Cuando Marco estaba a punto de estrellarse contra el suelo, esperando una muerte inmediata, fue rescatado en el último instante por Carter y Viktor. Ambos combinaron sus habilidades para impulsar al lobo con una velocidad inhumana, logrando pasar justo debajo de él y atraparlo entre sus cuatro brazos.
Apenas lo atraparon, frenaron en seco y bajaron del lomo de la bestia. Lo que vieron los dejó helados.
El cuerpo de Marco era una visión de pesadilla: los pulmones expuestos, las costillas sobresaliendo entre la carne, y la piel pudriéndose a cada segundo junto a los músculos, lo obligaban a respirar con un sonido gutural, acompañado de quejidos desgarradores.
"¿M-Marco?" murmuró Carter, incapaz de creer lo que veía.
"¿C-Cómo puede seguir vivo?" se horrorizó Viktor, con los ojos abiertos de par en par.
"¡No lo sé, pero tenemos que hacer algo ya!" exclamó el invocador, mirando desesperado a su alrededor. "¡Voy a comunicarme con Morgana!"
"Yo intentaré frenar la putrefacción." rugió Viktor, decidido. Se arrodilló junto a Marco y posó sus manos desnudas sobre la carne que se deshacía. "¡Magia de adaptación!" gritó con furia, intentando forzar su don para encadenar la magia enemiga y detener su avance.
"¡Morgana, respóndeme! ¡Necesitamos ayuda ya! ¡Morgana! ¡MORGANA!" gritó Carter telepáticamente, pero no obtuvo respuesta.
Un alarido de dolor lo hizo girar la cabeza de golpe. Viktor tenía los dedos completamente podridos, reducidos completamente a hueso. Al intentar salvarle, también se vio afectado por la magia pero, aún así, no soltaba a Marco.
"¡Te tengo… magia cabrona!" escupió con el rostro desencajado, masticando el dolor como si fuese veneno.
"¡Viktor! ¡¿Qué haces?!" chilló al ver el estado de las manos de su compañero.
"E-Esto… no es nada…" jadeó, luchando contra el dolor. "He… logrado frenar… el avance… pero… no sé cuánto… resistirán sus pulmones… así…"
"¡Joder!" rugió Carter, cada vez más desesperado. Volvió a cerrar los ojos con fuerza, intentando contactar otra vez. "¡Morgana, por favor! ¡Es urgente! ¡Marco está al borde de la muerte!"
Por fin, una voz femenina respondió.
"¿Marco está en estado crítico?" preguntó calmada, aunque su tono transmitía preocupación.
"¡Sí!" respondió Carter casi sin aire. "Una magia de putrefacción lo está destrozando por dentro. Viktor la ha detenido, pero… ¡tiene los pulmones expuestos! Es cuestión de minutos antes de que muera."
"Comprendido." respondió con firmeza. "Ven a buscarme a la biblioteca de Accuasancta y condúceme hasta él. Moverlo en este estado sería fatal, así que yo misma me trasladaré. Soy Nicole… y en este campo de batalla no existe nadie mejor que yo para salvarle."
"¡Perfecto! ¡Ya voy!" cortó Carter la comunicación de inmediato. Se volvió hacia su compañero. "¿Lo oíste?"
"¡Sí!" gruñó Viktor, apretando los dientes mientras sudor y lágrimas se mezclaban en su rostro. "¡Lárgate ya y tráela cagando leches!"
Carter montó de nuevo en su lobo y salió disparado a toda velocidad. El tiempo, para él, empezó a correr en contra. Cada segundo que pasaba lo acercaba más… a perder a Marco para siempre.
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En los distintos campos de batalla, la guerra contra los demonios continuaba sin tregua para todos aquellos que aún podían mantenerse en pie.
Yumeki, con Frost en mano, derribaba a decenas en cuestión de segundos. Pilares de hielo brotaban a su alrededor mientras blandía su katana con la gracia letal de una bailarina invernal.
En otro frente, Takashi luchaba codo con codo junto a Lovette. La fusión de la magia floral con la del sonido creaba un ritmo devastador: ella amplificaba sus ataques con ondas sónicas, mientras él desplegaba pétalos afilados que reducían en masa el número de enemigos.
Tampoco se quedaban atrás los demás. Futao blandía su lanza envuelta en llamas, atravesando a un demonio colosal y partiéndolo en dos con un solo movimiento. Kanu, por su parte, disparaba con su arco hacia el cielo para invocar una lluvia de flechas gélidas que segaba a todos los enemigos voladores que se atrevían a descender.
Los magos sanadores hacían lo imposible por devolver fuerzas a los heridos, aunque no podían torcer el destino de la muerte. Las bajas mortales, aunque sorprendentemente bajas para un conflicto de tal magnitud, superaban con creces lo que se había previsto en un inicio. El cansancio comenzaba a notarse en cada rostro, en cada respiración agitada.
Shouri repelía las mayores amenazas con fiereza, mientras Nathalie y Terón protegían el campamento médico combinando sus habilidades defensivas. Sin embargo, la incertidumbre pesaba sobre todos: no sabían nada del paradero de los apóstoles restantes. Lo único seguro era lo que Carter había comunicado: Marco estaba gravemente herido. Aquella noticia se propagó como una sombra entre los combatientes, apagando parte de su determinación.
Y como si la desesperanza no fuera suficiente, nuevas grietas se abrían poco a poco en el cielo, expandiéndose como heridas sangrantes. De ellas surgían más y más demonios, reforzando el ejército enemigo. Y apenas… había transcurrido una hora desde que todo aquello había comenzado.
Entre los restos del barco, Anaxandra continuaba con su labor, aunque no podía evitar dirigir la mirada hacia Morgana. La portadora de la deidad permanecía inmóvil, con la mente en blanco, observando el cadáver de Theo cubierto apenas con un trozo de tela.
"Por mi culpa..." murmuró con voz apagada.
"Oye..." dijo Anaxandra levantándose de golpe, lo que sorprendió a las magas potenciadoras que tenía a su lado. "Entiendo que esta situación inesperada te haya dejado en shock, pero... te necesitamos."
Morgana no respondió.
"¡Hay más gente muriendo en este campo de batalla! ¡Los magos sanadores no dan abasto! ¡Y Marco ha sido herido de gravedad!" exclamó la hija de la suma sacerdotisa, intentando arrancar a su compañera de su trance.
"Da igual... el futuro se acaba en una hora." respondió la portadora con una calma tan helada como devastadora.
"¿Cómo? ¿No cambió con el sacrificio del pequeño?" preguntó Anaxandra, incrédula.
"No... solo retrasó lo inevitable." susurró ella, con la mirada perdida. "He buscado en todos los futuros posibles una salida para salvarle... pero debido a su naturaleza como persona que nació sin magia, y al destino que enfrentamos... no hay escape."
"¿Entonces piensas rendirte?" exclamó furiosa.
"¿Qué nos queda...?" murmuró Morgana, sin siquiera atreverse a levantar la vista.
De pronto, Anaxandra la sujetó con fuerza del vestido y le descargó una bofetada que resonó con rabia en medio de la destrucción.
"¡NO TE RINDAS TAN FÁCIL, JODER!" bramó, con los ojos encendidos.
"¿A-Anaxandra?" balbuceó Morgana, llevándose la mano a la mejilla que ardía por el golpe.
"¡ESTAMOS EN UNA SITUACIÓN DE VIDA O MUERTE! ¡Y PARA COLMO FUERON TUS PALABRAS LAS QUE MOTIVARON A ESTOS GUERREROS A DARLO TODO POR EL FUTURO!" gritó con furia incontenida. "¡ASÍ QUE NO TE CAGUES ENCIMA AHORA, NI HUYAS CON EL RABO ENTRE LAS PIERNAS! ¡DA LA CARA POR ELLOS, MALDITA SEA!"
"Pero yo..." murmuró Morgana, quebrándose.
Fue entonces cuando la deidad en su interior habló, haciéndose escuchar directamente en lo más profundo de su ser.
"Mor... Han sido muchos años a tu lado... y sabes bien que el tiempo que te queda de vida es insignificante, por todo lo que has consumido explorando futuros." su voz sonaba serena, pero cargada de gravedad. "La única forma de cambiarlo todo... es si decides hacer ESO."
"Hacer... eso..." repitió Morgana en un hilo de voz, mirando fijamente el cadáver de Theo.
Cerró los ojos. Y, en la oscuridad de su mente, los recuerdos de toda una vida comenzaron a arremolinarse.
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Hace varios años, cuando Morgana apenas tenía ocho años.
Cada vez que su madre cerraba la puerta de casa para marcharse a trabajar en medio de la noche, el corazón de la niña se encogía. Aquel simple ruido de la cerradura era la señal de que el terror volvía a hacerse realidad.
El hogar, que debía ser refugio, se transformaba en un escenario de pesadillas. En su habitación, la cama crujía bajo el peso de la furia y el abuso de su padre, que la sometía sexualmente noche tras noche. Y cuando todo acababa, él simplemente se marchaba, dejándola sola y atormentada, sin siquiera dejarle la oportunidad de bajar a cenar.
Morgana, abatida y con el cuerpo cubierto de moretones, se vestía a duras penas y se arrodillaba frente a la cama, rompiendo en llanto.
"¿C-Cuándo... Cuándo acabará esto?" sollozaba mirando a través de su ventana. "Yo... yo solo quiero un lugar donde pueda vivir rodeada de mujeres felices... un sitio donde nadie me haga daño... Yo... solo quiero ser feliz..."
Continuará...
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