Hansel había traicionado a nuestros protagonistas.
Descendía con paso firme junto a Gretel y a la imponente líder de la iglesia, como si siempre hubiera formado parte de su séquito. Pero no estaban solos. Con un gesto elegante, Aspasia activó su magia, rasgando el aire a su alrededor mientras tres presencias siniestras tomaban forma a su lado: Aima, Pantera y Phoné, surgieron como sombras invocadas del abismo.
Marco, Nathalie y Nicole los contemplaron desde el suelo, aún recobrando el aliento tras su infructuoso ataque.
"¡¿Has dicho... tres apóstoles?!" soltó la sanadora, retrocediendo un paso mientras su brazo temblaba ligeramente. El aire se había vuelto pesado, como si el oxígeno se negase a entrar en sus pulmones.
"¿Les matamos?" preguntó Pantera, ladeando la cabeza con curiosidad felina, su cola se balanceaba con suavidad.
"No. Atrapadlos", ordenó Aspasia con voz serena, sin levantar la mirada.
Aima chasqueó los dedos sin pronunciar palabra. Del suelo húmedo y agrietado brotaron látigos rojizos como serpientes, hechos de sangre endurecida y vibrante. Se enroscaron en torno a los tobillos, brazos y torsos del trío, inmovilizándolos de forma quirúrgica.
"¿No sería más práctico matarlos, su santidad?" preguntó Phoné, ligeramente confusa. "Después de todo, su objetivo es sabotear la maquinaria."
"Y por eso mismo... no los mataremos." la anciana por fin se giró hacia ellos, con sus ojos como pozos sin fondo. "No hay castigo más cruel que obligarles a presenciar cómo sus esfuerzos fracasan. Que vean con impotencia cómo el mundo cambia... mientras están atados, inútiles."
"¡Maldita seas!" escupió Nathalie, forcejeando con rabia. Sus brazos, recubiertos de oscuridad, chispeaban de poder... pero no podía moverlos, tampoco era capaz de controlar su sombra.
"La sangre... me está drenando." murmuró Marco, con los dientes apretados.
"Exacto," confirmó Aima con una sonrisa afilada. "Mi sangre no solo inmoviliza... absorbe el aura del oponente y reduce su capacidad para usar la magia. Y cuanto más os resistáis, más rápido os quedaréis sin nada."
Nicole resopló, agotada. "Tch... Si tan solo hubiéramos sido un poco más rápidos..."
"¿Estamos... acorralados?" preguntó nuestro protagonista, intentando encender sus puños, pero solo logró emitir un débil chisporroteo.
Gretel observaba en silencio desde un rincón y Hansel no podía sostener la mirada de Nathalie. Evitaba sus ojos, sus gestos, como si su mera presencia le quemara.
"No puede ser..." murmuró Nathalie con un hilo de voz. "¿De verdad has llegado tan lejos... para protegerle a él?"
Hansel apretó los puños con rabia e indecisión, pero no respondió.
En el centro de la sala, la maquinaria seguía absorbiendo magia con cada segundo que pasaba. El sello del Nuevo Testamento vibraba, agrietado, emitiendo una pulsación que resonaba como un tambor de guerra.
Cada vez, quedaba menos.
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Dimensión del Battle Royale.
Con la katana en mano, Keipi aguardaba en silencio sobre el asfalto agrietado de aquella carretera. La tensión era densa, y el aire vibraba con energía residual de los combates anteriores. Entonces, lo sintió: una presencia mágica se aproximaba a gran velocidad.
Al alzar la vista, el cielo se tiñó de un rosa etéreo mientras miles de pétalos de cerezo flotaban desde las alturas. Entre ellos, descendía Takashi, el monje de las flores, empuñando su arma con solemnidad.
"¡Sabía que tú aún estarías de pie!" gritó Keipi con una sonrisa emocionada, girando su espada con destreza.
"¡He esperado mucho este momento, Keichiro!" respondió Takashi, con una mirada encendida de fervor.
Las katanas se encontraron en un estallido de energía que generó una potente onda expansiva. Gotas de agua y pétalos danzaban a su alrededor, suspendidos en el aire como si el tiempo se hubiera detenido solo para enmarcar su duelo.
Ambos retrocedieron varios metros por el impacto, deslizándose sobre el terreno. Sin perder un segundo, Keipi fue el primero en lanzarse de nuevo al ataque. Takashi logró frenar a tiempo y contrarrestó la embestida con precisión.
Así comenzó un intercambio frenético de estocadas, saltos y bloqueos, moviéndose como relámpagos entre vehículos y edificios. El público del coliseo vibraba con cada choque de espadas, incapaz de apartar la mirada.
En un movimiento inesperado, Takashi se agachó y lanzó una patada ascendente que impactó de lleno en el pecho de nuestro protagonista, lanzándolo por los aires. Pero el joven logró agarrarse a una marquesina oxidada y, desde allí, invocó un dragón de agua que se lanzó rugiendo hacia su oponente.
Takashi, envuelto en una espiral de pétalos, giró en el aire y cortó al dragón en dos con un tajo preciso, acercándose rápidamente para continuar el duelo. Sus espadas estaban a punto de cruzarse otra vez, cuando una voz interrumpió el momento.
"¿Os parece bien si me uno?"
Una grieta dimensional se abrió entre ambos. De ella emergieron los brazos de Lovette, la carismática y letal líder de los Love Guardians. Con una sonrisa arrogante, agarró a ambos por la cara y los lanzó con violencia contra el asfalto mientras su figura emergía lentamente del portal.
El público estalló en murmullos. Nadie esperaba una intervención tan temprana por parte de Lovette, famosa por su estilo sigiloso y calculador.
"¿Por qué está atacando ahora?" preguntó Lily, boquiabierta.
"Viendo cómo se reduce el número de combatientes, habrá deducido que estos dos ya han luchado antes… y, por tanto, tienen menos energía mágica que ella," razonó Shouri, con calma analítica.
"Yo también opino eso." asintió Kanu, cruzado de brazos.
"Sin embargo, puede que haya un motivo oculto que la motive," añadió Theo. "Aunque, siendo ella, también podría tratarse de simple egocentrismo... quizá esté convencida de que puede aplastar a nuestros dos colegas sin dificultad."
"Qué bien hablas para ser tan pequeño," comentó Futao, impresionado por la elocuencia del pequeño sabio.
"¡OH! ¡MIRAD!" gritó la pequeña hada, señalando con emoción la pantalla gigante del coliseo.
En ella, el combate se había intensificado de forma brutal. Keipi surcaba los aires con su espada transformada en un letal látigo acuático. Con un solo movimiento preciso, el filo líquido cortó varios rascacielos a su paso, que comenzaron a desplomarse lentamente como si el tiempo se ralentizara.
Lovette logró esquivar el ataque por unos milímetros, impulsándose con gracia en el aire gracias a uno de sus tatuajes encantados, que le otorgaban alas etéreas en los pies. Flotó con elegancia mientras observaba con atención a sus dos oponentes.
Keipi aterrizó sobre uno de los edificios partidos, que se inclinaba peligrosamente por el corte, y comenzó a correr por su superficie de manera ascendente. A su espalda, Takashi le seguía de cerca, lanzando torbellinos de pétalos afilados que se arremolinaban como cuchillas rosadas.
Sin previo aviso, Lovette descendió entre ambos, cortándoles el paso. Con un simple chasquido de dedos activó otro de sus tatuajes mágicos, generando una potente onda sónica que salió disparada en todas direcciones. Takashi fue alcanzado de lleno y salió volando por los aires, girando sin control.
Pero Lovette bajó la guardia por un segundo, y nuestro protagonista no desaprovechó la oportunidad. Se lanzó directo a su espalda con la espada lista, dispuesto a golpear. Ella reaccionó justo a tiempo, descendiendo para esquivarlo... aunque eso era exactamente lo que Keipi esperaba.
El monje giró en el aire con una voltereta precisa y apuntó con su arma hacia abajo. Desde la punta de su espada emergió un dragón de agua rugiente que se precipitó en picado. Lovette no tuvo tiempo de reaccionar: las fauces de la criatura mágica la atraparon de lleno, estampándola con fuerza contra el suelo en medio de una explosión de agua y escombros.
En ese instante, una ráfaga de pétalos surgió de la nada como un suspiro del viento, y Takashi irrumpió en escena saltando ágilmente de un rascacielos cortado a otro. Cada paso acortaba la distancia entre él y Keipi.
Los pétalos comenzaron a girar con violencia, transformándose en un torbellino que se arremolinó en el pecho del monje del agua. Keipi fue lanzado hacia atrás, estrellándose contra uno de los edificios en caída libre. Apenas había tocado el cemento cuando Takashi caía hacia él como una exhalación, espada en alto, dispuesto a terminar el combate.
Pero nuestro protagonista reaccionó con reflejos felinos: se incorporó con un ágil kip up, esquivando el tajo por centímetros, y dejó caer su espada al suelo. Al instante, surgieron múltiples clones marinos de su figura, formados por agua vibrante y energía mágica.
Takashi se vio rodeado por una marea de espadachines idénticos a su oponente. La única opción fue retroceder a toda velocidad, saltando de un trozo de edificio al siguiente mientras intentaba mantener la distancia.
Sin embargo, algo inesperado ocurrió.
De repente, unos brazos etéreos y grotescos emergieron del suelo, atrapando tanto a Takashi como a todos los clones... e incluso a Keipi. Las extremidades mágicas se enredaron como serpientes, inmovilizando a todos los combatientes en pleno aire.
"¡Os tengo!" exclamó Lovette, flotando con elegancia por encima del campo de batalla. "¡Y ahora, desapareced!"
Con un simple chasquido de dedos, activó la misma habilidad con la que minutos antes había derrotado a Ashley. Todo el entorno se fragmentó en una dimensión irreal: un cielo nocturno cuajado de estrellas, donde todos flotaban sin control. Frente a ellos, una gigantesca versión de Lovette emergía de las constelaciones, con sus manos colosales extendidas, dispuesta a aplastarles como si fueran simples insectos.
"¡KAMI!" gritaron al unísono tanto Takashi como Keipi, invocando el nombre de sus aliados mientras el cielo se oscurecía aún más sobre ellos.
Y entonces, ocurrió en un parpadeo.
Sin que nadie fuera capaz de seguirlo con la vista, la gigantesca Lovette y el cielo estrellado que conformaba su dimensión se partieron en dos. Un tajo limpio y demoledor dividió el espacio mismo como si la realidad hubiese sido cortada por una hoja divina.
"¿C-Cómo...?" balbuceó Lovette, con los ojos desorbitados al ver cómo su ataque definitivo quedaba reducido a polvo cósmico. "¡¿Pero esto es imposible?!"
Sin darle tiempo a reaccionar, Keipi y Takashi se alinearon como si fueran uno solo. En un ataque perfectamente coordinado, invocaron un dragón de agua entrelazado con pétalos de cerezo que serpenteó hacia ella rugiendo con violencia.
El impacto fue devastador: la explosión de aura acuática y floral la arrojó con brutalidad contra la estructura de un rascacielos, que crujió bajo el golpe hasta absorber su cuerpo en su interior.
El silencio fue breve.
De entre los escombros no surgió ni un grito... pero tampoco una victoria.
Desde las sombras de la base del edificio, Lovette abrió los ojos entre jadeos. Había logrado intercambiar su posición con un fragmento de piedra justo antes del impacto, gracias a otro de sus tatuajes. Ahora se ocultaba en la base de los rascacielos, respirando con dificultad, con su cuerpo temblando.
"Mierda... Son demasiado fuertes para mí," pensó, apretando los dientes con rabia. "Debo... esperar. Esperar a que uno de ellos caiga primero... y entonces... ¡Ganaré!"
Continuará...
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