Tras quedar su rostro al descubierto apenas unos segundos, la furia de Panoplia estalló sin control. Con un movimiento brutal y preciso, sobrepasó a nuestro protagonista y, de un solo tajo, le cortó ambos brazos.
Un quejido desgarrador escapó de la garganta de Ryan mientras la sangre salpicaba el puente. El dolor era insoportable, pero lo que verdaderamente lo consumía era el shock de ver cómo sus extremidades habían desaparecido en un instante. Su mente quedó en blanco… y en medio de ese vacío, lo único que emergió fue la imagen de su difunta madre adoptiva y maestra: Zafira.
Desde entonces, nuestro protagonista se prometió que nunca más dejaría que esa bestia despertara. Se reprimió, contuvo cada exceso, con tal de no volver a ver a su madre herida.
Pero en este instante… la sangre manando de sus muñones, el dolor insoportable, el trauma de la amputación… aquello rompió todas sus cadenas.
"¡GAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!" rugió con una fuerza sobrehumana.
Una oleada brutal de energía mágica estalló a su alrededor, sacudiendo el puente entero. La sangre fue contenida al instante por placas de acero que sellaron las amputaciones, y de sus muñones nacieron nuevas extremidades, forjadas con metal puro.
El acero se extendió como una avalancha descontrolada, cubriendo todo su cuerpo hasta formar una armadura colosal, radiante, que desprendía un aura salvaje. Solo quedaban a la vista sus ojos, completamente blancos, vacíos de razón, y una parte de su rostro.
Ryan se agachó, tensando cada músculo como un resorte a punto de romperse. A su alrededor, cientos de eslabones comenzaron a materializarse, flotando en el aire como si la gravedad hubiese dejado de existir.
Frente a él, Panoplia dio un paso atrás instintivo, antes de cambiar su armadura. Un destello recorrió su cuerpo hasta que en sus manos apareció una espada cargada de electricidad. Adoptó una postura ofensiva, sus ojos firmes, aunque en su interior el miedo comenzaba a calar.
Sin un solo atisbo de conciencia, con la fiereza de una bestia hambrienta, nuestro protagonista se lanzó hacia adelante a una velocidad imposible. Panoplia rugió y cubrió su espada con rayos, liberando un haz eléctrico que desgarró el aire en su dirección. Pero el hijo de la dragona no se detuvo: saltó hacia una de las jaulas laterales, rebotó contra otra, y desapareció de su vista en un parpadeo para reaparecer justo detrás de ella.
Sorprendida, Panoplia giró sobre sí misma, barriendo el entorno con el rayo de su espada. Las jaulas explotaban y se retorcían a su paso, pero Ryan ya no estaba allí. El joven se deslizó a ras del suelo, esquivando el ataque con un movimiento animal, y aceleró aún más. En un abrir y cerrar de ojos, estaba a su espalda.
"¿Q-qué cojones?!" pensó, atónita, al verlo moverse con semejante brutalidad a pesar de haber perdido ambos brazos. "¿Cómo está moviéndose así? ¿Es que acaso ha… perdido el control de su cuerpo?"
Un impacto brutal la devolvió a la realidad. Ryan le asestó una patada en la espalda con tal furia que la lanzó hacia adelante, y en el mismo movimiento disparó desde su pierna una viga de acero que destrozó su espada y agrietó su armadura, arrancándole un grito ahogado.
Sin vacilar, Panoplia cambió de armadura al instante: esta vez sus manos blandían dos dagas cortas. Avanzó de nuevo hacia él sin titubeos, intentando recuperar la iniciativa.
Las manos del hijo de la dragona, ahora de acero vivo, se transformaron en cuchillas afiladas. El choque fue inmediato: acero contra acero, filo contra filo, un intercambio frenético de tajos que iluminaba la sala con chispas cada vez que sus armas se encontraban.
Ryan retrocedió de un salto y, sin dudar, abrió la boca. De ella emergió un proyectil metálico, un pincho afilado que voló directo hacia el cuello desprotegido de la apostol.
Ella reaccionó en el último instante: su armadura cambió una vez más, formando un escudo macizo que brotó de su puño, interponiéndose justo antes del impacto. El metal chocó con violencia, retumbando como un cañonazo en la sala, obligándola a retroceder varios pasos.
Rápidamente, Panoplia transformó el escudo en un enorme hacha y, con un grito de furia, se lanzó en un solo movimiento a cortar a su contrincante. Pero Ryan, envuelto en aquella locura salvaje, retrocedió a toda velocidad, esquivando el filo con facilidad.
Sin perder tiempo, disparó una cadena hacia una de las jaulas y se impulsó con ella. En un abrir y cerrar de ojos, comenzó a desplazarse como una fiera indomable, saltando entre todas las jaulas colgantes del lugar con movimientos caóticos e impredecibles, obligando a su rival a buscarlo en todas direcciones.
Panoplia frunció el ceño y gruñó: no pensaba quedarse atrás. Cambió de nuevo a su armadura bélica y, levantando ambos brazos, disparó cientos de misiles que cruzaron la sala en todas direcciones, explotando sin control.
De pronto, el hijo de la dragona emergió desde una de las jaulas a la espalda de la apóstol. Sus brazos convertidos en cuchillas de acero bajaron como una guadaña, listos para partirla. Panoplia reaccionó al instante, transformando su armadura en una con una larga katana y partió el cuerpo de Ryan en dos de un solo tajo.
Pero enseguida lo comprendió: aquello era un simple clon de acero.
El verdadero apareció vertiginosamente a su espalda, lanzándose con ambas piernas en un ataque brutal. Panoplia se giró a tiempo, bloqueándolo con su espada. El impacto fue tan demoledor que el arma se agrietó de arriba abajo.
La apóstol retrocedió varios metros, arrastrando los pies sobre el puente mientras veía cómo Ryan disparaba una ráfaga de proyectiles metálicos. Sin dudar, cambió a una armadura de resistencia y comenzó a cortar cada uno de los disparos con precisión, aunque la fuerza de los impactos la obligaba a retroceder sin descanso.
De pronto, nuestro protagonista descendió sobre ella con su brazo convertido en una inmensa cuchilla. El choque entre ambos fue tan colosal que el puente entero crujió y se desmoronó en pedazos, arrastrándolos hacia la zona baja, donde les esperaban afilados pinchos mortales.
Ryan, aún controlado por su modo Berserker, saltaba de fragmento en fragmento como una bestia cuadrúpeda. Cada salto lo acompañaba de golpes devastadores, que Panoplia apenas lograba bloquear mientras también intentaba mantenerse en pie entre los restos del puente en caída.
"Mierda… Es superior a mí." pensó la apostol con el corazón desbocado, sintiendo el agotamiento recorrerle el cuerpo.
De pronto, Ryan se abalanzó de frente. Panoplia, como último recurso, cortó uno de sus brazos metálicos con un tajo desesperado. Pero aquello resultó inútil: del muñón cercenado brotó una cadena que se enrolló con violencia en la cintura de la apóstol y, con una fuerza monstruosa, la lanzó contra el techo, haciendo vibrar todas las jaulas colgantes del lugar.
Sin darle un respiro, nuestro protagonista unió ambas manos, invocando de las paredes varios ciempiés de acero que se retorcieron con un rugido metálico y se estrellaron contra Panoplia con una violencia descomunal. El impacto no solo destrozó por completo su armadura, sino también la misma dimensión en la que combatían, haciéndola colapsar en pedazos.
El cuerpo de Panoplia cayó desplomado al suelo arenoso de la isla flotante donde se encontraba la iglesia, completamente inconsciente y llena de heridas, vestida únicamente con ropas normales. Su rostro quedó oculto contra el piso, como si el propio destino insistiera en proteger su identidad.
Ryan avanzó lentamente hacia ella, su brazo metálico se transformaba en una afilada espada. El instinto asesino lo dominaba: quería acabar con su vida.
Pero, en el último instante, su otro brazo se interpuso, deteniéndolo en seco.
"De-devuélveme mi cuerpo…" murmuró el verdadero Ryan con voz temblorosa, recuperando de a poco la razón. Sus ojos volvieron a ser los mismos de siempre, apagándose la furia descontrolada que lo había consumido.
Aún confuso y lleno de dolor por la pérdida de sus brazos, Ryan cayó de rodillas al suelo. El acero que formaban sus extremidades recién creadas se derritió en una masa líquida que se esparció sobre la arena, mientras que, por instinto, logró mantener las placas que sellaban sus muñones, evitando así desangrarse y morir en el acto.
Batalla en la dimensión de la apóstol de la armadura.
Ryan vs Panoplia
Ganador: Ryan
"Al final… otra vez… no pude ganar por mí mismo…" murmuró, exhausto, desplomándose sobre la arena. Cada respiración le quemaba el pecho, pero al menos había sobrevivido a aquella pesadilla y logrado superar a una de las combatientes más temibles que había enfrentado.
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Dentro de la Iglesia
Cecily huía por los largos pasillos, transformada en su modo Fenrir, saltando de objeto en objeto con agilidad felina.
"¿Qué pasa, vas a huir siempre?" preguntó Pantera, empuñando una enorme espada que brillaba con peligro.
Al llegar al presbiterio, Cecily se impulsó sobre una columna y, con un salto preciso, embistió al apóstol con toda su fuerza, haciéndolo retroceder varios metros.
"¡Maldita seas!" exclamó él, limpiándose la sangre de su hocico con frustración.
"No estaba huyendo…" suspiró nuestra ladrona, con una sonrisa confiada. "Solo estaba buscando el mejor lugar para derrotar a un felino pulgoso como tú."
Continuará...
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