domingo, 27 de abril de 2025

Ch. 130 - ¡Solo tú puedes hacerlo!

El cañón había disparado.

La gigantesca masa de energía avanzaba implacable hacia Phaintom, iluminando el cielo con un resplandor mortecino. Nada parecía capaz de detenerlo. Los ciudadanos, paralizados por el terror, solo podían abrazarse, rezar, o despedirse de sus seres queridos, aceptando resignadamente lo que parecía ser su destino.

Pero en medio de la desesperación, sin que ellos lo supieran, una chispa de esperanza seguía brillando.

Una misteriosa voz femenina pronunció con suavidad el nombre de nuestra pequeña compañera: "Lily."

La alada criatura se giró de inmediato, sus orejas temblaban y sus ojos estaban abiertos de par en par, buscando de dónde podía provenir aquel susurro.

"¿Q-Quién me llama?" preguntó, moviendo la cabeza de un lado a otro con nerviosismo.

Entonces, sin previo aviso, el tiempo se detuvo.

Todo se volvió blanco y negro: las personas, los árboles, el cielo... como si una pintura hubiera perdido de golpe su color. La única excepción era Lily. Ella, aún bañada en su luz natural, flotaba desconcertada en medio de una escena congelada.

"¿Q-Qué está pasando?" murmuró, abrumada.

Del corazón de la multitud petrificada, una figura femenina comenzó a avanzar hacia ella.

Era una mujer de cabellos largos y azules, que caían como cascadas sobre su vestido blanco semitransparente. Caminaba con una calma sobrenatural, como si la gravedad misma no se atreviera a rozarla. A cada paso, su silueta recortaba la distancia entre ellas.

"Lily." repitió la figura con voz serena, cargada de una calidez reconfortante.

La pequeña hada retrocedió un poco, nerviosa.

"¿Eh? ¿De dónde has salido?" preguntó, agitando sus alas con inquietud. "¡Espera! ¿Quién eres tú? ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Eres tú quien ha parado el tiempo?"

La mujer sonrió de forma suave, casi maternal.

"Entiendo que tengas muchas preguntas, pero ahora no tenemos tiempo para responderlas." dijo con gentileza. "La habilidad que he usado para detener el flujo temporal no durará más de unos minutos. Estoy aquí para ofrecerte ayuda, algo con lo que puedes cambiar el destino que se cierne sobre todos vosotros."

Lily tragó saliva, sintiendo que su pequeño corazón latía con fuerza.

"¿Cambiar... el destino?" repitió en voz baja.

La figura asintió, mientras la luz de esperanza, aún débil pero viva, comenzaba a resurgir en medio del gris absoluto.

"Pero... ¿por qué iba a confiar en ti?" replicó Lily, frunciendo el ceño con desconfianza. "Apareces de la nada, me cuentas todo eso sin querer responder mis preguntas... No eres más que una sospechosa para mí."

La mujer soltó un largo suspiro, cargado de paciencia.

"Eres Lily, la guía creada por Pythiria para acompañar a Marco en su camino hacia convertirse en emperador." dijo con voz tranquila. "Durante vuestro viaje, habéis encontrado a seis de los siete paladines que deben seguirlo en su viaje hacia el trono... y ahora mismo estáis luchando contra los altargate para salvar a la gente de Phaintom."

Los ojos de Lily se abrieron de par en par. "¿C-Cómo sabes todo eso?" preguntó, su voz temblorosa.

"Soy Morgana, la Deidad portadora de la Biblioteca de Horacio." se presentó, inclinando ligeramente la cabeza.

"Morgana..." repitió Lily, desconfiada. "No me suena de nada. Ni tampoco esa 'biblioteca' que mencionas."

"Lo entiendo." asintió Morgana con serenidad. "Te prometo que, cuando todo esto termine, responderé todas tus preguntas. Pero ahora mismo, no hay tiempo que perder. Tienes que confiar en mí. ¿O acaso quieres morir junto a los demás habitantes de Phaintom?"

La pequeña hada apretó los puños, sintiendo un nudo en el estómago.

"No... ¡No quiero morir!" gritó casi al borde de las lágrimas. "Pero... ¿qué puedo hacer? ¡Soy débil!"

Morgana se acercó despacio y, con un gesto delicado, colocó el dedo sobre el pequeño abdomen de Lily.

"Para evitar el caos absoluto, Pythiria selló en ti una habilidad especial." explicó en voz baja. "Dentro de ti existe el Modo Deidad: un fragmento del poder de Pythiria que puedes liberar durante un minuto entero. Durante ese tiempo, serás capaz de canalizar una fuerza inmensa... pero solo podrás usarlo tres veces a lo largo de tu vida."

Lily parpadeó, incrédula.

"¿Tengo... un modo Deidad?" susurró. "¿Y por qué ella no me lo contó antes?"

Morgana esbozó una leve sonrisa, como si ya esperase esa reacción.

"Porque estaba destinado a que no lo supieras hasta que realmente lo necesitases." explicó. "Y cuando llegara ese momento crítico... Pythiria se aseguraría de que te cruzaras conmigo. Yo, que poseo el conocimiento de casi todos los futuros posibles, sería quien te revelaría esta verdad."

La mujer dio un paso atrás, dejando que Lily asimilara sus palabras.

"En otras palabras..." añadió con un tono grave. "Todo esto está ocurriendo tal y como quiere Pythiria. Cada paso, cada encuentro... es como si fuéramos marionetas bailando en sus manos."

"Entonces... ¿puedo salvar a mis compañeros?" preguntó Lily, con lágrimas asomando en sus ojos brillantes.

"Sí." asintió Morgana, aunque su tono se tornó más serio. "Pero debo advertirte de algo."

"¿De qué se trata?" preguntó Lily, sintiendo un nudo en el estómago.

"Eres una creación de Pythiria, no ella misma. Tu cuerpo no está diseñado para soportar todo su poder... Por eso el Modo Deidad solo dura un minuto." explicó. "Y una vez uses tus tres intentos… tu vida será consumida por completo, hasta desaparecer."

Lily se quedó en blanco, paralizada por el peso de esa revelación.

"Aun así..." preguntó Morgana, mirándola fijamente. "¿Quieres gastar uno de esos intentos para salvarlos?"

La pequeña hada apretó los puños, temblando de emoción y miedo. "¡Sí! ¡Quiero hacerlo!" exclamó con determinación.

"Es la respuesta que deseaba oír." sonrió Morgana suavemente. "Cuando el tiempo vuelva a fluir y mi proyección astral desaparezca, solo debes ascender al cielo y gritar '¡Pythiria, liberación!'. El poder se desatará por sí solo."

"¡Entendido!" respondió Lily. "Pero... una última cosa."

"¿Qué sucede?" preguntó la deidad.

"Si ahora desapareces... ¿cómo responderás a todas mis preguntas?"

"No te preocupes, pequeña..." dijo Morgana, acariciándole brevemente la cabeza. "Mañana al anochecer, apareceré en vuestra aeronave. Entonces... quizás os revele todo lo que queréis saber. Después de todo... estoy aquí porque os necesito vivos."

"¡Entonces...!" comenzó Lily, pero el tiempo volvió a su flujo normal y la figura de Morgana desapareció, desvaneciéndose como niebla.

Los gritos de pánico resonaron de nuevo en Phaintom. El rugido del disparo acercándose era ensordecedor. La hada miró hacia el cielo, viendo el rayo de destrucción acercarse. Respiró hondo, pensando en todos los que había conocido en su viaje.

"¡No me queda otra opción! ¡Marco actuaría sin dudarlo!" gritó con valentía, alzando el vuelo a toda velocidad.

"¡¿Lily?!" exclamó Theo al verla.

"¡¿Qué estás haciendo?! ¡¡Es peligrosísimo!!" gritó Hansel.

"Esa hada..." murmuró Nathalie, viendo desde la espalda del aldeano que la transportaba. "¿Qué va a hacer?"

La pequeña volaba decidida, ascendiendo hacia el cielo con todo su valor y gritó con todo su ser:

"¡PYTHIRIA, LIBERACIÓN!"

Un estallido de energía cegadora envolvió el cuerpo de Lily. Su tamaño aumentó hasta alcanzar el de un humano adulto; su vestido se transformó en una larga túnica blanca que flotaba majestuosamente en el aire. Sus alas crecieron desproporcionadamente, tornándose en enormes alas de plumas doradas y blancas, dándole el aspecto de un ángel enviado por el mismísimo planeta.

"¿Esa... es Lily?" murmuró Hansel, boquiabierto.

"P-Pero... ¿qué le ha pasado?" tartamudeó Theo.

"Esa forma... no he oído hablar nunca de ella..." susurró Nathalie, impresionada.

Sin pronunciar una sola palabra, la ahora majestuosa Lily juntó sus manos. De ellas emergió una descomunal barrera de luz, sólida y vibrante, que se lanzó hacia el disparo del cañón.

La colisión fue brutal. El impacto desató una prisión de viento y magia que sacudió toda la ciudad de Phaintom, levantando escombros y polvo a su alrededor.

"¡Vamos, Lily!" gritó Theo desde el suelo, con el corazón en un puño.

"Marco... me enseñó a vivir por uno mismo y por los demás..." pensaba la hada, luchando contra la fuerza aplastante del disparo. "Keipi me enseñó a sonreír sin preocupaciones... Ashley, a enfrentar mis miedos... Ryan, a ser fuerte cuando nadie más puede... Cecily, a sonreír siendo quien soy..."

La luz de su escudo se duplicó de tamaño, alimentada por esos recuerdos.

"Y sé que Hansel, Theo y Nathalie... aún me enseñarán mucho más."

"¡POR ESO...!" gritó con todas sus fuerzas. "¡POR ESO, LO VOY A DETENER!"

Durante cuarenta intensos segundos, el mundo entero pareció detenerse en esa lucha entre destrucción y esperanza.

Finalmente, el cañón se apagó. El disparo terminó sin alcanzar su objetivo.

La barrera de Lily se desvaneció lentamente en el aire. Exhausta, la pequeña volvió a su forma habitual, cayendo en picado hacia el suelo.

"¡Lo logré...!" sonrió con dulzura, mientras los gritos de terror se convertían en vítores de alegría entre la gente de Phaintom.

Pero antes de tocar el suelo, Theo corrió para atraparla entre sus brazos.

"¡Lily!" gritó con el alma en la voz.

La pequeña hada, agotada, esbozó una sonrisa traviesa.

"Jejeje... parece que pude hacerlo..." dijo débilmente.

"Estás loca..." murmuró Theo, con lágrimas de alivio en los ojos. "¿Y si te hubiera pasado algo?"

"Lo siento... pero... no había otra manera." susurró. "Mira, todos están felices ahora..."

Theo miró a su alrededor, viendo a los ciudadanos abrazándose y llorando de alegría.

"Sí..." respondió suavemente.

"Bien hecho." añadió Hansel, acercándose.

"Entonces... ¿ya no hace falta evacuar?" preguntó Nathalie, aún débil en la espalda del aldeano.

Pero en ese momento, una risa rasposa resonó en la distancia.

Era Tassim, aún tirado en el suelo, riendo entre gemidos de dolor.

"¿De qué te ríes?" preguntó Hansel, frunciendo el ceño.

"Jajajaja... Pronto... muy pronto lo sabréis..." susurró el altargate con una mirada enloquecida.

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Ciudad en ruinas de Yggdrasil.

"¿C-Cómo...?" balbuceó Almatora, con el rostro descompuesto. "¿Cómo es esto posible...?"

Marco, sin perder un segundo, se giró con fuerza, le agarró de la pierna y lo lanzó a un lado como si fuera un saco de harina, quitándoselo de encima con un rugido de pura voluntad.

"No vas a ganar..." replicó el emperador, incorporándose del suelo, con el cuerpo lleno de magulladuras pero con la mirada más firme que nunca. "No sé muy bien qué ha pasado ahí abajo... pero tu cañón ya no funcionará más."

Durante unos instantes, solo el sonido del viento moviendo los escombros llenó el aire.

Y entonces, Almatora comenzó a reírse. Una carcajada que se alzó por encima de la devastación, cargada de rabia, ironía... y algo más inquietante.

"¿De qué te ríes ahora...?" preguntó Marco, tensándose.

El líder de los Altargate esbozó en su rostro una sonrisa torcida y llena de locura.

"¿De verdad crees que el cañón tenía un solo disparo?" replicó, con su voz impregnada de burla.

"¿Qué...?" Marco frunció el ceño, sintiendo un mal presentimiento creciendo en su interior. "¿Va a volver a disparar en media hora?"

"¿En media hora?" soltó Almatora, casi ofendido, mientras se incorporaba tambaleándose. "¡JA! ¡El cañón ya está caliente! ¡Ya no necesita recargarse como antes!"

Se llevó la mano al corazón, con una pasión enfermiza brillando en sus ojos.

"¡Solo necesita reunir energía unos instantes más! ¡En cinco minutos... en tan solo cinco minutos, disparará otra vez! ¡Y esta vez no habrá milagros salidos de la nada! ¡Phaintom desaparecerá para siempre y el primer episodio de nuestra venganza habrá dado comienzo!"

Un escalofrío recorrió la espalda de Marco.

Cinco minutos.

Cinco malditos minutos.

"M-Mierda..." susurró, apretando los puños con fuerza mientras el reloj invisible comenzaba a correr en su mente.

Continuará...


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