domingo, 13 de julio de 2025

Ch. 186 - Para proteger el mañana

Gracias a las palabras de Marco, los guerreros que antes dudaban en unirse a la batalla contra los demonios y los Apóstoles del Génesis comenzaron a cambiar de opinión, uno a uno, en silencio.

"Es increíble..." pensó Nicole, observando desde atrás al joven emperador. "Con solo unas palabras sinceras y un gesto, ha logrado lo que parecía imposible... Ha despertado la esperanza en todos."

Entonces, entre la multitud, una mano temblorosa se alzó. Era una de las artesanas de Accuasancta, una mujer sin habilidades de combate ni conocimiento mágico ofensivo.

"D-Disculpad, señorita Deidad..." dijo una mujer inocente con un hilo de voz. "¿Esto... nos incluye también a nosotros? A los ciudadanos sin experiencia en combate..."

Morgana la miró con ternura y respondió con firmeza, pero sin perder la calma:

"No, para nada. Vosotros sois inocentes en esta guerra. No tenéis por qué involucraros. Os daré cobijo en mi palacio mientras todo ocurre. Si alguien quiere ayudar, será bienvenido... pero nadie está obligado. Y debo ser honesta... no puedo prometer que todos volvamos con vida."

Sus palabras tranquilizaron a muchos, que intercambiaron miradas aliviadas. Sin embargo, entre los guerreros aún quedaban dudas. Terón fue el primero en alzar la voz.

"Entonces… ¿hay alguna forma de destruir el Nuevo Testamento?"

La pregunta resonó en el silencio, despertando el interés de todos.

"Sí, existe un modo," respondió Morgana. "Pero no es sencillo. Para erradicarlo por completo, deben destruirse al mismo tiempo dos núcleos: el que reside en nuestro mundo, que es la reliquia original… y su copia, ubicada en el mundo de los demonios. Solo así los portales se cerrarán y el Nuevo Testamento dejará de existir para siempre."

"Entiendo…" murmuró Terón, pensativo.

Pero Viktor, atento a cada palabra, frunció el ceño.

"Has dicho todo eso... con un tono inquieto. ¿Hay algo más que deberíamos saber?"

"Sí..." admitió Morgana, bajando ligeramente la mirada. "He mirado todos los futuros posibles… y en ninguno de ellos he presenciado ese momento. La oscuridad siempre llega antes. Por eso... no puedo prometeros que lo lograremos."

El silencio volvió, más denso que antes. Hasta que Melodía, aún recelosa, rompió el aire:

"Entonces... ¿para qué luchar?"

Fue Marco quien respondió, con una voz profunda, cargada de gravedad y verdad.

"Porque si vamos a morir de todas formas… al menos quiero hacerlo sabiendo que lo di todo para impedirlo."

Un breve silencio siguió, pero esta vez no era de duda, sino de respeto. Luego, estallaron los aplausos.

"Justo lo que diría un buen emperador..." pensó Shouri, con una sonrisa orgullosa.

Morgana dio un paso al frente, alzando la voz una vez más, como una llama encendida en medio de la oscuridad.

"¡Es tal como dice Marco! Tal vez el fin del mundo sea inevitable, tal vez no haya un mañana… ¡pero no me rendiré! ¡Quiero pelear! ¡Quiero llegar al día siguiente con una sonrisa, aunque sea la última que dé!" agachó la cabeza con humildad, y gritó con todas sus fuerzas "¡Os lo pido de nuevo… LUCHAD CONMIGO! ¡SALVEMOS PYTHIRIA!"

"¡LO HAREMOS!" respondieron todos a coro, alzando los brazos al cielo, como un solo ser, como una sola nación.

"Oye, Morgana… una duda," interrumpió Ashley, mirando a su alrededor con el ceño fruncido. "¿Dónde están los de Love Guardians?"

"¡Oh, es verdad!" exclamó Ryan, golpeando el puño contra la palma. "¡Esa tía se aprovechó de mí para ganarme… qué rabia!"

"Ya lo vimos…" respondió Theo, visiblemente molesto. "¡Esa tía hizo trampa descaradamente!"

"Aunque… técnicamente, lo que hizo no estaba prohibido en las reglas," añadió Cecily con un suspiro, encogiéndose de hombros.

Morgana asintió, comprendiendo que aún no sabían la verdad.

"Ellos… eran el grupo infiltrado de la iglesia de Aspasia. Su verdadero nombre es el de Sacerdotes del Génesis. Guerreros al servicio de Yumeith. No alcanzan el nivel de los Apóstoles, pero sí son lo bastante poderosos como para no ser comparables con un simple soldado."

"¿¡Qué!?" exclamó Keipi, con los ojos como platos.

"N-No lo habría imaginado…" murmuró Lola, llevándose la mano al pecho, mientras recordaba su combate contra Pinoccio.

"Ese equipo tenía un propósito muy específico," continuó Morgana. "Reunir energía mágica para debilitar el sello. Ganar el torneo era su plan B… por si no lograban suficiente energía, así el premio acabaría igualmente en sus manos."

"Una estafa total…" suspiró Cecily, cruzándose de brazos.

"¿Entonces… hemos ganado para nada?" preguntó Ryan, indignado. "¡¿Todo este esfuerzo para nada?!"

"E-Eso me temo…" respondió Ashley, apretando los dientes.

Takashi, que hasta ahora había guardado silencio, miró a Keipi de reojo y aferró con fuerza la empuñadura de su katana. Su rostro reflejaba una furia contenida.

"Joder…" pensó con rabia. "Todo esto… ¿para qué? ¿Para que al final nunca pensaran darnos el premio? ¡Me las pagarán…! ¡Con mis sentimientos no se juega!"

La multitud comenzó a alborotarse, visiblemente enfadada al descubrir que todo había sido una farsa: les usaron, jugaron con sus expectativas y, para colmo, el premio nunca iba a ser suyo. En medio del creciente murmullo de indignación, volvieron a olvidar —aunque fuera por un momento— el verdadero motivo por el que estaban reunidos.

Entonces, Morgana golpeó con fuerza el suelo con su bastón. El eco seco del impacto devolvió el silencio y atrajo de nuevo sus miradas.

"Entiendo vuestra frustración. Es normal sentirse así ante una revelación como esta… Pero ahora mismo, eso no es lo más importante," declaró con firmeza, recorriendo con la mirada a los presentes. "En unas tres horas, comenzarán a abrirse las primeras grietas dimensionales. Y el primer punto de invasión será allí mismo: Accuasancta. Los demonios cruzarán los umbrales sin piedad."

La tensión creció de inmediato.

"Desde el primer ataque tendremos apenas unas cuatro, quizás cinco horas antes de que las grietas se extiendan por todo el planeta. Cuando eso ocurra… el verdadero fin del mundo comenzará."

"Entonces… tenemos cuatro horas para destruir el Nuevo Testamento y derrotar a Aspasia y sus esbirros, ¿no?" preguntó Marco, con el rostro tenso.

"Suena difícil," murmuró Lily, visiblemente preocupada.

"Pero no imposible," intervino Shouri, sonriendo con confianza mientras se crujía los nudillos. "Aquí hay guerreros de alto nivel más que suficientes para plantarles cara. Además de Terón y yo, tenemos a una leyenda de la nueva generación." Señaló con la cabeza a Yumeki, que cargaba a Anaxandra a la espalda, aún inconsciente.

"Sí… esa soy yo," murmuró Yumeki sin mucho entusiasmo.

"Si nos mantenemos unidos y damos lo mejor de nosotros, podremos hacerlo. ¡No perdamos la fe!" exclamó Ashley, alzando el puño para animar a los demás.

"¡Eso, eso!" la secundó Cecily, contagiada por el entusiasmo.

"Durante este margen de tiempo, trazaremos un plan de ataque," continuó Morgana. "Usad estas horas para descansar, recuperaros y sanar vuestras heridas. Será una batalla dura. Larga. Solo los que estén preparados podrán resistir hasta el final." Luego dirigió su mirada a los equipos médicos. "Por favor… necesito vuestra ayuda al máximo nivel. Cada guerrero en pie completamente sanado puede marcar la diferencia."

"Cuenta con nosotros," respondió sin dudar el líder médico del torneo.

"Y a todos los que posean magia sanadora, incluso si no son profesionales... os lo ruego, uníos a los equipos de apoyo."

Cuatro ciudadanos se adelantaron sin vacilar. Todos ellos dominaban magias regenerativas. Nadie los había llamado directamente, pero la voluntad de luchar los empujó a actuar.

"Yo también ayudaré, jefa," dijo Nicole, dando un paso adelante.

"Espera, Nicole." La detuvo Morgana.

"¿Qué ocurre?" preguntó con extrañeza.

"Necesito que priorices una curación urgente. Hay alguien que necesitamos en condiciones óptimas… es una pieza clave en esta guerra." Morgana levantó el brazo y señaló a Anaxandra. "Ella… es nuestra reina en este tablero de ajedrez."

"¿A-Anaxandra?" se sorprendió Marco.

"Está bien. ¡La curaré!" exclamó Nicole, decidida, con una sonrisa iluminando su rostro.

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Iglesia de Yumeith.

En el presbiterio de la estructura sagrada, donde se erguía la imponente estatua del mesías, Sophia y Aspasia paseaban en silencio. El mármol blanco brillaba con un leve resplandor, bañado por la tenue luz de los vitrales que rodeaban el santuario superior. Allí, en la quietud sagrada, ambos se detuvieron para rezar.

Sophia fue el primero en retirarse, dejando sola a la anciana frente al coloso de piedra. Aspasia, envuelta en sus túnicas ceremoniales, cruzó los dedos con delicadeza, juntando las palmas como si se aferrara a su fe con desesperación.

"En cuestión de horas… volverás a la vida, mi señor…" murmuró, con los ojos cerrados y una sonrisa casi maternal. "Todo está listo."

Su voz se volvió más severa, como si hablara directamente al dios dormido.

"El mundo que conocíamos… el mundo que tú creaste con tu amor… ha caído en la depravación suprema."

Su mirada se alzó hacia el rostro esculpido del mesías.

"¡No hay día sin guerra! ¡No hay hora sin sangre derramada! ¡Los inocentes mueren por culpa del egoísmo de los adultos! ¡El orden se ha roto! ¡Los hombres ya no aman solo a las mujeres, ni las mujeres solo a los hombres! ¡El ciclo natural ha sido pervertido! ¡Las tasas de natalidad se hunden, y con ellas, la esperanza!"

Su voz se elevó, temblorosa por la furia y la fe.

"¡La Gula! ¡La Ira! ¡La Envidia! ¡La Pereza! ¡La Lujuria! ¡La Avaricia! ¡La Soberbia! ¡Los siete pecados reinan sobre estas tierras como reyes sin corona! ¡Te necesitamos, mi señor! ¡Apaga las llamas del deseo! ¡Purifica esta realidad corrompida!"

Pero antes de que pudiera continuar su plegaria, un estruendo sacudió la sala.

Las puertas del santuario fueron brutalmente pateadas y se estrellaron contra la pared con un chirrido metálico y grotesco. La figura de una joven avanzó entre la neblina levantada por el impacto.

"¡ASPASIA!" rugió Lovette, con los ojos encendidos por la ira. "¡Eres una maldita mentirosa!"

La anciana se giró lentamente, fingiendo sorpresa. "¿Qué ocurre, jovencita?" preguntó con un tono dulzón, como si no entendiera el motivo de aquel arrebato.

"¡A mí no me engañas!" gritó la joven. Uno de los tatuajes en su brazo comenzó a brillar intensamente, como si respondiera a la verdad revelada.

Una figura etérea emergió de su espalda: un guerrero cubierto por una armadura radiante, imponente como un caballero celestial. Blandía una lanza larga con símbolos antiguos grabados a lo largo del asta.

Sin dar aviso, el espectro golpeó el suelo con la punta de su arma, generando una onda sónica que salió directa contra Aspaia, arrojando escombros por los aires y envolviendo la sala en una nube densa de polvo.

"¡VOY A ACABAR CONTIGO, MENTIROSA!" gritó Lovette entre la bruma, mientras su silueta avanzaba decidida hacia Aspasia.

Continuará...


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