Tras un corto pero vibrante viaje en tren, nuestros protagonistas finalmente llegaron a su destino: Pueblo Zafiro, el lugar donde debían reunirse con los discípulos de Shouri.
El tren se detuvo con un silbido largo y agudo, exhalando columnas de vapor blanco que se disiparon en el aire cálido. Al descender por las escaleras metálicas, el grupo fue recibido por una brisa seca, perfumada con el aroma a minerales y arena caliente.
El impacto visual fue inmediato. Aunque las construcciones parecían sencillas a primera vista —casas de adobe y piedra tallada—, cada tejado brillaba con un resplandor propio: zafiros auténticos incrustados como mosaicos, reflejando el sol del desierto en mil destellos azules. La luz se fragmentaba en el aire, creando una danza de tonos celestes y violetas que iluminaban las calles.
Los habitantes no se quedaban atrás en maravilla. Ballures de piel tostada y ojos luminosos caminaban entre los puestos del mercado, cada uno con una gema reluciente incrustada en la frente, símbolo de su linaje. Las piedras irradiaban suaves destellos de diferentes colores, que palpitaban levemente al ritmo de su respiración o emociones. Algunos vendían especias y joyas; otros ofrecían telas ligeras teñidas con pigmentos minerales que cambiaban de tono bajo la luz del sol.
Ashley observó a un grupo de niños que jugaban entre ellos, chutando un balón hecho de fibras trenzadas. Las risas resonaban por las calles de piedra, llenando el aire con una calidez que contrastaba con el brillo frío de las gemas que adornaban sus frentes.
“Vaya… aún me sorprende ver a gente con piedras en la frente…” comentó, con una mezcla de asombro y curiosidad.
Keipi, que caminaba a su lado, se cruzó de brazos y la miró de reojo con media sonrisa. “Tampoco hay mucha diferencia con tu cabezón, Ash.”
“¡¿Cómo dices?!” exclamó ella, girándose con los ojos encendidos de furia. Sin dudarlo, le hizo una llave con tanta rapidez que el joven monje apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de acabar en el suelo entre carcajadas.
“¡Jajaja! Vale, vale, me rindo, ¡suéltame ya!” gritó el joven, riendo mientras intentaba zafarse.
Lily, que los observaba desde el aire, se llevó una mano diminuta a la cara. “Vaya dos patas para un banco…” suspiró.
Theo, que los veía desde un poco más atrás, negó con la cabeza con expresión resignada. “Y pensar que estos dos son los más fuertes de nuestro emperador…” murmuró soltando un suspiro, mientras el resto del grupo reía por lo bajo ante el caos cotidiano que tanto los caracterizaba.
Marco caminaba al frente junto a Nicole, Shouri y la pequeña Faralalan, observando todo con una calma curiosa.
“Es un sitio increíblemente bonito,” murmuró el joven emperador, alzando la vista hacia los habitantes que ocupaban las calles. “No me esperaba ver tanta vida aquí, tan lejos de la capital de la que me hablasteis.”
Faralalan asintió con una sonrisa tenue, cargada de cierta nostalgia. “Es normal. Siempre se nos ha conocido por vivir en Al-Amphoras, pero hace unas decadas muchos Ballures decidieron marcharse. Los que buscaban tranquilidad se adentraron en el desierto de Dédalo y fundaron sus propios pueblos, lejos del ruido y de las obligaciones de la capital.”
“Claro,” intervino Nicole, observando un puesto donde una anciana vendía amuletos hechos con fragmentos de gemas. “Al final, hay quienes solo quieren una vida sencilla. Cuidar de su familia, tener un hogar tranquilo… lejos del caos y las intrigas de una gran ciudad.”
“Exacto,” añadió Shouri, encendiéndose un cigarro y dejando escapar una bocanada de humo que se mezcló con el aire cálido. “Además, mientras sigan dentro de las fronteras de Luore y no abandonen las arenas del Desierto de Dédalo, la Gema Infinita los mantiene con vida. No tienen que preocuparse por el paso del tiempo ni por el desgaste físico.”
Mientras el grupo avanzaba por las calles luminosas de Pueblo Zafiro, en dirección a la cantina donde debían reunirse con sus aliados, una presencia silenciosa los vigilaba desde lo alto de los tejados.
El sol se reflejaba en las cúpulas de zafiro, pero aquella figura permanecía en la sombra, apenas perceptible entre las luces danzantes del mediodía.
______________________________
Cantina de Pueblo Zafiro.
El grupo llegó frente a un edificio de piedra clara, coronado por un cartel de madera con letras talladas a mano que rezaban “El Oasis del Zafiro”. Desde fuera, se escuchaba un bullicio constante: risas, vasos chocando y una música suave interpretada con instrumentos de cuerda hechos de cristal. El aire olía a especias dulces y a tabaco aromático, mezclado con el inconfundible aroma del pan recién hecho.
Al cruzar la puerta, nuestros protagonistas quedaron un momento paralizados por la escena. La cantina era amplia, iluminada por lámparas de aceite que colgaban del techo con cristales de colores, reflejando destellos azules por todas partes. Las mesas estaban hechas de madera pulida y los bancos cubiertos con telas de tonos cálidos, mientras un grupo de Ballure tocaba una melodía tranquila al fondo. Algunos clientes charlaban animadamente, otros bebían en silencio, y un camarero con una gema verde en la frente servía jarras espumosas con una agilidad impresionante.
Cruzaron el local, esquivando a un par de borrachos que bailaban con torpeza, hasta llegar a una mesa situada junto a una ventana donde la luz del sol se filtraba en tonos zafiro. Allí, esperándolos con calma, estaban Kanu y Futao, rodeados de un caos ordenado de papeles, mapas y notas extendidas por toda la superficie.
Al verse, el grupo se saludó con sonrisas cansadas, se dieron unos cuantos abrazos rápidos y pidieron algo al camarero antes de tomar asiento alrededor de la mesa. El ambiente se relajó unos instantes entre bromas y comentarios triviales, pero una vez las jarras estuvieron servidas y el bullicio de la cantina los envolvió, Shouri dio el primer paso.
"Bien," dijo con tono serio, apoyando los codos sobre la mesa. "¿Qué habéis conseguido?"
Kanu, con unas marcadas ojeras bajo los ojos, asintió lentamente. "Reunimos toda la información que pediste sobre el enemigo. Ha sido complicado, pero... lo logramos."
Futao, a su lado, soltó un leve suspiro. "El calor del desierto no nos lo puso fácil, pero... confirmamos tus sospechas."
Shouri arqueó una ceja. "¿De verdad?"
Marco se inclinó un poco hacia adelante. "¿Qué ocurre exactamente?"
Kanu extendió unos papeles y mapas sobre la mesa. "El gobernador de la nación de los hombres-bestia, Draco, ha tomado el control total de los templos que mantienen la barrera alrededor de Al-Amphoras. Tal y como sospechabas, Shouri. Además, hemos confirmado que ha asignado a algunos miembros de los Doce del Zodiaco para proteger cada templo, por lo que no será tan fácil entrar a la ciudad."
Shouri encendió un cigarro con calma, exhalando el humo hacia un lado. "Buen trabajo. Justo como imaginaba."
Faralalan bajó la mirada, preocupada. "Entonces... todo era cierto..."
"Así que, si queremos entrar a Al-Amphoras, tendremos que desactivar la barrera recuperando los cuatro templos, ¿no?" preguntó Cecily.
"Exactamente," respondió Kanu con un leve asentimiento.
Keipi estiró los brazos y sonrió con confianza. "Pues no parece tan complicado. Si pudimos con los apóstoles de Aspasia, dudo que estos tipos sean mucho más fuertes."
Shouri soltó una risa seca. "Tal vez no sean tan poderosos como los apóstoles, pero no los subestimes. Son astutos. Y además..." dio una calada profunda antes de continuar. "Draco cuenta con los Cuatro Sagrados. Esos sí que son un problema. Cada uno es más fuerte que Thanatos."
"¿Más fuerte que el ojeras?" exclamó Ryan, incrédulo.
"¡Yo voy a pedirme otro vino!" rió Nathalie levantando la mano.
"Esta tía..." murmuró Lily rodando los ojos.
Shouri ignoró la escena y miró de nuevo a Kanu y Futao. "¿Y sobre lo otro que os pedí investigar?"
Ambos se miraron y respondieron al unísono: "Nada."
El ambiente se tensó un poco. Faralalan ladeó la cabeza, curiosa. "¿Les diste otra orden?"
"Sí..." respondió Shouri, con una mueca de frustración.
Marco lo miró intrigado. "¿Qué querías averiguar?"
El cigarro se consumía lentamente entre sus dedos. "Ya sabéis que los textos de Yumeith sobre la gema infinita son falsos. Según lo que cuenta Faralalan, Pythiria creó a los Ballure para vivir en este mundo... pero, ¿por qué? ¿Qué sentido tenía crear una especie que depende de una gema para existir?"
Theo se cruzó de brazos. "Visto así… suena raro."
"No me había parado a pensarlo," añadió Nicole, pensativa.
Faralalan se encogió un poco en su asiento. "¿Estás dudando de nosotros?"
"¡Para nada!" sonrió Shouri. "Solo intento descubrir la verdad que hay detrás de vuestra historia. Porque incluso en tus palabras, hay huecos que no encajan del todo."
Ashley se inclinó hacia Keipi y susurró: "No he entendido nada."
"Shouri cree que la historia de la gema infinita no es del todo cierta," explicó el monje con sin perder su despreocupada sonrisa.
"Ah… vale," dijo la joven rascándose la cabeza.
Shouri se quedó en silencio unos segundos, mirando fijamente su copa. "Entonces, deberemos… deberemos…"
Sus palabras se interrumpieron de golpe. La copa tembló en su mano.
"Mierda… no lo vi venir… hay… veneno…"
"¿Ve-veneno?" murmuró Marco, sintiendo cómo su vista se nublaba poco a poco.
Uno a uno, los clientes del bar comenzaron a desplomarse sobre las mesas. Las conversaciones se apagaron, los vasos cayeron al suelo, la música se detuvo y en cuestión de segundos, el silencio se apoderó del lugar. Incluso nuestros protagonistas comenzaron a perder el equilibrio, cayendo sobre sus sillas o contra la barra, vencidos por un sueño pesado y repentino.
El sonido de pasos secos resonó entre las mesas. Una figura alta y delgada entró en la cantina. Su piel tenía un brillo escamoso y sus ojos eran estrechos y fríos.
"Parece que nadie ha podido soportar mi veneno somnífero," dijo con una sonrisa serpenteante.
Era Yerzas, la Serpiente, uno de los Doce del Zodiaco de Draco.
El hombre-bestia de tipo cobra avanzó con paso sigiloso entre los cuerpos inconscientes, su sombra serpenteaba como si tuviera vida propia. Sus ojos, rasgados y brillantes como dos gemas de esmeralda, se clavaron en Shouri.
La observó durante unos segundos, ladeando la cabeza con una sonrisa retorcida, hasta que su lengua bífida salió a saborear el aire. Entonces, con un movimiento brusco, le sujetó la coleta, alzando su rostro hacia él.
"Tú eres peligrosa," siseó con una voz fría y rasposa, con veneno goteando de sus colmillos.
Abrió la mandíbula con una amplitud inhumana, dejando ver una doble fila de dientes curvados, cada uno impregnado en toxinas. Bajó lentamente la cabeza, dispuesto a hundirlos en el cuello de la leyenda y acabar con ella de un solo golpe.
Pero justo antes de hacerlo, una copa de vino cruzó el aire silbando y se estrelló contra su rostro con fuerza. El líquido carmesí se deslizó por sus escamas, chispeando con un brillo vítreo.
Yerzas soltó un siseo furioso, girando bruscamente la cabeza hacia la fuente del impacto a la par que soltaba a Shouri de sus zarpas. "¿T-Tú… cómo te atreves?" rugió, mostrando su lengua dividida al hablar.
Nicole se incorporó lentamente entre los cuerpos dormidos, apoyando una mano en la mesa para no perder el equilibrio. Su cabello caía desordenado, y aunque su respiración temblaba, sus ojos relucían con una firmeza que desafiaba al miedo.
"Lo siento, pero..." sonrió con una mezcla de nervios y coraje. "¡Soy inmune al veneno!"
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario