viernes, 1 de agosto de 2025

Ch. 193 - Valkiria helada

Cadena hacia la iglesia.

Marco y los demás corrían con todas sus fuerzas por los gigantescos eslabones metálicos que colgaban como puentes entre el caos. Cada vez que un demonio se les acercaba, lo eliminaban de inmediato con la mínima cantidad de energía mágica posible, ahorrando fuerzas para lo que estaba por venir.

"¡Ya queda menos!" exclamó nuestro protagonista al frente del grupo, liderando la ofensiva con determinación.

"¡El asalto a la iglesia será todo un éxito!" añadió Ryan con entusiasmo, levantando el ánimo de todos.

Cecily echó un vistazo hacia atrás, visiblemente preocupada. Hacía unos diez minutos que Yumeki se había separado del grupo para enfrentarse a Xiphos… y desde entonces no tenían noticias de ella.

"Espero que ella esté bien..." murmuró, mordiéndose el labio.

"¡Seguro que sí!" dijo Ashley con firmeza, intentando animarla.

"No lo dudes, Cecily", sonrió Keipi con serenidad. "Yumeki... es, sin lugar a dudas, la mejor espadachina de toda Akitazawa."

Al decirlo, una calidez se reflejó en su rostro, mientras su corazón latía con fuerza al recordar a su maestra.

"Si tú lo dices, Kei... será verdad", respondió Cecily, devolviéndole la sonrisa con algo más de esperanza.

"¡Chicos, centraos! ¡Por ahora, atentos al camino!" advirtió Marco con tono serio. "Es posible que los apóstoles vuelvan a atacarnos en cualquier momento..."

"¡Sí!" respondieron los cuatro al unísono, ajustando el paso mientras la iglesia se alzaba cada vez más cerca entre las nubes y el acero.

___________________________________

Biblioteca de Accuasancta.

Gracias a Frost, Yumeki había conseguido los segundos necesarios para invocar a su Kami, Miyuki, y manifestarse junto a ella al cincuenta por ciento. Con un simple movimiento de brazo, congeló toda la superficie de la sala y apuntó con su espada directamente a su contrincante.

"¡No pienso concederte ni un solo baile! ¡Solo eres otra marioneta más del podrido sistema político de Akitazawa!" gritó Xiphos, lanzándose al ataque.

El apóstol saltó entre las estanterías derrumbadas, acortó la distancia en un parpadeo y, con los ocho filos, rebanó de un solo tajo a su enemiga, partiéndola por la mitad.

Una sonrisa de victoria cruzó su rostro… hasta que, al girarse, vio que no la había cortado, sino que partió en dos a una estatua de hielo idéntica a ella.

"No sabes nada de mi vida… ni de las cosas por las que he tenido que pasar", dijo la verdadera Yumeki con voz firme. "¡No tienes ningún derecho a llamarme marioneta!"

En ese instante, emergió del suelo helado con la delicadeza de una figura de cristal. La punta de su espada rozó el abdomen de Xiphos, y de ella brotó un inmenso águila de hielo que lo embistió con brutalidad, elevándolo por los aires y atravesando el techo de la biblioteca.

Sin perder el impulso, Yumeki invocó altísimos pilares de hielo que crecían a toda velocidad desde el suelo. Saltando entre ellos, ascendió velozmente hasta alcanzar la altura de su adversario.

Xiphos decapitó al águila en pleno vuelo con un tajo preciso, se impulsó con una patada para quitársela de encima y cayó de pie sobre el lateral de uno de los pilares. Tras tomar posición, fijó su vista en Yumeki y se lanzó hacia ella sin un atisbo de duda.

Ambos chocaron sus espadas en un impacto feroz que los hizo retroceder en direcciones opuestas. Y en un instante, reanudaron el combate: un frenesí de choques aéreos, saltando entre pilares y escombros congelados, con destellos brillando cada vez que sus armas colisionaban.

"¡No necesito conocerte en absoluto para saber que eres una simple marioneta!" gritó Xiphos mientras disparaba decenas de copias de sus espadas desde el cielo, tras haber saltado sobre un escombro de hielo.

"¡¡¡No lo soy!!!" replicó Yumeki, invocando un águila de hielo cuyo aleteo provocó una ráfaga brutal que desvió todas las espadas, clavándolas en los pilares que aún flotaban en el aire.

"¡¿Entonces qué haces aquí luchando?! ¡Todo esto lo haces por tu país! ¡Solo buscas colgarte más medallitas y complacer a esos imbéciles que nos utilizan!" rugió el apóstol, descendiendo como un meteoro, partiendo al águila en dos con un tajo salvaje.

"¡No estoy aquí por mi país!" gritó Yumeki, rebosando furia.

"¡Una mierda!" respondió él con rabia, propinándole una brutal patada que la estampó contra uno de los pilares de hielo. "¡¿Qué demonios hace alguien de tu nivel en un sitio como este?!"

"¡ESTOY AQUÍ POR AMOR!" bramó la espadachina, tosiendo sangre al mismo tiempo.

En ese instante, del pilar emergió un gigantesco dragón de hielo que atrapó el torso de Xiphos con sus fauces y lo aplastó contra una gélida columna lejana con un estruendo.

"¡NO ME HAGAS REÍR!" rugió el monje, cortando de un tajo la cabeza del dragón.

Corrió por su lomo helado, directo hacia Yumeki. "¡NOSOTROS NO NACIMOS PARA EL AMOR, SINO PARA LA GUERRA! ¡SOMOS ARMAS, SOLDADOS ROTOS EN UN PAÍS QUE NOS DESTRUYÓ Y NOS OLVIDÓ!"

"¡HARUTO!" gritó Yumeki. "¡Entiendo el dolor que cargas! ¡Pero no todos vivimos la misma historia!"

Ambos chocaron sus espadas en un estallido violento, generando una onda expansiva tan intensa que destrozó los últimos pilares suspendidos en el cielo.

"¡¿Sa-sabes quién soy?!" balbuceó él, desconcertado.

"Lo supe cuando pronunciaste en alto el nombre de tu espada...", dijo Yumeki sin retirar su arma. "Sé que el país te dio la espalda cuando desertaste, que incluso te borró de su historia... Pero yo no sigo su camino. No estoy aquí por sus órdenes. Estoy aquí porque Morgana es mi amiga... y porque el chico del que me enamoré está dando todo para poder garantizar a la humanidad que haya un mañana."

Los ojos de Xiphos temblaron.

"Por eso... ¡tengo que derrotarte hoy, Haruto! ¡No! ¡Xiphos! ¡Uno de los mejores rivales a los que me he enfrentado!"

De su espalda emergieron dos enormes alas de hielo.

Sin previo aviso, Yumeki lo pateó con fuerza hacia el suelo. Mientras él caía, ella ascendió con un leve aleteo y, en el aire, transformó su espada en un gigantesco taladro helado.

"¡¿Yo... voy a perder?!" pensó él, viendo el descenso de la joven como si el tiempo se ralentizara.

"¡FURIA DE LA VALKIRIA HELADA!" rugió la espadachina.

Impactó con brutalidad. El taladro congelado lo aplastó contra el suelo de Accuasancta, al tiempo que un pilar de hielo brotaba y lo encerraba por completo en su interior, dejándolo inconsciente en una prisión cristalina.

Batalla en Accuasancta.

Yumeki vs Xiphos.

Ganadora: Yumeki.

"Haruto... Fuiste un digno rival", murmuró Yumeki mientras volvía a su aspecto normal, con la respiración aún entrecortada. Enfundó su katana con lentitud y solemnidad.

Rebuscó en el bolsillo de su uniforme y sacó una piruleta rota. Introdujo lo que quedaba del caramelo en su boca, como si fuera un pequeño premio personal. Intentó dar un paso, pero el peso del combate la traicionó: sus piernas cedieron de inmediato.

Por suerte, Frost regresó a su forma animal justo a tiempo y, a pesar de sus heridas, se colocó bajo ella como un escudo viviente, amortiguando su caída.

"Gracias..." susurró la joven, jadeando mientras su cuerpo temblaba por el esfuerzo.

"Estuviste magnífica", le dijo Frost, hablándole con ternura a través del vínculo mental. "Estoy muy orgulloso de ti, pequeña leyenda."

Yumeki no respondió con palabras. Solo esbozó una sonrisa suave, sincera... cargada de gratitud.

___________________________________

Barco.

"¡Yumeki está comunicándose conmigo por una vía privada!" exclamó Anaxandra, alzando la voz con repentina urgencia.

"¿Qué?" preguntó Morgana, sorprendida. "Si está usando la vía privada y no la común... debe estar demasiado agotada como para sincronizarse con tu magia."

Anaxandra asintió con seriedad mientras recibía el mensaje de su compañera. Su expresión serena pasó al asombro y terminó con una inmensa sonrisa.

"¡Entendido! ¡Lo comunicaré de inmediato!" dijo con emoción contenida, como si una luz se hubiera encendido en mitad de la oscuridad.

Morgana sonrió con calma, comprendiendo al instante. "Ya veo... Así que, al final, uno de esos futuros donde ganabas... se cumplió", pensó mientras alzaba la vista al cielo.

Entonces, la voz de Anaxandra retumbó en la mente de todos como un trueno de esperanza.

"¡ESCUCHADME TODOS!" gritó a través de su telepatía. "¡YUMEKI HA DERROTADO A UNO DE LOS APÓSTOLES! ¡ESTA BATALLA NO ESTÁ PERDIDA! ¡TODAVÍA PODEMOS VENCER!"

Aquel anuncio fue como una chispa encendiendo la moral de los guerreros repartidos por el campo de batalla, y también de nuestros protagonistas, que corrían sin descanso por la cadena hacia la cima.

"Lo sabía..." sonrió Keipi, apretando el puño con fuerza. "Sabía que alguien como tú no perdería."

Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario