Hace unos minutos...
Theo abrió los ojos y, al hacerlo, una voz nueva y peculiar le habló al oído. "Hola, Theo."
Confundido, volvió a cerrarlos y se encontró flotando en medio de una biblioteca infinita: estanterías que se perdían en la oscuridad, cientos de libros suspendidos como islas. Frente a él flotaba un haz de luz dorada sin forma definida: la Biblioteca de Horacio.
"¿Q-qué está pasando?" balbuceó. "Si acababa de morir... ¿Por qué sigo vivo? ¿Qué hago aquí? ¿Q-quién eres y por qué sabes mi nombre?"
"Demasiadas preguntas de golpe, nuevo compañero." contestó una voz masculina con calma. "Pero empecemos por lo esencial. Voy a presentarme ya que a partir de ahora viviré en tu cuerpo. Soy la Biblioteca de Horacio, una deidad."
"¿La Biblioteca de Horacio?" repitió Theo, atónito. "¡Pero si eras la Deidad que vivía en Morgana! ¿Por qué estás en mí?"
"Tranquilo." dijo con paciencia. "Sé que todo es confuso, así que te lo explicaré paso por paso."
Entonces, con voz serena, relató todo lo ocurrido. Confirmó que Theo había muerto protegiendo a Morgana, y que ella, al darse cuenta de que le quedaba poco tiempo de vida, tomó la decisión de transferirle la Deidad. Así logró resucitarlo, asegurándose de que Horacio siguiera existiendo. Sin embargo, había un precio: al no tener el entrenamiento necesario para portar semejante poder, Theo no podría mantener a Fémina a flote. Por eso, antes de entregárselo, se aseguró de evacuar a todos los que se encontraban allí.
"Quieres decir, que pese a todo... al final... ¿Morgana… está muerta?" preguntó el pequeño con la voz rota.
"Sí." afirmó Horacio con suavidad.
Las lágrimas brotaron sin control. Theo intentó hablar, la garganta le falló: "Mor..." murmuró entre sollozos.
"Lo sé. Lo siento." respondió la Deidad. "Pero la batalla aún no ha terminado. Tus amigos siguen luchando y pueden necesitarte."
"¿Y yo qué puedo hacer?" preguntó, secándose las lágrimas con la manga. "¿Puedo ver el futuro en tus libros para echarles una mano?"
"No todavía." interrumpió Horacio con honestidad. "Aún es pronto para que manejes mis habilidades avanzadas. El control del futuro o la creación de dimensiones exige años de entrenamiento. Por ahora solo podrás flotar y desplazarte por el aire, y manifestar libros como escudo. Poco, pero útil."
"¿Y con eso voy a servir de algo?" replicó Theo, algo molesto y vulnerable por la situación.
"Porque Morgana me pidió un favor." explicó Horacio. "Ella convirtió el tiempo que le quedaba de vida en una reserva para ti. Me entregó esos segundos para que tú pudieras ser capaz de activar temporalmente la forma completa... Perfect Deity"
"¿Pe-Perfect Deity…?" Theo frunció el ceño.
"Sí." continuó la Deidad. "Si un humano llega a dominar completamente la deidad que porta, se acaban fusionando en una forma completa. Su portador alcanza la inmortalidad y el uso pleno de las habilidades sin pagar el precio vital. Morgana quiso darte ese empujón aunque fuera de manera temporal, con el objetivo de poder cambiar el trascurso de la batalla hacia la victoria."
"¿Entonces podré usar esa forma?" preguntó Theo, incorporándose lentamente, la esperanza vacilando en sus ojos.
"Podrás." confirmó Horacio. "Pero solo por un tiempo limitado."
"¿Cuánto?" inquirió Theo.
"Ocho minutos." dijo Horacio con voz grave.
El cuerpo del joven tembló: el miedo, la responsabilidad y tener un poder demasiado grande podían mentalmente con él. Entonces, como si una brisa cálida atravesara la biblioteca, la silueta de Morgana apareció tras él. No hablaba; solo lo abrazó por la espalda y, en un susurro que parecía hecho de hojas, le dijo: "Puedes con ello."
Con el eco de esas palabras en el pecho, Theo respiró hondo y sonrió por primera vez después de haber resucitado.
"Está bien." dijo al fin. "¡Ocho minutos serán suficientes!"
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Presente.
El ataque de Aspasia fue detenido por una barrera de libros: una muralla invocada por Theo, que acababa de incorporarse a la lucha junto a Marco.
"¡Theo!" sonrió nuestro protagonista al verlo, notando que su aspecto había cambiado. "¡¿Q-Qué te ha pasado?! ¡¿Y cómo has podido saber por dónde podía escapar de ese ataque?!"
"Ahora mismo no tenemos mucho tiempo, dejaré las explicaciones para el final. Solo confía en mí, ¿vale?" respondió el pequeño con una sonrisa tranquila.
"¡Está bien, es algo fácil de cumplir!" dijo Marco, envolviéndose en fuego azul. "¡Porque siempre he confiado en ti!"
En un parpadeo, el joven descendió, se plantó ante Aspasia y le arreó un puñetazo ígneo que la catapultó por los aires.
El coliseo se derrumbó tras ella: la sacerdotisa atravesó la estructura y salió despedida, derrapando con sus pies desnudos sobre el frío asfalto de la calle principal.
Ella alzó la mirada y, mordiéndose el labio con rabia, usó telequinesis para reunir los escombros. Agarró los trozos de edificio a su alrededor y los lanzó con precisión mortal hacia Marco, que la perseguía por el cielo con los pies envueltos en llamas.
"¿Cómo?" siseó Aspasia, observando al emperador saltar entre rocas y cascotes con una agilidad inusual. "¡¿Cómo puedes moverte así?!" gritó, furiosa, lanzando una segunda oleada de ruinas.
"¡Salta al trozo de la izquierda, impúlsate hacia la derecha, deslízate por el cuerpo para esquivar un cascote y, al llegar al límite, salta hacia el frente pasando entre cuatro columnas!" le indicaba Theo, siguiendo la trayectoria del combate al mantenerse a flote junto a su compañero y dándole órdenes al instante para que pudiera esquivar los ataques.
"¡No me fastidies! ¿El enano puede saber dónde irán mis ataques?" espetó Aspasia, perpleja, mientras analizaba la situación.
Marco cayó con intención de asestarle una patada ígnea descendente que hizo añicos el asfalto en pedazos.
"¡Lo ha esquivado saltando hacia atrás a unos setenta y cinco grados desde tu posición actual!" dijo Theo con precisión fría.
Marco obedeció: se agachó, se cubrió de fuego y saltó hacia el ángulo dado, embistiendo a la anciana con toda su furia. Ella salió despedida de nuevo, atravesando varios edificios hasta chocar y detenerse en el que, por un instante, resistió el golpe.
"Ya veo..." suspiró Aspasia. "Ese pelo... esas habilidades... ¡Ese enano es la Biblioteca de Horacio en su Perfect Deity! No sé cómo ni por qué ese chaval puede hacerlo, pero ahora tiene la capacidad de ver el futuro y comunicarlo sin coste... así que no puedo seguir así..."
La imagen de Yumeith le invadió la mente: la estatua dorada, limpia, ella arrodillada pidiendo perdón por no ser suficiente para pagar la deuda contraída con él.
"Es cierto... Esto no es más que otra prueba a mi fe... todas estas complicaciones son puestas por Yumeith para ver si puedo superarlas y lograr su resurrección... ¡ESTOY DISPUESTA A PERDERME SI CON ESO CAMBIAS ESTE MUNDO DE PORQUERÍA!" gritó, incorporándose y cubriéndose de furia.
"¡RÁPIDO MARCO! ¡SE VA A TRANSFORMAR EN LA PERFECT RELIC, LA FORMA COMPLETA DE UNA RELIQUIA FUSIONADA CON UN HUMANO CUANDO ESTÉ LE ENTREGA EL CONTROL DE SU CUERPO!" exclamó Theo, viendo la secuencia en el futuro.
Ambos aceleraron a toda velocidad para llegar hasta la sacerdotisa… pero ya era tarde. Aspasia hundió la mano derecha en su propio pecho y, de un tirón brutal, se arrancó el corazón. Lo alzó hacia el cielo, como si quisiera ofrecérselo directamente a Yumeith.
"¡TOMA MI CUERPO Y MI MAGIA, NUEVO TESTAMENTO!" bramó, aplastando el órgano en su puño mientras la sangre le chorreaba por el rostro.
Un aura descomunal estalló a su alrededor, lanzando por los aires tanto a Marco como a Theo. Ambos se estrellaron contra los restos de edificios que aún quedaban en pie.
"Mierda..." gruñó Marco, incorporándose con dificultad.
"¡Maldición!" gritó Theo. "¡Tardamos demasiado en llegar!"
El cuerpo de Aspasia comenzó a cubrirse de runas incandescentes. Sus ojos se volvieron completamente blancos. La piel se le quemaba, revelando los músculos al rojo vivo, mientras su cuerpo se expandía de manera grotesca. El cabello se desprendió a mechones, dejándola calva, y de inmediato un pelaje oscuro y áspero brotó de su carne, tiñéndola de un verde infernal.
En un abrir y cerrar de ojos se transformó en una aberración demoníaca: rostro de calavera coronado por cuernos, un cuerpo cubierto de pelo, tres colas serpenteantes y garras capaces de destrozar cualquier cosa.
"¡SALTA!" gritó Theo con todas sus fuerzas.
Ambos se impulsaron en el aire justo a tiempo. Desde la boca de la criatura brotó un rayo colosal que arrasó la carretera entera, reduciendo a cenizas lo poco que quedaba del suelo.
"¿Qué es eso...?" jadeó Marco, flotando en el aire con las llamas azules de sus pies.
"Cuando un humano cede por completo el control a la reliquia con la que está fusionado," explicó Theo, "esta lo devora y toma el mando... adoptando una forma sobrenatural como la que tenemos enfrente."
"Es como lo que le pasó a ese tío en las ruinas akáshicas..." recordó nuestro protagonista. "¿Y vamos a poder ganarle a eso?" preguntó Marco, la voz rota por un instante de miedo.
"No lo sé..." admitió Theo con seriedad. "Mi visión del futuro solo llega a treinta segundos. Fue una condición que Horacio le puso a Morgana para prestarme este poder unos minutos más."
Aspasia alzó la mirada hacia los dos guerreros… y en un pestañeo desapareció. Antes de que pudieran reaccionar, ya estaba frente a ellos, asestando un puñetazo a cada uno. Marco y Theo salieron disparados en direcciones opuestas, atravesando edificios que se derrumbaron a su paso en una nube de polvo y escombros.
"Mierda..." pensó el portador de la deidad mientras caía del último piso, con la sangre resbalándole por la frente. "Estaba tan distraído hablando que no miré el futuro..."
Del edificio en ruinas donde había caído Marco emergió un gigantesco fénix de fuego azul. El demonio lo partió en dos con un latigazo de sus colas, pero aquella ilusión solo era la antesala del verdadero ataque. El emperador apareció frente a ella, apoyando la mano contra su pecho. El aire alrededor se comprimió y, de golpe, liberó un tornado ígneo a bocajarro que lanzó a Aspasia contra la biblioteca. El impacto fue tan brutal que la estructura colapsó sobre ella, sepultándola entre montones de piedra y madera ardiendo.
Desde el cielo, nuestro protagonista observó cómo una marca de quemadura se abría en el pecho de la monstruosa sacerdotisa. "Parece... que al menos puedo hacerle daño", murmuró, jadeando. "Si aprovecho la energía mágica del entorno... quizá tenga una oportunidad."
"¡DESCIENDE, MARCO!" bramó Theo.
Marco giró la cabeza y apenas alcanzó a ver una de las colas de Aspasia materializándose frente a su cuello. La criatura buscaba decapitarlo. A escasos milímetros del golpe, escupió fuego hacia arriba y descendió con un giro vertiginoso, esquivando el ataque por una fracción de segundo.
"Gracias..." suspiró al caer junto a su pequeño compañero, cubierto de heridas. "¿Estás bien?"
"No te preocupes... solo me quedan tres minutos más, no podemos perder el tiempo..." respondió Theo, con el rostro contraído por el esfuerzo. "¡Mierda! ¡Ahí viene algo chungo! ¡VUELA!"
Aspasia aplaudió una sola vez y la tierra entera vibró como si estuviera a punto de partirse. En cuestión de segundos, decenas de volcanes en miniatura brotaron alrededor de las ruinas de la biblioteca. Explosiones de lava convirtieron el suelo en un mar ardiente de magma que obligó a los dos a mantenerse en el aire.
"¿Una magia que altera el campo de batalla?" Theo tragó saliva, incrédulo. "¿Cuánto poder puede tener esa cosa...?"
"No lo sé..." respondió Marco, sudando por el calor abrasador. "Pero ella camina dentro de la lava como si nada..."
Aspasia avanzaba, inmune, con las piernas hundidas hasta las rodillas en el magma incandescente.
"¡AHÍ VIENE!" gritó Theo. "¡De frente! ¡Esquiva el rayo, ya!"
Ambos se impulsaron en direcciones opuestas. El aire estalló con un rayo abrasador que ascendió como una lanza de fuego celestial, partiéndolo todo en dos hasta perderse en el firmamento.
"¡MIERDA! ¡VA A SACARSE UNAS ALAS, MARCO!" chilló Theo, con pánico en la voz.
Aspasia se encorvó. De su espalda se abrieron dos grietas sangrantes de las que emergieron unas alas negras, filosas como guadañas, repletas de espinas brillantes. Con un aullido gutural, batió las alas y ascendió de golpe hacia el emperador.
"¡MARCO! ¡ESQUÍVALO, O MORIRÁS!" gritó Theo, desesperado.
Nuestro protagonista se echó rápidamente hacia atrás, pero no fue suficiente. El filo de un ala le atravesó el abdomen en diagonal. La sangre brotó en un arco carmesí mientras el dolor le arrancaba un rugido.
"¡Mierda... si me llega a dar de lleno... me parte en dos!" pensó, con la respiración entrecortada.
"¡AGÁCHATE!" advirtió Theo.
Pero era demasiado tarde. Aspasia descendió con una velocidad bestial. Sus puños se expandieron grotescamente gracias a la alteración física de su cuerpo, y con un golpe demoledor alcanzó a Marco. El impacto lo mandó directo al mar de lava.
"¡M-Mierda!" alcanzó a pensar, justo antes de ser engullido por el magma ardiente.
"¡¡¡MARCOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!" gritó Theo, con lágrimas desbordando sus ojos, mientras veía a su amigo desaparecer en el mar de lava.
Continuará...
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