sábado, 21 de junio de 2025

Ch. 171 - La guardiana demoniaca

Mientras los combates seguían sucediendo por toda la dimensión del Battle Royale, Marco y Nicole estaban a escasos metros de la sala donde se encontraba la maquinaria que debían destrozar para evitar la ruptura del sello.

"¡Estamos cerca!" exclamó nuestro protagonista, sintiendo la presión mágica cada vez más intensa.

"¡Sí! ¡Quizá esté detrás de esa puerta!" comentó Nicole, señalando un portón de madera frente a ellos.

Marco lo derribó de una patada, entrando en una gigantesca sala circular, cuyas paredes estaban formadas por engranajes que giraban constantemente unos sobre otros. Sin embargo, la maquinaria no se hallaba allí.

"Es más adelante" comentó Nicole. "¡Debe de estar tras ese portón!" exclamó, señalando la puerta al fondo de la larga sala.

"¡Vamos!" dijo Marco, retomando la carrera sin dudar.

Sin embargo, sus sentidos se activaron al notar una presencia acercándose. Agarró a Nicole de la cintura y saltó con ella hacia atrás, justo a tiempo para ver cómo una figura bañada en sombras descendía con violencia frente a ellos.

"Por los pelos..." murmuró el usuario de fuego, observando con atención a su nuevo contrincante.

"Tsk... Ya decía yo que esto estaba siendo demasiado fácil..." masculló Nicole, reincorporándose. "Había un guardián esperándonos."

"Sí... No iban a dejar algo tan importante sin protección..." comentó Marco. "Sin embargo... hay algo en esa figura que me resulta familiar."

Entonces, la oscuridad que envolvía la silueta frente a nuestros protagonistas comenzó a disiparse lentamente, como humo arrastrado por el viento. Ante sus ojos, la figura reveló su verdadera identidad.

"¡No puede ser!" exclamó el emperador, con los ojos abiertos de par en par.

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Palacio, sala donde están reunidos los apóstoles.

Sophia regresaba al salón tras haberse ausentado unos minutos para ir al servicio. Al entrar, solo encontró a Panoplia, Aima y Pantera, quienes observaban el torneo a través de una gran pantalla.

"Vaya... ¿a dónde ha ido su santidad?" preguntó el anciano al notar que Aspasia no estaba en su asiento.

"Dijo que quería dar una vuelta y soltar algún que otro rezo a la estatua. Que volvería pronto", respondió Pantera, sin apartar la vista del monitor.

"Ya sabes cómo es ella..." suspiró el vampiro. "Si se le mete en la cabeza que tiene que rezar, lo hará, aunque tratemos de impedírselo."

"Así es", asintió Panoplia.

"Esta mujer... no tiene cabeza", murmuró Sophia, mientras reincorporaba su silla de ruedas a la mesa donde todos estaban sentados. "Pero bueno, al fin y al cabo, es normal con la edad que tiene."

Aima desvió la mirada de la pantalla y le preguntó con interés:

"Por cierto, ¿qué hiciste al final con la semi-demonio esa que trajeron Kinaidos y Thanatos?"

"¿Ah? ¿Esa burra?" respondió Sophia con burla. "Su santidad le vio potencial para el combate, así que le lavé el cerebro y la convertí en un soldado supremo."

"Entiendo... Sí que es cierto que esa mujer era bastante fuerte. Me sorprende que se haya entregado por las buenas para salvar a 'unos amigos'", añadió Panoplia, cruzando los dedos frente a su rostro.

"Sí, sin duda era una mujer poderosa... pero ahora es nuestro peón. ¡Y vaya peón!" dijo Sophia con una sonrisa maliciosa.

"¿A dónde la mandaron?" preguntó Pantera.

Sophia esbozó una sonrisa aún más amplia.

"A defender la maquinaria que romperá el sello del Nuevo Testamento", respondió, con una mirada cargada de perversidad.

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Sala de engranajes.

"¿Nathalie?" se sorprendió Marco.

Pero la paladina que tenían frente a ellos ya no era la misma que habían conocido en Wolfgang. Sus ojos, completamente en blanco, delataban lo que ahora era una marioneta perfecta.

"¿Es esa la semi-demonio de la que me hablasteis?" preguntó Nicole.

"Sí", respondió él con tono grave.

"Pues siento decírtelo… pero está siendo manipulada mentalmente con magia", dijo la sanadora, observando con atención.

"¿Cómo lo sabes?" preguntó intrigado.

"Mi magia de sanación me permite ver maldiciones, alteraciones mágicas y otras energías oscuras que flotan alrededor de la persona. Y es más que evidente que ella está bajo un hechizo de control. No tiene conciencia, ni voluntad propia", explicó Nicole con seriedad.

De pronto, Nathalie alzó un brazo. La sombra bajo sus pies se expandió en forma circular y, sin previo aviso, de ella brotaron lanzas de oscuridad que se lanzaron directamente contra ellos.

Marco reaccionó al instante: tomó a Nicole en brazos como a una princesa, encendió sus tobillos y surcó el aire de la sala, esquivando los ataques mientras estos impactaban en los engranajes de las paredes.

"¡Mierda! Tienes razón. Nos está atacando con intención de matarnos", dijo nuestro protagonista apretando los dientes.

"Así es... Parece que le han dado la orden de proteger la maquinaria que queremos destruir", respondió Nicole, aferrándose con fuerza a su cuello para no caer.

"¿Y qué podemos hacer?"

"Mi magia sanadora podría romper el hechizo… en condiciones normales", explicó Nicole. "Pero este caso está muy lejos de ser normal. El conjuro es exageradamente poderoso, y su sangre demoníaca lo potencia, lo que dificulta mucho la purificación."

Antes de que pudiera decir algo más, nuevas lanzas surgieron frente a ellos, obligando a Marco a frenar en seco. Abrió la boca y disparó una esfera de fuego directo hacia su antigua aliada.

Nathalie alzó de inmediato un muro de sombras desde el suelo y bloqueó el ataque ígneo con facilidad.

"¿Y qué posibilidades hay de liberarla?" preguntó Marco, decidido.

"Derrotarla y dejarla inconsciente", respondió Nicole sin rodeos.

"¿Qué?" se sobresaltó él.

"¡Sé que suena duro, pero es así!" insistió. "Cuando alguien poseído falla al cumplir su orden, el hechizo entra en un estado de ruptura. Y si además pierde la conciencia, se vuelve mucho más fácil de romper incluso para un sanador novato."

"Entonces... ¿tengo que derrotar a mi amiga?" murmuró Marco, indeciso.

"Sí", afirmó Nicole, firme.

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Dimensión de los rascacielos.

Keipi perseguía a uno de los enmascarados del equipo Arachnid por las calles de la ciudad. El enemigo, al notar que le pisaban los talones, extendió una tela de araña desde su mano, la cual se aferró a una tapa de alcantarilla. Con un tirón rápido, la levantó y, sin detenerse, se lanzó al interior con un ágil salto.

Sin otra opción, y sabiendo que podía tratarse de una trampa, Keipi se preparó y descendió tras él, dispuesto a lo que fuera.

Al caer en aquel lugar infecto, donde el agua era cualquier cosa menos limpia, no encontró a nadie. Solo el eco de su respiración y un sonido punzante que se acercaba a toda velocidad.

Se giró con la espada en alto y, con un movimiento vertiginoso, cortó una flecha de hilos que iba directa a su cuello.

"Ya veo… He caído en su trampa", murmuró, al percibir varias presencias rodeándolo.

De pronto, una lluvia de flechas hiladas descendió sobre él. Keipi empezó a correr, deslizándose sobre la superficie del agua mientras desviaba con su espada las que más cerca llegaban. A lo lejos, los cinco miembros de Arachnid aparecieron, balanceándose ágilmente entre las paredes del alcantarillado gracias a sus telarañas.

Dos de ellos se cruzaron en el aire lanzando sus telas en direcciones opuestas, formando una gran "X" de hilos tensados entre las paredes del túnel. El líder del grupo, aprovechando la estructura como un doble trampolín, se impulsó con fuerza sobre la intersección y salió disparado como un proyectil humano directo hacia Keipi, con una velocidad brutal y un golpe que buscaba acabar el combate de un solo impacto.

El monje bloqueó el impacto con su espada, pero la fuerza del golpe lo lanzó varios metros hacia atrás, casi hasta el final del túnel.

Al incorporarse, supo que no podía seguir huyendo. Observó cómo sus enemigos emergían de las sombras con movimientos espeluznantes, propios de arañas gigantes.

"Te tenemos", declaró el líder del grupo.

"Ahora no podrás escapar de nuestra magia arácnida", añadió una voz femenina entre los enmascarados.

Keipi esbozó una sonrisa despreocupada. "Oye, ¿puedo hacer un par de preguntas antes de que me ataquéis?"

"Adelante. ¡Será el último deseo que te conceda!" se burló el líder, mostrándose ligeramente arrogante.

"¿Cómo es que los cinco tenéis la misma magia?" preguntó, genuinamente curioso.

"Fácil", respondió el líder. "Me pasé quince años de mi vida buscando por todo el mundo a magos de hilos que compartieran mi pasión por las arañas… y no paré hasta encontrarlos."

"El jefe trabaja muy duro", intervino un subordinado.

"Y es el mejor amante de las arañas", añadió otro.

"Y que lo digas, nadie tiene la misma pasión que él", comentó la voz femenina.

"Oooh", respondió Keipi con tono de admiración. "Eso sí que es dedicación. Mereces un aplauso, la verdad."

"No es nada", dijo el líder con humildad exagerada. "Y bien, ¿cuál es tu otra pregunta?"

"Ah, es verdad, que me faltaba una", respondió el monje riendo. Luego, su expresión cambió. "¿De verdad pensaste que esto era suficiente para vencerme?"

"¿Qué?" se tensó una de ellos.

"Yo no tengo escapatoria, eso es cierto. Pero vosotros… os habéis encerrado conmigo en un pasillo angosto, sin salidas, sin margen. ¿No lo veis?"

Reunió una enorme cantidad de agua alrededor de su espada. La presión del aire comenzó a cambiar.

"¡Mierda! ¡También era una trampa para nosotros!" gritó el líder, sintiendo el miedo en sus venas.

"Exacto", respondió Keipi. "Los alejé intencionadamente de todas las salidas. Este es el final, Arachnid. ¡No sois nadie para mí!"

Con un movimiento de katana, desató su técnica: un gigantesco dragón de agua presurizada emergió de su espada, ocupando todo el túnel y arrasando con los cinco miembros de Arachnid sin piedad, hasta dejarlos inconscientes.

Cuando el agua finalmente desapareció, los cuerpos derrotados fueron teletransportados de inmediato de vuelta a Accuasancta. Eliminados de la fase final.

"¡Y Keipi logra derrotar a todos los miembros de Arachnid! ¡Qué pasada! ¡Se nota que era el as bajo la manga de los Emerald Guardians!" exclamó la presentadora, mientras el público vitoreaba emocionado con los combates.

El monje enfundó su espada. Y poco después, un escalofrío le recorrió la espalda.

"Ufff… ¿Un mal presentimiento?" pensó. "Marco… Espero que estés bien en la iglesia."

Continuará…


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