lunes, 19 de mayo de 2025

Ch. 143 - La iglesia de Yumeith

Accuasancta, Palacio Real

Junto a la majestuosa iglesia en honor a Yumeith se erige el sagrado Palacio Real, un lugar imponente donde reside Aspasia, líder del culto, junto a sus guardianes: los ocho Apóstoles del Génesis. Ahora que Thanatos y Kinaidos habían regresado con éxito, se había convocado una reunión especial en el panteón principal.

Aspasia se acomodó en su trono con serenidad, mientras los apóstoles iban llegando uno a uno para ocupar su lugar en la gran mesa circular que presidía la sala. Como era costumbre, a su lado estaba Anaxandra, su hija, quien no compartía del todo los ideales de su madre, y Gretel, su nuevo "invitado", cuya expresión vacía delataba el lavado cerebral al que había sido sometido.

La primera en entrar fue la enigmática guerrera conocida como Panoplia, cubierta de pies a cabeza con su armadura reluciente. Poco después, apareció un joven de belleza etérea: piel blanca como la leche, melena dorada como la aurora y ojos rojizos que brillaban con una malicia encantadora. Era Aima, un vampiro que se había convertido en devoto del Mesías y que desde entonces protegía con fervor a la santa Aspasia.

"Qué calor hace", murmuró Panoplia.

"Pues quítate la armadura, hija", respondió Aima con una sonrisa burlona, mientras ajustaba su corbata negra sobre una camisa azul impecable.

En ese momento, Pantera hizo su entrada. El imponente hombre bestia, de pelaje negro y ojos afilados, caminó con porte majestuoso hasta su sitio. Estaba de mal humor.

"Por favor, ¿es que no podéis guardar silencio un solo minuto?" gruñó al sentarse, cruzando los brazos con visible irritación.

"Qué desaborío eres, hijo mío", comentó con una carcajada Phoné, una mujer de unos cincuenta años, piel morena y un estilo extravagante: vestía como una rapera callejera y sus rastas tocaban el suelo. Siempre llevaba un micrófono colgando del cuello como si fuera una joya sagrada.

"No eres la más indicada para hablar", le replicó Pantera con un suspiro. "Eres, sin lugar a dudas, la más molesta de todos."

"¡Jajaja! Es que no le sabes a la vida, colega", respondió Phoné, dejándose caer en su asiento con desparpajo.

"Eso, tía chula, díselo al pulgoso", intervino Aima, riéndose por lo bajo.

De pronto, un golpe seco de bastón cortó la charla como un trueno. Todos los presentes guardaron silencio y se giraron hacia la entrada. Sophia, otro de los apóstoles, había llegado. Se trataba de un anciano calvo, con un bigote impecablemente recortado, un monóculo reluciente y un aura de sabiduría imponente. Avanzaba lentamente en su silla de ruedas, empuñando un bastón con ambas manos.

"Por favor, soy el rey del conocimiento", dijo con tono cansado, "y mi mente necesita descansar un poco en el bendito silencio." Suspiró con teatralidad. "Estoy del lado de Pantera. Sois demasiado ruidosos a todas horas. No comprendo cómo nuestra señora Aspasia es capaz de soportaros."

El siguiente en entrar fue un hombre descalzo, con los pies ennegrecidos por la mugre. Su aspecto era el de un mendigo errante: ropa harapienta, aliento a vino barato y una nube invisible de hedor que parecía seguirlo a todas partes. Aun así, su fervor inquebrantable y sus habilidades con la espada conquistaron el corazón de Aspasia, quien lo eligió como uno de los ocho apóstoles.

Su nombre era Xiphos. Siempre llevaba consigo una botella de vino y seis espadas relucientes cruzadas a la espalda, que contrastaban de forma absurda con su aspecto desaliñado: eran lo único que mantenía perfectamente limpio y pulido.

Sin pronunciar una sola palabra, se dejó caer en su asiento, unció el tapón de su botella y dio un largo trago, ante las miradas incómodas de algunos de sus compañeros.

"Y pensar que este apestoso es uno de los nuestros..." suspiró Aima con elegancia forzada, tapándose la nariz con dos dedos.

"Ya te digo, pero hay que tener paciencia, bro", comentó Phoné con media sonrisa.

"Sea como sea, ya solo faltan los dos apóstoles que enviamos", apuntó Pantera, apoyando un codo en la mesa.

"No habrá que esperar mucho más. Puedo sentir la sed de sangre de Thanatos aproximándose", añadió Panoplia, sin moverse un milímetro.

Y en ese momento, la puerta se abrió de una patada. Kinaidos hizo su entrada con teatralidad brutal, atrayendo todas las miradas hacia él. Caminó hasta la mesa sin pronunciar palabra, y arrojó con desdén el cuerpo de una joven esposada de pies y manos: Nathalie. Su silueta temblorosa cayó sobre la superficie de mármol con un golpe seco. Justo después, lanzó también una esfera sellada, que rodó hasta detenerse justo en el centro de la mesa.

"¿Q-qué es esto?", preguntó Aima, entornando los ojos.

"¿Y esta tía?", añadió Pantera, frunciendo el ceño. Xiphos, sobrio por una vez, la observaba con atención.

"No... no es humana. Es un demonio", murmuró Sophia con voz rasposa.

"¿Qué está pasando aquí?", exigió Aspasia, ahora visiblemente molesta por la falta de protocolo.

Anaxandra no podía apartar la vista de la joven capturada. Desde su posición al lado del trono, se preguntaba quién era esa chica... y por qué algo en ella le transmitía tanta fragilidad.

"¿Quién es ella?", pensó, con el ceño fruncido. El miedo inocente en los ojos de la prisionera removía algo dentro de ella.

Fue entonces cuando Thanatos dio un paso adelante. Se arrodilló ante Aspasia con solemne respeto, y luego se incorporó para explicar la situación.

"Esta mujer aquí presente es una semi-demonio. Fue criada por el sabio Juju, quien, como sabéis, murió recientemente a manos de los altargate", explicó con voz grave. "Juju era el protector del Nuevo Testamento... y antes de su muerte, confió su legado a esta muchacha, su nieta adoptiva."

"¿Es la nieta?" preguntó Pantera, mirándola con una mezcla de sorpresa y escepticismo.

"S-Sí...", respondió Nathalie con voz temblorosa.

"Vaya, vaya..." murmuró Phoné, cruzándose de brazos, como si acabara de empezar el verdadero espectáculo.

"Sin embargo, en contra de todo pronóstico, la reliquia que tanto ansiamos está sellada con una escritura antigua que no hemos logrado descifrar", aclaró Thanatos, con voz firme.

"¿Y qué pinta esta chica aquí?" preguntó Aima, señalando a Nathalie con desdén.

"No tenemos confirmación de que la reliquia esté realmente dentro. Si resulta ser un fraude... pagará con su vida", respondió fríamente Kinaidos.

"Sí... ese fue el trato para que dejaran a mis amigos en paz", murmuró Nathalie, alzando lentamente la mirada. Pero, al hacerlo, se quedó paralizada. "N-No puede ser..."

"¿Qué ocurre?", inquirió Pantera, alzando una ceja.

"¿E-Eres el hermano de Hansel?", preguntó, mirando fijamente a Gretel.

Todos giraron hacia el peliverde, que no mostró reacción alguna. Su rostro era el de una marioneta vacía, sin el más mínimo rastro de conciencia.

"No te responderá", intervino Aspasia con voz apacible pero firme. "Es una pieza fundamental para nuestros fines. Por eso lavamos su mente y lo dejamos en pausa... para asegurarnos de que no interfiera."

"¡Eso es inhumano!" exclamó Nathalie, indignada.

Antes de que pudiera decir más, Pantera la agarró violentamente por la cabeza y la estrelló contra la mesa.

"No alces la voz ante nuestra señora", siseó con los ojos encendidos de furia. Su aura asesina impregnó el aire.

"P-Perdón...", balbuceó la semi-demonio, atemorizada.

"Sea como sea...", dijo Thanatos, dando un paso hacia adelante, "viendo que tienes algún tipo de lazo con ese muchacho, quizás podamos llegar a un nuevo acuerdo."

"¿Un trato más?", preguntó ella, respirando con dificultad.

"Exacto. Eres la nieta de Juju... así que si nos dices cómo romper el sello y liberar el Nuevo Testamento, prometemos dejaros con vida a ti y al chico. ¿Está de acuerdo, maestra Aspasia?"

"Sin duda", respondió Aspasia sin pestañear. "Cualquier paso que nos acerque a nuestro señor Yumeith será bienvenido."

Nathalie tragó saliva. Sabía que esa reliquia, en las manos equivocadas, podía traer un desastre... aunque ni siquiera ella entendía del todo su función. Sin embargo, la posibilidad de salvar su vida y la de Gretel era una carta demasiado valiosa. Marco y los demás la necesitarían viva.

"La... la forma..." empezó a hablar, con un hilo de voz.

De repente, Xiphos desenvainó una de sus espadas y colocó su afilada punta contra su cuello.

"Ni se te ocurra mentirnos. Noto el miedo en tu voz...", advirtió tras limpiarse con calma una gota de vino de la comisura de los labios.

"N-No... no iba a mentir..." murmuró, estremeciéndose.

"Continúa", ordenó Kinaidos con tono seco.

"La forma de romper el sello es... infundiéndole una enorme cantidad de energía mágica condensada", explicó. "Tanta... que ni siquiera mi abuelo habría podido hacerlo solo en un corto periodo de tiempo. El sello absorbe esa energía, y solo cuando se llena por completo, se rompe."

"¿Y si lo hiciéramos uno a uno?", preguntó Aspasia, analítica.

"Mi abuelo calculaba tres meses con todo su poder. A alguien de nivel promedio... le llevaría por lo menos un año."

"Eso es inaceptable", bufó Aspasia, visiblemente molesta.

"Pero... no hay otra forma", se defendió Nathalie. "Es una reliquia de un valor incalculable. No iba a tener una barrera común."

"Te creo..." dijo la sacerdotisa, entornando los ojos mientras se ponía de pie. "Y por eso mismo tenemos alternativas. Esta posibilidad fue contemplada desde el principio. Si no podíamos abrir el sello... pasaríamos a uno de los siguientes planes."

"¿¿Planes??", preguntó Nathalie, desconcertada.

"En efecto. Aspasia previó todo tipo de escenarios posibles", respondió Sophia con una sonrisa inquietante.

"Mis ocho apóstoles... Ha llegado el momento", dijo la madre superiora levantándose con los ojos encendidos de emoción. "Usaremos el estadio de Aphenea para reunir energía mágica de manera masiva. Procederemos con el plan número treinta y siete, que escribí hace unos meses... ¡El Majestuoso Torneo de Lucha de Aspasia!"

"Madre...", murmuró Anaxandra, cada vez más preocupada. Aquella locura parecía tomar forma real ante sus ojos.

"¿Torneo...?", preguntó Nathalie, aún aturdida.

"Exactamente", explicó Pantera con tono entusiasta. "Organizaremos un torneo de combate entre magos de todos los países cercanos. Pondremos un premio suculento, y el evento será dentro de un mes, para garantizar máxima difusión y participación."

"Con todos reunidos en el estadio...", añadió Sophia, "instalaremos un sistema de absorción mágica oculto. Su energía será canalizada directamente hacia la reliquia. Así llenaremos la vasija en una fracción del tiempo."

"Claro...", reflexionó Nathalie. "Usar la energía de muchos magos al mismo tiempo mediante absorción mágica... Es posible, pero... ¿no es extremadamente peligroso?"

Antes de que pudiera continuar, Aspasia alzó una mano con elegancia y lanzó una onda de energía sutil pero potente. Nathalie cayó dormida de inmediato al entrar en contacto con ella.

"¡Señora!", exclamó Thanatos, sorprendido por la repentina acción.

"La he dormido. Me estaba empezando a fastidiar", dijo Aspasia sin cambiar el tono de voz. "Ya nos ha dicho todo lo que necesitábamos."

"¿Y qué haremos con ella ahora?", preguntó Pantera, acercándose al cuerpo inconsciente de la demonio.

"Sophia...", ordenó la anciana. "Haz lo mismo que hiciste con el peliverde. Lávale el cerebro."

"¿En blanco?", preguntó la apóstol, dispuesta.

"No. Esta vez será diferente", dijo Aspasia con una sonrisa más siniestra. "En lugar de convertirla en un cascarón, transfórmala en una guerrera de élite al servicio de nuestra causa. Es un demonio, su potencial es innegable. Nos servirá mucho más como aliada que como prisionera."

"¡Como ordene, señora!", exclamó Sophia, ya preparando su magia.

"¡Ahora que todo está decidido… que dé comienzo la preparación del Majestuoso Torneo de Lucha de Aspasia!", proclamó la anciana con los brazos alzados.

"¡Sí, señora!", gritaron al unísono los ocho apóstoles.

En un rincón de la sala, Anaxandra apretó los puños con impotencia, luchando contra el impulso de intervenir.

"Tengo que impedirlo...", pensó con el corazón acelerado. "Si mi madre logra resucitar al Mesías, no restaurará el mundo como sueña... lo destruirá por completo. Porque ese ser... no es un ángel, como afirman las escrituras..."

"Él y Pythiria... son—"

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Un par de días después, en Femina.

Morgana estaba trabajando en la traducción del grimorio junto a Theo y Lily cuando una de sus trabajadoras irrumpió en la sala, visiblemente alterada, con un folleto en la mano.

"¡Majestad! Ha llegado...", dijo con la voz temblorosa, depositando el papel sobre la mesa.

"¿Qué es esto?", preguntó Lily, ojeando la hoja con curiosidad.

"Torneo de lucha...", murmuró Theo, leyéndolo desde su asiento. Frunció el ceño al avanzar en las letras pequeñas. "...Convocado en Accuasancta, la capital de Leafsylpheria. Premio millonario. Participación abierta a todos los magos."

Morgana se quedó en silencio por unos segundos, observando el documento con una mirada sombría. Luego habló, con un tono firme y helado.

"Así que ha comenzado... Ahora sí. Solo tienen tres semanas para hacerse más fuertes. Para cambiar el oscuro destino que se cierne sobre nosotros."

La sala quedó en silencio, como si el aire mismo se hubiese detenido.

Continuará...


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