Marco, al darse cuenta de que había perdido el control, abandonó el despacho de Morgana sin decir palabra. Nadie intentó detenerlo. Poco después, Nicole también se retiró en silencio, aún alterada por lo ocurrido, dejando al resto del grupo sentados en el suelo, sumidos en un tenso silencio.
"¿No queréis ir tras vuestro amigo?" preguntó la portadora de la Deidad, observándolos con una mezcla de compasión y curiosidad.
"No creo que sea el momento..." suspiró Lily, bajando la mirada. "Siento que ahora mismo está librando una batalla interna, y si nosotros estamos ahí, solo dificultaremos que se escuche a sí mismo."
"Sí, yo también creo que lo mejor es dejarle espacio," añadió Theo, con un gesto serio.
"Está claro que todo esto le está superando," comentó Ryan, cruzando los brazos.
"Desde que vio cómo asesinaban a aquel anciano frente a sus ojos... su fortaleza empezó a tambalearse," reflexionó Hansel. "Y tras el ataque de esos dos sujetos que nos arrebataron la reliquia y dejaron a Keipi al borde de la muerte... todo empeoró."
"Ojalá logre calmarse y comprender que este camino de rabia no lo lleva a ninguna parte," suspiró Cecily, abrazándose las rodillas.
"Sea como sea, no tenemos tiempo que perder," dijo Ashley, incorporándose con decisión. "Si apenas nos queda un mes y algo para evitar el fin del mundo, debemos empezar cuanto antes."
"Entiendo," asintió Morgana. "Pero... ¿no queréis esperar a que vuestro líder se reincorpore?"
"En absoluto. Él necesita centrarse en sanar su mente antes de entrenar su cuerpo o su poder," afirmó Ashley, con firmeza. "Y nosotros no podemos quedarnos cruzados de brazos esperando."
"Sí... creo que eso es lo mejor," apoyó Ryan, aunque con una expresión aún preocupada.
"Solo una cosa," intervino Lily, alzando la voz. "¿Nicole no va a sanar a Keipi al final?"
"Entiendo tu preocupación," respondió Morgana con serenidad. "Pero si ella se ha negado, no puedo obligarla a cambiar de opinión. Sin embargo, creo que hay una única persona capaz de hacerlo... Marco. Deberéis confiar en que él encontrará el camino para tocar su corazón."
"Entiendo..." murmuró Theo, bajando la cabeza.
"Ojalá recupere la razón pronto..." suspiró Cecily. "Nunca le había visto así."
"Ahora que el asunto está zanjado, es hora de empezar con el entrenamiento. Seguidme," dijo Morgana, levantándose con elegancia.
El grupo la siguió por los pasillos del palacio, recorriendo un largo tramo hasta llegar a una sala circular de techo abovedado. En el centro, sobre una plataforma elevada, descansaba una reliquia compuesta por siete joyas de distintos colores, incrustadas en una estructura metálica que irradiaba una energía suave pero poderosa.
Morgana se acercó y, con un gesto delicado, la activó. Las joyas comenzaron a brillar intensamente, y de cada una surgió un portal dimensional suspendido en el aire.
"¿Y eso qué es?" preguntó Lily, asombrada.
"Esta es una de mis reliquias personales," explicó Morgana. "Se llama Cassmin, y tiene la capacidad de generar dimensiones especializadas para el entrenamiento. En este caso, las he calibrado para potenciar vuestras habilidades de combate."
"¿Y cómo funciona exactamente?" preguntó Hansel, observando los portales con curiosidad.
"Cada uno de vosotros deberá entrar en un portal diferente. Dentro, la dimensión generará un tutor adaptado a vuestras capacidades y estilo de combate. Estos instructores os guiarán y compartirán técnicas personalizadas para ayudaros a alcanzar vuestro máximo potencial. Sin embargo, será un entrenamiento real: el avance dependerá exclusivamente de vuestro esfuerzo y dedicación."
"Claro... Porque dentro de poco más de un mes sucederá el acontecimiento del fin del mundo," añadió Lily con gravedad.
"Exacto. Por eso nos ceñiremos a un plan intensivo de tres semanas. Durante ese tiempo, los tutores desaparecerán en las horas designadas para el descanso, pero el resto del tiempo deberéis entrenar sin parar dentro de la dimensión."
"Entendido," respondieron todos al unísono.
Uno a uno, se posicionaron frente a un portal distinto. Solo Lily y Theo permanecieron junto a Morgana. Luego, a la cuenta de tres, cada uno cruzó su portal y apareció en su propio mundo de entrenamiento.
El hada y el pequeño se miraron en silencio, sin saber muy bien qué podrían hacer durante los días de entrenamiento de sus compañeros. No tardaron en cruzar miradas de incertidumbre, pero Morgana, que notó su duda, se giró hacia ellos con una sonrisa amable.
"Imagino que estaréis pensando en cómo ocupar el tiempo estos días. Y aunque tenéis total libertad para disfrutar de las comodidades del palacio, sé que os gusta sentiros útiles y parte del equipo. Así que... ¿qué os parecería ayudarme con la traducción del grimorio que me habéis traído?"
"¡Ah! ¡Eso suena genial!" exclamó Lily, animándose de inmediato.
"Entonces deberíamos ir a buscar el libro a la aeronave," dijo Theo, sonriendo con entusiasmo.
"¡Pues no perdamos tiempo!" añadió Morgana con una sonrisa, dándose la vuelta para guiarlos.
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Dimensión de Cecily
La joven caminaba lentamente, con la mirada perdida, por un yermo seco y desolado, sin apenas rastro de vida vegetal. El aire era denso, cargado de un silencio inquietante. De pronto, el suelo bajo sus pies comenzó a temblar ligeramente y, a pocos metros de ella, una figura emergió de la tierra, tomando poco a poco un aspecto antropomórfico.
"¿Este es mi tutor especializado?" murmuró Cecily, frunciendo el ceño.
Las orejas del ente adoptaron una forma puntiaguda, característica de los elfos, y su rostro fue adquiriendo rasgos cada vez más familiares. Hasta que la joven lo reconoció.
"¿Alphabeto?" exclamó, adoptando una postura defensiva al instante.
"Tranquila," respondió con voz serena. "Aunque represento una figura dolorosa en tus recuerdos, no soy él. Soy solo una proyección creada por esta dimensión, la que ha considerado que yo —o, mejor dicho, esta forma— es el mejor tutor para ti. No tengo sus ideales ni sus recuerdos. Mi única función es ayudarte a alcanzar tu máximo potencial."
Mientras hablaba, su cuerpo comenzó a envolverse en electricidad negra, hasta transformarse en la figura de un minotauro salvaje, cubierto de energía densa y agresiva.
"¿Es en serio...?" murmuró Cecily, entre resignada e incrédula.
"Lo es. Tu primer entrenamiento será aprender a prolongar la duración del modo Fenrir, pero mientras estás luchando activamente. Prepárate, porque no te lo pondré fácil."
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Dimensión de Ryan
El paisaje ante él era etéreo, envuelto en brumas suaves y con una luz cálida que parecía surgir del suelo. Una figura se manifestó con elegancia y calma frente a él. Y en cuanto sus ojos se encontraron, Ryan sintió cómo su corazón se hacía pedazos.
"¿Madre...?" susurró, con voz temblorosa, al ver a Zafira de pie, mirándole con dulzura.
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Dimensión de Hansel
"Tienes que estar de coña..." bufó Hansel, ocultándose tras una roca mientras esquivaba un potente tornado que casi lo arrastra.
Del otro lado del campo, una copia exacta de sí mismo lo atacaba sin descanso, usando su propia magia de viento con precisión quirúrgica.
"¿Mi mejor tutor... soy yo mismo?" gruñó, frustrado.
"Así es," respondió su doble con una sonrisa idéntica a la suya. "La primera fase de tu entrenamiento consiste en superar el miedo que le tienes a tu propio poder. Y nadie mejor que tú para enseñarte cómo hacerlo."
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Dimensión de Ashley
La joven observaba a su alrededor con el ceño fruncido, sin bajar la guardia. Y cuando la figura del tutor apareció ante ella, no pudo evitar entrecerrar los ojos, sorprendida.
"Vaya... de todas las personas que esperaba ver aquí... tú eras la última en la lista," suspiró Ashley. "Morgana."
"¡Jajaja! Créeme, yo tampoco me lo esperaba," respondió la figura con una carcajada familiar. "Pero recuerda, no soy la verdadera Morgana. Solo una manifestación creada por la reliquia para entrenarte. Y parece que tu entrenamiento inicial está enfocado en un poder que estás comenzando a despertar."
"¿Te refieres a las marcas naranjas?" preguntó Ashley, dando un paso al frente.
"Exacto. Si logras activarlas de nuevo... te revelaré qué es ese poder y cómo dominarlo. Pero primero, tendrás que ganártelo."
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Aeronave
Marco estaba en la sala médica, sentado junto a la camilla donde yacía Keipi. No pronunciaba palabra. Ni una. Sólo el sonido tenue de los aparatos mágicos monitorizando el estado vital del monje rompía el denso silencio. Marco lo observaba con unos ojos apagados, cargados de dolor y culpa. Sus pensamientos daban vueltas sin descanso, atrapados en un bucle infernal: el instante en que Thánatos le atravesó con su espada... los rostros de sus amigos, desconcertados ante su reacción de hace apenas una hora... y, sobre todo, el miedo en el rostro de Nicole.
"Soy un monstruo..." murmuró con un hilo de voz, más dirigido a sí mismo que a nadie.
"Kei... pi..." susurró entonces una voz femenina, etérea y conocida.
"¿Eh?" nuestro protagonista miraba a su alrededor. "¿Quién ha dicho eso?"
"¿Cómo? ¿Marco? ¿Puedes oírme?" preguntó la voz, con un matiz de sorpresa casi infantil.
"Claro que puedo... ¿quién demonios eres?"
"¡Esto es increíble!" exclamó la voz. "En todos mis años de vida nunca había presenciado algo igual. ¡Quizá esto sea la señal que necesitaba para salvar a Keipi!"
"¿Perdona?" dijo Marco, frunciendo el ceño. "No me estoy enterando de nada."
"¡Soy yo, idiota! ¡Priscilla!" respondió la voz, indignada pero aliviada.
Marco se levantó de golpe y se dirigió a la mesilla, donde descansaba la katana rota.
"¿Cómo? ¿No se supone que no podía oírte en este estado?"
"Correcto. Normalmente, mientras permanezco en mi forma rota, no debería poder comunicarme contigo. Pero por algún motivo que desconozco, la conexión entre nosotros se ha activado. Y, créeme, me viene de perlas. Porque... Keipi morirá en unas tres horas."
Marco palideció. "¿Qué...?"
"La energía mágica se le está agotando a una velocidad alarmante," explicó Priscilla con tono serio. "Y es por mi culpa. Estando en mi forma de katana y encima, rota, consumo el triple de energía. Su cuerpo no lo resistirá mucho más."
"Pero... ¡¿Qué hacemos?! Nicole no podría curarlo a tiempo. ¡Ni siquiera quiso intentarlo!"
"Tranquilo," dijo Priscilla. "Puede que suene como una locura, pero hay algo que podríamos intentar. Ahora que hemos establecido una conexión, quizás puedas activar la función de reparación."
"¿Reparación?"
"Las armas míticas como yo tienen un protocolo de restauración. Se llama Modo Reparación. El usuario puede restaurar la forma original del arma si supera una prueba forjada en el plano del Herrero Primigenio. Si lo logras, podré volver a ser una espada completa y tomar de nuevo mi forma de polluelo, liberando a mi amo del exceso de consumo mágico que eso le produce. Y sí podré transferirle mi propia energía mágica y mantenerlo con vida... hasta que alguien pueda curarlo por completo."
Marco tragó saliva. Estaba aturdido. Pero la determinación comenzó a encenderse en sus ojos.
"¿Qué tengo que hacer?"
"Aún no sé si esto funcionará, pero... agárrame por el mango y di en voz alta: ¡Activar Modo Reparación!"
Sin pensarlo dos veces, Marco obedeció.
"¡Activar Modo Reparación!"
Una luz intensa lo envolvió al instante, haciendo desaparecer la habitación médica a su alrededor. Cuando abrió los ojos, se encontraba en una dimensión completamente distinta.
Estaba dentro de una cueva profunda, iluminada tenuemente por piedras azules incrustadas en las paredes. La humedad era intensa, y el agua fría del suelo le llegaba a los tobillos. El silencio era casi absoluto, salvo por el eco de gotas cayendo en la distancia. Miró su mano... Priscilla ya no estaba.
"¿Priscilla?" llamó, girando sobre sí mismo.
"Lo siento, Marco. Para esta prueba no puedo manifestarme," dijo la voz, ahora resonando por toda la cueva como un susurro en el viento.
"No importa. Dime qué debo hacer. Si esto salva a Keipi, lo haré sin dudar."
"Bien..." Priscilla suspiró, con una mezcla de pena y resignación. "Verás... la prueba consiste en derrotar al anterior portador de mi cuerpo."
Marco frunció el ceño al notar algo raro en el tono de voz del arma mítica. "¿Y cuál es el problema?"
"El problema es que, si la prueba la hubiese hecho Keipi, se habría enfrentado a alguien distinto. Pero como has sido tú quien la ha activado... el sistema considera que el anterior portador es..."
Antes de que pudiera terminar, el agua a su alrededor comenzó a agitarse. Una figura emergió lentamente del fondo, levantando ondas que golpeaban las paredes de roca.
Los ojos de Marco se abrieron con incredulidad. "No puede ser..." susurró, retrocediendo un paso.
Frente a él, Keipi apareció, de pie sobre el agua, con una Priscilla completamente restaurada en la mano. Sus ojos, fríos y determinados, lo miraban fijamente.
"¿Tengo que derrotar a Keipi...?"
Continuará...
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