domingo, 10 de agosto de 2025

Ch. 198 - Hansel vs Aima

Con el objetivo de proteger a su hermano, Hansel irrumpió en escena, encarando sin titubear al apóstol de la sangre.

"Gretel… no pienso dejar que te hagan daño." pensó mientras alzaba ambos brazos. El viento a su alrededor rugió y tomó forma de dos tornados gemelos que se abalanzaron con furia contra su contrincante.

El apóstol esquivó con un salto elegante, colándose entre las corrientes, y lanzó hacia adelante la guadaña que sobresalía de su antebrazo. El filo carmesí crecía y se alargaba con una velocidad mortal.

Hansel reaccionó al instante: sujetó la cabeza de su hermano y se tiró al suelo junto a él, justo antes de que la cuchilla les decapitase. La hoja de sangre rebanó las paredes, levantando un humo blanquecino del yeso que cubrió el pasillo con una ligera neblina.

"Esto… no borra lo que hiciste." murmuró Gretel, con la mirada baja y la voz cargada de reproche.

"Lo sé. Lo tengo presente." respondió Hansel poniéndose en pie y encarando de nuevo a Aima. "Pero aun así… voy a protegerte."

Con una mirada decidida, nuestro protagonista alzó de nuevo el viento a su alrededor, formando cuchillas invisibles que lanzó en oleadas contra su rival.

El apóstol no se inmutó ante la amenaza que se acercaba. La sangre que seguía emanando de su antebrazo se agolpó y cambió de forma, compactándose hasta adoptar la apariencia de un cañón grotesco y palpitante.

Con un impulso seco, el arma orgánica disparó con suma precisión decenas de esferas carmesí de tamaño medio que surcaron el aire, impactando contra los filos aéreos de Hansel. Ambos ataques colisionaron en el aire, desintegrándose mutuamente en destellos rojos y ráfagas de viento cortante.

Sin embargo, Aima cargó una esfera mucho más grande que las anteriores y la lanzó a toda velocidad. El proyectil impactó de lleno en el estómago de nuestro protagonista, arrancándole un gemido de dolor mientras su cuerpo era sacudido hacia atrás.

"¡Hermano!" exclamó Gretel preocupado.

Con una mueca de esfuerzo, frenó en seco con las botas, levantando polvo. Reuniendo el viento disipado de su anterior ataque, lo canalizó en una corriente ascendente que estalló bajo los pies del apóstol.

La trampa de aire lo elevó bruscamente, desgarrándole la piel con decenas de cortes superficiales. Sin darle tiempo a reaccionar, Hansel se impulsó hacia él y desató un tornado a bocajarro contra su abdomen.

Aima salió disparado, atravesando una ventana en una explosión de polvo y fragmentos de vidrio, hasta aterrizar en el amplio patio central de la iglesia, donde la luz anaranjada del cielo lo envolvía como un foco natural.

"Tsk… Hacía años que no veía un cielo tan naranja", pensó mientras observaba el horizonte, y aquel fulgor cálido lo arrastró de vuelta a su pasado.

Aima había nacido en el seno de una familia de cazadores que vivía en los bosques, donde desde pequeño aprendió a manejar todo tipo de armas para dar caza a sus presas. Además, contaba con una de las magias más raras del planeta: la manipulación de la sangre. Ese don lo convirtió, a una edad temprana, en uno de los cazadores más temidos y respetados del país.

Pero una noche, tras una exitosa cacería de dragones junto a sus padres, regresaron para encontrar su campamento reducido a ruinas y a sus aliados tendidos en el suelo, con los cuerpos drenados hasta quedar como momias secas.

No hubo tiempo para lamentos. La amenaza seguía allí. Antes de que pudieran reaccionar, un vampiro surgió de las sombras. Cada mordida suya era letal, vaciando de vida a cualquiera que tocara. Los cazadores cayeron uno tras otro.

Aima trató de huir con la ayuda de su padre, pero el monstruo lo alcanzó, hundió sus colmillos en su cuello y absorbió hasta la última gota de sangre. Sin embargo, gracias a su magia, su organismo regeneró la sangre a un ritmo imposible, evitando su muerte… aunque no la maldición. Desde entonces, el joven dejó de ser humano para convertirse en vampiro.

Pasó años oculto, alimentándose de bestias salvajes. Pero aquello no calmaba su sed; no era suficiente. Necesitaba sangre humana. Resistió todo lo que pudo, pero su instinto vampírico terminó ganando.

En un arrebato, atacó al primer viajero que cruzó su camino… sin saber que se trataba de Thanatos, escolta de la Suma Sacerdotisa Aspasia, quien viajaba hacia un pueblo para bendecir su festival anual.

Convencido de que sería ejecutado, se preparó para el final. Pero, en lugar de matarlo, Aspasia le tendió la mano y le propuso un trato: le proporcionaría la sangre necesaria para vivir, a cambio de que siguiera el camino de Yumeith y renunciase a su antiguo nombre.

Desde aquel día, Aima enterró su pasado y juró lealtad absoluta a su maestra. Y si ella ordena algo, no dudará en cumplirlo, sin importar el precio.

Hansel irrumpió a través de la ventana, haciendo saltar los cristales en todas direcciones. Desde el aire, su mirada encendida de rabia se clavó en su oponente. Extendió un dedo acusador y, con un rugido del viento, invocó tres tornados afilados que descendieron como bestias hambrientas hacia Aima.

El vampiro rajó el otro antebrazo y, con la sangre que fluía de ambos, materializó dos cuchillas carmesí. Con un movimiento preciso, partió en dos los torbellinos que se cernían sobre él.

"¡Buen intento, pero no dejas de ser un mero traidor!" vociferó, mientras su sangre se deformaba hasta convertirse en dos pesadas ametralladoras orgánicas.

"¡Estoy dispuesto a cargar con ese título si es consecuencia de mis actos! ¡Pero no voy a permitir que esto acabe con la vida de mi hermano! ¡Él es lo único que me importa!" gritó Hansel, impulsándose hacia el suelo y liberando un vendaval devastador contra su rival.

Aima respondió con un salto prodigioso, posándose sobre el hombro de la estatua de Yumeith en el patio. Desde allí, se impulsó de nuevo hacia el cielo, esquivando el ataque. En pleno ascenso, apuntó con ambas armas hacia Hansel y desató una lluvia letal de proyectiles de sangre, disparados con la furia de un huracán.

Hansel se movía con agilidad felina entre los árboles y los ornamentos del patio, evitando ser alcanzado. Viendo que sus balas no daban en el blanco, Aima juntó ambos brazos, moldeando la sangre en un único y afilado arpón. Lo lanzó con violencia hacia su enemigo, quien intentó esquivarlo con un salto hacia atrás. 

Pero la lanza se fragmentó en pleno vuelo, convirtiéndose en múltiples arpones menores que impactaron de lleno en el hombro derecho y el costado izquierdo de Hansel.

"¡Te tengo!" bramó el vampiro.

"¡Para nada!" replicó Hansel, esbozando una sonrisa desafiante mientras abría ambas palmas y las juntaba, atrapando el viento entre ellas en forma de esfera.

En un instante, el aire alrededor de Aima se agitó de forma circular, envolviéndolo. De aquella prisión invisible emergió un tornado brutal que lo lanzó contra el suelo con una fuerza demoledora.

"¡No soy tan débil como piensas!" exclamó Hansel.

"Es cierto… no lo eres…" admitió Aima, poniéndose en pie lentamente. "¡Pero yo tampoco!" rugió, mientras la sangre se derramaba sobre su piel, solidificándose en una armadura carmesí que cubría cada centímetro de su cuerpo.

"¡¿Una armadura?!" exclamó Hansel al ver cómo la sangre se solidificaba cubriendo el cuerpo del vampiro.

"¡CON ESTO TENGO EL CONTROL ABSOLUTO DE TODA MI SANGRE, INCLUSO DE LA QUE ESTÁ FUERA DE MI CUERPO!" gritó Aima, embriagado por su propio poder.

"¿De toda…?" murmuró Hansel, recorriendo con la mirada los alrededores, notando cómo casi todo el lugar estaba cubierto por la sangre roja y espesa del vampiro, debido a sus últimos ataques.

El suelo comenzó a vibrar. Toda la sangre se arremolinó en un único punto y, en cuestión de segundos, adoptó la forma de una gigantesca serpiente carmesí. La criatura abrió sus fauces y atrapó a Hansel por el abdomen, elevándolo varios metros antes de azotarlo brutalmente contra el tejado de la iglesia. Las tejas se hicieron añicos y un hilo de sangre escapó de sus labios mientras otro escapaba de su frente.

"¡J-joder!" gruñó entre jadeos.

"Pero eso no es todo…" sonrió Aima, moviendo el brazo con un gesto letal.

La serpiente se deshizo en un torbellino de cuchillas líquidas que, solidificándose en pleno aire, se convirtieron en cientos de espadas que descendieron como una lluvia de meteoros, atravesando el tejado y obligando a Hansel a estrellarse de nuevo contra el suelo del interior del edificio.

Cubierto de escombros y heridas, intentó reincorporarse. Fue entonces cuando sus ojos se clavaron en su propio brazo… y lo recordó.

"E-es cierto… aún tenía esto…" murmuró, aferrándose a la pulsera de Morgana, el sello que aún limitaba su magia.

A diferencia de sus compañeros de equipo, que se la quitaron en Fémina antes de venir al campo de batalla, él no lo había hecho. Tenía su mente ocupada por rescatar a su hermano, que ni siquiera había pensado en ello... hasta ahora.

"¡Salvaré a Gretel y usaré todo mi poder!" rugió, arrancándosela de un solo tirón.

Al instante, una ráfaga de energía mágica brotó de su cuerpo, tomando la forma de un viento salvaje que hizo volar los cascotes a su alrededor y destrozó la pared frente a él, abriendo un nuevo paso hacia el patio… y hacia Aima.

"¡¿También tenía un as bajo la manga?!" exclamó el vampiro, sorprendido por la repentina liberación de poder.

"¿E-ese es… mi hermano?" susurró Gretel desde el otro extremo de la iglesia, incapaz de apartar la vista de su gemelo.

El viento se arremolinó sobre la cabeza de Hansel, formando media corona verde que flotaba como si tuviera vida propia.

"Al fin… ahora puedo liberar todo mi poder y demostrar quién es el verdadero rey del cielo." Una sonrisa desafiante se dibujó en su rostro mientras sus ojos se clavaban en Aima.

Continuará...

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