La primera ronda del torneo había llegado a su fin, y gracias a Ashley, nuestros protagonistas lograron pasar a la segunda ronda sin ninguna dificultad. Además, tuvieron la oportunidad de conocer a quienes se perfilaban como sus mayores rivales en el bloque: el trío conocido como Hikari no Umi.
Aeronave
"Me pregunto... ¿qué clase de prueba nos tocará mañana?" preguntó Cecily, removiendo su plato con el tenedor.
"Sabemos que todo serán combates, fijo. Pero siempre les añaden alguna regla extra o cambian el formato para que el público no se aburra", comentó Lily, tumbada sobre la cabeza de Marco como si fuera un cojín.
"Eso también lo hace más entretenido para los que están viendo desde las gradas", añadió Ryan con naturalidad.
"Aunque es un poco aburrido para los que no participamos", murmuró Hansel, encogiéndose de hombros.
"Jajajaja, no es mi culpa que nuestros primeros rivales fueran tan debiluchos", se jactó Ashley, alzando su taza de café humeante con una sonrisa orgullosa.
"Esta tía..." sonrió Marco.
"¿Tenéis pensado hacer algo esta noche?" preguntó Cecily, curiosa, ahora que estaban terminando de cenar.
"Yo seguramente revise algunas cosas del dirigible. Quiero asegurarme de que el mantenimiento esté al día", respondió Theo con una sonrisa tranquila.
"En ese caso, déjame echarte una mano. No tengo nada mejor que hacer", dijo Ryan, uniéndose a la iniciativa del pequeño.
"Por mí, encantado", respondió Theo con gratitud.
"Lily y yo daremos un paseo por la ciudad para tomar el aire. Si alguien quiere venirse, está más que invitado", dijo Marco, estirando los brazos con pereza.
"Oh, entonces quizá me sume al plan", dijo Hansel, levantándose. "Pensaba salir un rato a la terraza, pero un paseo tranquilo también me viene bien."
"Pues bienvenido eres", añadió Lily guiñándole un ojo con picardía.
"Jo, pues a mí me apetecía ir a por un helado y sentarme en un parque a tomar el fresco..." suspiró Cecily, entre divertida y resignada.
"Oh, ¡pues a eso yo me apunto!", sonrió Ashley con entusiasmo.
"¿En serio?" se sorprendió la ladrona, ilusionada.
"¡Claro! Me encanta comer, jejeje", respondió Ashley con total sinceridad, sacando la lengua en broma.
"Hagáis lo que hagáis, no lleguéis tarde a casa", dijo Theo, adoptando un tono maternal. "Recordad que mañana tenemos que estar de vuelta en el coliseo antes del mediodía."
"¡Siiííí!", respondieron todos al unísono, entre risas.
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Más tarde.
Sentadas sobre el césped de un parque apenas iluminado por las farolas lejanas, Cecily y Ashley disfrutaban de sus helados: un polo de sandía y uno de fresa. Ninguna decía nada. Solo contemplaban el cielo estrellado en silencio, dejando que la brisa nocturna acariciara sus pensamientos.
"Oye..." murmuró de pronto Cecily, rompiendo el silencio. "Eres increíblemente fuerte, Ash."
"¿A qué viene eso ahora?" preguntó Ashley, sorprendida.
"Pues... me cuesta mucho admitirlo, porque te quiero un montón..." dijo la ladrona, con la voz temblorosa. "Pero... me da envidia verte. Verte pelear, ver cómo derrotas a los enemigos sin dudar... y cómo Marco confía tanto en ti."
"Hoy, cuando venciste a esos cuatro tipos, me alegré muchísimo por ti. Pero... muy en el fondo, había algo dentro de mí, algo ardiente y feo que me decía: ¿Por qué no puedes hacer tú eso? ¿Por qué no eres tú la fuerte?"
El polo de sandía empezaba a derretirse en su mano.
"¿Eso te lleva preocupando desde hace tiempo?" preguntó Ashley, más seria.
"Sí..." admitió ella con un suspiro. "Cuando entrenaba con mi tutor, soñaba con alcanzar tu nivel. Ser tan fuerte como tú. Sentir que los demás también podían confiar en mí... Pero después de lo de hoy, solo siento que sigo quedándome atrás."
De repente, la usuaria de la potenciación la abrazó por la espalda, sin previo aviso.
"A-Ash..." murmuró Cecily, sonrojada por la emoción del momento.
"Lo siento..." dijo en voz baja. "No soy muy buena para estas cosas... No sé cómo ayudar a la gente cuando está rota por dentro. No tuve muchas experiencias sociales antes de conocer a Marco y a Keipi."
"Está bien... no tienes que disculparte", respondió la ladrona con una sonrisa leve, aún sorprendida por el abrazo.
"Pero sí puedo decirte que entiendo cómo te sientes."
"¿Tú? ¿Cómo vas a entenderlo si eres super fuerte?" replicó ella, desconcertada.
"Puede que lo parezca, pero..." suspiró Ashley, aún abrazándola. "Marco es el emperador, y su poder crece cada día. Keipi despertó el Kami, y ahora es más fuerte de lo que imaginamos. Viendo cómo avanzaban, mis dos primeros compañeros, mientras yo me quedaba atrás... me sentí pequeña. Triste. Incluso ahora, que llevo las marcas de Heracles y he aprendido a dominarlas, todavía siento que no tengo derecho a caminar a su lado."
Cecily soltó una risa suave e inocente.
"Sí que se te dan mal las relaciones sociales..." dijo con cierta tristeza. "Porque ni siquiera nos has tenido en cuenta a los demás al comparar tu fuerza... Eso solo deja claro que nos ves débiles."
"Sí", respondió Ashley sin rodeos. "Es verdad. Nunca os he puesto al nivel de Marco o Keipi. Siempre os he visto como más débiles... pero eso no significa que no confíe en ti. Para mí eres una persona poderosa, alguien a quien le confiaría mi espalda sin dudar."
Cecily soltó una carcajada genuina.
"¡Ash! De verdad, se te da fatal hablar con la gente, jajaja."
"Pe-Perdón..." dijo Ashley, ruborizándose, apartándose un poco.
"No te preocupes." Cecily se limpió una lágrima sin querer. "Saber que confías en mí aunque no me veas igual de fuerte que tú... ya me alivia. Pero que sepas algo: voy a seguir creciendo. Lo suficiente para que un día reconozcas que estoy a tu nivel."
Se puso de pie con una sonrisa desafiante.
"Acepto el reto", respondió Ashley, incorporándose también. "Y espero que algún día, seamos recordadas como guerreras legendarias, como Shouri... y que nuestros nombres queden grabados en la historia."
"Ojalá." sonrió Cecily, alzando la vista al cielo estrellado una vez más.
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Calles de Accuasancta.
Marco, Lily y Hansel paseaban tranquilamente por las calles iluminadas, disfrutando del bullicio que llenaba cada rincón de la ciudad. Artistas callejeros tocaban música, hacían malabares o pintaban en directo, mientras los puestos de comida desprendían deliciosos aromas.
"Esta ciudad siempre está viva", comentó Marco, observando con una sonrisa el ambiente que los rodeaba.
"Ya te digo. Tiene un aire muy alegre", asintió Lily, también encantada con la atmósfera.
"Oh, mirad esos jarrones", dijo nuestro protagonista, deteniéndose frente a un puesto que exhibía unas piezas de cerámica finamente decoradas.
"No son para tanto, hombre", se burló Hansel con una sonrisa socarrona.
Pero entonces, algo cambió en su expresión. El joven se tensó de repente, como si una corriente invisible le recorriera el cuerpo. Miró alrededor con los ojos abiertos de par en par.
"Hansel... ¿Estás bien?", preguntó Lily al notar su reacción.
Hansel no respondió. Sus ojos se fijaron en una figura al fondo de la calle contigua.
"Gretel..." susurró.
"¡GRETEL!" gritó de pronto, echando a correr con todas sus fuerzas.
"¿Hansel?" exclamó Marco, sorprendido.
"¡Vamos tras él!" dijo Lily, y ambos salieron corriendo detrás del joven, que ya les sacaba varios metros de ventaja.
"¡Gretel! ¡Gretel, soy yo! ¡Escúchame!" gritaba Hansel, desesperado, persiguiendo la silueta de cabello verde que se deslizaba entre la multitud.
Pero en un momento, la figura giró hacia una calle lateral. Hansel la siguió de inmediato, pero al llegar… no había nadie.
"N-no puede ser..." murmuró, cayendo de rodillas sobre el suelo adoquinado, jadeando y con el rostro desencajado.
Lily llegó poco después. "¿Qué ha pasado? ¿Viste a tu hermano?"
"Pero... aquí no hay nadie..." dijo Marco, mirando a ambos lados, perplejo.
"O-os juro que lo vi... Lo juro..." dijo Hansel, derrotado, clavando la mirada en el vacío.
"Sí... Te creo, no te preocupes", respondió Marco con calma, ayudándolo a levantarse. "Pero ya es tarde, y centrarnos en esto sin saber qué ha pasado no va a ayudarnos ahora. Deberíamos descansar."
Hansel bajó la cabeza y asintió. "S-sí... Tienes razón. Volvamos a la aeronave. Mañana, después del torneo, pensaré con más claridad."
El grupo se alejó poco a poco de aquella calle, con el paso más lento que antes, cargando el peso de la incertidumbre.
Y mientras tanto, sobre la azotea de un edificio cercano, Gretel observaba en silencio la escena. A su lado, de pie como una sombra imponente, estaba Thanatos.
"Te dije que no debías salir a estas horas..." murmuró el Apóstol de la Muerte, sin apartar la vista del grupo. "Y menos aún sabiendo que tu hermano está por aquí."
"Lo sé", respondió Gretel con voz apagada y la mirada perdida.
"Menos mal que estaba patrullando y te encontré... Si Aspasia se entera de esto, nos mata a todos." Thanatos lo miró de reojo y suspiró. "Vamos, nos retiramos."
Acto seguido, lo cargó al hombro como un saco de patatas y desaparecieron en la noche.
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Palacio del clero, habitación de Anaxandra.
La joven ya se había puesto el pijama y estaba sentada en el borde de la cama, sumida en sus pensamientos.
"No me cabe la menor duda... Aquel chico de pelo verde era el hermano de Gretel", pensó, mirando sus propias manos con inquietud. "¿Debería decírselo? ¿Podrían ellos ayudarme a detener el alocado plan de mi madre?"
Con un suspiro cansado, se dejó caer hacia atrás y se tumbó sobre las sábanas.
"Da igual... Necesito descansar. No puedo seguir llenando mi mente con tantas dudas ahora", pensó, cerrando los ojos con fuerza. "Todavía hay tiempo. Lo pensaré con calma mientras mantengo las apariencias. Porque, aunque sea mi madre... si descubre que quiero detenerla... probablemente me matará."
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Al día siguiente.
Los fuegos artificiales estallaban en lo alto, pintando el cielo nocturno con destellos de mil colores. El segundo día del Majestuoso Torneo de Aspasia estaba a punto de comenzar, y todos los equipos vencedores del día anterior ya se encontraban reunidos en sus respectivas habitaciones, listos para afrontar el siguiente reto.
Como de costumbre, la imponente figura de Aspasia apareció en las gigantescas pantallas que adornaban el recinto, proyectando su presencia por cada rincón del coliseo. Su voz, pausada y firme, captó la atención de todos los presentes.
"Bienvenidos al segundo día del Majestuoso Torneo de Aspasia", anunció con una sonrisa enigmática. "La próxima ronda lleva por nombre: 'Del uno al cinco'."
El público guardó silencio, expectante.
"Se trata de enfrentamientos individuales: uno contra uno. El equipo que logre más victorias pasará a la siguiente ronda. Pero hay un giro especial", añadió, alzando la mano. En ella apareció un dado peculiar, con solo números impares: uno, tres y cinco. "Este dado determinará cuántos combates se llevarán a cabo en cada enfrentamiento entre equipos. ¿Será un combate único? ¿O una serie de cinco duelos consecutivos? ¡La suerte decidirá!"
Tras una breve pausa, su sonrisa se amplió.
"¡Que comience el segundo día de este maravilloso torneo!"
"¡SÍÍÍÍÍÍÍÍ!" rugió el público, completamente enardecido.
Continuará…
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