Los demonios estaban siendo liberados sin control.
Durante las primeras horas, solo aparecerían en Accuasancta y sus alrededores. Pero si no se intervenía a tiempo, las grietas dimensionales terminarían expandiéndose por toda Pythiria... y con ellas, el verdadero final del mundo daría comienzo.
La única forma de evitarlo: destruir el Nuevo Testamento antes de que fuera demasiado tarde.
Guiados por Marco, los guerreros que habían participado en el torneo emergieron desde Fémina a través de una grieta dimensional. Sus ojos ardían con determinación, sus cuerpos se movían con una sincronía forjada en combate. Iban directos al apocalipsis… y lo sabían.
"¡QUE COMIENCE LA GUERRA!" rugió Marco, con furia en la voz y fuego en el corazón, alzando el puño mientras guiaba a sus compañeros hacia el campo de batalla.
Todos se lanzaron al frente, sin miedo, corriendo de cara a los demonios que ya se aproximaban a la ciudad en ruinas de Accuasancta. Y entonces… estalló la gran batalla por la supervivencia de la humanidad.
Marco rodeó sus tobillos con llamas. Se agachó, cargó energía… y salió disparado como una bala. Con cada mano sujetó el rostro de un demonio y, sin vacilar, disparó una esfera de fuego a quemarropa. Ambas cabezas estallaron en una explosión ardiente.
Frente a él, un monstruo ciclópeo, enorme y con un martillo más grande que un cuerpo humano, saltó con violencia. Pero no llegó ni a hacer ni un mísero movimiento, pues Keipi lo cortó a la mitad en pleno vuelo.
"Yo te cubro las espaldas, jefe", sonrió el monje, dejando caer su espada al suelo. Un segundo después, ejecutó su técnica más temida: la clonación acuática. Del suelo emergieron siete copias idénticas que se desplegaron como un torbellino. Bailaban por el campo de batalla, cortando gargantas y desmembrando demonios con precisión coreografiada. Una danza mortal, hermosa y aterradora.
No muy lejos, Ashley avanzaba como una estampida humana, cuyos golpes eran imparables. Saltó sobre uno, destrozándole el cráneo de una patada descendente, de ahí saltó cogiendo altura y agarró a un demonio alado por los brazos, estampándolo contra el suelo como si fuera un saco de carne.
Luego, sin frenar, asestó un rodillazo a un ser de dos cabezas en el estómago. Lo agarró de uno de sus cuellos… y lo lanzó como si fuese un proyectil contra otro contrincante, abriendo un hueco entre las filas enemigas.
A unos metros de distancia, Ryan liberó sus cadenas, que serpenteaban como serpientes vivas. En un solo movimiento apresó a más de veinte demonios y los hizo chocar entre ellos con precisión quirúrgica. Uno tras otro, cayeron como piezas de dominó.
A su espalda, lo protegía Cecily en su forma de Fenrir. Su cuerpo eléctrico se movía con agilidad felina, despachando enemigos a base de chispazos letales, como una sombra luminosa que nadie podía tocar.
"Me estoy empezando a acostumbrar a trabajar contigo", dijo la ladrona con una sonrisa ladina, lanzando otra descarga.
"Y es todo un placer hacerlo", respondió Ryan, sin dejar de combatir, con una sonrisa cómplice.
Varios demonios atacaron a Nathalie por distintos flancos, pero ella no se inmutó. Extendió su sombra en forma de círculo bajo sus pies, y en cuestión de segundos, todos quedaron atrapados en ella como si hubiesen caído en una trampa invisible.
"Lo lamento... Sé que sois seres cercanos a mi especie... pero ahora mismo sois un peligro que no puedo permitir."
Con voz fría pero firme, la semidemonia hizo emerger cuchillas oscuras desde su sombra, que perforaron simultáneamente a todos los enemigos atrapados. Un silencio fugaz precedió a la lluvia de sangre verdosa.
Mientras tanto, en el aire, varios demonios alados se aproximaban al barco sin saber que estaban a punto de encontrarse con el mejor arquero de la actualidad: Kanu.
Deslizándose con elegancia entre los edificios en ruinas, disparaba flechas gélidas sin apenas apuntar, y aun así, cada una impactaba con una precisión quirúrgica. Era, sin duda, un prodigio.
Uno de los demonios logró responder con una esfera de fuego morada, obligando a Kanu a retroceder con un salto ágil hacia el edificio anterior. Cayó de espaldas a propósito, tensó su arco hacia el cielo y disparó una flecha que comenzó a brillar en pleno vuelo. A medida que ascendía, se multiplicó en cientos de carámbanos afilados que descendieron como una lluvia de dagas heladas, acabando con toda la escuadra aérea enemiga.
Pero mientras su atención estaba en el cielo, no percibió el peligro que se aproximaba por tierra. Un demonio enorme y rechoncho, con brazos tan gruesos como troncos, se le acercaba por detrás con la clara intención de aplastarlo de un solo golpe.
"¡Ni lo sueñes!" gritó Futao, apareciendo como un torbellino de fuego. Su lanza danzaba con él, envuelta en llamas, y con un giro impecable rebanó al demonio antes de que su puño alcanzara a Kanu.
"Gracias por cubrirme", sonrió el arquero con calma.
"Para eso estamos, bestie", respondió el lancero con una sonrisa cómplice mientras giraba su lanza con estilo.
En otro punto del campo de batalla, Shouri saltaba de edificio en edificio, hasta que descendió con un potente golpe contra el suelo. El impacto levantó rocas que se convirtieron en afilados picos de piedra, los cuales se estrellaron con violencia contra todos los demonios a su alrededor.
"¡Recordad que esta guerra no acabará hasta que destruyamos el Nuevo Testamento!", gritó con fuerza. "¡No lo deis todo desde el principio!" Su voz tenía autoridad. Era la voz de alguien con experiencia militar real.
Poco más allá, Terón interceptó un brutal puñetazo de un demonio cubierto de pinchos. Su cuerpo apenas se movió. Y en respuesta, le propinó un codazo seco que le reventó la cabeza de un solo golpe.
"Aumentar mi defensa también significa aumentar la presión... y la fuerza del impacto. No me subestimes", dijo con tono desafiante. Luego alzó la voz para apoyar a su compañera.
"¡Shouri tiene razón! ¡GUARDAD FUERZAS PARA LOS PEORES ENEMIGOS! ¡NO MALGASTEIS VUESTRA ENERGÍA MÁGICA EN ESTOS DON NADIES!"
Unos metros más adelante, una elegante danza de pétalos de cerezo cubría el campo con un cálido tono rosado. El viento los arrastraba en espiral, hipnotizante... hasta que, en cuestión de segundos, todos los demonios dentro del área quedaron cortados en pedazos.
"Pensé que esto sería mucho más complicado", comentó Takashi, enfundando su espada con calma.
A su izquierda, las varas de Lola se incrustaban con precisión en los cuerpos de varios demonios alados, haciéndolos estallar en un estallido de energía luminosa. A su derecha, los lobos invocados por Carter desgarraban sin piedad a todo aquel que se atreviera a acercarse, sus colmillos y garras debajan un rastro de sangre demoníaca sobre las ruinas de la ciudad.
Cubriendo la retaguardia, Viktor se mantenía firme, rodeado por torbellinos de arena. Su magia de adaptación, en una ciudad arrasada donde las calles se habían convertido en desierto, le permitía usar la arena como arma. Con un solo gesto, levantó enormes olas de tierra que barrieron a los demonios, alejándolos del resto del grupo como si fueran simples hojas secas ante un vendaval.
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Barco.
En la proa, Morgana se mantenía firme, observando el campo de batalla desde las alturas. Justo detrás de ella, Anaxandra estaba sentada con las piernas cruzadas, mientras una maga potenciadora colocaba suavemente las manos sobre su espalda, canalizando su poder.
"¿Estás lista?" preguntó la portadora de la deidad, sin apartar la vista del horizonte.
"Sí", respondió con determinación la hija de la suma sacerdotisa.
Unos metros más atrás, Theo, Lily y Nicole observaban en silencio el desarrollo del combate. El caos era innegable, pero la coordinación del equipo ofrecía esperanza.
"Hemos empezado bien", reflexionó Morgana en voz alta. "Ver que los demonios no son tan poderosos como temíamos aumentará la confianza de quienes aún dudaban. Sin embargo..."
"...El verdadero enemigo será la fatiga, ¿no es así?", completó Theo con seriedad.
"Exacto", asintió ella.
"¿La fatiga?" preguntó Lily, un tanto confundida.
"Los demonios seguirán saliendo sin descanso. Aunque no sean especialmente fuertes, su número es infinito. En cambio, nuestros guerreros y su energía magíca no lo son", explicó el pequeño con tono sombrío.
"Comprendo..." murmuró el hada, algo más seria.
"Y aún no ha llegado lo peor..." advirtió Morgana, entrecerrando los ojos. Algo distante en el horizonte había captado su atención. "Anaxandra, da el primer aviso."
"¡Entendido!", exclamó la joven.
La hija de la sacerdotisa cerró los ojos, y su magia se activó al instante. La potenciadora detrás de ella canalizó su energía, dibujando un halo invisible que se extendió por todo el cielo de la ciudad, creando una red mental que enlazó a todos los guerreros en combate.
"¡Escuchad todos!", resonó su voz en las mentes de sus aliados. "En cuestión de minutos, los Apóstoles comenzarán su movimiento. ¡Es hora de iniciar la incursión a la iglesia!"
"¡Marco, Keipi, Ashley, Ryan y Cecily! Vosotros tendréis el papel más importante: ¡destruir el Nuevo Testamento! ¡Comenzad el avance! ¡El resto, abridles paso hasta la cadena por la que ascenderán!"
"¡Entendido!" respondieron las voces al unísono.
Marco y su equipo se miraron, intercambiando un gesto de firmeza. Sin perder tiempo, dejaron de gastar energía en demonios menores y emprendieron la carrera hacia una de las colosales cadenas que sostenían la iglesia en el cielo.
Su verdadera misión acababa de comenzar.
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Iglesia, sala del Nuevo Testamento.
Desde el ventanal de piedra, Aspasia observaba con quietud el caos que comenzaba a desatarse en las ruinas de Accuasancta. Sus manos, cruzadas tras la espalda, temblaban levemente... no por miedo, sino por la emoción contenida.
"Ya están aquí..." murmuró en voz baja, dejando escapar una sonrisa apenas perceptible. Entonces cerró los ojos, y una onda invisible de energía recorrió la sala: su magia de memoria se activó, haciendo uso de la misma telepatía que tenía su hija, enlazándose así con las mentes de sus apóstoles y sacerdotes.
"¡Ha llegado la hora...!", resonó su voz con autoridad en sus mentes. "¡Destruidlos a todos! ¡Mostradles el verdadero poder de la fe!"
"¡¡Sí, su santidad!!" respondieron al unísono, con voces impregnadas de fervor.
El Nuevo Testamento comenzaba a escribir su último y más sangriento capítulo.
Continuará...
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