Había caído la noche, y nuestros protagonistas seguían reunidos en las ruinas de Yggdrasil. Una hoguera crepitaba suavemente en el centro del grupo, ofreciendo calor y algo de consuelo entre los escombros. Después de todo lo vivido, por fin podían relajarse, al menos por un rato. Sentados en círculo, compartían historias e impresiones de lo que habían vivido.
"Entonces… ¿de verdad fue Lily quien detuvo el disparo del cañón?" preguntó Cecily, aún atónita.
"¿Y esa tal Morgana te enseñó cómo usar ese poder?" añadió Hansel, frunciendo el ceño con incredulidad.
"Qué raro… Nosotros no vimos a nadie en ese momento. Simplemente ascendiste, gritaste algo y cambiaste de forma." comentó Theo, rascándose la cabeza.
"Sí, pero eso fue lo que ocurrió. Morgana... detuvo el tiempo para hablar conmigo." explicó el hada, sentada sobre la cabeza de Marco, agitando las alas con suavidad.
Nuestro protagonista bajó un poco la mirada, pensativo.
"Pero eso de que puedas morir si usas ese poder tres veces..." murmuró. "Sé que no tengo derecho a pedírtelo, pero… si puedes evitarlo, por favor, no vuelvas a usarlo. No quiero perderte, Lily."
La pequeña hada sonrió con dulzura, emocionada por sus palabras.
"Lo intentaré. De verdad." respondió, acariciándole el cabello con ternura.
"Y a mí me impactó lo de tu mano, Ashley." comentó Nathalie, mirando a la guerrera. "Te la rompiste tú misma para salir de la ilusión…"
"A veces, hay que cometer locuras para conseguir un beneficio." respondió Ashley con un tono solemne. Su expresión, por una vez, era serena.
"Por cierto, ¿cómo están en la ciudad?" preguntó Keipi, estirando las piernas con cansancio.
"Fui hace un rato a recoger a Tassim. Están arreglando los destrozos y los que huyeron están regresando poco a poco. Una señora me pidió que más tarde fuéramos todos… Parece que quieren agradecérnoslo." explicó Hansel, cruzado de brazos.
"Qué alivio..." suspiró Cecily. "Al menos logramos evitar la destrucción de la ciudad."
Ashley giró la cabeza hacia el fondo del claro, donde los seis altargate derrotados seguían atados de pies y manos con esposas antimagia.
"¿Y qué vamos a hacer con ellos?" preguntó con frialdad.
Marco guardó silencio unos segundos.
"No lo sé." admitió. "En el fondo… no creo que todos sean malas personas. Pero no podemos ignorar lo que han hecho."
"Tampoco es fácil juzgar después de todo lo que arrastraban." murmuró Nathalie.
"Ya... Pero las consecuencias están ahí." añadió Ryan.
"Creo que lo mejor será decidirlo mañana." intervino Lily, mirando al grupo. "Hoy ya hemos hecho bastante."
"Totalmente de acuerdo." dijo Theo, dejando caer la cabeza hacia atrás. "Otro día duro en esta aventura… Y aún queda mucho por delante."
"Sí. Hay que reponerse." asintió Marco. "Aún tenemos que investigar el sello del Nuevo Testamento y traducir el grimorio de Wisdom. No será sencillo."
Pero en ese momento, una ráfaga de viento cortó el aire de la jungla, seguida por una intensa presión mágica. Una sed de sangre abrumadora se sintió de inmediato, haciendo que todos se pusieran de pie con el cuerpo en tensión.
El fuego de la hoguera parpadeó violentamente. Los árboles crujieron.
"¿Qué ha sido eso...?" murmuró Keipi, con una gota de sudor frío descendiendo por su mejilla.
"Algo se acerca..." respondió Hansel, alzando su mano como advertencia.
Todos adoptaron posturas ofensivas, formando un círculo defensivo.
Y entonces, una voz suave y burlona resonó en medio de ellos.
"Cucú..."
De la nada, entre ellos, apareció Kinaidos. Sonriendo.
"¿Pasábamos por aquí y escuchamos que tenéis el Nuevo Testamento, es cierto?" preguntó el apóstol con una sonrisa ladeada, ligeramente siniestra.
De inmediato, todos los protagonistas se alejaron de él con un salto hacia atrás. El miedo se apoderó de sus cuerpos. Esa presencia... no era la de un enemigo cualquiera. Solo con el aura que lo rodeaba, el aire se volvía denso, irrespirable.
"N-No... ¡No lo tenemos!" dijo Lily temblorosa, tratando de ocultarse tras Marco.
En un parpadeo, Kinaidos apareció frente a Ryan, le asestó un puñetazo en el estómago y, sin darle un segundo de respiro, le propinó un cabezazo directo a la frente. Con agilidad sobrehumana, arqueó su cuerpo hacia atrás, elevó las piernas y atrapó al hijo de la dragona por el cuello, lanzándolo contra el suelo con violencia.
"¡Ryan!" gritó Cecily, alarmada.
"Ni un paso más." dijo una voz espectral. Thanatos emergió desde el suelo como un cadáver resucitado, blandiendo una larga espada violeta decorada con calaveras en el mango. "Mis muertos están aquí."
Al instante, decenas de esqueletos comenzaron a brotar del suelo como si la tierra misma vomitara a los condenados.
"¡Qué miedo!" exclamó Lily, paralizada.
"¡Chicos! ¡A luchar!" ordenó Marco, rodeado ya por un aura ardiente. "¡Son solo dos! ¡Si nos unimos, podemos derrotarlos!"
"Já. Como si fuerais capaces de enfrentaros a los Apóstoles del Génesis." soltó Kinaidos, relamiéndose con diversión.
Hansel extendió los brazos, generando una ráfaga de viento... pero en un abrir y cerrar de ojos, Thanatos apareció tras él. Su espada ya goteaba sangre.
"Uno menos." dijo con frialdad.
El cuerpo del usuario del viento se desplomó tras recibir decenas de cortes imposibles de esquivar, que lo hicieron sangrar por todas las direcciones.
"N-No lo vi venir..." murmuró antes de perder la conciencia.
"¡Hansel!" gritó Nathalie.
"¡Tú no te vas a salvar, morena!" soltó Kinaidos mientras la pateaba en el estómago. La demonio salió volando hacia atrás, estrellándose contra una de las paredes derruidas de Yggdrasil.
"¿También es un mago de potenciación física...?" pensó con dificultad, tosiendo sangre.
En ese momento, unas cadenas emergieron del suelo, enrollándose con fuerza alrededor del cuerpo de Kinaidos.
"¡Cabrón maquillado, eso me ha dolido!" gritó Ryan, recuperándose parcialmente.
"¿En serio crees que con esto vas a detenerme?" se burló el apóstol. "Se nota que eres el más débil del grupo."
Con un simple movimiento de su cuerpo, las cadenas estallaron, rompiéndose en mil eslabones.
"¡Ryan, cuidado!" gritó Cecily en su modo Fenrir, lanzándose sobre Kinaidos con sus puños cubiertos en electricidad.
El enemigo giró con agilidad y la atrapó por la cabeza. Tras ello, aceleró hacia el hijo de la dragona y con la otra mano lo agarró del cuello. Luego, con una fluidez aterradora, saltó y estrelló las cabezas de ambos contra el suelo al mismo tiempo, dejándolos inconscientes.
"Qué mal... Están siendo todos derrotados..." murmuró Theo, escondido tras un árbol.
"¿Qué hacemos?" preguntó Lily, temblorosa. "¡Estos tíos son demasiado fuertes!"
Mientras tanto, Keipi y Thanatos cruzaban espadazos, sus choques iluminaban el bosque como relámpagos. Marco disparaba bolas de fuego hacia Kinaidos, mientras Ashley se ocupaba de los esqueletos que los rodeaban.
"Ve a Phaintom... y pide ayuda... o no saldremos de esta." susurró Theo entre lágrimas.
"¿Huir sola...?" titubeó Lily.
"¡Lily, no nos queda otra! ¡Y no es huir, es buscar ayuda!" gritó el pequeño.
"Quizá... si vuelvo a usar esa forma..." susurró el hada con un temblor en la voz, apretando sus manos como si tratara de contener un miedo inmenso alojado en su pecho.
"¡Marco te lo advirtió, no uses esa forma! ¡Él no quiere perderte! Por favor, confía en mí y busca ayuda. Piensa que no están tratando de matarnos, solo quieren la reliquia..."
"E-Está bien..." aceptó el hada, lanzándose al cielo y alejándose a toda velocidad, con los ojos húmedos por la impotencia.
Desde el suelo, Nathalie, herida y con dificultad para respirar, vio su mochila cerca de la hoguera ya apagada. Se arrastró lentamente.
"Si... Si se lo entrego..." murmuró. "Quizá... podamos salvarnos."
Keipi y Thanatos seguían intercambiando golpes con sus espadas. Resultaba sorprendente cómo el monje lograba soportar el ritmo feroz de su oponente.
"Vaya, pareces algo decente en comparación con tus amigos," replicó el apóstol de la muerte sin detener el aluvión de espadazos.
"Ellos también son fuertes, no los subestimes. Si estuviéramos al cien por cien, no os sería tan fácil," respondió Keipi mientras bloqueaba cada ataque con precisión.
"¿Tú crees? Nosotros ni siquiera estamos usando un diez por ciento de lo que podemos hacer. ¿Quieres que te lo demuestre?" sonrió con malicia.
"Jamás te lo permitiré," replicó el monje, cubriendo su espada con agua. Entonces retrocedió, se impulsó hacia atrás y lanzó su dragón acuático con un furioso rugido.
Thanatos bajó la mirada, soltó un suspiro, y cuando el dragón estuvo a punto de devorarlo, apareció vertiginosamente tras Keipi, sacudiendo el filo de su espada para limpiar la sangre que lo cubría.
Un instante después, el monje estalló en una cruz de sangre que brotó desde su abdomen.
"N-No lo vi venir," murmuró, cayendo al suelo mientras soltaba a Priscilla.
"¡Kei!" gritó Marco, girando la cabeza hacia él.
"¡No mires para otro lado!" exclamó Kinaidos, que se impulsó gracias a su potenciación física y le asestó un puñetazo en la cara, derribándolo y estampándolo contra el suelo.
"¡Ni tú tampoco!" gritó Ashley, saltando hacia él dispuesta a propinarle una poderosa patada con toda su fuerza.
El apóstol se giró con una sonrisa burlona y le atrapó el pie en pleno aire, deteniendo el golpe como si no le costara ningún esfuerzo.
"¿Esa es toda tu fuerza? ¡No me hagas reír!" se burló, propinándole un codazo que la estrelló contra el suelo.
"¡Mierda!" gritó Ashley, escupiendo sangre mientras intentaba levantarse, pero antes de lograrlo, su enemigo cayó con ambas rodillas sobre su estómago. El impacto creó un cráter bajo ella y la dejó completamente inconsciente.
"Todos... han sido derrotados..." murmuró Marco, alzando la vista con horror. "¿Es esto... nuestro final?"
Thanatos apuntó con su espada hacia él, mientras Kinaidos lo observaba con una sonrisa torcida.
"Solo quedas tú," dijo el apóstol de la muerte. "Si nos entregas el Nuevo Testamento, os dejaremos con vida."
"¿Y si no quiero?" respondió con la voz tensa.
"Entonces... moriréis todos aquí," contestó Kinaidos, sacando la lengua con desdén.
"Y-Yo..." Marco temblaba. Por primera vez, estaba conociendo el verdadero miedo.
No veía a dos humanos poderosos. Veía a dos titanes, envueltos en un aura inhumana y mortal.
"¡Os lo entregaré!" exclamó Nathalie, con la mochila en las manos.
"¡Nat!" gritó Marco, sorprendido. "¡No lo hagas! ¡No es necesario!"
"L-Lo siento, pero... ahora que os he conocido... no quiero perderos," dijo ella con voz temblorosa, lanzándoles la mochila con la reliquia dentro.
"Oh... ¿Está aquí?" preguntó Kinaidos, tomándola y abriéndola de inmediato.
"¿Es el Nuevo Testamento?" preguntó Thanatos, entrecerrando los ojos.
"No cabe duda... Es tal y como dijo Sophia. Está sellado en esta especie de cápsula con letras antiguas," explicó el apóstol de la fuerza. "La tenemos. Podemos pirarnos."
"No. Aún hay algo más que quiero," dijo Thanatos.
"¿Cómo?" preguntó Marco, desconcertado.
"Ya estás con tus caprichos..." suspiró Kinaidos.
"No podemos confiar en que el Nuevo Testamento esté realmente aquí dentro," replicó el apóstol de la muerte. "Existe la posibilidad de que nos estén entregando el sello completamente vacío, y eso sería una deshonra para nuestro título y para el nombre de Yumeith."
"¡Está ahí dentro!" exclamó Marco. "No tenemos ni idea de cómo abrirlo, ni siquiera sabemos para qué sirve exactamente. ¡Por lo que te puedo asegurar que ahí está el Nuevo Testamento!"
"Eso no prueba nada. Mentir es fácil," contestó Thanatos. "Por eso tú, demonio... vendrás con nosotros."
"¿Yo?" preguntó Nathalie, sorprendida.
"Si te niegas, mataremos a todos los que están aquí," dijo Thanatos con frialdad. "Será una prueba. Si al romper el sello encontramos el Nuevo Testamento, te dejaremos libre. Pero si nos has mentido... te mataré de la manera más dolorosa posible. ¿Te parece justo?"
Nathalie tragó saliva. El sudor frío le recorrió la espalda, pero no tenía otra opción.
"Marco... ha sido genial conoceros este tiempo, pero me temo que tendré que ausentarme por una temporada. Sin embargo..." dijo la demonio, "prometo que volveré cuando todo haya terminado. Solo... déjame esto a mí."
"¡No! ¡Nat, no hace falta!" gritó Marco, intentando correr hacia ella.
Kinaidos apareció en su camino y le propinó un puñetazo que lo estampó contra la pared.
"Quietito, chaval... tu amiga ya tomó una decisión," dijo el apóstol con desprecio.
Nathalie se unió a ellos. Con la mochila en las manos, se marcharon lentamente.
"No... Nat..." murmuró Marco, tratando de levantarse mientras la sangre de su nariz teñía el suelo de escarlata.
"¡Detente!" gritó Keipi entre jadeos, poniéndose de pie con esfuerzo.
"Oh... Veo que fui demasiado blando contigo," dijo Thanatos, girándose con una sonrisa siniestra.
"Lo siento, Priscilla... pero lo haré," murmuró el monje.
"¡N-No! ¡No lo hagas! ¡Es inútil contra ellos ahora!" le suplicó Priscilla.
"¡KAITO!" gritó el monje, ignorando las advertencias de su compañera, alzando su espada con determinación.
Un portal dimensional se abrió en el aire por un instante, pero se cerró de inmediato. Thanatos apareció frente a Keipi, con espada en mano. Con un solo y veloz movimiento, le hizo un tercer corte vertical... que también partió a Priscilla en dos.
"Eres un completo idiota," dijo el apóstol de la muerte mientras la espada rota caía al suelo. "Y por eso, yo... Thanatos, te castigaré."
Con un simple movimiento, le atravesó el pecho con su espada.
"¡KEIPI!" gritó Marco con horror, intentando levantarse mientras su cuerpo temblaba sin cesar.
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Phaintom.
Los vecinos seguían tranquilamente preparando un banquete en la ciudad, cuando los gritos de la hada irrumpieron de pronto, deteniendo el festejo en seco. La pequeña había volado sin descanso hasta llegar allí, y el miedo que la envolvía captó al instante la atención de los ciudadanos reunidos en la plaza. Muchos corrieron hacia ella, alarmados por su desesperación.
"¿Q-Qué pasa?" preguntó una señora, acercándose y extendiendo los brazos para que pudiera apoyarse y descansar.
"¡AYUDA!" gritó Lily, dejándose caer en el sitio ofrecido. "¡VAN A MATAR A MIS AMIGOS! ¡AYUDADME!" sollozó, con los ojos llenos de lágrimas.
Continuará...
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