"¡EN UN MINUTO DESTRUIRÉ EL NÚCLEO! ¿¡ESTÁS LISTO, MARCO!?" rugió Hansel, desbordando energía mágica que iluminó el cielo desgarrado por las grietas.
"¡LO ESTOY, HANSEL!" respondió Marco con el fuego encendido en la mirada y el cuerpo entero vibrando de determinación.
Sin embargo, Aspasia no iba a quedarse de brazos cruzados. Aún suspendida en el cielo, extendió su cabellera rojiza hasta incrustarla en los cuatro edificios más cercanos, frenando su ascenso con violencia. Entonces abrió su gigantesca boca y, de su interior, emergieron cientos de cadenas negras con cuchillas en las puntas, precipitándose hacia nuestro protagonista como una tormenta inquebrantable.
"¡Mierda!" pensó, con los ojos abiertos de par en par mientras sentía cómo el ataque lo acabaría engullendo. "Si me detengo, todo el magma que he reunido se dispersará… y tendré que empezar desde cero. ¡No me dará tiempo a cargar el ataque antes del minuto!"
El rugido metálico de las cadenas se acercaba, pero en ese instante, una esperanza cruzó el cielo.
Una ballena acuática surcó el aire como un relámpago, y desde su lomo Keipi invocó un dragón de agua afilado que cortó las cadenas de un solo tajo. El monstruoso torrente acuático se desplegó como una espada líquida, partiendo en pedazos el ataque enemigo.
"¡Con mi emperador ni una, loca peluda!" gritó Keipi con una sonrisa despreocupada, justo antes de desplomarse sobre los restos de un edificio. Su compañero marino desapareció en un destello, dejando tras de sí un eco de espuma en el aire.
"¡¡¡GAAAGHHHH!!!" rugió Aspasia, enloquecida, arrancando de cuajo los cuatro edificios que la sostenían en el aire. Con un movimiento brutal, los lanzó como proyectiles hacia Marco.
Pero otra silueta apareció en escena. Ashley ascendió como un cometa, pateando cada bloque con precisión salvaje y desviándolos a los lados. El estruendo de las colisiones sacudió la ciudad entera.
"¡No te dejaré acercarte, cara polla!" gritó, sacándole el dedo del medio mientras caía, agotada, sobre uno de los mismos edificios que acababa de derribar.
Aspasia, rabiosa y desesperada, hizo desaparecer su melena y descendió de golpe. Abrió la boca como una fiera desencadenada, apuntando directo al emperador.
"¡CINCO SEGUNDOS, MARCO!" resonó la voz de Hansel en su mente, como un trueno.
Nuestro emperador apretó los dientes, sintiendo el calor azul del magma recorrerle todo el cuerpo. "Gracias, chicos… Mi mano derecha, mi mano izquierda… ¡SOIS LOS MEJORES!"
Saltó hacia el cielo, y el magma azul lo envolvió en una forma colosal. Un fénix gigantesco nació de las llamas, desplegando sus alas incandescentes con un chillido atronador.
"EMPEROR SET: GIGANT BLUE PHOENIX."
El ave ígnea embistió de frente a Aspasia, engulléndola por completo y elevándola hacia el firmamento mientras sus llamas la abrazaban sin piedad. Cada aleteo del fénix era un látigo de fuego que la desgarraba, quebrando su cuerpo como si fuera cristal, fragmentándola en mil pedazos ardientes.
Con cada pedazo que caía, el núcleo fusionado que llevaba en su interior también se fracturaba, empezando a desaparecer entre llamas y chispas.
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Dimensión demoníaca.
"¡GRETEL, TE QUIERO MUCHO! ¡CUÍDATE Y SÉ FELIZ!" gritó Hansel, su voz retumbando entre los cielos carmesíes. Un tornado de energía se formó en su interior, girando con furia y arrasando todo a su paso. Con un rugido final, impactó directamente contra el núcleo del Nuevo Testamento, haciéndolo estallar en mil fragmentos que llameaban y caían como lluvia de cenizas.
En el campamento, Gretel gritó desgarrado:
"¡HANSEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEL!"
Su cuerpo se desplomó al suelo, sacudido por el dolor y las lágrimas, mientras la sensación de pérdida y alivio se mezclaban en un nudo imposible de deshacer.
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Interior de Aspasia.
La anciana, con su aspecto verdadero, flotaba en una dimensión blanca, observando cómo su cuerpo se fragmentaba lentamente, pedazo a pedazo.
"Parece… que después de todo… mis esfuerzos y mi voluntad no sirvieron de nada para saldar la deuda que tenía con Yumeith." susurró con su voz quebrada. "No me queda nada… en este mundo."
"¿Segura?" dijo Anaxandra, apareciendo detrás de ella con calma.
"¿Qué? ¿Qué haces aquí, traidora?" bramó la anciana, su enfado reflejado en cada arruga de su rostro.
"Usé toda mi magia mental para poder entrar y despedirme de ti." respondió Anaxandra con voz firme.
"¿A despedirte? ¡Pero si estabas del lado contrario, desagradecida!" replicó la anciana con una sonrisa burlona. "¿Acaso quieres regodearte de que lograsteis arruinar mis planes?"
"No. Es porque estaba de tu lado que quise detenerte." dijo Anaxandra con decisión. "Eres mi madre… pero te dejaste consumir por la fe, hasta olvidar todo lo que te rodeaba."
"¡NO ES ASÍ! ¡LA FE NO ME VOLVIÓ TAN IRRESPONSABLE!" gritó Aspasia, su furia mezclándose con la tristeza.
"¿Cuándo es mi cumpleaños?" preguntó de repente, cortando la tensión.
"¿Y qué importa eso?" replicó la anciana, refunfuñando.
"Responde."
"Es… esto… era…" murmuró, dándose cuenta de que ni siquiera lo recordaba.
"¿Ves?" dijo Anaxandra con lágrimas en los ojos. "Fuiste una madre terrible y una persona egoísta."
"Yo… no quise serlo… ¡Solo quería saldar la deuda que Yumeith salvó por mi madre!" replicó Aspasia, con la voz temblando.
"Pero… ¿te lo pidió Yumeith? ¿Acaso no es bondadoso por naturaleza, sin esperar nada a cambio?" continuó su hija. "Te dejaste consumir por la fe, no para cumplir la deuda… sino para encontrar un motivo para seguir viva, ¿no?"
Los ojos de la anciana se abrieron de par en par.
"Hace años, cuando mis hermanos se fueron, leí tu diario y entendí lo que pasaba por tu mente." confesó Anaxandra. "Por eso me interesé en la iglesia, por eso quise estar contigo… quería salvarte de lo que yacía en los recovecos de tu mente."
"Para…" comenzó Aspasia, pero Anaxandra la interrumpió.
"No, mamá. No voy a parar." replicó con firmeza. "Al principio, hacías todo por devolverle un favor a Yumeith. Pero al llegar al poder, viste la oscuridad del mundo: corrupción, abuso, racismo, lgbtfobia… y te diste cuenta de que, hagas lo que hagas, jamás podrías arreglarlo. Esa impotencia te consumió, y volcaste tu vida en un objetivo imposible para no enfrentar la realidad. Porque… le tenías miedo."
"S-Sí…" murmuró Aspasia, con lágrimas cayendo por sus mejillas. "Y al final… me costó la vida."
"Si hubieras escuchado nuestras palabras desde un principio, quizá habrías tenido un final feliz con gente que realmente te quiere a tu lado." comentó su hija con voz suave.
"Lo sé… Pero estoy dispuesta a pagar por mis pecados." replicó Aspasia, avanzando hacia ella mientras su cuerpo se desvanecía lentamente. "Anaxandra, hija mía… cuida de mi iglesia. Sé mi sucesora… y no caigas en la locura como yo."
"Lo haré." dijo con resolución.
"Te quiero, hija." fueron sus últimas palabras antes de desaparecer por completo.
En un instante, Anaxandra volvió en sí, ya cerca del barco derruido. Sus ojos volvieron a la normalidad y cayó al suelo, jadeando. Las ayudantes de Morgana se precipitaron hacia ella, preocupadas.
"E-Estoy bien…" dijo, entre lágrimas. "Solo… son cositas familiares."
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Tras aquella última despedida, el cuerpo de Aspasia se desintegró por completo dentro del fénix azul, mientras la reliquia de la otra dimensión era destrozada por el ataque de Hansel.
El Nuevo Testamento quedó reducido a escombros, y las grietas dimensionales se cerraron de golpe, como si un gigantesco sello hubiera restaurado el equilibrio. Pythiria quedó a salvo: ninguna grieta más se expandió y ningún demonio pudo atravesar los límites de su mundo.
Pero Hansel no tuvo tiempo de celebrar. Allí estaba, solo, atrapado en aquella dimensión desolada, donde la única certeza era la muerte que lo esperaba.
Frente al núcleo destruido, el joven permaneció inmóvil. La comunicación mental se había cortado definitivamente al encontrarse en un plano astral distinto, aislándolo de sus amigos, de su hermano… de todo. No le quedaba nada.
"Me habría gustado envejecer a tu lado, hermano…" susurró entre lágrimas. "Tener nuestras propias familias, compartir momentos tranquilos… incluso… estar ahí contigo cuando él se convirtiera en el verdadero emperador..."
El silencio lo rodeaba, roto solo por un murmullo distante de oscuridad. Poco a poco, figuras demoníacas comenzaron a emerger del vacío, rodeándolo, acercándose con garras y colmillos relucientes.
Hansel cerró los ojos un instante, aceptando su destino.
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Campo de batalla.
El fénix azul se desintegró en el aire, sus plumas de fuego disipándose como ceniza entre el viento ardiente. Marco cayó desde lo alto, exhausto, dejando un rastro de chispas y humo a su alrededor mientras descendía hacia el suelo.
Sus piernas temblaban, los músculos agotados gritaban por descanso, y aún así una sonrisa se dibujó en su rostro.
"Hemos… ganado…" susurró, con la voz rasgada.
El campo de batalla quedó en silencio, el magma desaparecía lentamente, y la sensación de triunfo llenó el aire como un suspiro largamente esperado.
Batalla en Accuasancta.
Marco vs Aspasia.
Ganador: Marco.
"¡MARCO!" gritó Theo, bajando del edificio a toda prisa, casi derrapando sobre las ruinas, decidido a detener la caída de su amigo.
De repente, una mano de roca emergió del suelo y sujetó a nuestro protagonista con suavidad, dejándolo con sumo cuidado en el suelo. A su lado, Shouri llegó con los brazos cruzados, tranquila y con una leve sonrisa.
"Hey, estuviste increíble, chaval", dijo, encendiendo un cigarrillo que chisporroteó entre sus dedos.
"Gracias, Shouri…" respondió Marco, con la mirada cargada de pesar.
"No pongas esa cara…", replicó Shouri, dando una larga calada. "Hemos ganado."
"Lo sé… pero… mucha gente ha muerto. Entre ellos Hansel… y Morgana… también, ¿no?", dijo Marco, con la voz quebrada. "Cuando Hansel dio ese discurso, entendí entre líneas que ella falleció… y por eso Theo tiene esas habilidades ahora, ¿no es así?"
Shouri exhaló el humo lentamente, con gesto serio. "Es una mierda, sí… pero esto es una guerra. Todos aquí sabíamos que podía pasar y nos preparamos mentalmente para morir. No te arrepientas, aunque duela. Lo importante es que hemos protegido el futuro de millones de vidas más. Y respecto a lo de Morgana…", una sonrisa traviesa cruzó su rostro, "mejor que te lo explique ese pequeño que tanto te admira y esos dos amigos leales que te salvaron el culo en un último instante, ¿no?"
Marco giró la cabeza y vio a Theo corriendo hacia él, lágrimas brillándole en los ojos. A su izquierda, Keipi ayudaba a levantarse a Ashley; ambos les hacían el símbolo de victoria con las manos y sonreían, despreocupados.
"Sí, tienes razón.", susurró Marco, esbozando una leve sonrisa, "Me gustaría más escuchar esas historias por ellos."
Continuará...
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