Sala médica de la Aeronave.
Marco le retiró la camiseta a Keipi para que Nicole pudiera examinarle la herida del pecho. Antes de aplicar su magia, ella frunció el ceño y dejó escapar una breve exclamación:
"¿Cómo es posible...?"
"¿Qué ocurre?", preguntó Marco, alarmado.
"Este chico... debería estar muerto", murmuró Nicole, sorprendida. "Es increíble que siga con vida..."
"Sí... Nosotros también nos quedamos en shock cuando lo descubrimos. Al parecer, su magia de agua lo mantiene con vida de forma inconsciente, pero depende por completo de la energía mágica que le queda", explicó Marco. "Por eso tenía tanta urgencia por salvarlo."
Nicole asintió, comprendiendo la gravedad del caso.
"¿Tiene solución?", preguntó él.
"Sí. La tiene", respondió con seriedad. "Mi magia sanadora no es milagrosa, por desgracia. Tardaré un par de horas en cerrar del todo la herida, porque es bastante profunda y requiere mucha precisión. Después de eso, tendré que estabilizarle el pulso."
"¿Necesitas ayuda?", se ofreció Marco.
"No, puedo encargarme sola", respondió Nicole, segura. "Si quieres, sal un rato y busca a tus amigos. Imagino que después de todo lo que ha pasado... tendrás cosas que decirles. En cuanto acabe con esto, te avisaré."
"E-Está bien...", respondió Marco, antes de cerrar lentamente la puerta tras de sí.
Se quedó quieto unos segundos en el pasillo, luego soltó un suspiro apagado y alzó la vista hacia el techo.
"¿Qué debería decirles...?", murmuró, lleno de dudas.
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El sol ya se había ocultado por completo, y habían pasado dos horas desde que Nicole comenzó la operación. Durante ese tiempo, Marco permaneció sentado en el pasillo, dándole vueltas a cómo disculparse con sus compañeros. Había ensayado palabras, frases enteras... pero seguía sintiendo miedo. ¿Y si no le perdonaban?
Viendo que la operación mágica iba para largo, decidió dar un paseo por las instalaciones del palacio, con la esperanza de encontrar las respuestas que no hallaba sentado. Después de ver sus caras cuando perdió el control, no sabía cómo iban a reaccionar... Pero tras aquella charla con Keipi durante el enfrentamiento, tenía claro que era algo que debía hacer.
"No encuentro... las palabras adecuadas", murmuró, dejándose caer en un banco del patio.
"¿Qué ocurre?" preguntó una voz familiar a su espalda.
"¡Uah!" exclamó Marco, dando un respingo. "¿Cuándo apareciste?"
"Jajajaja", rió Morgana mientras se sentaba a su lado. "Terminamos por hoy de traducir el grimorio, y al salir a tomar un poco de agua te vi deambulando con cara de preocupación y decidí acercarme."
"Pues vaya susto, tía..." suspiró Marco.
"Perdona, perdona", dijo entre risas. "Debo decir que me alegra verte con mejor humor. Supongo que apareció la línea temporal en la que te permitieron activar la prueba del modo reparación de Priscilla, ¿no?"
"Me sorprende lo que sabes… Creo que jamás me acostumbraré a tu poder", murmuró Marco. "Pero sí... Aunque no tengo ni idea de por qué me permitieron hacerlo, si ni siquiera soy el dueño del arma."
"Pero eres el emperador, y Keipi es tu paladín. Es muy distinto cuando hay esa clase de vínculo", explicó Morgana. "Existen registros antiguos en los que otras personas muy cercanas al portador también pudieron realizar la prueba del Herrero Primigenio."
"Me alegra saber que soy lo bastante cercano a Keipi como para poder hacer esa prueba en su lugar", suspiró con una sonrisa. "Pero... también he oído hablar de eso recientemente. ¿Quién es ese Herrero?" preguntó Marco, con curiosidad.
"Es la deidad más venerada en Akitazawa. Fue él quien creó las armas míticas que hoy nos acompañan a los mortales", respondió. "Se desconoce por qué las forjó, y como es una divinidad del pasado, mis habilidades no me permiten conocer su historia por temas de privacidad. Lo único que se sabe es que murió hace siglos. Pero tampoco puedo confirmarlo."
"Entiendo... No tenía ni idea", admitió nuestro protagonista.
"Es normal", dijo Morgana con dulzura. "Pero ahora lo importante es que lograste reunirte con tu mejor amigo en aquella dimensión, y gracias a sus palabras volviste a ser tú. Sin embargo, pese a ello te noto cabizbajo. ¿Qué es lo que te preocupa?"
"Seguramente ya lo sepas. Habrás visto el futuro, ¿no?", dijo Marco con una sonrisa resignada.
"Claro, sé todas las cosas que pueden pasar a partir de aquí… Pero aun así, si quieres mejorar como persona, tienes que empezar a hablarlo. Que salga de ti. ¿No crees?", dijo acariciándole suavemente la espalda.
"Tienes razón." el emperador asintió. "La verdad es que... no encuentro las palabras para disculparme con mis amigos. Fui un completo imbécil esta mañana..."
"Lo entiendo", dijo ella, pensativa. "Pero no necesitas buscar las palabras perfectas, Marco. Lo que tienes que decirles es lo más puro y sincero que sientas aquí", dijo, tocándole el pecho. "No hace falta encontrarlo, porque ya lo tienes dentro. Así que, no temas."
"¿Y si no me perdonan?", preguntó con un nudo en la garganta.
"¿No son tus amigos? ¿Por qué dudarías de ellos?"
"Es verdad... Ellos..." dijo, recordando las aventuras en las que poco a poco se habían convertido en sus paladines. "Ellos me escucharán."
"Eso es", afirmó Morgana con una sonrisa. "Y si te das prisa, llegarás justo antes de que termine su entrenamiento. Están en la sala al final del pasillo que tenemos a la espalda, a la izquierda."
Marco se puso en pie con determinación.
"Gracias. ¡Eso haré!" exclamó, saliendo a toda velocidad.
Morgana lo siguió con la mirada, sonriente.
"Este chico... realmente tiene alma de emperador. No me sorprende que Pythiria lo haya escogido", murmuró.
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Sala donde se encuentra Cassmin.
Los tutores especializados desaparecieron de sus dimensiones y, uno a uno, los protagonistas salieron para cenar y descansar antes de continuar al día siguiente. Sin embargo, al llegar, se sorprendieron al ver quién les esperaba.
"Marco..." dijo Ashley, con su brazo aún escayolado.
"Hola, chicos." sonrió él.
"Te ves mucho mejor... ¿Qué ha pasado?" preguntó Hansel, visiblemente sorprendido.
"Es una larga historia, pero he conseguido que Nicole acceda a sanar a Keipi. Lleva ya un par de horas curándolo."
"¡Qué bien!" exclamó Ryan con alivio. "Sabía que ese tío no podía morir tan fácilmente."
"Menos mal..." suspiró Cecily. "Prometimos volver juntos a Phaintom en el futuro para disfrutar otra vez del espectáculo de las dos ratas que bailaban flamenco."
"¿Las qué?" preguntó Ashley, confundida.
Marco se adelantó y les interrumpió suavemente:
"Oye, chicos... Quiero deciros algo."
"¿Qué ocurre?" preguntó Hansel, atento.
"Durante este tiempo, me vi envuelto en una prueba inesperada... una en la que me enfrenté a Keipi", comenzó a narrar. "Mientras luchábamos, hablamos. Y él me hizo ver las cosas desde una perspectiva que nunca había considerado. Gracias a ese momento... también logré reparar a Priscilla."
"¿Cómo?" dijo Ashley, sin entender del todo.
"Claro... La prueba del modo reparación puede realizarse si tienes un vínculo fuerte con el dueño del arma", aclaró Hansel. "Y eso explicaría tu enfrentamiento con Keipi, y la restauración de su compañera."
"Qué listo eres." comentó Cecily, mirándolo con una sonrisa.
"Sí... Y durante ese tiempo comprendí algo importante", continuó Marco, bajando el tono de voz. "Me obsesioné tanto con el rol de emperador, con querer ser perfecto y no mostrarme vulnerable... que olvidé cuidar de mi mente y de mi corazón. Me fui llenando de inseguridades, de miedos y de un dolor insoportable."
Los demás lo escuchaban en silencio.
"Lo que ocurrió en Phaintom, con aquellos dos guerreros... me sobrepasó. Perdí la cordura. Estallé", confesó. "He cometido muchos errores. Y me he comportado como un imbécil con vosotros. No os merecíais ese lado de mí."
Guardó un breve silencio antes de continuar, con la voz temblorosa.
"Soy inseguro. A veces tengo miedo de lo que nos depara el futuro. Y no sé si soy el emperador que todos esperan. Pero en mi intento de ser perfecto para cumplir ese papel... olvidé lo más importante: ser un buen amigo. Por eso... os pido perdón. De todo corazón."
Agachó la cabeza, con humildad.
"No tienes que disculparte, Marco", dijo Ashley con ternura.
"Es verdad. Estábamos preocupados por ti, pero entendimos tus reacciones", añadió Cecily.
"Aunque sí es cierto que eres un cabezota que intenta aparentar que todo está bien", intervino Ryan, medio sonriendo. "Pero no siempre tienes por qué serlo... Ábrete con nosotros cuando lo necesites, tonto del culo."
"Fingieras estar bien o no", dijo Hansel, dando un paso al frente, "el que me tendió la mano cuando no tenía a nadie y me ayudó a emprender este camino en busca de mi hermano... fue el verdadero Marco. El que todos admiramos y respetamos."
"No temas mostrarte vulnerable", añadió Cecily. "Eso no te hace débil... te hace humano."
"Exacto", remató Ashley con firmeza. "Aunque en tu caso sería que te hace elfa."
"Gracias, chicos..." murmuró Marco, con una de sus sonrisas más sinceras.
De pronto, Lily y Theo irrumpieron en la sala, jadeando de emoción.
"¡Chicos!" exclamaron ambos a la vez.
"¿Q-Qué pasa?" preguntó Marco, alarmado.
"¡Es Keipi! ¡Ha despertado!" dijeron, radiantes de alegría.
"¿Cómo?" exclamaron todos al unísono, sorprendidos.
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Todos entraron apresurados a la habitación, quedándose completamente atónitos al ver a su compañero sentado sobre la cama médica. Priscilla reposaba tranquilamente en su cabellera, y a su lado, Nicole terminaba de aplicar su magia para estabilizarle el pulso.
"Ke-Keipi..." murmuró Marco, con los ojos llenos de lágrimas.
"¡Está vivo!" dijo Ashley, llevándose la mano a la boca y mordiéndose el labio para contener el llanto.
Al oír su nombre, el monje giró la cabeza con cierta sorpresa. Al ver a sus amigos allí, sonrió con su habitual expresión despreocupada.
"Estoy vivo, perras." dijo sonriente.
Continuará...
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