viernes, 13 de junio de 2025

Ch. 165 - Marco y Keipi

Una vez terminaron los combates del tercer día, nuestros protagonistas continuaron con la búsqueda de Hansel por toda la ciudad. Sin embargo, las horas pasaban… y no encontraron ni una sola pista.

El sol ya se había ocultado por completo, y Marco, fatigado, decidió comprar una lata de refresco antes de tomarse un descanso en uno de los bancos del parque. Con el grupo dividido en solitario para cubrir más terreno, solo podía esperar que alguno de sus compañeros hubiese tenido más suerte que él.

"Pfff… ¿Dónde se habrá metido este hombre?" murmuró, dejándose caer con desgana sobre el banco.

"¿Qué pasa? ¿Cansado?" preguntó una voz a su lado.

Marco se giró, sin prestar demasiada atención, mientras daba un largo trago al refresco. Pero al ver quién se sentaba junto a él… escupió de golpe la bebida, abriendo los ojos como platos.

"¡¿Kei?!" exclamó, limpiándose con la manga los restos de refresco en la cara. "¿Ya terminaste el entrenamiento?"

"¡Jajajaja! ¡Vaya cara se te ha quedado!" soltó Keipi entre risas. "Sí, regresé hace poquito. De hecho, estuve observando vuestros combates de hoy. Habéis mejorado muchísimo."

Marco le dio un puñetazo amistoso en el costado, refunfuñando con una mueca.

"Capullo. Podías haber avisado de que estabas de vuelta."

"Quería darte una sorpresa como esta. Así podría reírme un rato de tu reacción."

"Qué malo eres..." suspiró, sin poder evitar sonreír.

"Por cierto, estuviste increíble en tu combate contra Shouri", dijo Keipi con tono sincero. "He oído que es toda una leyenda, y aún así supiste apañártelas para ganar con ese fuego azul tuyo."

"No fue nada fácil, la verdad", reconoció Marco, bebiendo un poco más del refresco. "Pero aunque gané... no me sentí del todo bien."

"¿Por qué lo dices?"

"No lo sé… Es solo una impresión, pero siento que Shouri se estaba conteniendo. Como si no hubiese peleado con todas sus fuerzas. Y eso me hace pensar si esa victoria fue realmente mía."

"Bueno... esas dudas pueden pasar", respondió el monje con calma. "Lo importante es que diste lo mejor de ti y ganaste el combate. Se haya contenido o no, disteis un buen espectáculo, y tú fuiste quien salió adelante."

"Tienes razón... parece que te has vuelto más lógico desde la última vez", comentó Marco con media sonrisa.

"¡Jajajaja! Es que pasé mucho tiempo con Yumeki. Se me ha pegado esa forma seria y seca que tiene de hablar."

"¡Pero si solo han sido un par de días!" soltó Marco, incrédulo.

"Ah, no. En realidad, fueron unos meses", respondió Keipi con una sonrisa enigmática.

"¿Cómo?"

"Morgana activó un modo especial de Cassmin que alteró el flujo del tiempo dentro de la reliquia. Convirtiendo los días en meses."

"¿Qué me estás contando…?" exclamó nuestro protagonista, sin terminar de creerse lo que estaba oyendo.

"Fue necesario", dijo Keipi encogiéndose de hombros. "Al fin y al cabo, tenía que llegar a participar en este torneo."

En ese momento, Marco apoyó su cabeza sobre el hombro de su compañero. Estaba agotado, y su cuerpo comenzaba a notarlo. La alegría de volver a tenerlo a su lado hizo que se relajara más de lo que pensaba.

"¿Estás bien?" preguntó el monje, con tono preocupado.

"Claro... Solo... déjame estar así un rato más", murmuró, cerrando lentamente los ojos.

"Sin problema. Para eso estamos los mejores amigos, ¿no?" respondió Keipi con su sonrisa despreocupada. "A veces nos reímos juntos, otras bromeamos, nos salvamos la vida... y también nos usamos de cojín para descansar. Jajaja."

"Keipi... ¿Sabes? Cuando estuviste a punto de morir, me di cuenta de lo pequeño que soy en este mundo... y de lo mucho que significan las personas que tengo a mi alrededor." La voz de Marco se volvió más baja, más triste. "Verte en ese estado me llevó a la desesperación. No quería perderte... y no quiero hacerlo nunca. No por culpa de una mala decisión mía."

"No fue una mala decisión tuya, Marco", respondió el monje con serenidad. "El enemigo era más fuerte que nosotros, y yo me lancé sin pensar. Me convertí en un blanco fácil. Al final... la impotencia siempre ha estado en mí. Saber que pude morir sin llegar a ver cómo tomas el mundo... sin siquiera poder cumplir mi promesa..."

Nuestro protagonista soltó una risa repentina, y Keipi lo siguió entre carcajadas suaves.

"Vaya par de imbéciles estamos hechos..." suspiró con una sonrisa en los labios.

"Y que lo digas... Los dos preocupadísimos por cosas del pasado como si nada." replicó el monje, entre risas.

"Pero... me alegra saber que estás vivo. Que estás aquí con nosotros para la fase del torneo de mañana", añadió Marco, mirándole con ternura.

"Y a mí también. Aunque al menos estabas bien acompañado por los demás", dijo Keipi.

"Claro... Pero..." Marco bajó un poco la voz, como si se le hiciera un nudo en la garganta. "Nada va a cambiar el hecho de que tú fuiste el primer amigo que hice. La primera persona que prometió quedarse a mi lado hasta el final... Así que prométeme que no vas a morir. Que no vas a irte. Por favor..."

Keipi alzó la mano y comenzó a acariciarle el cabello con dulzura, como si tratase de calmar no solo el cansancio... sino también el miedo que su compañero escondía.

"Pues claro que no voy a morir", sonrió. "Estaré vivo hasta el día en que te conviertas en el verdadero emperador. Y después, seguiré a tu lado, ayudándote a cambiar este planeta. Te lo prometo."

Marco sonrió, reconfortado por sus palabras.

"Oye, Kei... Te quiero mucho. Eres mi mejor amigo."

"Yo también te quiero, Marco", respondió Keipi con sinceridad. "Eres la persona que me salvó la vida… y me dio un motivo para seguir mirando hacia el presente."

Y tras eso, los dos se quedaron en silencio, contemplando el cielo nocturno, mientras el murmullo lejano de la ciudad les abrazaba con su calma.

Poco después, Marco abrió los ojos y, con suavidad, separó la cabeza del hombro de su compañero. Se incorporó de un salto desde el banco, estirando los brazos con energía renovada.

"Bueno... Ya es tarde. Debería volver a la aeronave para ver cómo están los demás y contarles que no encontré ninguna pista de Hansel. ¿Vienes a dormir con nosotros?" preguntó.

"No, tengo reservado un apartamento-hotel para esta noche con estas, así que dormiré allí", respondió Keipi. Luego, tras una breve pausa, añadió con seriedad: "Pero ahora que lo dices… tengo que comentarte algo importante, que casi me olvido."

"¿El qué?" preguntó Marco, frunciendo el ceño con curiosidad.

Entonces el monje le relató con detalle lo que les había contado Anaxandra y sobre Hansel. A medida que escuchaba, los ojos de nuestro protagonista se abrían cada vez más, hasta quedarse completamente boquiabierto.

"¿Mañana vais a asaltar la iglesia durante la final del torneo?" preguntó, incrédulo.

"Sí... Pero quiero que vayas tú", dijo Keipi con calma.

"¿Yo?" repitió, sorprendido.

"Claro. Le prometiste a Hansel que le ayudarías a encontrar a su hermano, ¿no?" sonrió con ese aire despreocupado tan suyo. "En ese caso, es tu deber acompañarlo y salvarlo... No querrás que el futuro emperador quede como un mentiroso."

Marco soltó una carcajada, con el corazón un poco más ligero.

"Tienes razón. Iré contigo ahora al hotel para que me expliques todo bien... Pero... ¿Qué haremos mañana con el torneo?" preguntó, sin poder evitar sentirse algo inquieto.

"No te preocupes por eso", dijo Keipi, esbozando una sonrisa confiada.

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Al día siguiente.

Los fuegos artificiales estallaban en el cielo, tiñendo las nubes de colores brillantes mientras la ciudad entera vibraba con emoción. Era el último día del torneo, y la gran final prometía ser inolvidable. En medio de la euforia general, la presentadora principal anunció con voz exaltada que el evento contaría con una dinámica especial: los equipos serían llamados al azar para competir en el último y decisivo juego.

Uno a uno, los nombres fueron sonando, y los equipos aparecían entre vítores y gritos... Hasta que solo quedó uno por salir: Emerald Paladins.

"¿Dónde coño está Marco?" masculló Ashley, visiblemente nerviosa mientras caminaban por el pasillo hacia la salida.

"No tengo ni idea... pero no volvió a la aeronave anoche", respondió Ryan, con el ceño fruncido.

"Solo espero que no le haya pasado nada..." murmuró Cecily, bajando la mirada.

Desde la arena, la presentadora alzó la voz con entusiasmo.

"¡Y ahora recibamos con un fuerte aplauso a los Emerald Paladins! ¡Ashley, Ryan, Cecily... y su líder Marco!"

El público rugió al escuchar sus nombres. Los tres jóvenes salieron saludando con el brazo en alto, pero la algarabía pronto se apagó. Una extraña quietud invadió el estadio cuando todos se dieron cuenta de que uno de los miembros no estaba.

Los ojos se clavaron en la formación incompleta.

Justo en ese momento, un asistente del staff se acercó a la presentadora y le entregó una nueva tarjeta. Ella frunció el ceño, la leyó rápidamente... y sus ojos se abrieron como platos.

"¡Un momento! ¡Parece que hubo un cambio de última hora en el equipo Emerald Paladins!" exclamó con sorpresa. "¡Su líder Marco no ha podido presentarse, por lo que será sustituido el día de hoy!"

El estadio estalló en un murmullo de confusión.

Y entonces, del túnel desde donde habían salido sus compañeros, una silueta emergió caminando con paso seguro.

Los tres se giraron al instante, reconociendo al instante la figura que se acercaba.

"¿Pero... ya estás aquí?" sonrió Cecily, sin ocultar su alivio.

"¡Cabrón! ¡Podrías haber venido antes!" se quejó Ryan con una mezcla de alegría e indignación.

"¡Mira quién decidió regresar!" exclamó Ashley, con una sonrisa que no podía contener.

"¡El nuevo líder de Emerald Paladins el día de hoy será... KEIPI!" anunció la presentadora, mientras el público rompía en aplausos y vítores sorprendidos.

El joven apareció bajo los focos, luciendo unos pantalones azul índigo, una camiseta de tirantes negra y un chaleco azul oscuro que ondeaba con el viento. Una larga bandana de tonos marinos ceñía su frente y parte de su cabello, y en su cinturón descansaba con elegancia su inseparable katana, Priscilla.

"Ke-Keipi..." murmuró Takashi desde el otro lado de la arena, con una sonrisa orgullosa.

"¡Se presentó!" gritó Lola, visiblemente emocionada.

El monje avanzó con tranquilidad, hasta reunirse con sus compañeros. Alzó la mirada con seguridad, y con una sonrisa serena y decidida, levantó la mano formando una V con los dedos.

"Ya estoy aquí", dijo.

Continuará...

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