jueves, 21 de agosto de 2025

Ch. 205 - Margen de error en el plano astral de la cronoseparación planetaria número 587.432

Confiando en la victoria de sus compañeros más leales, Marco descendía en solitario por las escaleras subterráneas en busca de detener de una vez por todas el Nuevo Testamento y enfrentarse a Aspasia. Sin embargo, la guerra estaba aún lejos de terminar.

Por suerte, en el campamento médico improvisado dentro del centro comercial de Accuasancta reinaba una relativa calma. Custodiado por guerreros y reforzado con una barrera mágica erigida por los defensores, los médicos y sanadores exprimían cada gota de su energía tratando a los heridos para enviarlos de nuevo al combate.

Allí, Terón despertó, confuso al principio. Intentaba averiguar dónde estaba, hasta que reparó en las sondas y los enfermeros rodeándole. La rabia y la impotencia le golpearon de golpe; apretó los dientes y terminó descargando un puñetazo contra el suelo.

"¡Joder! ¡¿Qué clase de leyenda soy si no hago más que perder?!" bramó, con la voz quebrada por la frustración.

A su lado, Nathalie terminaba de recibir tratamiento. Con gesto tranquilo se sentó junto a él y, mientras bebía agua como si fuera vino, le habló con calma:

"A veces la vida nos planta delante muros que nos superan física y mentalmente. No es que no seas fuerte… es que tu enemigo era justo tu punto débil."

Terón apretó los labios y resopló. "Lo sé… pero no puedo dejar de sentir que he fallado a los míos."

"No es así." replicó la semi-demonio con suavidad, acariciándole el cabello despeinado. "¡Si eres un tío de lo más guay! Y tus compañeros no han parado de preguntar por ti. Eso es porque te quieren mucho, pierdas o ganes."

Él la miró de reojo, algo sonrojado. "¿Tú crees?"

"¡Pues claro!" sonrió ella con picardía. "¿Acaso no confías en una tía chulísima como yo?"

"Tocará hacerlo." dijo con una sonrisa cansada.

La semi-demonio se puso en pie, estirando los brazos como quien se prepara para volver al ruedo. "Ahora regresaré al campo de batalla. Todavía hay muchos enemigos que derrotar… al menos hasta que nuestros compañeros destruyan esa maldita reliquia."

"Es verdad… ¿cómo va todo?" preguntó Terón, con curiosidad.

"Pues ya sabes: Yumeki derrotó a uno de los apóstoles, y yo me encargué de la pava que te tumbó. Más tarde nos informaron que Shouri acabó con el anciano de la silla de ruedas." enumeraba Nathalie con calma. "Y también nos llegó la información de que los tipos de Aspasia que participaron en el Battle Royale fueron eliminados por distintos aliados."

"Entonces… ¿todavía quedan cinco apóstoles?"

"Cuatro." corrigió ella. "Un mago de observación rastreó la iglesia y encontró al vampiro totalmente inconsciente. Aunque no se sabe cómo acabó así… —Aunque me hago a la idea de quién pudo ser—" pensó con una sonrisa, evocando la silueta de Hansel.

"Ya veo… Gracias, compañera. Cuando termine de recuperarme, volveré al campo de batalla a echarte un cable."

"¡Claro! ¡Te estaré esperando!" respondió ella saliendo del centro comercial. Y al hacerlo, levantó la mano en un gesto cool, dejando tras de sí un aire de confianza renovada.

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Campo de batalla del noroeste.

Shouri seguía observando con desconfianza el cuerpo inconsciente de Sophia que yacía frente a ella.

A simple vista parecía completamente real: la piel tenía la textura de un ser humano y al rozarlo no había diferencia alguna con un cuerpo auténtico. Sin embargo, algo en lo más profundo de su instinto le gritaba que aquello no encajaba. Quizá eran los reflejos curtidos tras años de batallas, o esa intuición que solo una verdadera leyenda bélica podía tener.

"No debería hacer esto… pero confiaré en mi instinto." pensó, con determinación.

Unió ambas manos y, con un estruendo, hizo surgir de la tierra un gigantesco puño de roca que atrapó el supuesto cuerpo y lo estampó con brutalidad contra el suelo. La sacudida levantó polvo y piedras, y durante un momento todo quedó en silencio. El cuerpo no reaccionó en absoluto; no hubo espasmos, ni sangre, ni ningún gesto que delatara sufrimiento.

Y sin embargo, bajo su mirada atenta, algo no cuadraba.

"Tal y como imaginaba…" suspiró con fastidio. "No ha recibido ni una sola herida nueva con ese impacto. Esto significa que tenía razón… ¡es un cuerpo falso!"

Con el ceño fruncido, alzó la vista y escudriñó los alrededores. La frustración la carcomía: si había dejado escapar al verdadero apóstol, podría convertirse en un peligro para todos sus compañeros.

Sin perder más tiempo, se lanzó a la carrera, el corazón latiendo con furia, los ojos moviéndose de un lado a otro en busca de cualquier rastro.

"¡Debo ser rápida! ¡Tiene que estar en algún lugar!" exclamó, apretando los dientes mientras la tensión del combate aún no resuelto se cernía sobre ella.

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Sala del Nuevo Testamento.

Aspasia permanecía de espaldas, de pie frente al núcleo de la reliquia, como si nada a su alrededor pudiera importunarla.

"Vaya… no esperaba que mis primeras visitas fueran precisamente vosotros dos." dijo con calma, sin molestarse en girarse. "Los gemelos de culo inquieto y cabello verde."

Tras ella, Hansel y Gretel dieron unos pasos firmes al adentrarse en la sala.

"Lo siento, Aspasia… pero no puedo cumplir la promesa que te hice de mantenerme al margen." declaró el usuario de viento, con su voz cargada de firmeza. "Mi hermano es más importante que cualquier acuerdo verbal. Y si él desea detenerte… yo estaré de su lado."

La suma sacerdotisa sonrió apenas, como si ya lo supiera. "No te preocupes, querido. Eso también estaba dentro de mis cálculos."

"¿Lo… pensaste de antemano?" preguntó Gretel, con evidente sorpresa.

"En efecto." contestó con frialdad. "La magia de Sophia no es más que una falacia para todo aquel que la conoce. Era obvio que, al liberarte de esa mentira, tus recuerdos permanecerían intactos y, conociendo tu historial y el vínculo con tu hermano, terminarías oponiéndote a mí."

El joven apretó los puños, tragando saliva. "Entonces… sabes lo que pretendo, ¿verdad?"

"No." intervino Hansel, poniéndose un paso por delante y alzando su mirada hacia la sacerdotisa. "Sabes lo que pretendemos."

Aspasia se giró lentamente, liberando un torrente de energía mágica que llenó la sala con un aura asfixiante.

"Así es." sonrió con una calma escalofriante. "Pero me temo que ni en vuestros mejores sueños seréis capaces de ponerle un solo dedo encima a mi reliquia."

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Barco.

Morgana permanecía en lo alto de la cubierta, con la mirada perdida en el horizonte. El viento azotaba su cabello, pero su mente estaba muy lejos del campo de batalla. A su lado, Theo no apartaba los ojos de ella, con el corazón encogido por la creciente inquietud.

"Mor…" pensó, nervioso, atento a cualquier señal de lo que pudiera pasar.

De pronto, a lo lejos, la portadora distinguió a Shouri. La mujer corría desesperada hacia el barco, agitando los brazos y gritando con todas sus fuerzas. Su voz, sin embargo, parecía apagarse antes de llegar hasta ellos.

"¿Esa no es Shouri?" murmuró Theo, entornando los ojos. "¿Por qué está gritando así? ¿No sería más fácil usar la telepatía?"

Antes de que Morgana pudiera responder, la voz de Anaxandra los atravesó como un rayo.

"¡Chicos!" gritó, sobresaltada. "¡No puedo usar la telepatía!"

"¿Cómo?" el pequeño abrió los ojos de par en par, incrédulo.

La portadora de la deidad, sin apartar la vista de Shouri, susurró con amargura, lo bastante bajo para que solo Theo fuese capaz de escucharla: "Ya veo… es el momento de que esto termine para mí…"

Las puertas del camarote se abrieron de golpe. Sophia apareció caminando con tranquilidad, acompañado de una de las trabajadoras de Morgana.

"Esta jovencita me fue de ayuda." dijo con desprecio, dándole una patada en el estómago que la lanzó al suelo. "Le comenté que mi habilidad era cancelar la telepatía de Anaxandra… y la muy tonta me creyó, haciéndolo real."

"¿A qué te refieres?" preguntó Theo, cada vez más alarmado.

Morgana lo explicó con los dientes apretados: "Su magia le permite convertir en realidad cualquier mentira… siempre que alguien cercano la acepte como cierta."

Sophia sonrió con un aire teatral y se inclinó ligeramente hacia la portadora. "Es un placer conocerla al fin, señorita… portadora de la deidad conocida como la Biblioteca de Horacio."

Rebuscó con lentitud entre sus bolsillos, como si buscara un arma de fuego. En realidad, no llevaba nada, pero una de las magas potenciadoras, al observarlo, cayó en la trampa mental. Su convicción dio forma al engaño.

Y en un parpadeo, el arma estaba allí. Real. Mortal.

"Pero me temo…" dijo Sophia con una sonrisa gélida, apuntando directamente al pecho de Morgana. "Que este es tu fin."

El disparo retumbó como un trueno. La bala voló directa al corazón de la portadora.

"Hasta aquí… llegó mi legado." pensó Morgana, cerrando los ojos, resignada.

Pero en ese instante, la voz de la Biblioteca de Horacio resonó en su mente con fría precisión: "Margen de error en el plano astral de la cronoseparación planetaria número 587.432. La causa es… un cambio inesperado, alterado en la última milésima de segundo por un ente sin magia."

Tras recibir esa información abrió los ojos de golpe justo cuando la sangre le salpicaba el rostro. Frente a ella, Theo se interpuso con su pequeño cuerpo. La bala había atravesado su corazón, desviándose apenas lo suficiente para no alcanzar a la portadora.

"Y-yo... te prote...geré..." alcanzó a murmurar con la voz quebrada, escupiendo sangre a cada palabra. Sus ojos, aún llenos de determinación, se apagaron en el mismo instante en que su cuerpo se desplomó pesadamente sobre la cubierta, quedando tendido sin vida.

"¡THEOOOOOOO!" gritó Morgana, con lágrimas desbordando sus mejillas.

Continuará…


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