Al descubrir que en todos los futuros era asesinada por el apóstol de la sabiduría, Sophia, Morgana no pudo evitar que un leve temblor le cruzara el rostro. Fue un gesto apenas perceptible… pero lo suficiente para que el pequeño Theo lo notara al instante.
"¿Estás bien?" preguntó con la voz cargada de preocupación.
Morgana, sorprendida por la sensibilidad de su compañero, recompuso de inmediato su semblante y le devolvió la mirada con la misma serenidad de siempre.
"Claro… ¿por qué habría de pasar algo?" respondió, ocultando la verdad que acababa de desgarrarla por dentro.
Theo no quedó convencido. Frunció el ceño y se acercó un paso más, observándola como si intentara leer lo que había detrás de sus ojos.
"No lo sé… pero creo que es la primera vez que te veo un rostro tan marcado por la pena."
La sacerdotisa bajó apenas la mirada, sorprendida por lo atento que había sido él.
"Oh…" murmuró, casi para sí misma. "Yo… solamente… tengo miedo de no poder evitar este final."
Theo guardó silencio, atrapado en la resonancia de esas palabras.
"¿Por qué no dijo 'final del mundo' como siempre…?" pensó, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.
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Isla flotante de la Iglesia.
Al fin, Marco y los demás lograron salir de la interminable y gigantesca cadena y pusieron sus pies sobre tierra firme.
"¡Ya era hora!" exclamó Ryan, casi emocionado al sentir el suelo bajo él.
"Pero aún nos queda camino…" señaló Cecily, alzando la vista hacia la imponente iglesia que se alzaba a varios metros de distancia.
"No perdamos tiempo. Ahora es cuando más debemos avanzar." dijo Marco con firmeza, tomando la delantera.
Los cuatro comenzaron a correr sin mirar atrás, con la meta cada vez más cerca. Sin embargo, de repente una energía oscura, densa e intimidante, se abalanzó hacia ellos a una velocidad aterradora.
Keipi reaccionó de inmediato. Con Priscilla en mano, invocó un rugiente dragón de agua que se lanzó contra la fuente de aquella energía. Pero, contra todo pronóstico, la criatura líquida explotó en mil pedazos cuando un puñetazo lo atravesó con brutalidad. Entre los restos, una figura cayó pesadamente frente a ellos: Panoplia, el apóstol de la armadura.
"¿Quién… quién es esa persona? ¿Un apóstol?" murmuró Cecily con alarma.
"¡Sí!" respondió Marco, reconociéndola al instante.
Su pecho se abrió como una grieta oscura, y de él emergió un vórtice devorador que comenzó a engullirlo todo a su paso.
Ryan dio un paso adelante sin dudar. Corrió hacia el frente, lanzó una cadena que se enroscó en Marco, Keipi y Cecily, y con toda su fuerza los impulsó por encima del torbellino hacia la iglesia.
"¡Id! ¡Yo me encargaré del apóstol de la armadura!" gritó antes de dejarse tragar por aquella dimensión oscura.
Los tres compañeros cayeron justo frente a la iglesia. Cuando se giraron, el vórtice ya había desaparecido, y con él, Ryan y Panoplia.
"Ryan…" susurró Cecily, con un nudo en el pecho.
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Dimensión de Panoplia.
Ryan y su contrincante aparecieron en el interior de un inmenso castillo medieval. La atmósfera era sofocante, cargada de un silencio casi sepulcral. El suelo estaba cubierto de pinchos metálicos afilados, y la única superficie transitable era un estrecho puente de acero de apenas medio metro de ancho.
A su alrededor, jaulas oxidadas colgaban de las alturas, cada una repleta de huesos quebrados. Las antorchas chisporroteaban con una luz temblorosa que proyectaba sombras retorcidas sobre los muros de piedra, mientras tétricos retratos adornaban las paredes, con ojos que parecían seguir cada movimiento sin parpadear.
"Qué cague..." murmuró Ryan, sin poder evitar un escalofrío.
"Vaya... vaya..." respondió Panoplia con una voz femenina, haciendo resonar cada paso sobre el puente metálico. "No sé cómo te las apañaste, pero lograste que tus compañeros escaparan de mi trampa."
"Nada más verte, sospeché cuáles eran tus intenciones." replicó nuestro protagonista, endureciendo la mirada mientras una capa de acero comenzaba a recubrir lentamente sus brazos. "Pero... si Keipi es la mano derecha y Ashley la izquierda... yo me convertiré en el escudo del emperador. ¡Y no pienso dejar que caiga en trampas como estas!"
"¿El escudo del emperador?" Panoplia soltó una carcajada burlona que retumbó por toda la sala. "¡Jajajaja! Qué tontería más grande. Pues una vez entras aquí, la muerte es lo único que te espera."
Ryan tragó saliva, y luego esbozó una media sonrisa desafiante. Levantó la mano, haciendo un gesto provocador. "¡Comprobémoslo pues!"
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Barco.
Morgana seguía recorriendo con la mente los múltiples futuros posibles, mientras Theo la observaba con creciente preocupación. De repente, la portadora de la deidad abrió los ojos de golpe y se giró con expresión seria.
"Anaxandra, establece una conexión mental privada con Viktor y Carter."
"¡Entendido, dame un segundo!" respondió la mujer, concentrándose de inmediato. En apenas unos instantes, un canal mental quedó abierto. "¡Listo! ¡Ya puedes hablar con ellos!"
"Chicos, soy Morgana." transmitió la estratega a través de la conexión.
"¡Es la jefa!" exclamó Viktor al escuchar su voz dentro de su cabeza, justo en medio de una patada que reventaba a un demonio.
"¿Qué ocurre, su majestad?" preguntó Carter mientras sus lobos despedazaban a varios enemigos.
"La situación en la iglesia podría no ir tan bien como esperábamos debido a los distintos futuros que he leído. Necesito que os acerquéis al lugar donde despegó hacia el cielo y estéis listos para intervenir en cualquier momento." rogó Morgana con tono firme.
"¡Entendido!" respondieron ambos al unísono.
"Confío en vosotros dos, chicos." dijo la portadora de la deidad antes de que la conexión se cortara.
Carter invocó entonces un enorme lobo blanco. Viktor y él subieron de un salto a su lomo y, sin perder tiempo, cabalgaron hacia debajo de la isla donde se alzaba la iglesia, arrasando a cada demonio que se cruzaba en su camino.
"¡Cumpliremos esta misión, confía en nosotros!" gritó Viktor con una sonrisa desafiante mientras el lobo avanzaba a toda velocidad.
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Iglesia.
Tras una larga carrera por la isla, los tres protagonistas embistieron contra el portón principal. Con un estruendo metálico, las puertas se vinieron abajo y al fin lograron poner un pie dentro del edificio.
"Por fin..." murmuró Marco, limpiándose el sudor de la frente, jadeante por el esfuerzo.
Cecily, con la mirada alerta, avanzó un par de pasos mientras sus ojos se movían de un rincón a otro. "No bajéis la guardia. Aún quedan muchos enemigos, y cualquiera podría aparecer en cualquier momento."
Keipi, sin embargo, apretó los puños con determinación y una chispa de energía en la voz. "¡Ya pensaremos en los apóstoles cuando se crucen en nuestro camino! Ahora lo importante es encontrar la sala del Nuevo Testamento."
Las palabras de su compañero resonaron en el silencio del templo, y los tres echaron a andar por los oscuros pasillos interiores. El eco de sus pasos se mezclaba con el crujido de la madera antigua y el murmullo lejano de lo que parecía viento... o quizás algo más.
Lo que ellos aún no sabían, era que cada uno de sus movimientos estaba siendo observado muy de cerca. Por un oscuro y felino enemigo.
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Campo de batalla, zona centro.
Las ondas sónicas estallaban sin descanso por el campo de batalla. Cada explosión reverberaba en el aire como si el suelo mismo fuera a quebrarse. Lovette, con el rostro encendido por la rabia, lanzaba una tras otra esferas de sonido comprimido que rugían como cañonazos.
Su oponente no tenía otra opción que correr y esquivar, zigzagueando entre el estruendo.
"¡Mucha palabrería la tuya!" gritó la joven con furia. "¡Y al final te pones a la defensiva a la primera de cambio!"
Takashi no respondió de inmediato. Solo aguardó el momento justo. Entonces, cuando la última esfera se precipitó hacia él, blandió su espada con un solo corte limpio. La onda se partió en dos, disipándose con un eco desgarrado.
"Sí..." dijo al fin, con calma. "Keipi tenía razón cuando me explicó tus habilidades."
Lovette abrió los ojos, desconcertada, mientras sus ataques se disipaban en el aire.
"No eres más que una usuaria de magia del sonido," continuó Takashi con voz firme, "y al fin he comprobado sus límites."
"¿Qué... qué dices?" murmuró ella, incrédula.
El monje de las flores clavó su mirada en la líder de los sacerdotes, ajustando el agarre sobre su espada. "Que ya estudié demasiado lo que eres capaz de hacer. Y ahora..." hizo una pausa, dejando que la tensión se concentrara en el aire, "...toca derrotarte de una vez por todas."
El silencio tras sus palabras resultó aún más opresivo que el estruendo de las ondas.
Continuará…
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