Con un solo movimiento, Takashi clavó la katana en el suelo. De inmediato, cientos de tallos afilados brotaron como lanzas, cubiertos de flores que estallaban en un fulgor colorido mientras se precipitaban hacia su rival.
Lovette reaccionó al instante: una onda sónica impulsó su cuerpo hacia lo alto, esquivando la primera embestida. Luego, entre salto y salto, fue sorteando cada proyectil floral con una agilidad feroz.
Takashi arrancó su espada del suelo y, con un movimiento firme, transformó su filo en cientos de pétalos de flor de cerezo que danzaban a su alrededor. La esfera reventó en pedazos bajo aquella rosada lluvia cortante.
"¡Cállate!" rugió Lovette, dando una fuerte palmada.
El aire vibró y un sonido hipnótico se filtró hasta los oídos del monje. Su visión se nubló al instante y, cuando volvió a abrir los ojos, se encontró flotando en el espacio. Frente a él, una colosal Lovette emergía de las estrellas y lo aplastaba con ambas manos.
El impacto sónico lo lanzó contra el suelo real, arrancándole la camiseta y abriéndole múltiples heridas. Rodó varios metros antes de lograr frenarse, clavando la katana en el asfalto resquebrajado.
El proyectil fue disparado en línea recta, arrasando todo a su paso: el asfalto saltaba hecho añicos, farolas y semáforos se doblaban como si fueran de papel.
"¡Devoradora de tierra!" clamó Takashi, transformando su espada en una gigantesca planta carnívora. Las fauces verdes atraparon el ataque y lo devoraron por completo, cerrándose con un crujido ensordecedor.
La sangre caía por la frente del monje tras el brutal impacto anterior, pero sus ojos brillaban con una convicción inquebrantable. A pesar del dolor, no pensaba rendirse. Porque aún creía en aquello que su corazón le decía sobre la mujer que tenía delante.
"Keipi tenía razón… Todos sus ataques giran en torno al sonido, aunque al principio no diese esa impresión." pensaba Takashi mientras devolvía su katana a su forma original. "Lo que aún me sorprende es cómo ese cabrito fue capaz de descubrirlo tan rápido mientras luchaba contra mí en el Battle Royale."
"¡Toda mi vida ha sido una basura constante!" rugió Lovette, lanzando varias ondas sónicas a toda velocidad.
"¡Que la tuya haya sido terrible no significa que las de los demás tengan que ser mejores! ¡No eres nadie para sacar conclusiones sobre vidas ajenas!" replicó Takashi, esquivando cada onda mientras corría por la carretera destrozada, la katana firme en su mano.
"¡ES IMPOSIBLE QUE NADIE SUPERE MIS DESGRACIAS! ¡Y POR ESO JAMÁS LO ENTENDERÁS!" gritó Lovette, dando una palmada. Un sonido agudo atravesó el aire, arrastrando de nuevo a Takashi hacia esa ilusión mortal.
En un parpadeo, el monje volvió a encontrarse flotando en el espacio. La gigantesca Lovette emergía entre galaxias, dispuesta a aplastarlo como antes. Pero esta vez, nuestro protagonista no vaciló.
"¡Misaki!" clamó con fuerza, invocando a su Kami. Una grieta se abrió en el tejido de la realidad, y de ella emergió un descomunal brazo verde cubierto de pétalos. La extremidad rajó el vacío mismo y golpeó con violencia a la verdadera Lovette, desatando una tormenta floral que la lanzó por los aires y lo arrancó de la ilusión en un destello de energía.
"¡No puedo entenderte si no me dejas hacerlo!" gritó Takashi, con el filo de su katana vibrando al compás de su ira.
"¡NO NECESITO QUE NADIE ME ENTIENDA! ¡ASPASIA ME ES SUFICIENTE!" replicó Lovette, rabiosa con el torso ensangrentado debido a ese último golpe.
Las ondas de sonido volvieron a desatarse en una lluvia ensordecedora. Columnas de vibración golpeaban el suelo, haciendo volar escombros y fragmentos de asfalto. Takashi se desplazaba entre ellas, saltando sobre coches volcados, rebotando en muros agrietados y deslizándose por el capó de un vehículo para evitar un proyectil sónico que partió la calle en dos.
Lovette aumentaba la cadencia de sus ataques, cada palmada una explosión que distorsionaba el aire y hacía vibrar las ventanas quebradas de los edificios. Takashi se acercaba paso a paso, zigzagueando, con la respiración acompasada, hasta que encontró su momento.
En el último instante, se lanzó hacia adelante y, en lugar de blandir su espada, giró sobre sí mismo y descargó una patada directa en el estómago de Lovette. El impacto fue brutal: la joven salió disparada hacia atrás, arrastrando polvo y escombros hasta estrellarse contra la fachada derruida de un edificio cercano.
"No puedo perder… o esos niños… morirán…" pensó Lovette, obligándose a ponerse en pie. Todo su cuerpo temblaba, pero apretó los dientes y, reuniendo hasta la última chispa de rabia en su interior, logró mover las piernas.
Takashi avanzó hacia ella con la espada en mano. Con un movimiento elegante, el filo vibró en el aire, invocando cientos de pétalos afilados que se precipitaron contra su rival como un enjambre rosado.
La joven, jadeando, usó el sonido para propulsarse hacia arriba y escapar por la fachada rota del edificio. Los filos rosados cortaron el aire a centímetros de su piel, rozándola sin alcanzarla. En lo alto, tomada por la desesperación, decidió ir a por todas.
Lovette se agarró el pecho con ambas manos. Un alarido de dolor desgarró su garganta mientras el sonido se expandía a su alrededor, cada vez más denso, más violento. Su cuerpo temblaba, convirtiéndose lentamente en el núcleo de una bomba sónica inestable que hacía vibrar todo a su paso: las paredes crujían, las farolas se doblaban, el suelo se resquebrajaba.
"¡Me llevaré todo conmigo… si con eso consigo un final digno para mi historia!" gritó entre lágrimas, mientras la onda crecía sin control.
Sin temor, Takashi corrió directo hacia ella. Su figura cortaba el aire en un salto decidido, desafiando la tormenta de sonido.
"¡Manifestación del Kami, cinco por ciento… Misaki y Jasper!" bramó, liberando un poder fusionado con su espíritu divino.
No fue un despertar colosal como el de Yumeki: solo el brazo que empuñaba la katana cambió. La piel se cubrió de marcas rosadas en forma de pétalos, el aura vibraba con fuerza contenida. Pero eso bastó.
El monje blandió su espada, y el filo atravesó la tormenta sónica. El sonido de Lovette se quebró como cristal, transformándose en una lluvia de pétalos que danzaron por el aire.
"¡M-mi sonido!" balbuceó ella, incrédula.
"Aunque seas una víctima, no puedo perdonar los pecados que has cometido." replicó Takashi, completamente firme. "¡Dragón floral!"
Los pétalos se agitaron como si obedecieran a un llamado. Se juntaron en espiral, tomando la forma de un enorme dragón que rugió con un bramido vegetal. Con sus fauces abiertas, se lanzó sobre Lovette, la atrapó entre dientes rosados y la estampó brutalmente contra el suelo.
El impacto sacudió la calle entera. El cuerpo de Lovette quedó tendido, agotado, incapaz de moverse. La bomba sónica se disipó en un suspiro, tragada por los pétalos que revoloteaban en calma.
Takashi aterrizó a pocos metros de ella. Guardó la espada en su vaina con un leve chasquido metálico y, mirando el cuerpo derrotado de su rival.
"Al final… incluso en este instante, no puedo sacarte de mi mente, Keichiro." murmuró con serenidad, esbozando una leve sonrisa al ver cómo había invocado un dragón, al igual que hace su amado.
Batalla en la zona centro de Accuasancta
Takashi vs Lovette.
Ganador: Takashi.
"¿Por... qué... he perdido...?" murmuró Lovette, tirada en el suelo, con la respiración entrecortada.
El silencio pesó unos segundos. Entonces, Takashi se acercó despacio y se sentó sobre un pedazo de columna derruida junto a ella. Su voz sonó tranquila, sin rastro de burla: "Porque nunca fuiste capaz de mirar más allá de lo que alcanzaban tus ojos."
"¡Mentira!" gritó Lovette, incorporándose a duras penas. "¡Ella me prometió que lo salvaría!"
Lovette abrió la boca, pero no salió palabra alguna.
Sus ojos se abrieron como platos. Las palabras del monje la atravesaron de lleno. Recordó cada momento, cada promesa vaga, cada silencio incómodo de Aspasia. ¿Qué garantía tenía de que los huérfanos estarían a salvo? ¿Y si todo era otra manipulación?
"Claro que sí, Lovette. Eres bienvenida."
Sus dedos temblorosos se estiraron hacia él, aunque dudaron a escasos centímetros. El miedo y las preguntas aún la carcomían por dentro... hasta que Takashi sujetó su mano sin titubear.
"Te lo dije." volvió a sonreír. "Eres bienvenida."
Continuará...
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