Mientras Aspasia rejuvenecía gracias a uno de los conjuros que guardaba en su memoria, los gemelos sobrevolaban el cielo en dirección hacia la iglesia para ponerse a salvo.
"¿Seguro que él... estará bien?" preguntó con una voz baja, cargada de culpa.
"¡Pues claro que sí!" respondió Hansel sin dudar, aumentando la velocidad de su vuelo mientras la silueta de la isla flotante se acercaba poco a poco. "¡Ese tío es el único capaz de darle una paliza tremenda a esa vieja decrépita! ¡Así que deja de comerte la cabeza con nimiedades!"
Pero, a pesar de la seguridad que transmitían las palabras de su hermano, Gretel no podía deshacerse de la punzada en su pecho. Un mal presentimiento seguía recorriéndole las venas, como si algo oscuro estuviera a punto de suceder.
"No sé..." murmuró para sí mismo, apenas audible por el viento.
Finalmente alcanzaron tierra firme. Los dos se desplomaron en el suelo, jadeando, con el cuerpo exhausto tras el enfrentamiento. Hansel, todavía con la respiración entrecortada, fijó los ojos en el cielo cubierto de nubes, como si quisiera atravesarlas con la mirada.
"Esta batalla..." dijo con firmeza, apretando los puños. "Tenemos que ganarla, cueste lo que cueste."
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Accuasancta, cerca de la biblioteca.
Nicole había terminado su tratamiento mágico sobre Yumeki, logrando cerrar las heridas más graves. Aun así, era consciente de que la guerra estaba lejos de acabar. Decidió no gastar energía en los cortes menores: necesitaba conservar toda la magia posible por si ocurría algo inesperado.
"Eres increíble." le dijo Lily, con una sonrisa sincera.
"No fue nada." respondió Nicole, secándose el sudor de la frente con la manga. "Pero no puedo darme el lujo de curar hasta el último rasguño... Si me agoto ahora, no podré ayudar cuando más se necesite."
"Es lógico." contestó la hada, acomodándose sobre su cabeza como si fuera su trono personal.
"Gracias, Nicole..." murmuró Yumeki, intentando ponerse de pie.
"Oye, no deberías forzarte." le advirtió la sanadora, dando un paso al frente.
"Lo sé..." dijo ella, con media sonrisa. "Pero me conoces desde hace tiempo, y sabes de sobra que no pienso hacerte caso. No ahora, no en medio de todo esto."
Al decirlo, acarició a Frost y lo transformó de inmediato en su forma de katana.
"¿Y qué piensas hacer si todavía estás herida?" preguntó Lily, preocupada.
"Seguir reduciendo el número de demonios." respondió él con naturalidad, llevándose una piruleta a la boca. "Del resto de apóstoles... ellos se encargarán, ¿no?"
Lily y Nicole se miraron por un instante, sorprendidas por su despreocupación, antes de soltar una sonrisa inevitable.
"Sí." asintió Nicole, con renovada confianza. "¡Seguro que ellos logran ganar!"
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Sala del Nuevo Testamento.
"¿H-Ha rejuvenecido?" murmuró Marco, con los ojos abiertos de par en par.
Aspasia avanzó con paso firme, envuelta en un aura completamente renovada. Su rostro joven brillaba con arrogancia, y cada movimiento irradiaba poder.
"Cuando fui elegida como suma sacerdotisa dediqué una década entera a recorrer los confines de Pythiria." explicó con voz orgullosa. "Busqué a cualquier mago capaz de retroceder el tiempo... o de devolverme mi juventud. Y como ves, lo conseguí." Sus labios se curvaron en una sonrisa maléfica. "Todo para que, cuando mi amado Yumeith renazca, pueda recibirle con el mejor cuerpo posible."
"¡Estás loca!" replicó Marco con furia. "¡No puedes sacrificar tu vida entera a una sombra del pasado!"
"¡Silencio!" rugió ella, alzando la mano. "¡No sabes nada! ¡Y por ello, serás exterminado! ¡Tentacle Attack!"
El suelo se abrió y de él brotaron decenas de tentáculos viscosos, que se abalanzaron sobre Marco como serpientes hambrientas.
Con ágiles acrobacias y ráfagas de fuego, el joven esquivaba cada ataque, pero pronto se vio rodeado por todos lados. No titubeó: apretó los puños y desató una onda de fuego azul en todas direcciones, desintegrando los tentáculos en una explosión abrasadora.
Aspasia se inclinó hacia adelante, con sus ojos centelleando. "Magia de velocidad. Magia de endurecimiento dérmico." susurró, activando ambas a la vez.
En un parpadeo, su cuerpo se tornó duro como el asfalto y se lanzó como una bala. Atravesó las brasas de los tentáculos calcinados y embistió a nuestro protagonista con el hombro, haciéndolo rodar por el suelo con violencia hasta llegar a la sala contigua.
Marco frenó en seco, clavando las manos contra el suelo de la sala. Alzó la mirada con fiereza y, en un rugido, escupió desde su boca una esfera de fuego azulado que iluminó el entorno.
Aspasia reaccionó al instante: se ladeó con agilidad, esquivando el proyectil que estalló a su espalda en una llamarada abrasadora. Con un gesto calculado, desactivó las magias que tenía en curso y activó la siguiente con una sonrisa maliciosa.
"¡Danza floral!" gritó la sacerdotisa.
Del techo cayeron cientos de pétalos cortantes, un alud de cuchillas danzando en espiral hacia él.
"¡No lo permitiré!" rugió Marco, y sus llamas se desataron sin control. Una oleada abrasadora envolvió la sala, carbonizando los pétalos en un instante y reduciéndolos a cenizas.
"¡Usaré todo a la vez!" gritó Aspasia con una sonrisa enloquecida, activando de golpe sus últimas cuatro magias.
Del suelo brotaron tentáculos viscosos, retorciéndose como bestias hambrientas. Uno de ellos alcanzó de lleno a Marco en el pecho, desgarrándole la camiseta en un tajo vertical que dejó al descubierto su torso. El joven cayó de espaldas, pero se impulsó de inmediato, envolviendo sus pies en llamas y saltando entre aquella selva de horrores.
La sacerdotisa no se detuvo. Desde lo alto, lanzó una lluvia de pétalos afilados que convirtieron el campo de batalla en una trampa imposible, obligando a Marco a mantenerse en constante movimiento.
"Mierda..." pensaba, apretando los dientes mientras trataba de encontrar una apertura. La sucesión incesante de ataques no le dejaba ni un respiro.
De repente, Aspasia apareció a su espalda gracias a la combinación de velocidad y endurecimiento dérmico. Le propinó un brutal rodillazo en la espalda que lo estampó contra el suelo. Antes de que pudiera reaccionar, los pétalos cayeron sobre él, abriéndole cortes sangrantes en la piel. Un tentáculo se enroscó en su tobillo, alzándolo en el aire para después lanzarlo contra la pared con una fuerza descomunal.
Marco gruñó de dolor, pero no cedió. Al recuperar el control, juntó las manos y liberó una oleada masiva de fuego azul. Una tormenta abrasadora que llenó la sala entera, devorando pétalos y tentáculos hasta reducirlos a cenizas.
Pero Aspasia avanzó imperturbable. Había activado la magia de potenciación defensiva de Terón, la misma que ya había dejado su huella en el torneo. Su silueta avanzaba firme, intacta, a través de aquel infierno azul.
"¡No puede ser...!" se sorprendió Marco, con los ojos muy abiertos. "¡¿Está resistiendo mi fuego azul?!"
Aspasia sonrió con orgullo, erguida entre las llamas. "Yumeith estuvo conmigo desde el primer momento en que me eligió como portadora de esta magia." Su voz retumbó como un juramento. "¡Por eso, alguien como tú jamás podrá derrotarme!"
En un instante saltó hacia él, potenciando su fuerza. Sus piernas impactaron en el abdomen de Marco con una doble patada devastadora que lo hizo atravesar la pared en la que aún se sostenía, arrastrando escombros a su paso y llevándolo de nuevo a la sala donde se encontraba el Nuevo Testamento.
"Mierda..." murmuró Marco, tambaleándose al intentar levantarse.
En un destello, Aspasia activó su magia de velocidad y apareció frente a él. Su mano lo aferró con brutalidad de la camiseta rota, levantándolo del suelo como si fuera un simple muñeco.
"¿Sabes?" dijo con una calma siniestra mientras comenzaba a caminar, arrastrando a nuestro protagonista en volandas hacia el boquete de la pared, más allá del cual se extendía el vacío de la isla flotante. "Aunque hayáis vencido a mis apóstoles y sacerdotes... eso no significa nada. Yo soy la verdadera elegida de nuestro Mesías. Por eso... caiga quien caiga... ¡yo siempre permaneceré en pie!"
Marco forzó una sonrisa, aun retorciéndose para liberarse. "Tu discurso no deja de ser el más egoísta que he escuchado..." Pero sus fuerzas le flaqueaban; cada movimiento era más pesado que el anterior.
Aspasia lo notó y sonrió con desdén. "Ni lo intentes, chaval. Estoy usando una magia que drena tu energía poco a poco. Ya me cansé de jugar con basura como tú. ¡No eres más que un pecador más en este mundo!"
El borde de la sala estaba ya frente a ellos. Aspasia estiró el brazo, sosteniéndolo sobre el abismo.
"¿Y ahora qué?" preguntó Marco entre jadeos, con una sonrisa desafiante. "¿Piensas soltarme?"
"Exacto." respondió con fría satisfacción. "Ya te he drenado lo suficiente. No te quedará fuego para protegerte... y una caída desde aquí es mortal para cualquier ser humano. No hay final mejor para una escoria como tú."
Nuestro protagonista la miró fijamente, sin bajar la cabeza. "Lo siento, Aspasia... pero no creo que haya mayor pecadora ahora mismo que tú. Y para colmo..." apretó los dientes. "Ni siquiera pareces digna de tu querido Mesías."
Los ojos de la sacerdotisa se desorbitaron de furia. "¡¿CÓMO OSAS?!" rugió, colocando su otra mano en el pecho de Marco. "¡MAGIA DE PUTREFACCIÓN!"
El dolor llegó como fuego vivo. La piel del torso de Marco comenzó a ennegrecerse, pudrirse y desprenderse en jirones, dejando al descubierto el músculo. Un grito desgarrador le escapó de la garganta, rebotando contra las paredes de la sala.
"¡Este es tu castigo por cuestionar mi voluntad!" chilló Aspasia, enloquecida. "¡Y ahora... MUERE, PECADOR!"
Lo soltó sin piedad.
El cuerpo de Marco cayó al vacío, desgarrando el aire mientras la putrefacción avanzaba lentamente por su pecho.
"M-Mierda..." pensaba con la vista nublada. "He... perdido..."
Aspasia se dio la vuelta, satisfecha, sin molestarse en mirar hacia abajo. "Es tu final, pecador del fuego azul."
Batalla en la sala del Nuevo Testamento.
Marco vs Aspasia.
Ganadora: Aspasia
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Accuasancta, bajo la isla flotante.
"¡Mirad allí!" gritó Viktor, señalando hacia el cielo abierto.
Carter, montado sobre su lobo, entrecerró los ojos para enfocar. "¿Q-Qué demonios es eso...?"
La silueta de Marco descendía a toda velocidad, desgarrando el aire como un proyectil.
Viktor palideció. "¡Es una persona! ¡Alguien está cayendo desde la isla!"
"¡Tienes razón!" respondió el invocador de lobos, con la voz cargada de urgencia. "¡No hay tiempo que perder!"
Sin pensárselo ni un segundo, tendió la mano a su compañero. "¡Viktor, súbete! ¡Vamos a alcanzarlo!"
El lobo rugió con fuerza y, en cuanto los dos estuvieron sobre su lomo, salió disparado entre la bruma como un rayo, dejando tras de sí una estela de polvo y hojas agitadas por la carrera.
El cuerpo seguía cayendo, cada vez más cerca del suelo.
"¡Aguanta, quienquiera que seas...!" murmuró Carter con los dientes apretados. "¡Vamos a salvarte!"
Continuará...
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