Campo de batalla, zona norte.
Gigantescos brazos emergían del suelo, retorcidos y deformes, intentando atrapar con sus grotescos dedos a Futao. El guerrero se desplazaba con agilidad, saltando de balcón en balcón mientras las garras destrozaban la piedra tras de él. Cuando alcanzó la altura suficiente, encendió su lanza, y de su fuego brotó un espectro ígneo que descendió rugiendo, arrasando las extremidades que lo acosaban hasta reducirlas a cenizas.
Sin embargo, antes de que pudiera recuperar el aliento, el propio bastón de su arma vibró con violencia. De él emergió un brazo musculoso de tamaño natural, que le descargó un brutal puñetazo en el rostro.
Futao salió disparado hacia atrás, atravesando una ventana y estrellándose contra el interior de una habitación, levantando una nube de polvo y astillas.
Apenas tuvo tiempo de reincorporarse cuando otro enorme brazo emergió desde el suelo de la sala, buscando aplastarlo como a un insecto. Futao rodó a un lado, y la palmada que dio impactó con tanta fuerza que el suelo se resquebrajó, abriendo un boquete que casi lo engulló.
Chasqueando la lengua, el guerrero apretó con fuerza la empuñadura de su lanza, la envolvió en llamas y se incorporó de un salto. Con un rugido de determinación comenzó a correr hacia el frente, atravesando una tras otra las paredes del edificio hasta salir de él.
"¡No puedes superar mi paraíso grotesco!" exclamó Augvag observando a su rival que estaba en el aire, liberando una descomunal oleada de energía mágica. De inmediato, múltiples fragmentos de su cuerpo brotaron en todas direcciones, deformando el entorno hasta volverlo un escenario abominable y difícil de contemplar.
Dos gigantescas manos surgieron desde lados opuestos, aplastando a Futao como si fuese un simple muñeco. El joven escupió sangre y cayó en picado, directo hacia el suelo, donde una enorme boca emergió del asfalto con intención de devorarlo. Sin embargo, reaccionó al instante y disparó un espectro de fuego hacia abajo; este se introdujo en las fauces y explotó con violencia, haciendo desaparecer la deformidad y devolviendo ese fragmento del terreno a la normalidad.
Aterrizando con firmeza sobre sus dos pies, Futao inspiró hondo y alzó la mirada hacia su enemigo, con la determinación ardiendo en sus ojos.
"¡No hay nada que puedas hacer contra mí! ¡Soy el rey de las extremidades!" vociferó Augvag, expandiendo aún más su magia y liberando incontables brazos, piernas y torsos de todos los tamaños a lo largo y ancho del área.
"¡No me subestimes! ¡Soy el aprendiz de Shouri, y con orgullo acabaré contigo!" rugió Futao, alzando su lanza al cielo. De inmediato, el arma se recubrió de un fuego abrasador que tomó la forma de un espectro flameante.
"¡¿Otra vez tus fantasmas?! ¡Eso no me harán nada!" gritó el sacerdote con desprecio.
Pero Futao dejó caer la lanza frente a él, clavándola contra el suelo con un crujido. Entonces, el espectro ardiente descendió y se fusionó con su cuerpo, envolviéndolo por completo hasta transformarlo en una imponente figura de caballero en llamas.
"Furia Fatua." pronunció el joven, con voz solemne.
"¿Qué…?" alcanzó a murmurar Augvag, desconcertado.
Futao tomó de nuevo la lanza, la sostuvo con firmeza y apuntó con su punta hacia el frente. Un instante después salió disparado como un proyectil humano, un misil de puro fuego que arrasaba todo a su paso. Las extremidades invocadas ardieron al contacto, reducidas a cenizas, hasta que embistió con furia demoledora a su adversario.
El cuerpo de Augvag salió volando por los aires, chamuscado y derrotado, cayendo con estrépito a varios metros de distancia.
"No subestimes… a un buen mago de fuego, tío raro." murmuró Futao mientras las llamas que lo cubrían se extinguían lentamente, devolviéndole su aspecto normal.
Batalla en la zona norte de Accuasancta.
Futao vs Augvag.
Ganador: Futao.
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Campo de batalla, zona sur.
Kanu saltaba de un tejado a otro, esquivando con agilidad felina los demoledores tornados de flatulencias que iban arrasando los edificios a su paso. El aire se llenaba de polvo, cascotes y un hedor insoportable.
"¡Jajajajaja!" reía Antonia, con los ojos enloquecidos y el trasero apuntando hacia el horizonte. "¡Un joven cuyo cuerpo aún no ha alcanzado su máximo atractivo masculino jamás podrá provocarme calor en mi zona favorita del cuerpo!" gritaba mientras detonaba una nueva oleada de gases apestosos. "¡Aunque debo reconocer… que en tiempos de guerra, hasta un yogurín con cuerpo normativo como tú podría satisfacer todas mis necesidades de mujer! ¡Así que túmbate y deja que salte en tu gran po—!"
Antes de terminar, una flecha de hielo se clavó frente a ella. El proyectil estalló y de su interior emergió un puño helado que la golpeó brutalmente, estampándola contra un edificio. El muro crujió y el eco del impacto recorrió toda la calle.
Se subió la falda de golpe, mostrando un tanga morado y, entre carcajadas, disparó una lluvia de pequeños tornados de flatulencias, cada uno lo bastante potente para romper paredes a su paso.
Kanu frunció el ceño y saltó del edificio donde estaba, cayendo al suelo. Rodó sobre el polvo y e intentó disparar una flecha de hielo hacia ella, pero los minitornados lo hostigaban por todos lados, obligándole a esquivar en el último instante.
"¡Y ahora!" comentó Antonia con voz chillona, apretando con todas sus fuerzas. "¡Siente la ráfaga subterránea de un buen pedo de mujer!"
Se dejó caer con furia, estampando su trasero contra el suelo. Un estallido pútrido hizo vibrar la tierra y de repente, bajo los pies de Kanu, emergió un gigantesco tornado fétido que lo engulló, elevándolo al cielo y cubriéndole el cuerpo de pequeños cortes mientras giraba sin control dentro de la corriente.
"¡No puedes hacer nada contra mí!" bramó Antonia, extasiada, con los brazos abiertos. "¡De mi culo siempre saldrán gases! ¡Entrené toda mi vida mi sistema digestivo para convertirlo en un arma imbatible!"
La flecha salió disparada y, en pleno trayecto, aumentó de tamaño, transformándose en una avalancha de puños de hielo. Cada uno golpeó el cuerpo de Antonia con brutalidad, hundiéndola en los escombros de un edificio en ruinas. Su cuerpo quedó completamente derrotado, sepultado bajo cascotes.
Batalla en la zona sur de Accuasancta.
Kanu vs Antonia.
Ganador: Kanu.
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Iglesia.
Marco y Keipi al fin avistaron, a lo lejos, la puerta que conducía al subterráneo de la iglesia: el acceso directo a la sala donde se encontraba el Nuevo Testamento activo. Sin embargo, ambos se detuvieron de golpe al ver que la puerta estaba… sospechosamente abierta.
"¿Crees que será una trampa?" preguntó nuestro protagonista, con el ceño fruncido.
"Es probable." respondió Keipi, tensando la mandíbula mientras aferraba su espada con firmeza.
De pronto, el ambiente cambió. El aire se volvió pesado, cargado de una aura oscura y siniestra. Era como si estuviesen danzando en un cementerio, bajo la luna en la medianoche más profunda.
"E-esta aura…" murmuró Marco, mientras un escalofrío le recorría la espalda. La reconocía. Era idéntica a la que sintió en Phaintom.
Un estruendo partió el techo sobre sus cabezas. Con un crujido violento, los escombros cayeron a su alrededor, y de entre la polvareda descendió un hombre, con espada en mano y una expresión desbordante de emoción.
Era el apóstol de la muerte.
"¡KEIPI!" rugió Thanatos, con su mirada incendiada en odio y éxtasis.
El monje reaccionó al instante: dio una patada en el estómago a Marco, lanzándolo hacia la puerta abierta que buscaban, y luego saltó con su espada en alto hacia su enemigo.
"¡KEI!" exclamó Marco mientras rodaba escaleras abajo y su compañero le cerraba la puerta.
"¡THANATOS!" gritó con igual emoción. Por fin, había llegado el momento de saldar cuentas con aquel que casi lo había arrancado de este mundo.
Las dos espadas chocaron con una violencia devastadora. El impacto hizo temblar los cimientos y, en un estrépito colosal, el edificio se vino abajo a su alrededor.
"¡Esta vez pienso asegurarme de que mueras!" bramó Thanatos, apretando los dientes con rabia y empujando con toda su fuerza. "¡TE LO JURO!"
Con un empellón brutal, lo lanzó fuera del edificio derruido, haciéndolo rodar por la tierra.
Keipi salió disparado más allá de la isla principal de la iglesia, hasta aterrizar sobre uno de los fragmentos de tierra flotante que vagaban alrededor. Se incorporó jadeando, levantó la vista… y vio a su enemigo caer frente a él, clavando su espada en el suelo con un estrépito que hizo vibrar la roca.
"Vaya…" dijo nuestro protagonista, con una media sonrisa desafiante. "Sí que tenías ganas de volver a verme."
Continuará…
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