viernes, 6 de junio de 2025

Ch. 157 - Una larga noche

En uno de los restaurantes de Accuasancta.

Un joven miembro del clero, fácilmente reconocible por su túnica modesta pero impecable, acababa de terminar su cena. Pagó la cuenta con discreción, dejando una propina generosa que los camareros agradecieron con una inclinación de cabeza mientras él se santiguaba antes de marcharse. Salió del local con una sonrisa tranquila y el paso ligero, dispuesto a regresar a la iglesia antes de volver a casa a descansar.

La noche era fresca, silenciosa. El eco de sus sandalias resonaba suavemente sobre el empedrado de las calles.

Pero no caminaba solo.

Una silueta comenzó a seguirle a pocos metros, tan silenciosa como la niebla que empezaba a asentarse en la ciudad. Al principio, el clérigo no se dio cuenta, absorto en sus pensamientos… pero al doblar una esquina y escuchar con claridad el eco de unos pasos que no eran suyos, algo en su interior se tensó.

Apretó el paso.

Y la sombra también lo hizo.

Tragó saliva, los latidos golpeándole el pecho. Al llegar a una bocacalle, se desvió con rapidez y se escondió tras un contenedor metálico, esperando a que su perseguidor siguiera de largo.

El silencio volvió.

Segundos… luego, más segundos. Nadie pasaba. Nada.

El joven clérigo, inquieto, se inclinó para mirar más allá de su escondite, rezando en su interior para no ver a nadie. Pero antes de poder asomar del todo, una mano se cerró bruscamente sobre su cabeza desde atrás.

La fuerza era descomunal.

“Te vienes conmigo.” dijo una voz masculina, grave y contenida, a escasos centímetros de su oído.

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Dimensión de Cassmin.

Habían pasado un par de días desde que finalizaron el entrenamiento, y Keipi seguía inconsciente. Sus cuerpos desnudos, aún marcados por el desgaste del combate espiritual, estaban cubiertos con finos retazos de tela que apenas les proporcionaban abrigo.

Yumeki permanecía sentada junto a él, mirando el cielo infinito de aquella dimensión etérea. El silencio la envolvía, pero su mente bullía con recuerdos.

No podía evitar pensar en el momento exacto en que se enamoró del espadachín.

Desde pequeña, su nombre había resonado por todo el país: la niña prodigio, la genio de la espada, la futura revolucionaria. Admirada, temida, respetada... pero nunca comprendida. Nadie, salvo su familia, la trataba como una persona normal. Al final del día, podía estar rodeada de gente y aun así sentirse completamente sola.

Recordó entonces aquella tarde en el parque de su ciudad natal. Estaba sentada sola en un tobogán, con la mirada perdida, cuando un pequeño Keipi se le acercó con una sonrisa y la invitó a jugar con su amigo Takashi. Yumeki, sorprendida, se negó con timidez, casi con miedo. Pero en el fondo, aquella invitación la llenó de una calidez desconocida. Después de tanto tiempo, alguien la trataba simplemente como una niña más.

Movida por la duda, le preguntó si no le daba miedo estar con ella. Su nombre, después de todo, ya se mencionaba en boca de todos como el de una figura extraordinaria, casi inalcanzable.

Pero Keipi, con esa honestidad brutal que siempre lo ha definido, respondió que eso le daba completamente igual. Que no le importaba quién fuera, que no quería dejar que nadie estuviese solo.

Yumeki, tratando de mantener su escudo  mental, replicó que no se sentía sola.

A lo que el pequeño monje contestó, sin titubear: —Tus ojos dicen lo contrario.

Entonces le tomó de la mano con decisión, la levantó y la llevó corriendo a jugar con Takashi. Fue en ese momento, mientras reían en la arena, cuando su corazón cayó rendido ante él.

Ahora, años después, con la mente envuelta en esos recuerdos dorados, la Yumeki del presente oyó un leve ruido a su espalda. Se giró lentamente, conteniendo la respiración.

Keipi se removía, despertando poco a poco.

“¿Q-Qué pasó?” murmuró, desconcertado.

“Buenos días, capullo,” sonrió Yumeki, cubriéndose con una tela improvisada. “Por fin hemos terminado este entrenamiento.”

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Aeronave.

Eran altas horas de la madrugada cuando Ryan se despertó con la boca seca. Aprovechó la ocasión para ir al baño, hacer pis y tomar un poco de agua antes de volver a la cama.

Tras tirar de la cadena, un leve murmullo le llamó la atención. Procedía del salón principal. Al acercarse, se encontró con Marco, quien no había pegado ojo en toda la noche y se dedicaba a ver las repeticiones de las batallas del día de hoy.

"¿Estás viendo a Hikari no Umi?" preguntó Ryan, acercándose curioso.

"Sí..." asintió sin apartar la vista de la pantalla. "Tuvieron la mala suerte de enfrentarse en cinco rondas, pero lograron tres victorias consecutivas. Ganaron sin necesidad de continuar. Bastante impresionante, la verdad."

"Vaya, pensaba que estarías más preocupado por Hansel que analizando a nuestros oponentes de mañana", comentó el hijo de la dragona mientras se sentaba a su lado.

"Lo estoy... Pero ya que no puedo dormir, al menos quiero sacar algo de provecho. Necesito ver lo que pueden hacer nuestros rivales en combate."

"¿Y qué tal son?"

"Kanu es un especialista en hielo que usa un arco como catalizador. Futao, en cambio, es un lancero ígneo que se mueve con una agilidad bestial. Y en ambos se nota la influencia de su maestra, Shouri."

"Wow, estuviste atento entonces", le elogió Ryan.

"He visto su combate en bucle toda la noche", confesó Marco. "Y cuanto más lo veo... más claro tengo que Shouri es una guerrera legendaria. No sé si podré vencerla mientras lleve esta pulsera puesta."

"¿Tan fuerte es?"

"Sí. Todos los rumores sobre ella son ciertos. Su forma de manipular las rocas, su precisión, su dominio total de la energía mágica... Su nivel está en otra liga. No cabe duda: son los rivales más duros que vamos a tener en este torneo."

"¿Crees que tenemos alguna posibilidad mañana?" preguntó Ryan en voz baja.

"No soy muy bueno haciendo predicciones… pero creo que solo nos queda confiar en nuestras habilidades y darlo todo para alcanzar esa final", respondió Marco con determinación.

"Sí… pero dudo que lo consigas si pasas la noche en vela", dijo el hijo de la dragona, dándole un leve codazo. "Vamos a intentar dormir, aunque solo sea un poco."

"Tienes razón... Si sigo así, no estaré al cien por cien. Y realmente… quiero enfrentarme a ella."

"Jajaja, eso es. Si te pones así, yo también lucharé mañana", dijo Ryan con una sonrisa. "No pienso decepcionarte esta vez."

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??????

Cuando el clérigo abrió los ojos, lo primero que notó fue el frío. Estaba en una sala completamente a oscuras, atado de pies y manos a una vara de acero. Solo una luz tenue colgaba del techo, iluminando una silla frente a él.

En ella, sentado con expresión severa, estaba su secuestrador: Hansel.

"¿Q-Qué quieres de mí?" preguntó el hombre, aterrado.

"No pienso hacerte daño", respondió con voz firme. "Pero necesito que me respondas unas cuantas preguntas con suma sinceridad."

"¡No te creo! ¡Puedes matarme en cualquier momento!" sollozó el clérigo, con el rostro empapado de miedo.

Hansel cerró los ojos un segundo y alzó el tono, frustrado: "Escucha bien. ¿Conoces a alguien que se parezca a mí?"

La pregunta descolocó al clérigo, que comenzó a observarle con atención. Su rostro reflejaba confusión... y luego reconocimiento.

"C-Creo que sí..." murmuró, con la voz temblorosa.

"Se trata de mi hermano gemelo", reveló Hansel. "Lo perdí hace tiempo y desde entonces lo busco. Así que escúchame bien: necesito que seas completamente honesto. ¿Dónde lo viste por primera vez? ¿Y por qué está con vosotros?"

El clérigo tragó saliva, cerrando los ojos como si esperara el fin.

"No sé por qué está con nosotros, te lo juro... Pero sí lo he visto. Siempre iba acompañado de Anaxandra… la hija de Aspasia. Es también la presentadora del torneo."

Hansel abrió los ojos con sorpresa. "¿Esa tipa que nos presenta? ¿Anaxandra? ¿Ella lo conoce?"

"¡Sí! ¡Lo juro!" respondió el clérigo con rapidez. "Solo lo he visto dos o tres veces en total, pero en todas ellas estaba con ella. Nunca solo."

Hansel guardó silencio un momento. Sus pensamientos se agolpaban en su cabeza. Luego suspiró, y murmuró para sí:

"Tengo que hablar con esa chica…"

"¿Me vas a liberar? ¡Porque no te he mentido en ningún momento!" preguntó el clérigo, temblando.

Hansel hizo un leve gesto con la mano. Una ráfaga de viento cortante deshizo las cadenas que lo ataban. El hombre cayó al suelo y, sin pensarlo dos veces, corrió fuera de aquella oscura nave, presa del pánico.

Hansel no lo miró marcharse. Se quedó solo en la penumbra, con la mente nublada.

"Debo encontrarla", dijo en voz baja. "Tengo que hablar con esa tal Anaxandra."

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Afueras de Accuasancta, orilla del río.

El cuerpo inconsciente de Anaxandra flotaba entre las suaves corrientes, hasta que la marea la arrastró hasta la orilla. Su piel estaba pálida, su ropa empapada y teñida de sangre. Aunque débil, su corazón aún latía. Pero si no recibía atención pronto… moriría.

"Vaya… Parece que tenemos una herida grave por aquí", dijo una voz femenina, calmada pero alerta.

De entre la neblina surgieron tres siluetas, cubiertas con capas oscuras de telaje que se agitaban con el viento nocturno. Una de ellas se agachó junto al cuerpo de Anaxandra, examinando la herida profunda en su abdomen.

"Esto tiene mala pinta. Si no la tratas ya, se nos va en cualquier momento", comentó otra figura, también con voz de mujer.

"Voy." respondió la primera con rapidez. Se arrodilló sin dudar y colocó ambas manos sobre la herida. Un brillo cálido y verdoso emergió de sus palmas, iniciando un proceso de sanación.

Mientras la luz mágica comenzaba a cerrar lentamente el agujero sangrante, una carcajada ligera y despreocupada resonó entre ellos.

"Acabamos de llegar y ya nos encontramos con esto. Qué recibimiento tan animado", dijo un hombre con tono burlón.

El viento sopló con fuerza, agitando la capucha que ocultaba su rostro. Por un instante, la luna se asomó entre las nubes, iluminando una cicatriz horizontal que cruzaba su nariz.

El hombre sonrió, como si lo que acabara de ver confirmara que todo iba a ser más interesante de lo esperado. "Sí... Parece que este torneo y esta ciudad prometen bastante."

Continuará…

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