Tras tres días y medio de vuelo, la aeronave cruzó finalmente los cielos dorados de Luore.
"¡Dios, solo veo arena!" exclamó Ashley, pegando la cara a la ventana mientras el sol rebotaba en las dunas infinitas.
"No mentían cuando llaman a Luore la nación de la arena candente." comentó Gretel, ajustándose las gafas con una mueca cansada.
"¡Y pensar que hay gente que vive aquí sin derretirse! ¡Con tan solo verlo siento que me aso!" añadió Lily, revoloteando sobre sus cabezas.
Nicole se acercó desde el pasillo con una sonrisa divertida. "Theo ha dicho que en unos diez minutos finalizamos el aterrizaje. Aprovechad para poneros las vestimentas que compramos en Shangri-La, si no queréis convertiros en tostadas humanas en cuanto bajemos."
"¡Entendido!" respondieron Ashley y Gretel casi al unísono antes de correr hacia sus habitaciones.
Lily los siguió volando, dejando un pequeño rastro brillante en el aire. "¡Qué ganas de estrenar mi túnica de florecitas!" gritó emocionada mientras desaparecía tras la puerta.
En tanto, en la sala de pilotaje, Faralalan, Shouri, Ryan y Theo —ya vestidos con túnicas ligeras, turbantes y prendas árabes adaptadas para resistir el calor extremo— supervisaban el descenso con precisión.
El rugido del motor se mezclaba con el silbido del viento que golpeaba los cristales. La luz del sol caía oblicua sobre el tablero de mandos, tiñendo todo con un resplandor anaranjado.
Cuando la aeronave terminó su aterrizaje, un silencio seco se apoderó del ambiente. El calor del desierto entró en oleadas cuando se abrió la compuerta lateral, y nuestros protagonistas descendieron por las escaleras, enfundados en sus nuevos atuendos de tela ligera, preparados para soportar el clima abrasador de Luore.
El grupo se detuvo unos metros más adelante, mirando con cierta pena la nave que quedaría aparcada en el hangar de forma temporal.
"Es una mierda no poder recorrernos Luore en ella, pero la ley de este país lo prohíbe." comentó Marco con un suspiro, cruzándose de brazos mientras observaba la aeronave.
"Bueno, tiene sentido por lo que nos contó Faralalan." dijo Keipi, llevándose las manos detrás del cuello con gesto relajado.
Ashley se secó una gota de sudor de la frente. "Sí… aún así da rabia dejarla atrás. Con lo a gustito que duermo yo en mi cama."
Shouri se adelantó, ajustándose el turbante. "Luore es un país libre de contaminación, uno de los pocos que mantiene el aire más puro del planeta. Por eso se prohibieron los vehículos de combustión y las aeronaves que usan propulsión química. Quieren mantener su entorno intacto lo máximo posible."
"Así es." asintió Faralalan con serenidad.
"¿Y cómo se desplazan entonces?" preguntó Cecily, observando las dunas del horizonte.
"Buena esa, yo también me lo estaba preguntando." añadió Nathalie.
La pequeña Ballure se volvió hacia ellas. "El país es pequeño, y casi todo se concentra en la capital, Al-Amphoras. Los pueblos que la rodean están conectados por trenes de vapor, antiguos pero muy eficientes."
"Y también usan animales como montura, ¿no?" intervino Gretel.
"Exacto." respondió Shouri con una media sonrisa. "Los avestruces de Luore. Son enormes, de patas musculosas y capaces de soportar el calor del desierto durante horas. Evolucionaron para cargar con humanos y mercancías sin descanso. Son el transporte más fiable por aquí."
"Suena bastante divertido." rió Lily, que revoloteaba sobre la arena levantando pequeñas nubes de polvo brillante. "Aunque prefiero no acabar llena de plumas."
Theo, que había terminado de cerrar las escaleras del vehículo, se unió al grupo.
"Bueno, ¿y cuál es el plan entonces?" preguntó Ryan, girándose hacia Faralalan. "¿Cogemos un tren hasta Al-Amphoras?"
Faralalan negó lentamente. "No. La ciudad está bloqueada por la barrera que os mencioné hace unos días."
Shouri tomó el relevo con voz firme. "Lo más prudente será tomar el tren hasta el pueblo más cercano. Allí nos esperarán mis discípulos; tienen información sobre la situación actual. Una vez nos reunamos, decidiremos cómo proceder."
"¡Entendido!" respondieron todos al unísono, con un tono decidido.
Marco soltó una pequeña risa, relajando el ambiente. "Bueno, con Shouri al mando me siento más tranquilo."
Nicole le dio un codazo juguetón. "Sí, pero no te acostumbres, emperador. Es más divertido verte a ti dando las órdenes."
"¿Ah, sí?" respondió él con una sonrisa desafiante.
El grupo echó a andar bajo el sol inclemente, dejando atrás la aeronave mientras las dunas de Luore se extendían ante ellos como un mar dorado dispuesto a tragarse el horizonte.
A poco de dejar atrás la zona de aparcamientos, el grupo llegó a una estructura solitaria en medio del desierto: una estación hecha de hormigón gris que descansaba sobre la arena ardiente, coronada por un semáforo oxidado que parpadeaba débilmente. El aire temblaba por el calor, y el silencio era tan absoluto que solo se oía el crujir del viento sobre las dunas.
Durante dos minutos esperaron bajo el sol abrasador, hasta que la luz roja del semáforo cambió a verde con un parpadeo tenue.
Entonces, desde el horizonte, una masa oscura empezó a dibujarse entre el polvo. Un rugido grave, acompañado por un siseo de vapor, rompió la calma del desierto. En cuestión de segundos, un enorme tren negro emergió entre las dunas, avanzando con una majestuosa lentitud mientras exhalaba columnas de vapor blanco que se elevaban hacia el cielo.
El vehículo se detuvo con un silbido estridente junto al bloque de hormigón, levantando un torbellino de arena a su alrededor. Cada vagón tenía una escalera metálica que conducía hasta el techo.
"Oye..." dijo Theo mirando de un lado a otro. "¿Cómo se supone que entramos a su interior?"
"Es verdad. No veo ninguna puerta." añadió Lily, que revoloteaba de un lado al otro intentando encontrar una rendija.
"¡No tienen!" respondió Shouri con una sonrisa divertida.
"¡¿Cómo?!" exclamaron Ryan y Cecily al unísono.
Faralalan soltó una leve risa mientras se sentaba en el borde del vagón. "No se usa mucho este medio de transporte entre los Ballure que habitamos Luore. Cuando lo hacemos, solemos viajar encima, disfrutando del trayecto y del viento que danza entre las dunas."
"Oh, entiendo." asintió Marco, tomando asiento a su lado.
Poco a poco, todos fueron acomodándose sobre el tren, buscando equilibrio sobre la superficie caliente del metal. Keipi y Ashley, en cambio, prefirieron mantenerse de pie, cruzándose de brazos y dejando que el viento les agitara el cabello con aire desafiante.
Un nuevo silbido resonó, y una nube de vapor envolvió la estación. El tren comenzó a moverse, primero despacio, luego con un impulso firme, dejando tras de sí una estela de humo blanco que se disolvía sobre el horizonte.
"En media hora llegaremos al Pueblo Zafiro." anunció Shouri, alzando la voz sobre el estruendo metálico. "Allí nos reuniremos con Kanu y Futao para que nos den la información que han reunido estos días."
"¡Entendido!" respondieron todos casi al unísono, dejando que el viento arrastrara sus voces.
El viaje por el desierto fue tan hipnótico como peligroso. El tren avanzaba a toda velocidad sobre los raíles metálicos que se perdían entre dunas doradas infinitas. El sol, alto e implacable, bañaba todo en un resplandor blanco que hacía vibrar el aire como si el mundo entero estuviera ardiendo.
El viento golpeaba sus rostros con fuerza, pero también traía consigo un extraño frescor que olía a hierro y a tierra caliente. Desde el cielo, bandadas de pájaros escarlata cruzaban en silencio, sus alas dejando un leve rastro luminoso, como brasas flotantes.
De vez en cuando, una sombra se movía bajo la arena. Enormes serpientes de escamas doradas emergían y se hundían otra vez, deslizándose entre las dunas como si nadaran en un océano de fuego.
Más allá, una manada de rinocerontes cubiertos de placas de cristal azulado cruzó el desierto levantando una polvareda monumental. Cada paso hacía vibrar el suelo, y sus rugidos se mezclaban con el traqueteo del tren.
En la distancia, Ashley distinguió unas criaturas parecidas a búfalos, pero con cuernos alargados y cuerpos envueltos en un resplandor rojizo. Corrían en dirección contraria al tren, sus pezuñas iban dejando marcas incandescentes en la arena.
"Vaya paisaje..." murmuró Marco, mirando el horizonte donde el desierto se fundía con el cielo.
"Sí," respondió Keipi, sin apartar la vista del frente. "Parece un lugar donde hasta el aire tiene vida."
Durante el trayecto, Nicole, que disfrutaba del paisaje desde el techo del vagón, notó que Faralalan, sentada a unos metros, observaba el horizonte con los brazos cruzados y una ligera tensión en los hombros. Sus orejas temblaban apenas, y sus ojos reflejaban una mezcla de miedo y melancolía.
La sanadora se acercó sin hacer ruido y se sentó a su lado.
"¿Estás bien?" preguntó con voz suave.
"S-sí… es solo… los nervios," respondió Faralalan, forzando una sonrisa.
"¿Por saber si tu gente está bien?"
La niña bajó la mirada, jugueteando con los bordes de su capa. "Sí… Quiero que mi abuelo y mis hermanitos estén bien. No dejo de pensar en ellos. Ojalá no les haya pasado nada…" murmuró, con los ojos ligeramente vidriosos.
Nicole le tomó la mano y la apretó con ternura. "Estoy segura de que lo estarán. Seguro te están esperando con una sonrisa… y deseando que nosotros consigamos detener esta guerra. Ya lo verás, pequeña."
Faralalan la miró con un brillo húmedo en los ojos y apoyó la cabeza en su brazo. "Gracias… eres muy amable, Nicole."
La sanadora sonrió, acariciándole suavemente el cabello. "Bueno, al final… yo también estoy lejos de casa. Así que entiendo un poquito lo que sientes. Esa sensación de vacío, de echar de menos algo que ya no puedes tocar."
"Jo… ¿Y qué te pasó?" preguntó la Ballure con voz baja, casi un susurro.
Nicole soltó una risita nostálgica y la conversación se fue diluyendo entre el sonido del viento y el traqueteo del tren. Shouri, que las observaba desde un poco más atrás, sonrió al ver a la pequeña abrirse al grupo.
"Al fin empieza a confiar en nosotros," pensó con orgullo.
De pronto, Ashley corrió hacia el frente del vagón y señaló con entusiasmo el horizonte, donde el sol comenzaba a teñir la arena de un naranja intenso.
"¡Ahí está!" gritó con una sonrisa enorme.
"¿Eso de allí?" preguntó Lily, apoyada sobre el cabello de Marco mientras agitaba sus diminutas alas.
"Sí," respondió Shouri con una expresión serena. "Eso es Pueblo Zafiro."
El grupo se incorporó poco a poco, admirando la escena que se extendía frente a ellos. Entre el resplandor del atardecer, una ciudad de tonos azulados se alzaba sobre las dunas, con edificios de cristal y piedra que reflejaban la luz como joyas dispersas sobre el desierto.
El tren silbó una última vez, avanzando hacia su destino mientras la emoción crecía entre todos.
Continuará...
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