La batalla contra los demonios apenas comenzaba, y los guerreros luchaban con todo lo que tenían para impedir que las criaturas avanzaran más allá de Accuasancta.
Melodía, de los Symphoniacs, giraba su cabello generando tornados que golpeaban a varios enemigos a la vez, mientras el escuadrón completo de los Arachnids lanzaba sus hilos con precisión quirúrgica, degollando a varios demonios y atrapándolos en sus propias redes como si fueran simples insectos.
Pero no estaban solos.
Cada participante, sin importar su rango o procedencia, daba lo mejor de sí con un objetivo común: evitar el apocalipsis. Mientras tanto, nuestros protagonistas emprendían una nueva incursión hacia la iglesia, decididos a acabar con el Nuevo Testamento.
Por suerte, el combate estaba en sus primeras fases y el agotamiento aún no hacía mella. Además, con Terón y Shouri al frente, los guerreros encontraban un atisbo de esperanza. Si alguien podía liderar esa defensa… eran ellos.
"Menos mal que contamos con esos dos", dijo uno de los combatientes, sin dejar de luchar.
"¡Ya te digo!" respondió su compañera, con una sonrisa tensa mientras derribaba a un enemigo.
Justo frente a ellos, Terón resistía los golpes de varios demonios gracias a su increíble defensa, no se movía ni un centímetro. Luego, en un movimiento veloz y calculado, contraatacó con sus brazos, derribando a todos de una sola tanda.
Un poco más adelante, Shouri alzaba dos enormes bloques de roca con una potente patada al suelo. Los lanzó con fuerza desde ambos lados, aplastando a varios enemigos entre ellos como si fueran simples muñecos de trapo.
"Es solo cuestión de tiempo..." pensó la leyenda, sin dejar de observar la iglesia flotante en el cielo. Sus ojos se entrecerraron con gravedad. "El primer movimiento... Los Apóstoles... están por llegar."
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Grupo de nuestros protagonistas.
El grupo liderado por Marco se aproximaba a una de las enormes cadenas que mantenían suspendida la iglesia en el cielo. Hasta ese momento, habían evitado las confrontaciones directas, limitándose a apartar del camino a los demonios que se interponían en su avance.
Pero, a medida que se acercaban, una presencia opresiva comenzó a hacerse más densa. El aire parecía cargado de una sed de sangre insoportable, como si la muerte les aguardase al otro lado.
Sin mostrar un ápice de temor, Ashley frunció el ceño. Reconocía ese tipo de energía. Sin pensarlo dos veces, activó las marcas de Heracles en sus piernas, lo que potenció su velocidad al instante. Saltó con fuerza hacia el frente, impulsándose como un rayo en dirección al origen de esa presión.
Y allí venía él.
El espadachín apóstol Xiphos, con aspecto de vagabundo y ojos fríos como el acero, se lanzaba contra ellos con paso firme, sin la más mínima señal de duda. El choque fue brutal: ambos colisionaron en el aire. Ashley bloqueó su espada con la planta del zapato, desviando el filo de una patada.
"¡E-Ese es...!" murmuró Cecily, abriendo los ojos con sorpresa.
"¡Un Apóstol!" exclamó Ryan, frunciendo el ceño.
De inmediato, Marco se llevó dos dedos a la frente, activando el canal telepático que lo conectaba con todos los aliados desplegados en la batalla.
"¡Los apóstoles han entrado en juego!" anunció con seriedad. "¡Uno de ellos, el espadachín de aspecto andrajoso, acaba de interceptarnos!"
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Barco.
"Tal y como imaginábamos... ya han movido ficha." comentó Morgana con determinación en la mirada.
"Y han ido directo a por Marco y su equipo, como si supieran lo que tramamos." reflexionó Theo, cruzado de brazos.
"Puede que sea una simple coincidencia... o puede que estuvieran esperando justo ese movimiento." teorizó Nicole, entornando los ojos con suspicacia.
De pronto, una de las puertas del barco se abrió de golpe. Todos giraron la cabeza al escuchar el sonido. La figura que apareció era justo la que todos estaban esperando.
"¿He oído lo que creo que he oído?" dijo Yumeki, rascándose la cabeza mientras sostenía a Frost en su forma katana entre sus brazos.
"Mierda..." pensó Lily, tensándose de inmediato. "Es verdad... esta tía dijo que le tenía una rabia tremenda al apóstol andrajoso."
"Yumeki… Tú eras nuestro as bajo la manga. Deberías mantenerte aquí escondida." le recordó con firmeza.
Pero sin decir una sola palabra, la joven colocó un pie sobre la barandilla de la proa y alzó la mirada hacia Morgana, desafiante.
"Tú puedes ver todos los futuros… Así que ya sabes lo que voy a hacer." dijo, metiéndose una piruleta en la boca con aire despreocupado.
"Yo me encargo de ese tal Xiphos." respondió Yumeki con una sonrisa emocionada, y sin dudarlo, saltó del barco sin mirar atrás.
"Q-Qué valiente..." murmuró Theo, impresionado.
"Es que es una tía chulísima." añadió Lily por lo bajo, sin poder evitarlo.
En ese momento, una nueva transmisión mental invadió las mentes de todos a bordo.
"¡Aquí Melodía! ¡Se aproxima un dragón hacia nuestras fuerzas!" alertó la joven con urgencia.
"¿Ha dicho un dragón?" exclamó Nicole, corriendo hacia la barandilla para asomarse.
Y tenía razón.
Una gigantesca bestia alada surcaba los cielos con dirección al campo de batalla. Pero lo peor no era su tamaño ni sus llamas, sino lo que cargaba en su lomo: los Sacerdotes del Génesis... y junto a ellos, dos de los apóstoles más letales: Sophia y Phoné.
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Campo de batalla.
La sombra del dragón se proyectó sobre el campo como un presagio oscuro. Muchos guerreros alzaron la vista al cielo, y en cuestión de segundos, varias siluetas descendieron sin miedo, listas para desatar el infierno.
Frente a Terón aterrizó con firmeza la apóstol conocida como Phoné, su presencia impuso un silencio denso como la niebla. Frente a Shouri, descendió Sophia, sentado con solemnidad en su silla de ruedas, envuelto en un aura inquietante.
Mientras tanto, Lovette, Antonia, Pinoccio y Augvag se dispersaban rápidamente por el campo de batalla, sembrando caos por doquier.
"¡YA ESTÁN AQUÍ!" anunció Shouri telepáticamente, con tono de alerta.
"¡POR LOS NIÑOS ABANDONADOS Y SIN FUTURO HARÉ LO QUE HAGA FALTA!" gritó Lovette, alzando su voz con furia. Una onda sónica se propagó desde su garganta, golpeando con violencia a varios guerreros, dejándolos heridos al instante.
A pocos metros, Augvag comenzó a invocar copias de las extremidades de su cuerpo, que emergían del suelo como raíces de un árbol maldito, golpeando a los aliados con brutalidad descoordinada.
Antonia, por su parte, lanzaba potentes flatulencias que, por ridículas que parecieran, tenían la fuerza suficiente para derribar estructuras menores y hacer retroceder a varios combatientes. A su lado, Pinoccio desplegaba ingeniosas invenciones de madera que saltaban, cortaban y se transformaban con una velocidad impresionante.
"¿Lovette… está aquí?" pensó Takashi mientras partía a un demonio en dos con un solo corte.
Su mente viajaba al pasado, recordando el Battle Royale, aquel momento exacto en el que logró derrotarla aprovechando una breve —y casi irrepetible— debilidad.
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Campo de batalla. Shouri.
"Vaya, qué honor más grande enfrentarme a la mítica leyenda de guerra conocida como Shouri." dijo Sophia con elegancia mientras se desplazaba tranquilamente en su silla de ruedas, con una sonrisa suave y venenosa.
"¿De verdad vamos a empezar con cumplidos falsos?" replicó Shouri mientras se agachaba, quitándose una de las pulseras que retenían su poder mágico del tobillo. "Prefiero ir al grano."
Con un potente movimiento de brazo, levantó un pilar de roca que se estrelló contra la silla de ruedas, haciéndola pedazos al instante. Los restos salieron volando, cayendo como metralla.
Sin embargo, no había rastro del apóstol del conocimiento. Hasta que la tierra tembló.
Del suelo emergió Sophia... ileso. Sentado ahora con calma sobre el lomo de un gigantesco pez que nadaba entre la roca como si fuera agua. La bestia surgió del suelo con elegancia, como si la tierra le perteneciera.
"Vaya, vaya… ¿Así tratas a tus mayores?" preguntó Sophia, cruzando los brazos con teatralidad. "Parece que, pese a ser toda una leyenda, se te han olvidado los modales de antaño."
Shouri chasqueó la lengua y sonrió con sorna. "Lo siento, pero nunca hago caso de lo que me dicen los hombres ególatras."
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Campo de batalla. Grupo de Marco.
Ashley lanzó un potente puñetazo, pero el enemigo esquivó con agilidad, saltando hacia un lado y rodando sobre sí mismo. Al incorporarse, invocó una segunda espada en su otra mano.
"¡Ese tío no parece nada débil!" exclamó Cecily, con preocupación.
"¡Callaos y seguid avanzando!" gritó Ashley, retrocediendo unos pasos para plantarse frente a él. "¡Lo importante es detener el Nuevo Testamento, y rápido! ¡Yo me encargo de este!"
"¡Tiene razón!" asintió Marco. "¡Vamos! ¡Dejémoselo a Ashley!"
"¡Sí!" respondieron los demás, echando a correr hacia la cadena que ascendía al cielo.
Pero en ese momento, Xiphos dio un salto descomunal y se alzó por los aires. Varias espadas aparecieron flotando en su espalda, y con una patada veloz, las disparó hacia el grupo.
Las hojas no impactaron en sus cuerpos… sino que se clavaron directamente en sus sombras.
"¡Mierda! ¿Qué está pasando?" gruñó Ryan, forcejeando en vano.
"¡No me puedo mover!" dijo Keipi, inmóvil.
"¿Qué clase de técnica es esta…?" murmuró Cecily, mirando su sombra sujeta al suelo.
"Atadura de sombra." respondió Xiphos al aterrizar con elegancia. "Una técnica ancestral de Akitazawa… mi país natal."
"¿¡Akitazawa!? ¿Eres del mismo país que Keipi?" preguntó Ashley, sorprendida.
"¡Exacto!" respondió, y antes de que pudiera reaccionar, le asestó una patada brutal en el estómago. Nuestra protagonista salió disparada y se estrelló contra el primer eslabón de la cadena.
"¡Guh!" escupió sangre, mientras una espada se clavaba frente a ella, incrustándose también en su sombra.
"Al igual que ese chaval con el pollo en la cabeza," continuó Xiphos, caminando hacia ella con ambas espadas en mano, "yo también porto un arma mítica. Pero a diferencia de él, mi bondad se corrompió hace tiempo."
Marco forcejeaba con todas sus fuerzas. "¡Ashley…!"
"Por eso, no dudaré en matar a inocentes en nombre de mi amado Yumeith." declaró con frialdad, lanzando ambas espadas hacia nuestra protagonista.
"¡ASHLEY!" gritó Cecily.
Pero en ese instante, un pilar de hielo emergió del suelo y bloqueó las armas al instante. Del hielo descendió una figura femenina que, con un movimiento elegante, cruzó a toda velocidad el campo y asestó un tajo diagonal en el abdomen de Xiphos, pasando por su lado y aterrizando varios metros detrás.
"Uy… cuánto tiempo sin verte, amigo de dudosa higiene." dijo Yumeki con una sonrisa desafiante, mientras el viento agitaba su melena.
Xiphos se tocó la herida con la mano, empapando sus dedos en un rojo escarlata. Luego, con una sonrisa torcida, lamió la sangre de esta.
"Vaya, vaya... Si es la ratita que dejé escapar la última vez. ¿Vienes a morder el polvo?"
"Para nada." respondió Yumeki, con una seguridad helada. "Vengo a enseñarte lo que es perder… ante una nueva leyenda."
Continuará…
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