Habían pasado unas cuantas horas desde que nuestros protagonistas partieron de Phaintom. El cielo comenzaba a oscurecer mientras intentaban retomar la rutina dentro de la aeronave.
Hansel leía un libro en silencio en la sala de pilotaje, acompañado por Lily y Theo. Este último se encargaba de guiar el vehículo lo más rápido posible hacia el siguiente país. Mientras tanto, Marco seguía encerrado en su habitación, sin querer ver ni hablar con nadie, atrapado en un bucle de pensamientos que lo consumían.
Keipi se mantenía estable, dentro de lo posible, en la sala médica del vehículo. Junto a él, sobre una mesilla, descansaba la espada rota de Priscilla, colocada sobre un cojín, aún sin recuperar su forma habitual de polluelo.
En la sala de entrenamiento, los demás practicaban con determinación. La esperanza de hacerse más fuertes tras su derrota los empujaba a no detenerse.
Ryan y Cecily intercambiaban golpes, corrigiéndose mutuamente y dándose consejos sobre sus posturas y ataques. Mientras tanto, Ashley, separada de ellos, se concentraba en comprender mejor lo que le había sucedido durante su combate contra Cassandra.
"No sé muy bien qué pasó en aquel momento, pero sentí cómo un poder inmenso recorría mi cuerpo cuando esas marcas naranjas aparecieron", pensaba mientras hacía sentadillas con peso sobre los hombros. "Sin embargo, no fui capaz de activarlo contra esos dos tipos... Me pregunto qué es realmente ese poder y cómo puedo usarlo a voluntad."
Pero de pronto, la aeronave se detuvo bruscamente. El frenazo los lanzó al suelo sin previo aviso.
"¿Qué ha sido eso?" preguntó Cecily, rascándose la cabeza, para luego notar que había caído encima de Ryan.
"Auch..." murmuró el hijo de la dragona, algo aturdido.
La ladrona, al darse cuenta de su posición, se sonrojó al instante y se levantó de un salto, como si le hubieran echado agua hirviendo encima.
"¿Qué habrá pasado?" preguntó Ashley, incorporándose ágilmente. "Será mejor que subamos a comprobarlo."
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En menos de dos minutos, todos se reunieron en la sala de pilotaje, incluso Marco. Estaban inquietos, ansiosos por saber qué estaba ocurriendo.
Para su sorpresa, quedaron boquiabiertos al ver, tras el ventanal, un denso cúmulo de nubes violetas rodeando la aeronave en plena noche.
"¿Qué son esas nubes?" preguntó Hansel, sin apartar la vista del exterior.
"No tengo ni la menor idea. Nunca las había visto de ese color," respondió Cecily, intrigada.
"¿Y por qué no podemos movernos?" preguntó Marco con voz apagada y con su mirada vacía. "Si tardamos mucho, Keipi no tendrá salvación."
"No lo sé... Es como si el tiempo se hubiera detenido dentro de la aeronave. No podemos avanzar ni hacer nada," explicó Theo, revisando con rapidez los controles del panel frente a él.
"Lily..." susurró de pronto una voz femenina que solo la pequeña hada pudo oír.
"¡Es verdad!" exclamó Lily, recordando de golpe. "¡Morgana iba a venir!"
Todos se volvieron hacia ella, sorprendidos por aquella revelación, pero sabían que su amiga nunca mentía. En ese instante, una presencia mágica comenzó a manifestarse, y sin pensárselo, el grupo corrió hacia el origen.
Salieron a la azotea de la aeronave y, frente a ellos, apareció la misma mujer que Lily había visto antes en Phaintom.
"¿Es ella?" preguntó Ashley, con gesto tenso.
"Es guapísima..." murmuró Ryan, impresionado.
"¡Tsk! No es para tanto," bufó Cecily con los brazos cruzados.
"Buenas a todos... Emperador Marco y sus fieles seguidores," dijo la mujer con elegancia, haciendo una leve reverencia mientras sujetaba con delicadeza su vestido blanco. "Mi nombre es Morgana, y soy la portadora de la Deidad conocida como la Biblioteca de Horacio."
Marco se acercó sin decir palabra, lo que bastó para que sus compañeros se pusieran en alerta.
"¿Por qué le dijiste a Lily que usara ese modo? ¿Acaso quieres que lo utilice hasta morir?" preguntó con voz firme y rabia contenida.
"Marco..." susurró Lily, tragando saliva.
"Para nada," respondió Morgana con calma. "Mi objetivo en esta vida no es acabar con nadie. Pero, en aquel momento, no os quedaba otra alternativa si queríais sobrevivir. Accediendo a los cientos de archivos que predicen posibles futuros, ubicados en lo más alto de la Biblioteca de Documentos que yace en mi interior, el 99% de los resultados mostraban la muerte de Hansel, Nathalie, Lily y Theo durante la destrucción de Phaintom... Lo que te habría llevado a una locura irreversible."
Hizo una pausa.
"En algunos futuros, incluso... tú mismo te convertías en un villano imparable."
"¿Q-Qué?" balbuceó Ashley, atónita.
"¿Cómo sabes todo eso?" preguntó Cecily, dando un paso al frente.
"Es una deidad..." comentó Hansel. "He oído hablar de ella hace mucho tiempo. Se trata de una gigantesca biblioteca infinita que reside en el interior de una persona aparentemente normal, otorgándole sabiduría ilimitada y longevidad eterna... Le da la capacidad de conocer múltiples futuros, presentes y pasados."
"Entonces, ¿puedes ver el futuro?" preguntó el hijo de la dragona con curiosidad.
"En absoluto," respondió Morgana. "La Biblioteca de Horacio no predice el futuro, ni nada parecido. Solo me permite leer los infinitos futuros posibles que se generan en cada instante. Todo depende de las decisiones que tomes. Por ejemplo, existe una línea temporal en la que Ryan derrotaba a Cecily al ser poseído por Milanova. Y en otra... Ashley no salía de la ilusión y era asesinada realmente por Cassandra."
"¿Cómo?" dijo Ashley, sobresaltada.
"Yo no lo pillo..." murmuró Lily, confundida.
"En resumen, cada decisión cambia constantemente el futuro. Por eso existen líneas donde ocurren cosas que en esta realidad no sucedieron," explicó Theo con serenidad.
"Entiendo..." asintió Ryan, pensativo.
"Exactamente," asintió Morgana. "Pero—"
Antes de que pudiera terminar, Marco la interrumpió con el ceño fruncido.
"Déjate de cuentos," gruñó, enfadado. "Aunque dijeras que querías evitar un futuro donde mis amigos morían, obligaste a Lily a usar una magia que consume su vida. Y eso me cabrea. Porque algo me dice que no lo hiciste por buena voluntad... sino porque necesitas que sigamos con vida."
Morgana sonrió con tranquilidad.
"Así es," admitió sin rodeos. "No tengo nada que ocultar. Solo os ayudé porque os necesito vivos. Siento que el verdadero emperador es el único capaz de cambiar el oscuro destino que se cierne sobre todos nosotros."
"Serás caradura..." refunfuñó Marco, mientras su puño se envolvía en llamas.
"Entiendo tu enfado, pero soy solo una proyección astral. No puedes hacerme daño," respondió ella con calma. "Y aunque veas mis actos como fruto del egoísmo, no soy tan insensible como para no compensaros. He venido no solo a daros explicaciones... sino también a ofreceros lo que más necesitáis en este momento."
"¿Darnos?" repitió Cecily, sorprendida.
"¿A qué te refieres?" preguntó Lily, con los ojos muy abiertos.
"Os entrenaré personalmente para que seáis lo bastante fuertes como para derrotar a esos enemigos que os arrebataron a vuestra aliada y a la reliquia que buscáis," explicó. "Y no solo eso... También os prestaré a mi sanadora de confianza para que salve la vida de Keipi. Aunque tendréis que convencerla primero. Es bastante tímida."
Al escuchar esas palabras, el rostro de Marco cambió por completo.
"¿P-Puedes salvar a nuestro amigo?" preguntó con esperanza.
"Sí. Nicole Van Astrea tiene la capacidad para ello," respondió Morgana.
"Entonces... si puedes curarlo..." murmuró Marco.
"¡Espera!" exclamó Ashley, interrumpiéndolo.
"¿Qué pasa?" preguntó Cecily.
"Aún no nos ha dicho qué quiere a cambio," comentó, con cautela.
"No pensaba ocultarlo, tranquila," dijo Morgana. "En poco más de un mes, todos los futuros que consigo ver se tornan negros. Es por la activación del Nuevo Testamento, que provocará el fin del mundo. Y lo más aterrador es que, sin importar qué línea observe, ese futuro tiene una probabilidad del cien por cien. No hay escape. Por eso he decidido apostar por vosotros. Quizá, si os vuelvo más fuertes, podáis cambiar ese destino."
"Entiendo..." asintió Lily con seriedad.
"Pero... ¿qué hace el Nuevo Testamento? Hemos hecho de todo y aún no sabemos nada sobre él," comentó Ryan, frustrado.
"O si lo sabes todo... ¿También sabes dónde está mi hermano?" preguntó Hansel con la mirada fija en Morgana.
"Lo siento, pero por contrato con la Deidad no puedo hablar sobre reliquias," respondió Morgana con seriedad, para luego girarse hacia Hansel. "Y... he visto cientos de futuros en los que te revelaba lo que deseas saber, y todos ellos terminaban con tu muerte. Para evitar ese desenlace... me niego a responderte. Pero puedo asegurarte algo: él está con vida y a salvo, si eso te sirve de consuelo."
"M-Me sirve..." murmuró Hansel, bajando la mirada con resignación.
"Entonces, ¿qué decidís?" dijo Morgana, extendiendo su brazo con elegancia. "¿Aceptáis mi oferta?"
Marco miró a sus compañeros, quienes asintieron con determinación, pero aún sentía una punzada de duda en el pecho. No obstante, esa incertidumbre se desvaneció al recordar la imagen de Keipi, inconsciente en la sala médica. Con firmeza, entrelazó su mano con la de la deidad.
"Aceptamos," declaró con voz grave, sin apartar la mirada apagada que lo caracterizaba últimamente.
"Entonces, seguid este camino," indicó Morgana, señalando con el dedo hacia el cielo frente a la aeronave. En ese instante, su proyección astral desapareció.
Las nubes violetas comenzaron a girar con fuerza, creando un vórtice mágico que se abrió como un portal dimensional. La aeronave fue absorbida por la energía que desprendía aquel túnel, y en cuestión de segundos, los protagonistas emergieron en un nuevo mundo.
Lo primero que les recibió fue un cielo de un azul profundo, tan sereno que parecía pintado. Bajo él, una tierra bañada por la luz del sol se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Edificios blancos, altos y relucientes, hechos de un material parecido al mármol, se alzaban con formas redondeadas y elegantes. No había rastro de contaminación, tecnología moderna ni ruido.
Todo estaba cubierto por una vegetación limpia y bien cuidada, con árboles que brillaban levemente, flores de colores imposibles y caminos que flotaban levemente sobre el suelo. Entre las calles, se veían criaturas fantásticas: zorros de nueve colas, aves color esmeralda con plumas translúcidas, y ciervos con astas cubiertas de gemas. Pero lo más llamativo era que no había ni un solo hombre entre los habitantes: solo mujeres, cada una con una belleza peculiar, algunas vestidas como magas, otras como guerreras, sacerdotisas o sabias.
"Bienvenidos a mi dimensión: Femina," anunció una voz poderosa desde lo alto.
La verdadera Morgana descendía lentamente por unas escaleras invisibles que surgían del cielo, envuelta en una radiante aura dorada que caía sobre ella como una bendición divina y sus ropajes ondeaban como si el viento solo soplara para reverenciar su presencia.
Continuará...
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