus dedos. Su conexión con la flora era profunda, casi ancestral. Y en ese instante, la planta tembló suavemente. Sus hojas se alzaron, como si susurrasen algo inaudible para los demás.

Liubei cerró los ojos y entró en comunión con ella. Sus pensamientos se fundieron con los de los árboles de la jungla. Vio lo que ellos veían: a un grupo de jóvenes avanzando con decisión, bordeando la montaña por el este, intentando no ser detectados.

"Jefe." dijo con firmeza, llamando la atención de Almatora.

El líder levantó la vista.

"Ya vienen." añadió Liubei. "Están rodeando la montaña por el este. Son ellos."

Un silencio tenso invadió la sala. Los demás se miraron entre sí, sabiendo que el momento se acercaba.

"Entendido." murmuró Almatora, con voz grave.

Sus dedos se cerraron con decisión sobre la superficie del núcleo, y sus ojos plateados brillaron con intensidad.

"Es hora de activar el modo ofensivo de la reliquia..." dijo en voz baja, y alzó el núcleo por encima de su cabeza.

Un destello de luz brotó de la esfera, y un rugido sordo resonó en las paredes de piedra. La tonalidad blanquecina del núcleo comenzó a cambiar, tiñéndose de un rojo intenso, como sangre en ebullición. Las runas que lo rodeaban se encendieron una a una, y la energía en la sala se volvió más densa, casi abrasadora.

"¡Veamos de qué son capaces!" exclamó Almatora, mientras el poder de Yggdrasil despertaba con una furia contenida.

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Jungla.

El grupo de nuestros protagonistas seguía avanzando con precaución, abriéndose paso entre la húmeda y espesa vegetación, cuando un sonido repentino los obligó a detenerse en seco: Crujidos. Largos, tensos, como si los árboles se estuvieran retorciendo desde dentro.

"¿Qué está pasando?" dijo Keipi, alzando la voz mientras entraba en alerta. Sin perder tiempo, transformó a Priscilla en su forma de katana y adoptó una postura de combate.

"Algo raro se viene." murmuró Theo, con los ojos escaneando el entorno.

"¡Debe de ser el modo defensivo de Yggdrasil! ¡Los Cien Hombres de Madera!" exclamó Nathalie con el ceño fruncido.

"¿Y qué hace exactamente ese modo?" preguntó Ryan, mirando a todos los lados.

No tardó en obtener su respuesta.

De entre los árboles comenzaron a salir figuras humanoides, construidas de pura madera retorcida. No tenían rostro, pero de sus brazos emergían garras afiladas como cuchillas. Su aura era espeluznante, y con cada paso que daban, la jungla parecía contener la respiración.

"Vale... no hace falta que me lo expliques ya." dijo Ryan con sarcasmo, sin apartar la mirada.

"Literalmente son cien hombres de madera..." murmuró Cecily, entornando los ojos con inquietud.

El grupo entero se preparó para contraatacar, pero antes de que pudieran lanzarse al combate, Nathalie se adelantó, extendiendo un brazo frente a todos para detenerlos.

"Chicos... Dejadme estos a mí." dijo con una sonrisa confiada en los labios.

"¿A ti sola?" preguntó Marco, dando un paso hacia ella, visiblemente preocupado. "¡¿No son demasiados?!"

"Puede que para cualquier persona promedio, sí... Pero yo soy la nieta de Juju, el sabio... y además..."

Su cuerpo empezó a envolverse en llamas violetas. La temperatura a su alrededor subió de golpe. Sus brazos comenzaron a transformarse, cubriéndose de escamas verdes, mientras de sus dedos brotaban garras afiladas. La tela de su ropa mutó, formando un conjunto negro pegado al cuerpo, que dejaba al descubierto parte de su abdomen. Sus ojos se tornaron amarillos, con unas pupilas rasgadas como las de una bestia salvaje. Dos alas negras y membranosas brotaron de su espalda con un sonido seco, y sus pequeños cuernos crecieron hasta formar un par de protuberancias curvas y amenazantes.

La energía demoníaca que la rodeaba era tan intensa que hizo retroceder a parte del grupo por instinto.

"¡Soy la reina de los demonios!" exclamó Nathalie con una voz profunda, resonante, cargada de poder ancestral.

La jungla tembló. Los cien hombres de madera avanzaron sin pausa. Y ella... sonrió.

Continuará...

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