Fémina. Una hora después.
Anaxandra abrió los ojos lentamente.
El techo blanco de la enfermería le dio la bienvenida, borroso al principio, como si aún estuviera entre la vigilia y el sueño. El olor a hierbas medicinales flotaba en el aire. Estaba tumbada sobre una camilla, envuelta en sábanas suaves, y a su lado, una figura familiar: Nicole.
La joven sanadora se encontraba sentada junto a ella, con las manos extendidas sobre su abdomen, irradiando una luz cálida y tenue. Su magia de curación aún seguía activa, y sus dedos temblaban con delicadeza mientras cerraban las últimas heridas.
"¿N-Nicole...?" murmuró Anaxandra, con la voz rasposa, aún aturdida por el cansancio.
Nicole le devolvió una sonrisa reconfortante.
"Tranquila", dijo en voz baja. "Estoy sanando las pocas heridas que te quedan. No tengas prisa por moverte... y escucha con atención, porque tengo que contarte lo que ha ocurrido desde que perdiste el conocimiento."
Nicole no dejó de canalizar su magia mientras hablaba, su tono pausado, casi hipnótico. Con paciencia y ternura, le relató los acontecimientos que siguieron a su separación en la iglesia: El cómo lograron rescatar a Nathalie; cómo Hansel, en un acto inesperado, traicionó al grupo para salvar a Gretel y, finalmente, lo que les esperaba ahora que los hilos del destino habían cambiado de dirección.
Anaxandra escuchó en silencio, apenas pestañeando. Cuando Nicole terminó, solo pudo susurrar: "Vaya..."
Guardó un momento de silencio. Luego bajó la mirada. "Entonces... aquel ataque que me lanzó Hansel... no fue una ilusión. Fue real...", dijo con una mezcla de tristeza y decepción.
"Sí. Su traición nos ha marcado a todos", respondió Nicole. "Pero... tengo la sensación de que sus compañeros no le odian. Más bien... lo entienden. Están dolidos, sí, pero no hay rencor. Solo confusión."
"Entiendo... Al final, también es su amigo. Imagino que querrán comprenderlo."
La luz en las manos de Nicole comenzó a desvanecerse poco a poco, hasta que finalmente se extinguió. Con un suspiro, se limpió el sudor de la frente con la muñeca y dejó caer los hombros, agotada pero satisfecha.
"Ya está. Con esto, he terminado de curarte", dijo con una sonrisa cansada pero cálida.
"Muchas gracias..." murmuró Anaxandra. En su rostro, sin embargo, se dibujaba una expresión de desconcierto.
Nicole lo notó enseguida.
"Seguramente no sepas qué hacer ahora", le dijo con suavidad. "Pero... creo que Morgana puede ayudarte a aclarar esos pensamientos que nublan tu mente."
"S-Sí... tienes razón", respondió ella, asintiendo con lentitud.
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Minutos después.
Una vez recuperada y habiéndose puesto al día con lo ocurrido, Nicole le prestó a Anaxandra un conjunto de ropas limpias y adecuadas. La mujer se vistió en silencio, aún procesando todo lo que acababa de escuchar. Poco después, la sanadora la acompañó por los pasillos del palacio hasta el gran despacho de Morgana.
Allí, esperándola, se encontraban algunos de los guerreros más importantes de la resistencia que habían formado en este último rato.
Marco, Keipi, Ashley, Takashi, Shouri y Terón estaban reunidos junto a Morgana, la portadora de la deidad conocida como la Biblioteca de Horacio. La tensión se palpaba en el aire.
"Al fin despiertas", sonrió el espadachín del agua.
"Menos mal que contábamos con la mejor sanadora para ello", añadió Marco, mirando a Nicole con una expresión cálida y sincera.
La aludida se sonrojó al instante, bajando la mirada.
"T-Tonto...", murmuró para sí misma.
Entonces, Terón dio un paso al frente, cruzándose de brazos, desconfiado.
"¿Esta es la pieza fundamental para nuestra victoria?" preguntó con el ceño fruncido. "¿No es solo la presentadora del torneo? ¿Y si sigue del lado de Aspasia?"
"No es una pregunta descabellada", intervino Shouri con tranquilidad. "Ella sigue siendo miembro de la iglesia, después de todo."
Morgana dio un leve paso adelante, imponente pero serena. Su voz sonó firme.
"Entiendo vuestras preocupaciones. Pero Anaxandra no es una fanática. Es una hija herida, obligada a ver cómo su madre se consume en un delirio destructivo. Su único deseo es detenerla... y devolverle la cordura. Por eso, está de nuestro lado."
"E-Es cierto..." respondió Anaxandra, dando un paso tímido al frente. "Aspasia... es mi madre. Y durante toda mi vida la vi dejarse consumir por la fe, hasta perder por completo el juicio. Está convencida de que puede resucitar a Yumeith usando el Nuevo Testamento. Pero yo... yo solo quiero detenerla. Quiero salvarla... y devolverle la vida normal que jamás tuvo."
Terón frunció aún más el ceño. "Eso suena... demasiado extraño."
"Pienso lo mismo", añadió Shouri, entrecerrando los ojos.
"Pues yo, confío en ella", dijo Marco, sin titubeos.
"Yo también", comentó Ashley, sacando tranquilamente una bolsa de patatas fritas y abriéndola con un crujido.
"Y yo no creo que esté mintiendo", intervino Takashi. "Su mirada vacía, su rostro cansado... eso no se finge fácilmente. Esas palabras entrecortadas... no suenan a mentira."
"O a lo mejor es una buena actriz", replicó Terón, sin ceder.
"Qué cabezón eres, jajajaja", se rió Keipi. "Y pensar que te derroté de un solo golpe."
"¡E-Eso fue suerte!", exclamó Terón, rojo de la vergüenza.
Morgana levantó la mano, captando la atención de todos.
"Sea como sea... en ninguno de mis futuros he visto que nos traicione", dijo con seriedad.
"¡Morgana!", exclamó Nicole, alarmada.
"¡No digas cosas así a la ligera!", añadió Shouri, visiblemente molesta. "No pongas en riesgo tu vida por hacer declaraciones como esa."
"Lo sé, no debería estar gastando tiempo de vida en pequeñeces", respondió Morgana, bajando un poco el tono. "Pero en este caso, era necesario. Quiero que estéis tranquilos y que entendáis que ella es una pieza fundamental. Su magia de telepatía nos permitirá comunicarnos durante el combate, sin importar la distancia."
"¿Esa es tu magia?" preguntó Terón, mirando a Anaxandra con escepticismo.
Ella asintió con timidez. "Sí... pero dudo que tenga suficiente alcance como para abarcar toda la ciudad o todo el campo de batalla."
"No te preocupes por eso", respondió Morgana. "Entre mis súbditos hay varias magas potenciadoras. Con su ayuda, llevaremos tu telepatía al máximo. Y gracias a ti... todos estaremos conectados cuando llegue el momento. Lo único que necesitamos, es saber si estarás dispuesta a unirte a nosotros para detener a tu madre y a los apóstoles."
Anaxandra tragó saliva. Su corazón latía con fuerza, pero no dudó. Inspiró hondo, contuvo el aliento por un instante... y asintió con decisión. "Lo haré. ¡Pase lo que pase, quiero detener a mi madre y salvar el mundo de la invasión de los demonios!"
Morgana dio un paso al frente, su mirada brillando con determinación. "En ese caso... ¡preparaos para la guerra!"
Su voz resonó en las paredes del despacho como un trueno. "En menos de dos horas... ¡comienza la gran batalla!"
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Dos horas después. Accuasancta.
El cielo se rasgó como papel ardiendo.
Tras la imponente silueta de la iglesia, enormes grietas dimensionales comenzaron a abrirse una tras otra, devorando la luz y dejando paso a criaturas demoníacas de todo tipo. Alas negras, garras afiladas, bocas imposibles... la invasión había comenzado.
"¡JAJAJAJA! ¡HA LLEGADO EL MOMENTO!" bramó Aspasia desde la sala del núcleo del Nuevo Testamento, con los brazos en alto y los ojos llenos de éxtasis. "¡EL FINAL DEL MUNDO ESTÁ CERCA, ASÍ QUE... RESUCITA DE UNA VEZ, MI QUERIDO YUMEITH!"
Desde la gran abertura en la pared, observaba cómo las hordas demoníacas arrasaban los últimos vestigios de la ciudad, ahora reducida a ruinas tras la ascensión de la iglesia, que permanecía suspendida en el aire, sostenida por enormes cadenas que se perdían entre las nubes.
Los apóstoles ya estaban en sus posiciones, como estatuas tensas antes del choque. Sus ojos, encendidos. Sus armas, listas. Solo esperaban una cosa: que llegara el enemigo.
Y entonces, un par de minutos después, llegó.
Una nueva grieta dimensional se abrió, esta vez al otro lado de la ciudad. Del abismo emergió un gigantesco navío alado, imponente, bañado en luces doradas y símbolos arcanos. A bordo, de pie en la proa, estaba Morgana, con el cabello danzando al viento y su mirada fija en el corazón del caos.
A su lado, Anaxandra, Theo, Lily, y el escuadrón de magas potenciadoras y sanadoras que servían a la portadora de la deidad.
Y bajo el coloso volador, una tras otra, comenzaron a descender las figuras que cambiarían el destino del mundo: Los guerreros.
Uno a uno, fueron tomando tierra tras Marco, que avanzaba al frente con los ojos encendidos por una llama que no era de este mundo.
"¡QUE COMIENCE LA GUERRA!" rugió con fuerza, levantando la voz por encima del estruendo de las grietas.
Continuará...
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