Mientras el Battle Royale continuaba desarrollándose con intensidad, en la Iglesia las cosas se volvían cada vez más violentas.
En los pasillos del nivel superior, Yumeki seguía enfrentándose al apóstol espadachín, Xiphos. Ambos intercambiaban golpes con una ferocidad desenfrenada, desplazándose a gran velocidad por todo el edificio y reduciendo paredes, muebles y columnas a escombros con cada choque.
En un momento crítico del combate, el apostol vagabundo lanzó una poderosa patada que impactó de lleno en el abdomen de la espadachina. La joven salió disparada y atravesó una puerta con su espalda, estrellándose en el interior de una sala que parecía una antigua aula, con bancos alineados y una pizarra aún cubierta de polvo.
Recuperando el aliento, Yumeki se incorporó de inmediato. Al escuchar los pasos de su enemigo aproximándose por el umbral roto, no lo dudó: alzó a Frost con ambas manos y, con una expresión decidida, disparó una ráfaga de hielo concentrado en forma de pilar.
La magia congelante atravesó la habitación con un rugido gélido y golpeó de lleno a Xiphos, lanzándolo por los aires a través del ventanal trasero, que estalló en mil pedazos. El apóstol fue arrojado violentamente al patio de la iglesia, envuelto en cristales rotos y escarcha.
"Mierda… ese tío es fuerte", pensó Yumeki, jadeando mientras se apoyaba sobre una rodilla. "Pero... no debo usar todo mi poder, o acabaré alertando al resto de apóstoles."
______________________
Por otra parte, el frente de Marco y Nicole no avanzaba precisamente como esperaban. Su plan de destruir la maquinaria estaba siendo frustrado por Nathalie, quien, poseída por Sophia, luchaba con todo su poder, completamente desbordada por la oscuridad que la consumía desde dentro.
Marco sobrevolaba la sala de engranajes a toda velocidad, esquivando ráfagas de energía oscura que surgían del suelo como lanzas vivas. Mientras recortaba la distancia con su oponente, disparó varias bolas de fuego, intentando romper su defensa a base de presión.
Pero Nathalie apenas se inmutó. Extendió sus alas demoníacas y se envolvió con ellas como si fueran un manto de sombras. Las llamas impactaron sin efecto, disipándose al contacto con la superficie negra y palpitante.
Sin perder un segundo, la semi-demonio apartó las alas, abrió la boca y lanzó desde sus fauces un rayo de sombras condensadas que atravesó la sala como una guadaña. El ataque fue tan devastador que partió el techo en dos con un estruendo brutal.
Marco consiguió esquivarlo por poco, girando en el aire con una maniobra desesperada.
"Madre mía… A este paso no lograremos llegar a la maquinaria", pensó Nicole, mordiéndose el labio inferior, claramente agobiada mientras observaba la escena desde una cobertura improvisada.
______________________
Y aunque su frente no implicaba un combate físico como tal, Hansel y Anaxandra estaban inmersos en una encarnizada batalla dialéctica contra la suma sacerdotisa Aspasia. Una que, con palabras tan afiladas como una espada, acababa de lanzarle una propuesta tentadora al joven usuario del viento.
"¡No lo hará!" exclamó Anaxandra, adelantándose para interponerse entre su aliado y la mujer. Su postura era firme y desafiante.
"¿Qué te ocurre, hija mía?" preguntó Aspasia, mirándola con un desdén apenas disimulado.
"No te hagas la inocente, mamá", replicó con una chispa de rabia en la voz. "Sabes perfectamente cuáles eran mis intenciones. Sophia te lo habrá contado todo... No soy tan idiota como pareces creer."
"Es cierto, lo sé", admitió la suma sacerdotisa con solemnidad. "Pero, al ver que lograste sobrevivir a aquello… quiero escuchar lo que piensas, con tus propias palabras."
"¿Quieres saberlo? Pues escúchame bien: estoy harta." Anaxandra apretó los puños con fuerza. "¡Toda mi vida me moldeé según tus expectativas! ¡Quise ser la hija perfecta, para contentarte, para que mis hermanos pudieran volver y ver algo distinto en ti! Y cuando creí que al fin estabas cambiando, que la fe ya no te nublaba la vista… apareces con este plan repugnante de la nada."
"¿Repugnante?" repitió Aspasia, alzando una ceja. "¿Por qué calificas de tal forma mi plan de resucitar a Yumeith?"
Anaxandra suspiró, frustrada. "Lo que realmente me duele es que no seas capaz de verlo tú misma. ¿De verdad crees que el mesías querría esto? ¿Que abrieras un portal a otra dimensión plagada de demonios que masacrarán a millones solo para obligarle a renacer? ¿Crees que estaría orgulloso de ver a la humanidad caer, solo para que él pudiera volver? ¡Yo no lo creo, mamá!"
"Te equivocas, hija mía", resopló la anciana. "Yumeith siempre protegió a la humanidad. Pero ahora, esta le ha dado la espalda. Si el precio de restaurarla a su antigua gloria es el sacrificio de esta era corrupta… ¡entonces que así sea!"
"¡Lo estás forzando a un destino que no ha pedido! ¡Y encima nos arrastras a todos contigo! ¡¿Es que no te das cuenta?!"
"¡ME IMPORTA ENTRE CERO Y NADA!" rugió Aspasia, por primera vez dejando que la furia le saliera por la voz. "¡POR YUMEITH, TODOS EN ESTA IGLESIA ESTAMOS DISPUESTOS A MORIR! ¡HAY QUE ACABAR CON ESTA MALDITA DEPRAVACIÓN QUE CONSUME AL MUNDO DÍA TRAS DÍA! ¡Y SOLO ÉL PUEDE SANARNOS!"
"¡NO ES ASÍ!" gritó Anaxandra con los ojos llenos de rabia. "¡LLAMAS DEPRAVACIÓN A LO QUE ES LA FELICIDAD DE OTROS! ¡SÍ, EXISTEN CRÍMENES Y COSAS ASQUEROSAS QUE DEBEN ABOLIRSE COMO LA PROSTITUCIÓN! ¡PERO EN TU CRUZADA TAMBIÉN ESTÁS BARRIENDO A PERSONAS RACIALIZADAS EN POBREZA, A LOS MIEMBROS COMUNIDAD LGBTQ+ QUE HA SUFRIDO POR SER DIFERENTE DESDE EL MOMENTO QUE NACIERON, A GENTE QUE SOLO CAYÓ EN EL DELITO POR CULPA DE UN SISTEMA CAPITALISTA PODRIDO HASTA LA MÉDULA!"
Aspasia soltó un suspiro de rabia y dio una palmada al aire con violencia.
"¡Cállate!" ordenó, fulminando a su hija con la mirada.
De pronto, la boca de Anaxandra desapareció. Como si hubiera sido borrada del rostro por una mano divina.
"¿Qué...?" balbuceó Hansel, horrorizado.
"Mi magia es la memoria", explicó Aspasia con la serenidad de una maestra impartiendo una lección. "Cada vez que conozco a un mago y veo su poder en acción, puedo almacenar en mi mente uno de sus conjuros y hacerlo mío para siempre. En este caso, tomé prestado el de un antiguo cancelador de emociones que conocí hace treinta años. Y no te preocupes... en media hora recuperará su boca."
"¿Cómo puedes hacerle esto a tu propia hija? ¡No eres la buena persona que crees ser!" gritó Hansel, apretando los puños con fuerza.
"¿Y no crees que todo esto también es culpa tuya?" respondió Aspasia, inclinando la cabeza con gesto inquisitivo. "¿Por tu indecisión? Estabas tan seguro de querer rescatar a tu hermano… y sin embargo, cuando él rechazó tu ayuda, comenzaste a dudar. A preguntarte si no sería más sencillo aceptar mi mano y unirte a mí."
Hansel bajó la mirada, turbado. Luego alzó los ojos hacia su hermano gemelo, que seguía allí, inmóvil, con los labios apretados y la mirada vacía. Escuchando en completo silencio las palabras de su superior.
"Lo sé. Sé que es difícil para ti", comenzó diciendo Aspasia con una voz suave, casi maternal. "Tu hermano gemelo es lo más importante en tu vida… y harías cualquier cosa por él. Por eso, te ofrezco un trato aún mejor que antes."
Hansel frunció el ceño, claramente irritado pero sin poder ocultar la confusión que seguía desdibujando su expresión. "¿Otra vez con lo mismo?"
"Exactamente", respondió ella con una sonrisa tranquila. "Liberaré a Gretel del control mental de Sophia. Y os dejaré quedaros aquí, con vida, en un lugar seguro apartados de los demonios. Entonces, podréis ser felices eternamente en el nuevo mundo que él mismo construirá." Hizo una pausa, observándolo con intensidad. "Solo necesito que él… active su magia dimensional sobre la reliquia. Y entonces, seréis libres."
Hansel abrió ligeramente los labios, dubitativo. Miró a Anaxandra y por un instante le vino a la mente la imagen de Marco, ese amigo que le había tendido la mano cuando él más lo necesitaba.
"¿C-Cómo se supone que voy a hacer eso…?" murmuró, casi sin aliento.
Entonces, por fin, Gretel habló. Su voz sonó débil, pero clara.
"¿Y por qué no lo harías…?" preguntó, mirándolo con ojos apagados. "¿Acaso… ya no me quieres?"
"Claro que te quiero", respondió Hansel, con el corazón encogido. "Pero esto..."
"Entonces demuéstramelo", le interrumpió con suavidad. Dio un paso al frente, tendiéndole la mano. "Sé que ahora no soy el Gretel que conocías… el que creció contigo. Pero cuando todo esto acabe, cuando termine mi parte… volveré a ser yo. Y cuando lo sea, quiero quedarme contigo. Para siempre."
Hansel tragó saliva, el pecho le pesaba como una piedra. Miró la mano extendida de su hermano, y luego giró lentamente la cabeza hacia Anaxandra, que seguía sin boca. El silencio pesaba.
Entonces, con un susurro apenas audible, dijo: "L-Lo siento..."
Abrió la palma de su mano y, con un chasquido de magia, liberó un potente tornado de viento que impactó de lleno en Anaxandra, lanzándola por el ventanal como un muñeco de trapo.
Aspasia sonrió con satisfacción. "¿Eso significa que aceptas?"
Hansel bajó lentamente la mano, con los dedos aún temblorosos.
"Sí…" respondió con voz baja. "Sí, si prometes que Gretel y yo… seremos libres después de esto. Activaremos el Nuevo Testamento."
"¡ESO ES!" exclamó Aspasia, rebosante de júbilo. "¡Encima el sello está a punto de romperse!"
Hansel no respondió. Solo cerró los ojos por un instante, sintiendo una presión invisible en el pecho. La sensación de haber cometido una traición imperdonable… o tal vez, de no haber tenido elección.
"Quizá… si Marco logró destruir la maquinaria a tiempo… quizá todavía tenga una oportunidad de liberarme de esto", pensaba, sintiendo el remolino de culpa dentro de su alma. "Pero si no… tendré que convertirme en su perro fiel. En contra de mi voluntad…"
Y entonces, su mirada se endureció, enfocada en Gretel. "Pero por ti, hermano… iré hasta el infierno si hace falta."
______________________
Dimensión del Battle Royale
Cecily avanzaba lentamente, arrastrando los pies por el duro asfalto tras haber cruzado el puente. Su respiración era pesada, y su cuerpo todavía dolía por los estragos del combate anterior.
"Joder…" murmuró, apretando los dientes. "Si no me hubiera contenido tanto desde el principio… Si lo hubiera tomado en serio como contrincante… No habría acabado así."
Suspiró, recordando con frustración las palabras de Alphabeto durante sus entrenamientos.
"Debí escuchar a ese idiota creado por Cassmin cuando me dijo que dominara mis emociones en combate… No es solo pelear bien. Es pelear con cabeza."
En ese momento, el aire cambió. Una brisa suave comenzó a soplar, y de pronto, cientos de pétalos de cerezo comenzaron a danzar a su alrededor, flotando con delicadeza en espirales etéreas.
Los pasos que se acercaban por detrás no necesitaban presentación.
Cecily giró la cabeza, con una mueca de resignación. Reconocía esa magia.
"Esto es…" murmuró la ladrona con voz tensa.
La figura que emergió entre los pétalos era la de Takashi. Caminaba con decisión, espada envainada, su expresión cargada de seriedad.
"Siento interrumpir este momento", dijo sin perder la compostura. "Y también siento que tenga que ser yo quien se enfrente a ti, Cecily… pero por desgracia para ambos, necesito ganar esto."
Ella lo observó en silencio por un segundo. Luego, cerró los ojos. Cuando los abrió, una luz chisporroteante envolvía su cuerpo.
"No te preocupes…", respondió activando su modo Fenrir. Sus colmillos se marcaron en su sonrisa, y adoptó una pose ofensiva. "¡Lo entiendo a la perfección!"
Los pétalos seguían girando mientras el monje desenvainaba su espada, como si anunciaran un duelo que no podría evitarse.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario