El equipo de Hansel consigue llegar a la primera planta de la iglesia, pero su avance es abruptamente interrumpido al ser descubiertos por el apóstol Xiphos, quien no duda en lanzar un feroz ataque. Para asegurar el cumplimiento de su objetivo —rescatar a Gretel—, Yumeki decide enfrentarse al enemigo y les ordena a los demás que continúen con la misión.
"Ten cuidado, Yumeki. Eres fuerte... pero este tío no es precisamente moco de pavo", comentó Frost mentalmente con su voz rasposa y masculina.
"Lo sé", respondió ella con calma. "A pesar de su apariencia desaliñada y el evidente estado de ebriedad, su energía mágica es descomunal. Me sorprende que en los registros que Morgana nos facilitó no aparezca entre los tres más poderosos de Aspasia."
"¡Eh! ¡Ten cuidado!" gritó su arma mítica dentro de su mente. "¡Va a por ti!"
Xiphos lanzó su botella de alcohol contra el suelo. Al romperse en mil pedazos, el apóstol se abalanzó con ambas espadas hacia la joven.
La espadachina reaccionó al instante: saltó hacia el techo, apoyando ambos pies sobre la superficie para observar cómo las hojas gemelas del enemigo abrían una grieta en forma de cruz en el suelo.
Sin embargo, no tuvo tiempo para relajarse; el apóstol ascendió a toda velocidad y lanzó otro corte brutal. Yumeki flexionó las rodillas y se impulsó hacia abajo, esquivando por los pelos el segundo ataque, que reventó el techo como si fuera papel.
Desde el suelo, la joven agitó su espada con un movimiento armonioso que hizo brotar pilares de hielo. Sin embargo, Xiphos danzó grácilmente entre ellos, cortándolos como si fueran simples ramas, al tiempo que se acercaba con rapidez implacable.
Las espadas de ambos chocaron, soltando un estallido de chispas. Retrocedieron un instante, mirándose con altivez, antes de lanzarse nuevamente al combate. Yumeki congeló el suelo bajo sus pies, comenzando a patinar para aumentar su velocidad y limitar la movilidad del adversario. Pero el apostol no era ningún novato: comenzó a desplazarse saltando de pared en pared, evitando tocar el resbaladizo terreno helado.
El combate se trasladó a lo largo del inmenso pasillo, con cada choque de espadas resonando como un trueno. En un momento clave, Yumeki levantó un grueso muro de hielo justo antes de colisionar contra una pared.
"¿Por qué no usas tu Kami y acabas con esto de una vez?" preguntó Frost.
"No estamos aquí para vencer a un apóstol, sino para ganar tiempo y rescatar a Gretel", respondió ella con firmeza. "Además, si libero el Kami, atraeré la atención de todos los apóstoles de la ciudad... y ese sería el peor escenario posible ahora mismo."
Como si lo hubiera escuchado, Xiphos desgarró el muro de hielo en mil pedazos y aterrizó frente a ella. Pero no estaba solo: de su espalda emergieron dos nuevos brazos, y ahora sostenía cuatro espadas.
"¿Estás segura de que puedes seguir así?" preguntó Frost con inquietud.
"No lo sé...", admitió Yumeki, tensando el cuerpo. "Pero no tenemos otra opción."
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Iglesia, zona subterránea.
Marco y Nicole continuaban descendiendo por los pasillos inferiores. Aquella zona, antigua y laberíntica, se extendía de forma amplia y desordenada. Sin embargo, la fuerte concentración de energía mágica sobre el sello de la reliquia, perceptible incluso a la distancia, actuaba como un faro, guiándolos hacia su objetivo.
Desde que se separaron del grupo, no habían intercambiado ni una sola palabra. Ambos se sentían algo tensos por todo lo ocurrido entre ellos en Fémina, y aunque al principio el silencio parecía cómodo, con el paso de los minutos se volvió cada vez más insoportable, como una carga silenciosa.
"Oye...", murmuró Marco, rompiendo finalmente el silencio.
"¿Qué ocurre?", preguntó Nicole, intentando esconder la repentina alegría que sintió al oír su voz.
"Keipi me contó que estuviste curándolo durante sus entrenamientos... y que también le hiciste mucha compañía mientras no estábamos. Así que... bueno..." dijo, nervioso, sin atreverse a mirarla directamente. "Gracias por cuidar de mi mejor amigo."
"No fue nada...", respondió ella con sinceridad. "Él tenía el mismo brillo que vi en ti cuando te disculpaste conmigo. Era alguien en quien podía confiar sin reservas. Así que decidí entregarle mi confianza... y él la honró desde el primer momento."
"Es que es un buen tío", dijo Marco, sonriendo con orgullo.
"Lo es... Pero eso también dice mucho de ti", respondió Nicole con calidez.
"¿Ah, sí?", preguntó, sorprendido.
"Claro. Al fin y al cabo, eso de ‘dime con quién andas y te diré quién eres’ puede parecer un dicho viejo, pero refleja bien cómo eres. Si te rodeas de personas nobles, es porque tú también lo eres", dijo con una sonrisa sincera. Luego bajó un poco la mirada y añadió: "Aunque... también quiero disculparme por cómo te traté cuando nos conocimos. Es cierto que estabas envuelto en una energía oscura... pero quizás debería haber hecho un esfuerzo extra por mirar más allá."
"No tienes por qué disculparte por eso", dijo Marco, mirándola directamente a los ojos. "En aquel entonces, estaba completamente perdido. No sabía cómo gestionar lo que sentía, y dejé que mis emociones me arrastraran. Perdí de vista quién era realmente."
Nicole lo miró, sorprendida por la madurez de su respuesta.
"No puedo prometer que no me volverá a pasar", continuó él. "La inexperiencia puede jugarme malas pasadas... pero sí puedo prometer que intentaré mantenerme firme, sin importar lo que venga."
"Y si alguna vez te vuelves a perder...", dijo Nicole, sonrojándose mientras desviaba la mirada, "...estaré ahí. Para ayudarte a encontrarte."
"Nicole...", susurró, también sonrojado.
"Marco...", respondió ella, apenas audible.
Se miraron fijamente. Entre ambos se había tejido un lazo nuevo, delicado y confuso. Una conexión que, debido a sus pasados y a la inexperiencia, ninguno de los dos sabía cómo definir, pero que los acercaba más que nunca.
"¿Seguimos?", dijo Marco, intentando romper la tensión con una sonrisa.
"¡Cla-claro!", respondió Nicole, algo nerviosa.
"¡Entonces, a destruir la maquinaria!", exclamó, animado, intentando ocultar la extraña decepción que sentía por no entender por qué su corazón latía más rápido cada vez que la miraba.
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Dimensión del Battle Royale.
Lola sobrevolaba la ciudad a bordo de una de sus varas, oteando el horizonte con atención en busca de un oponente digno. Sabía que el número de participantes se iba reduciendo con el tiempo, y los estruendos que resonaban desde distintos puntos de la ciudad confirmaban que los combates estaban alcanzando un punto crítico.
Pero justo cuando se preparaba para cambiar de rumbo, una esfera de energía mágica comprimida le impactó brutalmente en el costado, lanzándola como una muñeca rota contra la azotea de unas torres gemelas.
"¡Jajajajaja! ¡Diana perfecta!" gritó una voz chillona desde el edificio de enfrente.
Lola se incorporó con dificultad, tenía elbrazo derecho completamente ensangrentado.
"¡Maldita sea...!" masculló con los dientes apretados. "Es ese maldito juguete lunático de los Love Guardians..."
Frente a ella, sentado sobre un gigantesco cañón de madera, estaba Pinoccio. Sonreía con una mueca antinatural, sus ojos inyectados de emoción. Sin previo aviso, el cañón bajo él se deformó y se extendió como un puente de madera entre los edificios.
Pinoccio comenzó a correr sobre él a cuatro patas, como una bestia desencajada.
Lola apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando el enemigo saltó hacia ella, transformando su brazo en una motosierra con intenciones letales. Pero con reflejos perfectos, la joven alzó dos de sus varas y bloqueó el impacto. Acto seguido, una tercera vara giró a su alrededor, se enganchó a su espalda y la impulsó hacia el cielo, permitiéndole volver a volar.
"¿Oh? ¿Te vas a escapar?" canturreó la marioneta. "¡Me temo que eso no va a pasar!"
De su espalda brotó una mochila propulsora de madera que lo elevó tras ella a toda velocidad.
"Genial..." gruñó Lola, apretando los dientes mientras su vara ganaba velocidad. "Estoy herida... no puedo usar mi brazo dominante... y sin él, apenas puedo usar mis nueve varas a la perfección... Para colmo, este tío convierte su cuerpo en cualquier arma o un objeto de madera... Es como pelear contra una marioneta demente."
"¡Vamos a jugar un poco más!" gritó Pinoccio con los brazos abiertos.
Su pecho se abrió de par en par, revelando una batería de misiles que lanzó en masa hacia la joven.
Lola se puso de pie sobre su vara y comenzó a esquivar en pleno vuelo, concentrándose al máximo mientras las explosiones estallaban a su alrededor como fuegos artificiales mortales. Sin embargo, el enfoque le impidió notar cómo Pinoccio la adelantaba por la derecha.
"¡Sorpresa!" chilló justo antes de asestarle un golpe demoledor en el abdomen con un enorme martillo de madera.
Lola salió volando como un trapo sucio, atravesando el ventanal de un rascacielos. Su cuerpo cruzó el edificio entero, rompiendo también el cristal del lado opuesto, antes de precipitarse violentamente hacia el suelo.
Pero justo antes de estrellarse, una de sus varas acudió a toda velocidad. Lola logró aferrarse a ella a tan solo un par de metros del asfalto. Se soltó de inmediato y rodó hasta un callejón, donde se ocultó tras un contenedor.
"Mierda... mierda... mierda..." pensó, jadeando. "No puedo perder aquí... no ahora..."
Pinoccio descendió con elegancia mecánica y aterrizó en medio de la calle. Cerró su mochila propulsora con un clic y se llevó la mano a la frente, como si oteara un paisaje.
"¡A ver, a ver! ¿Dónde se ha escondido la niña tonta?" gritó con voz chillona y burlona. "¡Prometo que no te mataré! Solo te cortaré las piernas... jejeje..."
Continuará...
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