miércoles, 1 de octubre de 2025

Ch. 239 - La llegada del topacio

A la hora acordada, todos se reunieron en el restaurante para comer juntos. La mesa estaba completa… salvo por Ryan, que todavía no aparecía.

Una camarera se acercó con la libreta en mano. "¿Quieren ir pidiendo ya?" preguntó con amabilidad.

Marco, un poco incómodo, se inclinó hacia ella. "¿Podría darnos unos diez minutos más? Nuestro compañero aún no llega."

La chica asintió, aunque les advirtió con una sonrisa educada: "No hay problema, pero tampoco podrán alargarlo demasiado. Tenemos una larga lista de espera el día de hoy."

"Claro, lo entendemos." respondió Marco, disculpándose.

Cuando la camarera se alejó, el grupo se quedó en silencio unos segundos. Las miradas se cruzaron, hasta que Gretel murmuró: "¿Y si le pasó algo?"

"Seguro que está bien." intentó tranquilizar Nicole, aunque su tono no sonaba del todo convencido.

"Conociendo a Ryan… capaz que se quedó dormido en las tumbonas de la piscina." bromeó Keipi, para romper la tensión.

Algunos rieron suavemente, pero otros seguían mirando la puerta, preocupados. En especial, Cecily.

De pronto, la puerta del restaurante se abrió y entró el esperado compañero. Ryan apareció jadeando ligeramente, con el cabello algo desordenado y la expresión cansada, como si hubiese venido corriendo desde muy lejos. El grupo entero lo miró al instante, entre alivio y ligera molestia.

"Perdonad… fui a por una cosa a la aeronave y me retrasé." explicó mientras se dejaba caer en la silla libre.

Cecily suspiró profundamente, aunque en sus ojos se notaba el alivio de verlo llegar sano y salvo. "Ten más cuidado."

"Lo intentaré." respondió Ryan con una pequeña carcajada, intentando quitarle hierro al asunto.

Con todos por fin reunidos, la tensión inicial se disipó y la mesa recuperó un ambiente animado. Los protagonistas comenzaron a pedir la comida, llenando la mesa de platos variados. Entre risas y comentarios, fueron probando de todo: carnes, pescados, verduras exóticas, e incluso varios postres para compartir. El bullicio de su charla se mezclaba con el del resto de clientes, y, a pesar del poco tiempo disponible, supieron disfrutar del momento sin poner en apuros al personal del restaurante.

Una vez terminaron, se levantaron agradeciendo el servicio y, tras despedirse, cada cual decidió aprovechar el resto del día a su manera. Marco, Nicole, Ryan y Cecily se lanzaron de cabeza a los toboganes de agua, dejándose llevar por la emoción de la velocidad y los gritos de diversión. Keipi y Nathalie, en cambio, prefirieron un plan más tranquilo: relajarse bajo el sol, disfrutando de la calma y de algún que otro mojito. Gretel, Theo y Lily exploraron las piscinas especializadas, maravillándose con sus formas y ambientes únicos.

Ashley, por su parte, tomó otro rumbo. Se marchó junto a Monday hacia la zona de tiendas, paseando entre escaparates y probándose alguna que otra prenda. Mientras caminaban, continuaban charlando animadamente, fortaleciendo aún más esa inesperada amistad que había surgido entre ellas tras la carrera.

El día avanzaba, y poco a poco cada grupo encontraba su propia manera de disfrutar, haciendo que aquella jornada quedara grabada como un recuerdo compartido antes de continuar con su aventura.

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A la noche.

Tras una tarde agotadora pero llena de risas y aventuras, nuestros protagonistas se reunieron en la aeronave para cenar y recuperar fuerzas. Tras la comida, uno a uno fueron retirándose a sus camarotes para ducharse y ponerse cómodos, pues aún tenían otro día más para disfrutar de aquel paraíso acuático.

Cecily salió del baño envuelta en el vapor, secándose el cabello con una toalla mientras caminaba por el pasillo en su pijama ligero. Un bostezo suave escapó de sus labios, reflejo del cansancio acumulado.

Al abrir la puerta de su habitación, se quedó paralizada. Sobre su cama reposaba el peluche del tigre de pelaje rosado que había mirado con tanta ilusión horas atrás. La joven frotó sus ojos, incrédula, pensando que quizás era una ilusión provocada por el agotamiento.

"¿Q-Qué…?" murmuró atónita.

"Sorpresa." respondió una voz a su espalda.

Cecily giró sobre sí misma y se encontró con Ryan, que la observaba con una sonrisa tranquila y satisfecha.

"¿Ha-Has sido tú?" preguntó, con los ojos brillando de emoción.

"¡Pues claro!" exclamó orgulloso. "Te vi tan ilusionada con él que me propuse conseguirlo para darte una sorpresa. Por eso llegué tarde a la comida."

El rubor subió a sus mejillas. Cecily bajó la mirada, tratando de ocultar la expresión que la delataba. "N-No era necesario…" murmuró, con la voz temblorosa.

"Lo sé." respondió él con serenidad. "Pero me apetecía hacerlo."

La ladrona dio un paso hacia adelante y, con un impulso de ternura, abrazó a su compañero apoyando la cabeza en su pecho. "Gracias, Ryan." susurró, con una calidez que pocas veces mostraba.

El hijo de la dragona levantó los brazos instintivamente para corresponder el gesto, pero al notar el peso metálico de sus prótesis y lo frío que sería tocarla con ellas, vaciló un segundo, reprimiéndose con un leve suspiro. Finalmente, posó la mirada en ella y, con una sonrisa sincera, dijo: "Disfrútalo."

"No lo dudes." respondió Cecily, mirándolo a los ojos y devolviéndole la sonrisa.

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Terraza.

Marco y Keipi descansaban en unas tumbonas frente al cielo estrellado, disfrutando de un café humeante. Sobre la cabellera del monje reposaba tranquilamente Priscilla en su forma de polluelo, acurrucada como si también quisiera participar de oyente en aquella charla nocturna.

"Y entonces Nathalie se quitó la parte de arriba del bikini y el camarero, en vez de escandalizarse, nos invitó a otra ronda de mojitos. ¡Jajajaja!" contaba el monje, riéndose a carcajadas. "Era la primera vez que bebía tanto y también la primera vez que veía el mundo borroso. Fue divertido... hasta que vomité, claro. ¡Jajajajaja!"

Marco se llevó una mano a la frente, tratando de contener la risa. "Vaya dos… sois un peligro público."

El espadachín bebió un sorbo de café, pero su expresión cambió de repente a una mucho más seria, algo poco habitual en él. "Oye… ¿puedo hacerte una pregunta íntima?"

"Claro." asintió nuestro protagonista, sin sospechar lo que se venía.

"¿Tú estás enamorado de Nicole, no?"

Marco escupió el café de golpe, casi atragantándose. Tosió un par de veces, llevándose la mano a la boca, y miró a su amigo con los ojos muy abiertos, completamente avergonzado.

"¿Qu-Qué te hace pensar eso?" preguntó incrédulo.

"Bueno, se nota algo raro pero bonito entre vosotros." respondió Keipi con total sinceridad. "Pero no es solo curiosidad. Quería saberlo… porque necesito entender lo que ocurre en mi propio corazón."

El joven emperador suspiró, dándose por vencido. "Aún no sé muy bien lo que es el amor, nunca lo había experimentado." confesó con calma. "Pero creo que, poco a poco, estoy empezando a sentirlo con ella. Es tan guapa, decidida, con una personalidad radiante… que me resulta imposible apartar la mirada cuando está cerca."

El monje sonrió con orgullo. "Sí que estás enamorado, sí."

"No quiero precipitarme. Quiero entenderlo bien antes de lanzarme a lo loco, por si acaso me equivoco. Pero esa es mi respuesta." Marco enderezó la espalda, mirándolo con firmeza. "Ahora dime qué te pasa a ti, para poder ayudarte."

El monje dudó un instante, mirando al cielo estrellado. "Seguramente te suene raro, pero… ¿crees que alguien puede sentirse atraído tanto por chicos como por chicas?"

"Claro." respondió sin titubear. "Existe el término bisexual. Es gente a la que le gustan todo tipo de personas. ¿Lo preguntas porque te ha pasado algo?"

Keipi tragó saliva, bajando la voz. "Hace un mes, cuando terminó lo de Accuasancta… Yumeki y Takashi me besaron. Y después, me confesaron sus sentimientos."

Marco volvió a escupir el café, quedándose casi sin aire. "¡¿Qué?!"

El espadachín apartó la vista, un leve rubor en sus mejillas. "La verdad… nunca había pensado en detenerme a escuchar a mi corazón hasta ese momento. Siempre me centré en ser tu mano derecha y en ayudarte a convertirte en emperador. Pero con aquello… algo despertó en mi."

"¿Y llevas pensando en ello todo este tiempo?" preguntó nuestro protgonista con asombro.

"Sí." respondió sin vacilar. "Porque… mi corazón se aceleró en ambos casos. Y no entiendo cómo es posible sentirme así por dos personas tan diferentes."

Marco lo miró con ternura, se levantó de la tumbona y le apoyó una mano en el hombro. "Es normal, Keipi. No tienes que castigarte por lo que sientes."

El monje soltó un suspiro, dejándose caer un poco hacia atrás. "Ellos mismos me dijeron que me tomara mi tiempo antes de darles una respuesta… pero aún no sé cuál de los dos me gusta más."

Marco le sonrió con cariño. "No necesitas saberlo ahora. Deja que tus sentimientos fluyan, sin prisa. Vive el momento."

"Eso, eso." intervino Priscilla con su vocecita mental, transmitiéndole apoyo al espadachín.

Keipi dejó escapar una pequeña risa y asintió. "Eso haré. Gracias."

De prono, ambos se pusieron en alerta al percibir una presencia que se aproximaba. Marco dio un paso al frente, envolviendo sus puños en llamas, mientras que el monje se incorporaba de un salto desde la tumbona mientras Priscilla pasaba a su forma de katana.

De pronto, dos siluetas descendieron con fuerza sobre la terraza, levantando una ráfaga de viento que agitó las cortinas y las tazas de café sobre la mesa.

"¿Quiénes sois?" preguntó Keipi con voz firme, apuntando con la hoja hacia los recién llegados.

"Cuánto tiempo." respondió la figura más alta, su tono cargado de familiaridad.

Marco parpadeó, incrédulo. "¿E-esa voz…?" murmuró, apagando lentamente el fuego que envolvía sus manos.

Las dos figuras retiraron sus togas con un movimiento fluido. Ante ellos se reveló la imponente presencia de Shouri, la leyenda de las rocas, acompañada de una niña desconocida. Era rubia, de rizos dorados y mirada anaranjada, con un topacio brillando en el centro de su frente.

"¿Shouri?" exclamaron los dos al unísono, todavía atónitos.

"Chicos, os estaba buscando." dijo ella, dedicándoles una sonrisa tranquila, aunque en su mirada se adivinaba la urgencia.

"H-ho… hola…" murmuró la pequeña, ocultándose tímidamente tras la capa de la mujer que la protegía.

Marco dio un paso al frente, aún confuso. "¿Qué está pasando aquí?" preguntó, sin poder apartar la vista de la misteriosa niña.

Continuará…

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