Dos días después del despertar de Keipi.
El grupo principal seguía entrenando durante horas en sus respectivas dimensiones, mientras que Marco se había prometido a sí mismo esperar a que el monje recibiera el alta para retomar su ritmo habitual.
Ahora mismo, nuestro protagonista se encontraba en la sala médica, aguardando el informe diario de Nicole. La sanadora estaba evaluando el estado de Keipi con su magia curativa, una luz dorada emanando de su mano, que descansaba sobre el pecho desnudo del monje.
Tras unos segundos, Nicole la apartó, soltó un leve suspiro... y sonrió.
"¿Y bien?", preguntó Marco, expectante.
"El corazón..." comenzó ella, haciendo una pausa dramática, "está completamente sano. La herida ha cicatrizado perfectamente y el flujo sanguíneo vuelve a ser normal sin necesidad de su magia acuática. Así que... enhorabuena: tienes el alta."
"¡Jajajaja! Muchas gracias por tu trabajo", respondió Keipi con su sonrisa despreocupada de siempre, mientras el polluelo dormía plácidamente en su cabellera. "Y gracias a ti también, Marco. Priscilla me contó que recuperó su forma gracias a tu esfuerzo."
"No fue nada. Por ti haría lo que hiciera falta. Y lo sabes", dijo con sinceridad.
"Si me permitís, yo me retiro por ahora", intervino Nicole con una sonrisa relajada. "Ya os he curado todo lo que podía en estos días, así que creo que me merezco un buen pastel y una siesta de campeonato."
"Ah, espera", dijo Marco de pronto.
Nicole se giró y, sin más, él se acercó y la abrazó.
"Gracias. De verdad", murmuró con voz baja y sincera. "Te estaré eternamente agradecido."
La sanadora, ligeramente sonrojada, notó que no había ninguna segunda intención en ese gesto, solo gratitud pura. Así que correspondió al abrazo.
"No fue nada...", murmuró. Luego, con una sonrisa algo nerviosa, añadió: "Pero no te acostumbres, ¿eh? No siempre voy a estar ahí para salvaros."
"Claro que no", respondió Marco con una sonrisa suave.
Nicole se marchó entonces, cerrando la puerta tras de sí. Marco se quedó un momento mirando el lugar por donde se había ido, aún sonriendo.
"Jajajaja, ¿te gusta?", preguntó Keipi, con tono travieso.
"¿Q-Qué dices?", exclamó, totalmente sonrojado.
"Es que ese abrazo ha sido tan de enamorado… que casi saco las palomitas", bromeó el monje con una risita.
"¡C-Cállate!" Marco se lanzó encima de él para callarlo a la fuerza.
"¡Jajajaja! Pues hacéis buena pareja", siguió Keipi entre risas, mientras nuestro protagonista le daba suaves golpes, más por vergüenza que por enfado.
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Dimensión de Ashley.
Gracias a Nicole, nuestra protagonista sanó los huesos rotos de su brazo y así, pudo centrarse de lleno en el entrenamiento que Morgana le había propuesto. Sin embargo, durante estos días, concentró todos sus esfuerzos en activar las marcas anaranjadas que utilizó para derrotar Cassandra… sin obtener ningún resultado.
"Joder..." exclamó, dejándose caer al suelo tras horas de intentos fallidos. "¿Qué demonios hice en aquel momento para que aparecieran esas marcas?"
Mientras respiraba con pesadez, repasaba en su mente cada segundo de la intensa batalla contra la altargate de las ilusiones, buscando alguna pista, algún destello que le indicara el camino. Pero la respuesta seguía escapándosele.
"Yo... me sentía inferior a mis compañeros", pensaba. "Marco y Keipi me ayudaron mucho cuando nos conocimos. Desde que viajamos juntos, no he dejado de verlos crecer sin parar. Y aunque yo también he hecho de todo para mantener mi título de la más fuerte... siento que, a su lado, siempre voy un paso por detrás."
De un salto, se puso de pie y alzó la vista hacia el sol anaranjado que iluminaba la dimensión. A lo lejos, la falsa Morgana la observaba en silencio, sentada sobre una roca.
"Yo no quiero quedarme atrás. Quiero andar a su lado. Quiero ser tan fuerte como ellos y para eso... ¡necesito entender este poder!" gritó cerrando los ojos, comenzando a liberar su energía mágica de forma descontrolada. "Es verdad... tanto Kei como Marco controlan su energía con precisión, pero la mía... la mía siempre brota sin control..."
Morgana sonrió ampliamente. Había dado con la clave.
Ashley empezó a concentrarse. Intentó que el flujo de su energía mágica fuera más regular y estable. Le llevó varios minutos, su cuerpo temblaba por el esfuerzo, pero al final... lo consiguió. Las marcas anaranjadas comenzaron a resurgir en sus piernas, brillando con intensidad y permaneciendo mucho más tiempo que en la batalla contra Cassandra.
"¡Lo logré!" exclamó con una sonrisa fatigada, mientras el sudor le recorría el rostro por el agotamiento físico y mental.
Morgana se levantó, aplaudiendo con calma. "Bien hecho", dijo con tono orgulloso. "Tal y como prometí, es hora de que descubras un poco más sobre ese poder."
"¡Eso es lo que estaba esperando!", respondió Ashley, aún jadeando.
"Los magos potenciadores físicos, como tú, nacen con las marcas de Heracles grabadas en lo más profundo de su corazón. Estas se activan con el tiempo, cuando el portador es capaz de regular el flujo de su energía mágica", explicó Morgana.
"¿Entonces cualquier mago como yo puede hacerlo?", preguntó Ashley, intrigada.
"Sí... aunque no es tan sencillo. Los potenciadores físicos nacéis con una energía mágica desbordante y salvaje, por lo que os cuesta el triple lograr un control adecuado. Pero si lo conseguís, podéis despertar las marcas que ahora brillan en tus piernas. Cada usuario tiene un diseño y color únicos."
"Ya veo... Cuando estaba en aquel estado de muerte aparente, conseguí que mi energía dejara de desbordarse inconscientemente... por eso se activaron", recordó Ashley.
"Exacto", confirmó Morgana. "Ahora, cada vez que concentres tu energía, podrás hacerlas aparecer. Pero aún existen dos niveles más de liberación que requieren un dominio mucho mayor, así como aguante físico y mental. Te costará bastante alcanzar las siguientes fases de Heracles."
"Entiendo... ¿Y no vas a entrenarme para eso?"
"No", respondió Morgana con serenidad. "Mi objetivo a corto plazo no es llevarte a la segunda fase, sino que domines por completo la primera. Mira tus piernas."
Ashley bajó la vista. Las marcas habían desaparecido. "¿Eh? ¿Cómo…?"
"No es algo tan simple como mascar un chicle", dijo Morgana con una media sonrisa. "Requiere un aprendizaje constante, como cuando aprendiste a caminar. Pero no te preocupes: ese hombre al que os enfrentasteis, el que también era un potenciador físico, solo domina la primera fase. Si me haces caso, en la revancha que tanto deseas… tendrás muchas más posibilidades."
Ashley apretó los puños con fuerza. "Tienes razón... ¡Entréname, por favor!"
"En ese caso..." dijo la falsa Morgana con una sonrisa afilada, "pasemos a la segunda fase del entrenamiento."
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Sala de Cassmin.
Morgana, la original, había dejado a Theo y Lily trabajando en la traducción del grimorio, mientras recibía a Marco y Keipi para comenzar sus respectivos entrenamientos. Allí, les explicó brevemente en qué consistía la reliquia y lo que sucedería una vez cruzasen los portales.
"Entonces, ¿tenemos que pasar por distintos, no?" preguntó Marco.
"Sí", respondió Morgana. "Sin embargo, me temo que Keipi tendrá que esperar un poquito más."
"¿Eh? ¿Y eso?" preguntó el monje, sorprendido.
"¿Es porque aún no está del todo recuperado?" añadió Marco, visiblemente preocupado.
"En absoluto. Está en perfecto estado", aclaró Morgana. "Pero este entrenamiento no es el más adecuado para él. Debería centrarse en perfeccionar sus habilidades y trabajar en activar el Kami que reside en su interior. Por eso, llamé a una de mis mejores aliadas para llevarlo al siguiente nivel."
"¿Una aliada?" repitió Marco.
"Vaya", dijo una voz femenina desde la puerta. "Cuando apareciste en mi casa con una de tus proyecciones astrales y me pediste que volviera para entrenar a un guerrero de Akitazawa, lo último que imaginé fue encontrarme con Keichiro."
Al girarse, ambos vieron a una joven de cabello ligeramente rosado, con unos auriculares colgando del cuello y una piruleta en la boca. Vestía una camiseta oversize y unos pantalones vaqueros asimétricos: una pierna larga, la otra corta. A su lado, avanzaba un enorme oso polar con una cicatriz en el ojo izquierdo.
"¿Yumeki Kasano?" exclamó Keipi, incrédulo.
"¿La conoces?" preguntó Marco.
"Por supuesto", respondió Keipi. "Cuando era pequeño y vivía con mi familia en Akitazawa, era conocida como la niña prodigio. Con solo tres años fue elegida por Frost, el arma mítica glacial... que es ese oso que la acompaña. Además, se saltó varios grados y entró en la milicia de Akitazawa a muy corta edad."
"Así es", dijo la joven, sacándose la piruleta de la boca. "Y yo siempre estaba en ese parque donde Takashi y tú competíais por ver quién hacía más ruido. Os recuerdo con mucha ternura... y me alegra ver lo guapo que te has vuelto."
"Gracias... supongo", respondió el monje, sin saber muy bien cómo reaccionar.
"Sin embargo..." Yumeki apareció de pronto frente a él, lo agarró del cuello y lo lanzó como si nada hacia una de las dimensiones vacías. "...sigues siendo muy débil."
"¡Keipi!" gritó Marco, alarmado.
"Yo me ocupo de él", dijo Yumeki, entrando tras el monje junto a Frost. "No saldrá de aquí hasta que logre hacer algo con el Kami. Y asegúrate de que no aparezca el maestro de esta dimensión, ¿me oyes, Morgana?"
"Sí, sí..." murmuró la portadora de la deidad mientras comenzaba a ajustar la reliquia. "Ahora me encargo."
"¿Estará bien?" preguntó Marco, aún preocupado.
"Claro", respondió ella con una sonrisa confiada. "Tú ocúpate de lo tuyo. Yumeki es de fiar."
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Poco después.
Marco cruzó el umbral hacia su dimensión de entrenamiento. Un aire cálido y denso le envolvió de inmediato, y el suelo crujió bajo sus pies con una textura arenosa. A lo lejos, el silencio absoluto.
De repente, un cúmulo de arena comenzó a agitarse violentamente, elevándose en espiral. Grano a grano, fue moldeándose hasta formar una silueta humana que se materializaba con una precisión inquietante.
Marco entrecerró los ojos, desconcertado... y entonces lo vio con claridad.
"No fastidies..." susurró, dando un paso atrás. "Tú eres el de las fotos que me enseñó Lily."
La figura dio un paso adelante. Su cabello dorado caía con elegancia sobre sus hombros, y vestía como un rey de las leyendas: sobrio, impecable, con una presencia que imponía sin esfuerzo. Una leve brisa levantó su capa mientras sonreía con calma.
"Podría ser", respondió, con voz firme y refinada.
Marco tragó saliva. El corazón le dio un vuelco. "Eres... el emperador Baltasar."
"Ni más ni menos", afirmó el hombre, clavando en él una mirada tan profunda como serena.
Continuará...
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