miércoles, 30 de abril de 2025

Ch. 132 - Un fuego que extingue la luz

El cañón de Yggdrasil había sido completamente destruido. La amenaza que pendía sobre Phaintom por fin había sido detenida… pero la guerra aún no había terminado.

Uno a uno, los Altargate habían caído, abatidos por los paladines del emperador. Todos excepto uno: su líder, Almatora, seguía en pie… y su batalla aún estaba por decidirse.

Cerca de uno de los templos, entre escombros y ramas chamuscadas, Cassandra yacía inconsciente. Su cuerpo, cubierto de heridas, respiraba con dificultad; la sangre resbalaba desde la comisura de sus labios hasta empapar el suelo bajo su rostro.

A unos metros, Ashley caminaba hacia ella con paso firme. Sus ojos, aún brillando con los restos de su energía desatada, se posaron sobre la derrotada altargate.

"Esta tipeja me lo puso difícil con sus ilusiones…" murmuró entre dientes, escupiendo a un lado. Su tono no era de burla, sino de respeto tenso. "Pero… gracias a ella, conseguí despertar un poder nuevo que me hará dejar de mirar a las espaldas de mis compañeros."

Desvió la mirada hacia sus piernas. Las marcas naranjas, que momentos antes habían ardido como fuego, ya no estaban. Se habían desvanecido por completo.

"Supongo que fue solo el inicio de ese nuevo poder..." reflexionó, observando cómo el aire a su alrededor volvía a calmarse.

Se quedó unos segundos más frente a su rival caída, sin mover un músculo. Luego, dio media vuelta sin remordimientos.

"Ya no hay tiempo para quedarme aquí." dijo en voz baja, su voz cargada de determinación. "Ahora, debo ver qué tal está Keipi."

Sin perder más tiempo, Ashley echó a correr, dejando atrás el templo y a su enemiga, dirigiéndose a toda velocidad hacia el lugar donde su compañero había estado luchando.

Batalla en uno de los templos:

Ashley vs Cassandra.

Ganadora: Ashley.

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En el otro templo.

Liubei yacía inconsciente sobre el suelo, su cuerpo estaba cubierto de moretones y cortes, mientras a su lado el motor de Yggdrasil permanecía partido en dos, inservible.

Frente a él, de pie con la katana aún en mano, se encontraba Keipi. Su respiración era agitada, el sudor le corría por la frente, pero una sonrisa se dibujaba en su rostro. Había ganado.

"¡Pero mira que eres tonto!" le regañó Priscilla en su mente llena de reproche. "¡¿Cómo se te ocurre usar una técnica tan arriesgada en pleno combate?! ¿Qué habría sido de mí si te mueres, imbécil?"

Keipi soltó una carcajada, despreocupada y cálida. "Jajajaja, es que tenía que probar. Sonaba bien en mi cabeza."

"¿¡Probar dice!? ¡¿PROBAR?! ¡Cómo lo hagas otra vez, me largo! ¡Ya bastante fue cuando liberaste al Kami en el laberinto como para que ahora te pongas a improvisar cosas así!"

"Sí, sí..." respondió él, rascándose la nuca, un poco avergonzado. "Lo siento, quizá me pasé… pero mira, al fin y al cabo todo salió bien. Y lo más importante… aún te tengo a mi lado, ¿no?"

Por un instante, la espada guardó silencio. Luego, si hubiera tenido rostro, habría sido fácil imaginarla sonrojada.

"Ains… Qué mono eres cuando te pones así, idiota." replicó con dulzura, bajando por fin el tono.

Batalla en el otro templo:

Keipi vs Liubei.

Ganador: Keipi

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Jungla.

Cecily y Ryan habían estado recuperándose al margen del combate, observando desde la distancia cómo el caos comenzaba a disiparse tras la destrucción del cañón de Yggdrasil. Ahora, ambos caminaban con calma en dirección al coloso vegetal, con las ropas rasgadas y los cuerpos marcados por la batalla.

"Parece que lo lograron." comentó el hijo de la dragona, con una media sonrisa cansada, las manos en los bolsillos mientras avanzaba junto a su compañera.

"Ya ves…" respondió la ladrona, cruzándose de brazos, aunque con expresión más relajada. "Me asusté bastante cuando el cañón disparó… por un momento pensé que todo estaba perdido. Pero luego apareció ese ángel, o lo que fuera… y lo detuvo justo a tiempo."

"Sí... fue increíble. Todavía no entiendo qué fue esa cosa, pero... nos salvó." asintió Ryan, mirando de reojo hacia lo alto del árbol. "Y por suerte también lograron destruir el cañón antes de que volviera a disparar. Si no hubiésemos salido tan malheridos, podríamos haber ayudado antes."

"No pasa nada..." replicó la ladrona, encogiéndose de hombros. "Al fin y al cabo, si algo he aprendido de este grupo… es que puedes confiar en los demás."

Ryan la miró de soslayo y asintió, sincero.

"Y que lo digas." sonrió. "Parece que ya no tenemos que cargar con todo solos."

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Ciudad en ruinas de la copa de Yggdrasil.

Almatora permanecía inmóvil, completamente en blanco, mientras las ruinas de Yggdrasil crujían a su alrededor. Sus planes, su gran cruzada, su arma definitiva… todo se había ido al traste. La realidad se imponía con brutalidad: solo quedaba él, y frente a él, un enemigo que no se había rendido.

"¿Siempre va a ser así…?" murmuró el líder, cubriéndose poco a poco con su magia de luz. "¿Siempre vais a ganarnos? ¿Qué os hemos hecho los altargate para que nuestros esfuerzos sean constantemente pisoteados?"

Marco alzó la mirada, su cuerpo empezaba a envolverlo en llamas vivas, pero su tono no era hostil. Era firme y claro.

"A mí me da igual si eres humano, elfo, ogro, demonio… o altargate." respondió. "Las razas no definen a los seres vivos. Pero los actos… sí." Su mirada se endureció. "Vi cómo Yggdrasil arrancaba la vida de un anciano inocente frente a mis ojos. Y tú no mostraste ni una pizca de arrepentimiento. ¿De verdad quieres que os dejen de ver como enemigos… cuando actúas como uno?"

El resplandor de Almatora se intensificó.

"¡NO!" gritó con rabia contenida. "¡No quiero que me vean como enemigo! ¡Pero estoy harto de arrastrar esta inferioridad! ¡Cansado de vivir encadenado a un mundo que nunca nos dio una oportunidad!"

Con un estallido de luz, se lanzó contra Marco. Al mismo tiempo, el emperador activó su fuego, envolviendo su cuerpo en un manto ígneo. Sus antebrazos chocaron en una colisión explosiva que desató una onda de choque que arrasó el entorno.

A altísima velocidad, se desplazaban por la ciudad en ruinas, intercambiando golpes que derrumbaban estructuras a su paso. Era una danza de destrucción entre el fuego y luz.

"¡¿Qué se supone que debo hacer, entonces?! ¡¿Cómo calmo este odio si no es devolviendo todo el dolor que hemos cargado durante más de un siglo?!" rugía Almatora, encadenando golpes como un animal desesperado. "¡No tengo nada más! ¡No tengo más camino que este!"

En ese instante, Marco le interceptó con un puñetazo directo al rostro, estampándolo contra el suelo con violencia. El golpe retumbó como un trueno.

"¡Claro que lo tienes!" gritó el emperador, avanzando con determinación. "¡Eres tú quien se ha encadenado a un pasado que ya no existe! ¡El último responsable, Juju, ya ha sido juzgado! ¿¡Qué sentido tiene seguir arrastrando a inocentes a la muerte?!"

Nuestro protagonista alzó su mano envuelta en fuego y, con un grito de pura determinación, disparó un látigo ígneo directo al núcleo de la reliquia. El impacto fue inmediato: una explosión de luz desgarró el cielo y el corazón del árbol se rompió en mil pedazos.

Al instante, todo Yggdrasil comenzó a agrietarse desde sus raíces hasta las ramas más altas. Las plataformas temblaron, los templos se resquebrajaron y los soportes colapsaron como un castillo de naipes. Un rugido profundo, casi como si el árbol sollozara, sacudió el aire.

El suelo se vino abajo bajo los pies de Marco y Almatora. Ambos comenzaron a caer lentamente entre escombros flotantes, envueltos en polvo, fragmentos de madera y energía mágica disipándose. Desde otros puntos de la copa, Ashley y Keipi también descendían, con la mirada fija en el coloso que se deshacía ante sus ojos.

El gigante vegetal que había sido símbolo de poder y venganza... desaparecía, dejando tras de sí un silencio extraño y un cielo por fin despejado.

Almatora, tambaleante, caía lentamente hacia el abismo, hacia el suelo que se abría bajo él. Lágrimas corrían por su rostro, quebrando la máscara de líder frío que había mantenido durante años.

"¡Yo…!" gritó con voz quebrada. "¡YO QUIERO VIVIR BIEN! ¡QUIERO ENCONTRAR LA PAZ ENTRE LOS ALTARGATE Y LOS HUMANOS! ¡AYÚDAME, POR FAVOR!"

El grito arrastraba décadas de odio… y por fin, liberaba el peso que Cronos le había cargado sobre los hombros hacía tanto tiempo.

Marco caía junto a él a un metro de altura de diferencia, con el fuego apagándose lentamente. Le extendió la mano, con la marca imperial visible y brillando con intensidad.

"Te ayudaré." dijo. "En nombre del emperador. Haré lo posible por construir un mundo donde todas las razas puedan convivir. Incluidos los altargate."

Almatora, aún sollozando, alzó la mirada. "Tú…"

"Sin embargo…" añadió con firmeza, cubriendo de nuevo su puño con llamas aún más intensas que antes. "Primero debes ser juzgado por el daño que causaste. Por Phaintom y por las vidas que robaste."

Con un rugido abrasador, Marco impulsó su cuerpo con fuego en los tobillos y asestó un puñetazo ígneo monumental que estalló en una esfera de llamas ardientes, impactando de lleno contra Almatora y dejándolo completamente inconsciente.

El líder altargate cayó entre los restos de madera de Yggdrasil, inerte, mientras nuestro protagonista aterrizaba sobre ambos pies, aún envuelto en el resplandor de las llamas.

Se acercó, lo miró en silencio, y con voz grave, concluyó:

"Y ahora que has sido castigado… es cuando verdaderamente puedes empezar a vivir, buscando un camino lleno de luz."

Batalla en Yggdrasil.

Marco vs Almatora.

Ganador: Marco.

El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte mientras el cuerpo de Almatora yacía inerte sobre los restos de Yggdrasil, como si la luz misma decidiera retirarse tras la derrota del líder altargate.

El emperador observaba en silencio al enemigo vencido, hasta que unos gritos rompieron su concentración. Alzó la vista y, a lo lejos, vio las figuras de Keipi y Ashley corriendo hacia él. Ambos habían sobrevivido al colapso del árbol y, aunque cubiertos de heridas y polvo, sus rostros reflejaban alivio.

"¡Jefazo!" gritó Keipi.

"¡Ey! ¿Sigues entero?" bromeó Ashley.

Sin mediar palabra, nuestro protagonista se adelantó y los abrazó con fuerza, tomándolos por sorpresa.

"¿M-Marco...?" preguntó el monje, desconcertado.

"¿Q-Qué te ha pasado de repente?" añadió la usuaria de potenciación, ligeramente avergonzada.

El emperador sonrió y los soltó suavemente. "Nada... Solo que sabía perfectamente que podía confiar en vosotros."

"Pues claro que sí." respondió Keipi con una sonrisa orgullosa.

"No lo dudes, somos tus dos paladines más poderosos." presumió Ashley, sacando pecho.

"Eso es. Y yo el más fuerte de los dos." replicó el monje, cruzándose de brazos.

"¡Una polla como una olla!" exclamó su compañera ligeramente molesta, lanzándose sobre él para aplicarle una llave con su habitual energía.

"¡Jajajajaja! Como sois..." rió Marco, observando la escena con ternura.

En ese momento, una nueva voz se escuchó a lo lejos.

"¡Chicos!" llamó Cecily, corriendo hacia ellos junto a Ryan.

"¡Anda! ¡Si hay un tío volcado aquí!" comentó el hijo de la dragona, al ver el cuerpo inconsciente de Almatora.

"Es el líder enemigo. Con él fuera de combate, todos los altargate fueron derrotados." explicó Marco, con orgullo al saber que todo salió bien.

Ashley y Cecily se abrazaron emocionadas por reencontrarse, mientras Keipi y Ryan chocaban los puños con una sonrisa de oreja a oreja.

"¡No os olvidéis de nosotros!" gritó Hansel, descendiendo del cielo con cara de puro agotamiento. En su espalda, viajaban Nathalie, Theo y Lily.

"¡Chicos!" exclamó Marco, corriendo a su encuentro.

El grupo entero se reunió por fin, abrazándose, riendo y compartiendo una victoria que aún parecía increíble.

"Cumplisteis vuestra parte del trato." dijo Nathalie, bajando de la espalda de Hansel con ayuda de Theo, aún portando la mochila que guarda el Nuevo Testamento sellado. "Estaré encantada de traducir ese grimorio para vosotros."

"Perfecto." sonrió Marco. "Aunque... creo que primero deberíamos descansar un poco y curarnos las heridas, ¿no?"

"¡Chicos!" llamó de pronto Ashley, estirando el brazo.

"¿Qué pasa?" preguntó Theo.

"¡Celebremos esta victoria con un buen grito de guerra!" propuso con entusiasmo.

"¡Dale! ¡No hay nada mejor!" se unió Keipi, apoyando su mano sobre la de ella.

"Estas cosas me dan un poco de vergüenza..." murmuró Cecily. "Pero bueno... una vez al año no hace daño."

Uno a uno, todos fueron sumando sus manos, formando una torre de promesas, fuerza y unión. En la cima, Marco apoyó la suya, con la marca del emperador brillando débilmente en su piel.

"Vendrán momentos difíciles..." dijo en voz alta, con mirada decidida. "Habrá días que nos hagan dudar, que nos hagan pensar que quizá esta aventura fue un error. Pero pase lo que pase, nunca me arrepentiré de estar aquí, con vosotros. Y de seguir este largo camino que nos queda por recorrer."

"¡VIVA EL VERDADERO 74º EMPERADOR DE PYTHIRIA, MARCO!" gritó Ryan sonriente con el puño en alto.

"¡VIVA!" respondieron todos a coro, levantando las manos con sonrisas dibujadas en sus rostros.

Continuará...

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