Al inicio de las escrituras sagradas se describe a Yumeith como uno de los seres más oscuros que existieron en la antigua Pythiria: un demonio errante, devorado por el exceso de pecados y sin rumbo alguno.
Su purificación, el momento en que conoció la luz y se convirtió en el Mesías para gran parte de los habitantes del planeta, sigue siendo recordada como la escena más inspiradora por sus fieles. Representa la esperanza de que todo pecado, por grande que sea, puede ser perdonado si se sigue el camino de la fe.
Pero para Sophia aquello carecía de importancia. Lo que él realmente admiraba de su señor no era la redención, sino la corrupción. Para él, la forma más grandiosa de su Mesías era aquella en la que sus pecados lo dominaban por completo, transformándolo en un ser libre, poderoso y sin cadenas... alguien con la fuerza suficiente para someter al mundo entero.
Por eso, su mentira lo encarnó en aquel Yumeith descrito en las escrituras: el demonio temido por todos. El aura que emanaba hizo estremecerse incluso a Shouri, aunque solo fuera por un instante.
"Mierda…" masculló, chasqueando la lengua con rabia.
"¡Soy indestructible! ¡Soy el ser que destruirá este mundo corrompido y lo convertiré en mío!" gritó Sophia con locura, transformado en aquella aberración sagrada.
Los guerreros de la zona no tardaron en huir despavoridos, lanzando gritos de horror al contemplar su aspecto monstruoso. Pero Shouri no se movió. No podía hacerlo. Sabía que ella era la única que podía plantarle cara.
"¡Desapareced!" rugió Sophia, lanzando desde su boca un rayo colosal de energía destructora.
Shouri apoyó ambas manos en el suelo y alzó una tras otra gruesas murallas de roca para contener el ataque. Cada pared, sin embargo, era destruida al instante, pulverizada por la fuerza abrumadora del rayo. Cuando la última cayó, no tuvo más opción que lanzarse hacia un costado en un salto desesperado.
El ataque enemigo pasó rozándole la pierna izquierda. La tela de su pantalón se desintegró al instante y la carne quedó marcada por una quemadura roja e intensa que le arrancó un gesto de dolor.
"¡MUERE, LEYENDA DE PACOTILLA!" rugió Sophia, desatando una tormenta de proyectiles de energía mágica condensada.
Los disparos cayeron como una lluvia infernal sobre la ciudad. Varios guerreros aliados fueron alcanzados, cayendo al suelo con heridas graves; uno de ellos recibió un impacto directo en la cabeza, perdiendo la vida al instante. Mientras tanto, Shouri se refugió tras un edificio semiderruido y, apretando los dientes, recubrió con rocas su pierna quemada para poder seguir utilizándola.
"Me temo… que no me queda otra que usarlo." suspiró, recuperando el aliento.
En lo alto, Sophia se elevó batiendo sus alas negras. Abrió las fauces y lanzó un gigantesco rayo destructor que arrasaba con todo a su paso, derrumbando edificios y fulminando a cualquiera que se interpusiera. Pero, de pronto, desde el suelo se alzaron centenares de lanzas de roca que ascendieron hacia él, obligándole a desviar su rayo para pulverizarlas.
Detrás del apóstol, sobre una columna de roca que se había alzado hasta su altura, se encontraba Shouri.
"Ey tú, cara de culo." dijo con una sonrisa desafiante. "Es hora de enseñarte… que las mentiras se las lleva la roca."
Sin dudarlo un segundo, se arrancó de un tirón el parche que cubría su ojo derecho. Bajo él se reveló un círculo mágico tallado en su iris, que liberó de golpe un torrente descomunal de energía mágica que la envolvió como un huracán.
"¡¿Qué… qué es eso?!" exclamó Sophia, sorprendido por aquella liberación de poder.
"Este parche retiene la mitad de mi magia, por lo que prepárate para enfrentarte a una leyenda al cien por cien de su poder." sonrió segura de sí misma.
"¡Imposible! ¡Yo soy el mismísimo Yumeith!" gritó Sophia lleno de furia.
En ese instante, un coloso de roca emergió desde el suelo y descargó un demoledor puñetazo contra el apóstol, estampándolo con violencia contra la tierra. El hombre rodó varios metros, pero enseguida desplegó sus alas y, con un rugido de rabia, abrió la boca para disparar un rayo colosal que partió el suelo en dos.
Shouri saltó desde su posición, viendo cómo su coloso era reducido a pedazos por el ataque. Sin embargo, extendió sus brazos y manipuló cada fragmento, lanzándolos de nuevo como una lluvia de meteoros contra su enemigo.
"¡No me vas a detener!" bramó Sophia, cambiando su ofensiva a una avalancha de proyectiles de energía mágica concentrada que colisionaban uno tras otro contra las rocas de nuestra protagonista, iluminando el cielo con el choque de ambos poderes.
"¡Pues claro que te detendré!" exclamó nuestra protagonista, creando látigos de roca que se lanzaron contra su oponente. "¡Tú no eres un ser absoluto, conozco de sobra la debilidad en tus mentiras!"
"¡¿Qué debilidad?! ¡SOY EL MARAVILLOSO Y ÚNICO MESÍAS!" rugió el apóstol, liberando una onda energética esférica que arrasó todo a su alrededor, demoliendo los látigos que lo acosaban desde todas direcciones.
"¡Para nada! ¡Solo te estás creyendo tu propia mentira!" gritó Shouri, apareciendo de golpe frente a él y asestándole una patada en el mentón que lo elevó hacia el cielo.
"¿Creyendo… mi mentira?" murmuró el apóstol, sorprendido a la par que escupía sangre.
"¡Tu magia te permite convertir las mentiras en realidad, pero eso no significa que estén libres de límites!" exclamó Shouri, saltando tras él para alcanzarlo. "¡Tus falacias dependen de la fe de los demás, de lo que sus mentes aceptan cuando se tragan tus palabras!" Y con cada palabra descargaba una lluvia de puñetazos, empujándolo más alto en el firmamento.
"¡No es así!" bramó Sophia, desplegando sus alas con violencia para frenar la ascensión. "¡SOY UN DIOS!" rugió, entrelazando ambas manos y descargando un mazazo sobre la cabeza de la leyenda, precipitándola en picado hacia el suelo.
Pero Shouri giró su cuerpo en el aire y aterrizó de pie, firme como una montaña.
"Para nada… Solo eres tu propia mentira hecha carne. ¡No eres Yumeith, eres una caricatura limitada de lo que tu subconsciente imagina como mesías! ¡ERES SOLO UNA FALACIA MÁS, COMO LO HA DEBIDO SER TODA TU VIDA!"
En ese instante, dos brazos colosales de roca emergieron de la tierra y aplastaron el cuerpo del apóstol entre sus palmas con una fuerza brutal. Las manos se desmoronaron en pedazos, revelando a Sophia malherido entre el polvo.
"¿También… esto es una mentira?" pensaba tambaleante, con la nariz sangrando sin control. "¿Acaso… mis mentiras jamás me permitirán dominar el mundo?"
"¡Eres falso, y esa es la única verdad!" sentenció Shouri, dándole la espalda mientras incontables fragmentos de roca comenzaban a ascender y a adherirse al cuerpo del apóstol, encerrándolo en una esfera pétrea perfecta. "¡Rock Punishment!"
Al pronunciar aquellas palabras, la esfera comenzó a vibrar con un retumbar ensordecedor, como si todo el suelo temblara con ella. Las grietas se extendieron a su alrededor, y los guerreros cercanos tuvieron que cubrirse los ojos por el brillo cegador que emanaba de la prisión rocosa.
Entonces, aquello explotó con una violencia atronadora. Una onda expansiva barrió los escombros y levantó una nube de polvo y rocas que se elevó como un hongo en medio del campo de batalla. Los edificios más cercanos terminaron de colapsar y los soldados que observaban desde la distancia fueron derribados al suelo por la fuerza de la explosión.
En el centro del estallido apareció Sophia en su forma humana, cayendo de entre las rocas como un muñeco sin fuerzas. Su cuerpo estaba cubierto de heridas, la ropa hecha jirones y su rostro desencajado por el dolor y la derrota.
El apóstol cayó brutalmente contra la tierra, rodó varios metros y acabó chocando contra los restos de un muro, quedando inconsciente.
El silencio se apoderó de la zona, roto solo por el crepitar de las rocas aún candentes que caían del cielo y los susurros incrédulos de los guerreros que contemplaban a Shouri.
"Al final… las mentiras nunca te traen nada bueno." dijo la leyenda con calma, mientras colocaba de nuevo su parche sellador en el ojo.
Batalla en Accuasancta.
Shouri vs Sophia.
Ganadora: Shouri.
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Sala del Nuevo Testamento.
Dos enormes manos de roca emergieron del suelo y estamparon a los gemelos contra la pared con una brutalidad implacable.
"¡Mierda!" escupió Gretel, tosiendo sangre.
"Esta técnica es..." murmuró Hansel, incrédulo.
"En efecto." respondió Aspasia con frialdad, manteniendo las manos tras la espalda. "Se la tomé prestada a vuestra querida aliada Shouri. Resulta de lo más útil para contener a ratas como vosotros sin necesidad de ensuciarme."
Hansel forcejeó, intentando reunir viento a su alrededor. "Lo bueno... es que mientras nos sostiene así, seguramente no pueda usar otra magia."
"Te equivocas, hermano." replicó Gretel con una mueca amarga, escarbando en su memoria. "Ella... puede usar hasta cinco magias distintas al mismo tiempo. Lo recuerdo perfectamente de cuando trabajaba para ella."
"¿Cinco a la vez?" se sorprendió, sudando frío.
"¡Imposible!" exclamó Aspasia, de pronto su expresión se tensó.
La anciana había reactivado la magia de telepatía de su hija para comprobar el estado del campo de batalla. Sin embargo, lo que percibió la dejó atónita: varios de sus aliados habían caído.
"No puede ser..." murmuró con un rostro desencajado. "No solo han derrotado a Xiphos y a Phoné... también a los sacerdotes... a Aima... y... ¡a mi querido y fiel Sophia!"
Aprovechando su distracción, Hansel liberó un torbellino de viento que destrozó las manos de roca, permitiendo que él y su hermano cayeran al suelo.
"Tsk..." Aspasia los miró con odio renovado. "No esperaba que existiera gente capaz de eliminar a mis apóstoles. Pero se acabaron los juegos. ¡Es hora de acabar con vosotros!" Separó lentamente los brazos de la espalda y pronunció un conjuro. "¡Maldición de Putrefacción!"
Una onda morada y siniestra se expandió hacia los gemelos, se trataba de un poder maldito destinado a pudrirlos lentamente hasta reducirlos a meros esqueletos.
Pero justo antes de que la onda los alcanzara, una figura apareció de golpe: Marco. Con un movimiento instintivo, sujetó a los gemelos de la cabeza y los agachó hacia el suelo junto a él, apartándolos del alcance del hechizo.
"¿Qué...?" se sorprendió Gretel, atónito.
"Ma... Marco..." murmuró Hansel, todavía tirado en el suelo junto a su gemelo.
El joven protagonista se incorporó de un salto y encaró a la suma sacerdotisa, envuelto en llamas que ardían con furia.
"Lo siento, señora..." declaró con firmeza, con los ojos ardiendo de determinación. "Pero no pienso dejar que toque a ninguno de mis amigos."
"Vaya..." respondió Aspasia con una sonrisa torcida, liberando un aura oscura que impregnó todda la sala. "Más escoria con la que tratar."
Continuará...
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