Campamento improvisado.
Nicole se encontraba arrodillada, con las manos sobre el cuerpo de Ryan. Un tenue resplandor manaba de sus palmas mientras intentaba curar sus heridas. A pocos metros, los gemelos y los compañeros de Takashi observaban en silencio la isla flotante a lo lejos, cada vez más inestable tras el combate.
“Me pregunto si Marco podrá derrotarla…” murmuró Gretel, con la voz cargada de incertidumbre.
“Seguro que lo hará.” respondió Hansel con una sonrisa esperanzadora, dándole una palmada en la espalda para animarlo.
“Lo único que temo es que la maldición no lo haya abandonado del todo…” añadió Carter, visiblemente preocupado. “Si vuelve a contagiarse, y su cuerpo empieza a pudrirse otra vez… puede que esta vez no lleguemos a tiempo para salvarlo.”
Nicole levantó la vista, sin detener la magia. “Mi curación es perfecta. No solo eliminé por completo la maldición de su cuerpo, también lo hice inmune a ella durante las próximas veinticuatro horas. En ese aspecto no hay nada de qué preocuparse.”
“Tiene razón.” intervino Viktor, mirando sus manos ahora intactas. “Las mías estaban reducidas a huesos hace apenas unos minutos… y ahora están como nuevas. Como si nada hubiera pasado.”
La sanadora, sin embargo, dejó escapar un suspiro cansado. “Pero eso me ha dejado prácticamente vacía de energía. No creo que pueda regenerar los brazos de Ryan. Restaurar tejidos desde cero consume demasiado poder, y cuanto más tiempo pase desde la amputación, más difícil será.”
“Oh no…” murmuró Hansel con el rostro sombrío.
“Por suerte él mismo selló la herida con acero.” explicó Nicole, mirando al herido. “Eso evitó que muriera desangrado. Pero en este estado… lo único que puedo hacer es cerrar los muñones para siempre. Pero si lo hago… él perderá los brazos para siempre.”
“Házlo.” respondió el hijo de la dragona sin titubear.
“¿Ryan?” Carter abrió los ojos de par en par. “¿Estás seguro?”
“Te vas a quedar sin brazos, tío…” añadió Hansel, incrédulo.
El joven apretó los dientes, pero su mirada era firme. “Es mi culpa por haber subestimado al enemigo. No necesito recuperarlos. Prefiero decir con orgullo que los perdí ayudando al emperador a salvar el mundo. Así que… adelante, Nicole. Ciérralas. No te preocupes… seguro que ya encontraré la forma de solventarlo.”
La sanadora dudó unos segundos, pero finalmente asintió. “E-Está bien.” La magia volvió a fluir, sellando las heridas de manera definitiva.
Entonces, un eco se coló en sus mentes. El canal telepático se abrió de golpe, y la voz de Keipi resonó en todos ellos, grave y clara.
El monje descendía en su ballena desde las alturas de las islas flotantes, pero no perdió tiempo en dar su mensaje:
“Escuchad todos. Hace un momento he visto a Marco enfrentarse a la sacerdotisa. Ambos cayeron al coliseo de la ciudad. Y durante la pelea… vi cómo el cuerpo de Aspasia mutaba. Estoy casi seguro de que se ha fusionado con el núcleo del Nuevo Testamento.”
La sorpresa se extendió como un trueno apagado.
“¿Q-Qué…?” murmuró Anaxandra, horrorizada. Su voz temblaba. “¿Mamá? ¿Hasta ese punto…? ¿Tanto necesitas a Yumeith?”
______________________________
“¿Se ha fusionado con la reliquia…?” pensó Takashi en voz alta, mientras miraba de reojo a Lovette, que no participaba en la conexión mental.
“¿Qué? Esa vieja está loca…” suspiró la usuaria del sonido, con gesto incrédulo.
“Sí.” replicó el monje tras una breve pausa. Su mirada se endureció al recordar. “Y no es la primera vez que veo algo así. Jacob, un tipo al que nos enfrentamos hace tiempo, lo hizo con el Laberinto del Minotauro…”
______________________________
Campamento improvisado.
“Pero… ¿estás seguro, Keipi?” preguntó Carter con la voz tensa a través del canal telepático.
“Pasaron muy rápido y algo alejados de mí…” admitió el monje con calma, “…pero no me cabe duda de lo que vi.”
En ese instante, una segunda voz se unió al enlace mental. Todos la reconocieron al momento: era Ashley. A pesar de su agotamiento, no dudó en compartir lo que había presenciado.
“Lo que dice Kei es cierto.” confirmó con firmeza. “Ambos cayeron al coliseo, justo donde estoy ahora tras mi pelea contra Kinaidos. Vi a Marco derrotar a esa anciana religiosa, la rompió en mil pedazos como si fuera de cristal.”
Un murmullo de alivio recorrió las mentes de los aliados. Pero ella no había terminado.
“Sin embargo… al instante se regeneró. Como si nada hubiera pasado. Y me pareció escuchar que, al estar fusionada con el Nuevo Testamento, solo podremos derrotarla si destruimos los dos núcleos al mismo tiempo.”
El silencio se volvió pesado. La esperanza que había brotado segundos antes se apagó como una vela bajo la lluvia.
“Estamos perdidos…” murmuró Carter, cayendo de rodillas.
“Joder…” maldijo Viktor, incrédulo. “¿Acaso… no podemos ganar esta batalla?”
“¿Q-Qué pasa?” preguntó Gretel, confundido.
“Y-yo tampoco estoy entendiendo nada.” añadió Hansel, igual de perdido.
Los gemelos, que habían estado junto a Aspasia en aquel momento, no conocían la verdad de la reliquia que Morgana transmitió a todos en Fémina.
“¿Y por qué no se puede hacer?” insistió Hansel.
“Porque desde aquí no se puede alcanzar.” respondió Carter con amargura. “Alguien tendría que entrar en esa dimensión, encontrar el núcleo y destruirlo. Y hacerlo… lo condenaría. Se quedaría atrapado allí para siempre, rodeado de demonios hasta que ellos acabaran asesinándolo cruelmente.”
“Morgana nos habló de una forma de lograrlo sin sacrificar a nadie…” recordó Viktor, bajando la mirada. “…pero ya no está con nosotros.”
“¿C-Cómo?” Hansel abrió los ojos de par en par. “¿Ha fallecido…?”
“Sí.” respondió Nicole con suavidad. “Cuando ocurrió, vosotros aún no estabais dentro del canal telepático. Os añadimos después, cuando trajisteis a Ryan, ya que se lo pedí a Anaxandra.”
El peso de la revelación dejó al grupo en un silencio sepulcral.
De pronto, Hansel apretó el puño con rabia y alzó la mirada hacia el cielo, donde las grietas dimensionales desgarraban el firmamento y unían ambos mundos. Su cuerpo temblaba: no sabía cómo podía ayudar a resolver aquella situación imposible.
“¿No hay… ninguna forma?” murmuró Gretel, con un hilo de voz.
Entonces, una tercera voz irrumpió con fuerza en la mente de todos.
“¡Esto no ha terminado aún!” resonó Marco a través del canal telepático. “¡No es momento de rendirse, chicos! ¡No os vengáis abajo tan pronto!”
El simple hecho de escucharle provocó un cambio inmediato. Los paladines sonrieron y pronunciaron su nombre con orgullo, mientras que los aliados, hasta hacía un instante invadidos por la duda, sentían ahora una chispa de esperanza reavivarse en sus pechos.
“¿Y qué si la vieja decrépita ahora es inmortal?” rugió Marco con furia. “¡Nada puede detenernos, porque estamos juntos en esto! ¡Y sé que encontraremos la manera de derrotarla sin sacrificar a nadie! ¡Y si no… entonces la quemaré hasta reducirla a cenizas!”
Un grito de júbilo recorrió a los guerreros, que alzaron los puños con determinación.
“Este tío…” murmuró Keipi para sí mismo con una sonrisa mientras descendía sobre su ballena.
“Es el emperador más increíble de todos.” asintió Ashley, con los ojos brillando de orgullo.
La motivación se extendió como fuego entre ellos. Todos estaban emocionados… todos menos Nicole. Ella sabía que las palabras del emperador eran, en el fondo, solo un impulso de ánimo. La realidad era que derrotar al Nuevo Testamento sin destruirlo resultaba prácticamente imposible. Aun así, no dijo nada. Era mejor mantener vivo el espíritu de lucha.
Pero no fue la única en notar ese vacío oculto tras aquel discurso. Hansel también lo percibió. Y mientras los demás celebraban, él volvió a alzar la mirada hacia las grietas dimensionales, temblando, con el presentimiento de que la respuesta… no sería tan sencilla.
______________________________
Coliseo.
"¡JAJAJAJAJA!" rugía Aspasia, carcajeándose tras escuchar el discurso de su contrincante. "¿Que encontrarás una forma de derrotarme? ¿A mí? ¡Si soy inmortal, pedazo de iluso!"
Con un solo movimiento alzó los brazos y un tornado de arena se elevó como una bestia indomable, arrasando con todo a su paso. Marco encendió fuego en sus tobillos y se impulsó hacia el cielo, esquivando de milagro aquella tempestad que devoraba el coliseo.
"¡Tus palabras están tan vacías como tu cerebro! ¡Solo dices lo que tus amigos quieren escuchar porque, en el fondo, sabes que jamás podrás vencerme!" gritó la anciana. Con un gesto rápido, evocó decenas de aros de acero que se cerraron sobre Marco, comprimiéndolo hasta encerrarlo en una esfera perfecta. "¡Eres solo un ególatra mimado, incapaz de aceptar la derrota!"
Chascó los dedos y la esfera explotó. El emperador salió disparado, con la ropa hecha jirones, la piel marcada por quemaduras y el aliento entrecortado. Cayó sobre las gradas con un golpe seco, apenas consciente.
"¡JAJAJAJA! ¡Mírate! ¡Das pena!" bramó Aspasia, eufórica.
Pero Marco se levantó tambaleante. La sangre le resbalaba por la nariz, el cuerpo le dolía como si fuera a romperse.
"No mentí en ningún momento, Aspasia." gruñó, con voz firme arrancándose lo que le quedaba de camiseta. "Como emperador de Pythiria... ¡GANARÉ ESTA BATALLA SEA COMO SEA! ¡Evitaré el fin del mundo aunque esto me cueste el final de mi reinado!"
Un estallido de llamas azules lo envolvió, y en un segundo se lanzó hacia su rival. Su puño ardiente atravesó el aire con la fuerza de un cometa.
"¡¿Eso es todo?!" sonrió Aspasia, deteniéndolo con la palma desnuda gracias a su magia potenciadora.
"¡PARA NADA!" rugió Marco, encendiendo su codo con una llamarada extra que multiplicó la potencia del golpe. El impacto fue brutal: la sacerdotisa salió disparada por toda la arena, estampándose contra una pared que crujió como si fuera de papel.
Desde las ruinas, Kinaidos, apenas consciente, observó la escena con los ojos vidriosos. "¿Jefa...? ¿De verdad... era esto lo que querías?" murmuró en un susurro quebrado al ver el aspecto que ella tenía ahora.
Aspasia se alzó entre las ruinas furiosa. "¡DESAPARECE DE UNA VEZ!" aulló, liberando cientos de tornados que se entrelazaron en todas direcciones hasta formar una prisión demoledora que cercaba por completo a Marco.
"Mierda..." pensó él, sintiendo que aquella técnica podría derrotarlo si le daba.
Entonces, una voz infantil resonó en el campo de batalla, clara y decidida: "¡Gira noventa grados a la izquierda! ¡Entre tres tornados hay un hueco! ¡Lánzate en espiral, cubierto de fuego, y podrás salir de ahí!"
Marco no dudó. Se envolvió en llamas azules y, girando sobre sí mismo, se precipitó hacia el hueco indicado. Como un taladro incandescente atravesó la prisión, rompiendo la trampa de Aspasia.
"¡MALDITO PECADOR!" chilló la anciana, alzando una pierna y arrancando del suelo una raíz afilada que se dirigió como lanza hacia el emperador.
Pero una barrera de libros se alzó de repente, bloqueando el ataque con un estruendo mágico. Tras ella, apareció la silueta de un muchacho de pelo azulado.
Marco lo miró sorprendido, y una sonrisa brotó en su rostro.
"Perdona por haber tardado, Horacio estaba explicándome lo que pasaba con mi cuerpo." dijo el chico, con voz firme y los ojos encendidos. "Pero ahora… puedo luchar a tu lado. ¡Juntos podemos derrotar a Aspasia, Marco! ¡Lo vi en el futuro!"
"¡PUES CLARO QUE SÍ, THEO!" rugió Marco, con el fuego ardiendo más fuerte que nunca.
La arena tembló. El nuevo portador de la deidad se había unido a la batalla.
Continuará…
No hay comentarios:
Publicar un comentario