sábado, 26 de abril de 2025

Ch. 129 - Marco vs Almatora

Unos minutos antes, en la ciudad en ruinas de la copa de Yggdrasil.

Marco volaba a toda velocidad, impulsado por el fuego en sus talones, mientras dos látigos de luz lo perseguían, cortando edificios a su paso. Viendo que se quedaba sin escapatoria, Marco giró en el aire, apoyó los pies contra una columna y, cambiando de dirección, pasando entre ambas fustas lumínicas en un instante. Aprovechando el impulso, disparó una enorme esfera de fuego hacia su contrincante.

Almatora recogió sus dos látigos, los entrelazó en sus manos y los lanzó de nuevo, cortando en dos el proyectil ígneo que se le aproximaba. Sin embargo, Marco había ganado el tiempo suficiente: aceleró y se abalanzó sobre su enemigo, asestándole un rodillazo directo en el rostro. El impacto le rompió el tabique nasal, haciéndole sangrar, y lo lanzó por los aires, atravesando la pared de una torre derruida.

Sin rendirse, nuestro protagonista encendió sus llamas de nuevo y lo persiguió a toda velocidad, dispuesto a rematarlo. Entró en la torre, preparado para lanzar un puñetazo. Pero Almatora, con reflejos felinos, se reincorporó de un salto hacia atrás y disparó varios proyectiles luminosos que rozaron a Marco al pasar.

El emperador esquivó las últimas flechas lumínicas agachándose y, cargando energía, se convirtió a sí mismo en un proyectil ígneo. Almatora respondió al instante, envolvió su cuerpo en luz, y ambos se lanzaron de frente. Chocaron en el aire, intercambiando feroces golpes mientras ascendían por el interior de la torre derruida. Cada impacto retumbaba en la estructura, hasta que ambos salieron disparados por la parte superior. Sus puños se encontraron con tal fuerza que una onda de viento estalló a su alrededor.

"No podrás superar mi voluntad" gruñó Almatora, mientras el núcleo de Yggdrasil flotaba a su alrededor envuelto en magia luminosa. "Es lo que alimenta mi poder, lo que me da fuerza para seguir adelante. ¡El castigo que os espera a los humanos es inminente, y nada podrás hacer para evitarlo!"

"Lo siento, pero... ¡estás equivocado!" exclamó Marco, encendiendo llamas en su codo para propulsar su puñetazo. El impacto hizo retroceder a Almatora, lanzándolo violentamente hacia el suelo.

El enemigo apoyó las manos en la superficie rocosa, frenó su caída de un salto y comprobó de reojo que el núcleo seguía intacto. Luego, juntó sus manos y materializó varios filos luminosos.

"¡No! ¡Tú sí que eres el que está equivocado!" gritó furioso, lanzándolos en ráfaga.

Marco apagó las llamas de sus tobillos, dejándose caer en picado a través de la lluvia de filos. Los esquivó con movimientos ágiles y precisos hasta aterrizar en el suelo con ambos pies. Su mirada se encontró con la de su enemigo, firme, decidida.

"Puedo entender el dolor que has cargado durante este siglo..." dijo con serenidad. "Pero no puedes sacrificar tantas vidas inocentes por un conflicto que ya quedó en el pasado."

"¡Ese discurso no servirá conmigo!" rugió Almatora, lanzándose de nuevo al ataque, cegado por la rabia.

El altargate aceleró al máximo, impulsándose con la magia de luz, y se acercó lo suficiente a Marco como para asestarle un brutal cabezazo que lo hizo sangrar al instante.

"¡Nuestra historia debe llegar a oídos de todos! ¡Que el mundo conozca la verdadera crueldad humana! ¡Que se sepa que el odio hacia nuestra nación fue injustificado!" exclamó Almatora con una mirada decidida y orgullosa. "¡Nosotros estamos aquí para cambiar la historia! ¡Por eso necesitamos el Nuevo Testamento! ¡Viajaremos con él en el tiempo y evitaremos el conflicto bélico, acabando de raíz con la humanidad! ¡Por eso debo derrotarte aquí y ahora!"

Con un rugido de determinación, chocó sus puños. El impacto generó un torrente de luz cegadora que golpeó de lleno a nuestro protagonista, elevándolo violentamente hacia el cielo en un destello abrasador. Cuando la luz se desvaneció, el cuerpo del emperador caía sin control hacia el suelo, con una pata del pantalón totalmente destrozada, dejando a la vista su pierna, y la camiseta perforada por decenas de agujeros. Su piel mostraba quemaduras leves, como cicatrices de fuego y de luz.

"M-Mierda..." murmuró Marco antes de estrellarse en el interior de una casa en ruinas, levantando una nube de polvo y escombros.

"¿Sabes?" dijo Almatora, comenzando a caminar lentamente hacia donde había caído el emperador. Su voz sonaba tranquila, casi nostálgica. "Cuando era pequeño tenía un gran sueño... uno en el que todas las razas pudiéramos coexistir como si fuéramos una sola, juntando nuestras manos y dejando atrás las diferencias."

Marco, adolorido, luchaba por levantarse entre los restos de la casa derrumbada. Cada músculo de su cuerpo protestaba, pero su espíritu se mantenía firme.

"Estudié ciencias políticas, filosofía, historia..." continuó Almatora, su silueta recortándose contra los escombros mientras avanzaba. "Me alisté en el ejército altargate para ver de cerca cómo funcionaba el mundo, para entender los engranajes de la política y los altos mandos. Pensaba que si me ganaba un lugar como almirante bélico, podría acercarme a mi sueño... crear un mundo donde nadie más sufriera por ser diferente. Pero los humanos... ellos destrozaron todo eso en cuestión de segundos."

Marco jadeaba, sus brazos temblaban mientras trataba de ponerse en pie. La sangre le goteaba de la frente, pero no apartaba su mirada de su contrincante.

"Todo comenzó cuando nos consideraron una raza peligrosa por nuestro tercer ojo. Nos encerraron a todos los altargate en una isla remota que, con el tiempo, se transformó en un país propio. Aunque el racismo estaba presente, lográbamos vivir en relativa paz... pero cuando un nuevo emperador humano ascendió al trono, todo se volvió peor." Almatora detuvo sus pasos, cerrando el puño con fuerza. "Las ayudas se reducieron. El odio hacia nosotros creció. Nos arrinconaron, nos empujaron hasta el borde del apocalipsis económico... hasta que la única opción para sobrevivir fue alzar las armas."

Marco logró incorporarse, aunque tambaleante, y tragó saliva con dificultad.

"¿Y no... no tenían otra manera de evitarlo?" preguntó, su voz cargada de pena y rabia contenida.

Almatora sonrió con amargura, una sonrisa que no contenía alegría, solo resentimiento.

"No. No nos quedaba nada." murmuró Almatora con la mirada perdida. "Cuando el único resultado era morir... o morir... al menos intentamos luchar, solo para ver a dónde nos llevaba. Pero... no sirvió de nada." Su voz tembló ligeramente, cargada de una tristeza abrumadora.

"Luché en aquel asalto final a nuestro país. Me hirieron gravemente y estuve a punto de morir en el campo de batalla. Mis compañeros me rescataron, y me guiaron hasta los subterráneos donde acabé refugiado con mis compañeros a día de hoy." bajó la cabeza con pesar. "Fue allí donde, gracias a la magia de un antiguo, pero venerable y respetable, soldado altargate llamado Cronos, logramos viajar al futuro al sellarnos en aquella habitación durante todo un siglo."

"¿Sois... viajeros del tiempo?" preguntó Marco, completamente atónito.

"Era lo único que nos quedaba." replicó Almatora con amargura. "La única manera de que algunos altargate sobrevivieran al genocidio ordenado por aquel emperador humano... y ejecutado por su comandante, Juju."

Una sombra cruzó su rostro y su voz se volvió un susurro herido.

"¿Sabes qué es lo peor de todo esto? Que nunca pude despedirme de mi madre... ni de mi padre... ni de la mujer con la que iba a casarme." apretó los puños con fuerza, temblando. "Ahora... no me queda nada. Solo la venganza."

Las lágrimas de Marco cayeron silenciosamente al suelo, salpicando entre el polvo y los escombros.

"¿Estás... llorando por mí?" preguntó Almatora, sorprendido.

"Por supuesto..." respondió Marco, con su voz quebrándose. "Tu historia... es dolorosa y triste. No puedo evitar ponerme en tu lugar... pensar en el vacío que has debido sentir, al despertar en un mundo donde todo lo que eras... ya no existe. Donde todos los que te amaban... ya no están."

Almatora lo observó con una mezcla de incredulidad y desarme.

"¿Ahora entiendes mi sed de venganza?" preguntó en voz baja.

"Sí. La entiendo..." dijo Marco, cubriéndose lentamente con fuego, su mirada firme pese a la tristeza. "...pero no la comparto."

"Es entendible." comentó Almatora mientras envolvía sus puños en una luz deslumbrante. "Al fin y al cabo, sigues siendo un humano."

"Sea humano o no..." murmuró nuestro protagonista, apretando los puños. "¡No voy a tolerar injusticias ni crueldades contra nadie! ¡Estás acabando con vidas inocentes, y eso no puedo dejarlo pasar!"

Sin dudarlo, se lanzó con furia contra su contrincante.

"¡Es fácil hablar cuando no lo has sufrido en carne propia!" rugió Almatora, disparando un rayo de luz concentrada desde sus manos. "¡Por eso tu discurso jamás calará en mi corazón! ¡El mundo no es un jardín de rosas... también hay espinas!"

Marco se agachó, esquivando el rayo por apenas unos centímetros. Giró sobre sí mismo y, envolviendo su brazo en fuego, asestó un poderoso puñetazo directo al mentón de Almatora, lanzándolo por los aires hasta estrellarlo contra lo alto de una columna en ruinas.

"Tal vez haya espinas..." murmuró Marco, mirando a su oponente. "...pero con tu forma de ver las cosas... no solo eliminarías esas espinas. También destruirías las flores que tanto anhelas proteger."

El altargate cayó pesadamente al suelo, pero se levantó despacio, con una sonrisa extraña en el rostro.

"Ya no importa nada." comentó con una calma perturbadora.

"¿A qué te refieres?" preguntó Marco, sin bajar la guardia.

"A que esto... es el final." respondió Almatora, sonriendo de lado.

De repente, el suelo entero tembló bajo sus pies, un estruendo sordo retumbó en la distancia.

"¡¿Ya se acabó el tiempo?!" exclamó el emperador, girándose alarmado.

"¡Así es!" gritó Almatora con júbilo. "¡AHORA NO PODRÁS HACER NADA! ¡LA GENTE DE PHAINTOM MORIRÁ! ¡Y ESE SERÁ EL PRIMER PASO DE NUESTRA VENGANZA!"

"¡Maldición!" juró Marco, intentando correr hacia la dirección del gran cañón para intentar impedirlo.

"¡NO LO HARÁS!" bramó Almatora, saltando sobre él. Su pierna, envuelta en luz cegadora, impactó violentamente en la espalda de nuestro protagonista, arrastrándolo varios metros por el suelo hasta el borde de la ciudad en ruinas. Desde allí, ambos podían ver el gigantesco cañón cargándose, con su energía a punto de ser liberada.

"Tsk..." gruñó Marco, tratando de incorporarse.

Pero Almatora puso su pie firmemente sobre la espalda de nuestro protagonista, inmovilizándolo.

"Ahora observa bien..." dijo, con una sonrisa cruel. "¡Este es el verdadero inicio de la revolución altargate!"

Y entonces... el cañón disparó.

Un rugido ensordecedor sacudió el cielo, mientras un rayo de pura destrucción se lanzaba hacia la montaña donde se encontraba la ciudad.

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Phaintom.

El cañón acababa de disparar. En menos de un minuto, la energía concentrada volaría por completo la montaña, arrasando la ciudad y a todas las personas que aún seguían allí debido a los retrasos en la evacuación.

"Mierda..." murmuró Nathalie, mirando con desesperación hacia el cielo.

"Parece... que es el fin de nuestro viaje." comentó Hansel, con una triste resignación en su voz.

"No... ¡No!" lloraba Theo, apretando los puños con impotencia.

De pronto, una voz femenina resonó suavemente por el pueblo. "Lily."

Pero... solo una pequeña hada fue capaz de escucharla entre todo el caos.

"¿Q-Quién me llama?" preguntó Lily, mirando a su alrededor con ojos llenos de asombro.

Continuará...

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