Unos minutos antes de que el cañón disparase, en uno de los templos.
Ashley corría a toda velocidad hacia su contrincante, lanzándole un puñetazo directo al rostro. Su puño atravesó la cabeza de Cassandra como si fuera humo, sin hacerle ni un mísero rasguño.
"¡JAJAJAJA!" se reía la rockera, quien se mantenía flotando en el aire de manera constante, con una voz burlona que retumbaba en las paredes del templo.
"¿Cómo?" se sorprendió nuestra protagonista al ver lo que acababa de pasar. "Pero, ¿Qué clase de magia tiene esta tipa?"
La altargate dio un salto ágil hacia atrás y, con un ligero movimiento de manos, invocó un montón de toros salvajes que emergieron de la nada, bufando y resoplando vapor por sus narices, con los ojos brillando en un rojo antinatural. Las criaturas cargaron a toda velocidad hacia nuestra protagonista, dispuestos a embestirla con fuerza demoledora.
Sin dudarlo, Ashley se lanzó de frente contra ellos. Esquivó al primero con una voltereta y lo destruyó de un codazo descendente en la nuca. Al segundo lo frenó en seco con una patada giratoria que lo hizo explotar en una nube oscura. Uno tras otro, los fue destrozando a puñetazos, rodillazos y golpes brutales mientras avanzaba, abriéndose paso entre la manada como una tormenta.
"Parece que tenía razón..." murmuró Cassandra con una sonrisa torcida. "Supe desde el momento que nos interrumpiste en la ciudad que tu magia estaba relacionada con la superfuerza o la potenciación física, y parece que acerté de lleno. Por lo que mis bestias serán completamente inútiles en tu contra. ¡Debo cambiar de estrategia!"
Con un chasquido de dedos, en el aire aparecieron cientos de espadas afiladas, flotando unos segundos sobre ella antes de caer como lluvia mortal. Las hojas descendían vertiginosamente, cubriendo todo el campo de batalla.
A Ashley no le quedó otra que retroceder, esquivando a toda velocidad. Se impulsaba con las paredes, rodaba por el suelo, saltaba entre columnas y giraba en el aire con precisión acrobática, evitando por milímetros que las espadas la atravesaran. Las chispas volaban al chocar las armas contra el mármol de las baldosas.
"Mierda..." pensó mientras esquivaba por poco una estocada al cuello. "Si no consigo acercarme, no podré derrotarla."
"¡Y si las espadas no son suficiente! ¡¿Qué tal si cambio el terreno?!" comentó la rockera, haciendo que el suelo del templo se partiera en dos con un estruendo. Desde las profundidades emergió lava ardiente, y el templo se transformó en un campo de plataformas rocosas flotantes, suspendidas sobre un mar incandescente.
Ashley saltaba de roca en roca, cada vez con menos espacio donde caer. El calor sofocante subía en ráfagas, y el aire se volvía cada vez más pesado y denso. Mientras esquivaba el vapor y las salpicaduras, intentaba averiguar qué clase de magia podría hacer realidad todas esas locuras.
Apretando los dientes, cogió impulso con una carrera corta y se lanzó hacia su contrincante, descargando una poderosa patada voladora… que, una vez más, la atravesó por completo sin dañarla.
"¡¿Otra vez?!" murmuró enfurecida, girando en el aire mientras su mirada se clavaba en su rival.
"¡En efecto! ¡Soy intocable!" exclamó Cassandra, lanzando desde sus manos un tornado de aire afilado que impactó de lleno en la espalda de Ashley. El golpe la estrelló brutalmente contra la pared del templo, y en su cuerpo quedó marcado un rastro de cortes sangrantes.
Nuestra protagonista se precipitaba hacia la lava, sin fuerzas para estabilizarse en el aire. Pero antes de que tocara el magma, Cassandra chiscó los dedos una vez más, y el suelo volvió a la normalidad en un instante. Las baldosas de mármol reaparecieron como si nada hubiera pasado, recibiendo el cuerpo de Ashley con un golpe seco.
"¿Te gusta mi magia?" le dijo con soberbia mientras aterrizaba con elegancia en el suelo, cruzando los brazos y sonriendo con descaro.
"Tsk..." suspiró nuestra protagonista mientras se reincorporaba lentamente, con el cuerpo adolorido pero la mirada encendida. "Mucho presumir de tu magia, pero... ¿por qué hacerla desaparecer de repente? ¿Acaso no habrías ganado si mi cuerpo hubiera tocado la lava?"
"¿Y qué clase de diversión sería esa?" replicó Cassandra con un tono burlón. "¿Cómo iba a divertirme contigo en estos cinco minutos restantes antes de que el cañón dispare? ¡Sería aburridísimo!" añadió con un tono exagerado, teatral, como si estuviera actuando en una obra y no en una batalla real.
Ashley frunció el ceño, incorporándose por completo.
"Algo está mal..." pensó, apretando los puños. "Nadie en su sano juicio desperdiciaría la oportunidad que tuvo al no dejarme caer en la lava... Y lo peor de todo... esa actitud... Es demasiado sobreactuada, como si realmente estuviera interpretando un papel de villana que le va demasiado grande."
En un chasquido de dedos, Cassandra hizo aparecer de repente un conjunto de esferas de fuego flotando a su alrededor, junto a un imponente dragón hecho completamente de agua que rugía al ser invocado.
"¿Las técnicas de mis amigos?" se sorprendió Ashley, reconociendo cada hechizo.
"¡Las vi en tu memoria! ¡Y por eso están aquí!" gritó Cassandra con entusiasmo infantil, lanzando simultáneamente ambos ataques hacia ella.
Nuestra protagonista no dudó ni un segundo. Corrió al frente, esquivando ágilmente las esferas de fuego que pasaban rozando su piel. Al llegar frente al dragón, se impulsó con fuerza, giró en el aire y le asestó una poderosa patada en la cabeza, que deshizo la criatura en miles de gotas que se esparcieron en el aire como lluvia.
Pero cuando volvió a estar lo suficientemente cerca de su contrincante, Cassandra volvió a chasquear los dedos.
Del suelo emergió una pequeña montaña de piedra, que impactó de lleno en el estómago de Ashley, lanzándola como un proyectil hacia el techo del templo.
"¡Agh!" gritó, escupiendo sangre por la boca al momento del golpe. Su cuerpo cayó con fuerza, rebotando contra el mármol y dejando grietas a su alrededor.
Cassandra la observaba con tristeza mientras Ashley se levantaba lentamente, tambaleante pero firme.
"Por favor... detente ya", pensó la altargate, apretando los dientes. "Yo... no quiero ser este tipo de persona. Aunque todos mis compañeros estén convencidos de seguir un camino repleto de sangre... Yo solo... quiero volver a ver a mi familia. Así que ríndete... Déjanos cumplir nuestro objetivo... Por favor."
"No sé qué te pasa," dijo Ashley mientras terminaba de incorporarse. "Pero algo me dice que tú no quieres hacer esto."
"¿Qué no? ¡Tú qué vas a saber!" gritó la rockera con rabia, aunque su voz temblaba.
"Porque estás llorando," respondió con calma.
En ese momento, Cassandra llevó una mano a su rostro y se dio cuenta: de sus ojos caían lágrimas.
"¿Qué...?" pensó, desconcertada.
Ashley no le dio tiempo a reaccionar. Avanzó con decisión y le asestó un potente puñetazo en la mejilla, estampándola con brutal fuerza contra la pared del templo.
"Joder... al fin te doy," dijo con una sonrisa, aliviada.
Cassandra no respondió. Se quedó allí, estática, la cabeza gacha, como si el golpe le hubiese hecho más daño por dentro que por fuera.
"La verdad..." comenzó nuestra protagonista, recuperando el aliento, "no sé qué clase de papel te ha tocado jugar en esta farsa de acabar con la humanidad por un conflicto que pasó hace más de un siglo... pero no creo que realmente quieras hacerlo. Así que ríndete. Y déjanos salvar a la gente de Phaintom."
La altargate se incorporó lentamente. La sangre que brotaba de su nariz goteaba silenciosa sobre las baldosas de mármol, tiñéndolas ligeramente de rojo.
"Lo siento..." susurró con voz entrecortada. "Pero... aunque no quiera hacerlo, no tengo otro camino."
"¿Qué te lo impide?" preguntó Ashley.
"No lo entenderías. Como cualquier humano, nunca nos entenderán a los que consideráis razas inferiores..." murmuró entre lágrimas. "Solo... quiero volver a dormirme en los brazos de mi madre los domingos por la tarde... Y por eso... ¡LO HARÉ!"
De pronto, su tercer ojo se iluminó con una intensidad antinatural. Toda su magia se liberó de golpe, adoptando la forma de una abominación infernal: un demonio inmenso, cubierto de tentáculos, dientes y seis ojos que se abrían y cerraban al ritmo de su respiración.
"¡¿Qué cojones es eso?!" exclamó Ashley, retrocediendo al ver dicha monstruosidad.
Uno de los tentáculos se estiró con rapidez y atrapó su tobillo. Sin darle tiempo a reaccionar, la alzó violentamente y la estampó contra el suelo, haciéndolo temblar.
"¡Este será tu final!" gritó la altargate, o más bien, la criatura en la que se había convertido.
Ashley fue elevada de nuevo hacia el techo del templo. Pero en ese instante, en medio del caos, Cassandra vio algo más: la imagen de su madre acariciándole el cabello mientras ella descansaba en su regazo, en el patio de su casa. El aroma de las flores de primavera flotaba en el aire. Una escena de paz que contrastaba con el infierno actual.
"Lo siento..." murmuró.
El siguiente tentáculo se disparó con violencia... y atravesó el corazón de Ashley.
"¿Q-Qué...?" dijo ella, tosiendo sangre al ver el tentáculo ensangrentado que atravesaba su pecho. "¿Me has... matado...?"
"Lo siento..." repitió la voz del demonio.
"Marco... Keipi... yo..." murmuró, cada vez más débil. "Lo siento..."
Sus ojos perdieron el brillo. Sus brazos, que aún luchaban por liberarse, cayeron flácidos, colgando en el aire.
"He... muerto..." fue lo último que sus labios alcanzaron a pronunciar.
El monstruo, tembloroso, permaneció quieto. Lágrimas caían de sus seis ojos deformes mientras una tenue sonrisa de melancolía se dibujaba en su horrendo rostro.
"Mamá... ¿He hecho bien?"
Batalla en el templo de Yggdrasil.
Ashley vs Cassandra.
Ganadora: Cassandra.
Para ese momento, el cañón terminó de cargarse por completo. Y sin una pizca de piedad, disparó con una violencia ensordecedora en dirección a la ciudad de Phaintom.
El haz de energía cruzó el cielo como una lanza de destrucción absoluta. Y por desgracia, el proceso de evacuación aún no había concluido del todo.
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Unos minutos antes, en el otro templo.
Keipi emergía jadeando de una esfera de madera que se deshacía lentamente, con la camiseta reducida a jirones, el cuerpo cubierto de rasguños y el sudor resbalando por su frente.
Frente a él, el altargate había clavado su naginata en el suelo, como si la lucha hubiese sido tan intensa que hasta el arma necesitara descansar.
"Veo que eres ágil, chico de Akitazawa," comentó Liubei con una leve sonrisa, observándolo con respeto.
"Y yo veo que eres resistente, señor," replicó Keipi mientras se arrancaba los restos de la camiseta y la dejaba caer al suelo. Su tono era relajado, pero su mirada ardía con determinación. "Pero no tengo mucho más tiempo para seguir jugando contigo... ¿Serías tan amable de apartarte de mi camino?" añadió, adoptando una postura ofensiva.
Continuará...
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