Surfeando el laberinto de corrientes acuáticas del Templo del Sur, nuestro dúo se encontró cara a cara con uno de los Doce del Zodiaco de Draco: Kitpat, el gallo.
"¡Kikirikí! ¡No os haréis con la Máscara del Agua!" exclamó el oponente, extendiendo sus alas con un batir ensordecedor antes de disparar una oleada de plumas férreas hacia ellos.
"¡Eso está por ver!" gritó Keipi, girando su espada en un movimiento grácil. De la hoja emergió un dragón de agua que rugió con fuerza, lanzándose contra los proyectiles.
Sin embargo, el tamaño del dragón era mucho más pequeño que de costumbre; su cuerpo líquido no fue lo suficientemente grande para bloquear todos los ataques, y varias plumas atravesaron su silueta, acercándose peligrosamente al monje.
"¡KEICHIRO!" exclamó Kanu, tensando su arco. Disparó una flecha gélida que se incrustó en el agua justo frente a su compañero, congelándola al instante y formando una rampa improvisada. Keipi aprovechó la construcción de hielo para saltar sobre las plumas enemigas, esquivándolas por los pelos.
"¡Gracias, Kanu!" sonrió el monje, cayendo de nuevo sobre la corriente mientras movía su dragón en dirección a Kitpat.
El gallo se cubrió el ala derecha con acero puro, y con un movimiento tan rápido como preciso, partió al dragón en dos, desvaneciéndolo en una lluvia de agua brillante.
"¡¿Eso es todo?!" sonrió el hombre-bestia con una expresión confiada.
"Mierda..." pensó Keipi, apretando los dientes. "Estoy tan acostumbrado a depender de mi arma mágica para canalizar la energía, que sin ella no tengo el mismo potencial."
"No te preocupes por tus habilidades, Keichiro." dijo Kanu, apuntando hacia su rival con firmeza. "En esta pelea, no estás solo."
El arquero disparó una flecha directa a la cabeza del gallo, quien, debido a la velocidad del proyectil, se vio obligado a agacharse en el último instante para esquivarla.
"¡Fallaste! ¡Kikirikí!" se burló Kitpat, sacándole la lengua con aire altanero.
"¡Para nada!" sonrió Kanu con confianza.
La flecha continuó su trayectoria hasta el final del pasillo, donde impactó en una sala más amplia conectada con docenas de túneles. El suelo se congeló en cuestión de segundos, creando una enorme superficie sólida donde podrían luchar sin depender de las tablas.
La tabla de Kitpat chocó contra el borde helado, haciendo que el gallo saliera rodando sobre el hielo con una voltereta torpe pero ágil. Nuestros protagonistas aprovecharon el momento: saltaron de sus tablas al unísono, aterrizando de pie sobre la nueva superficie y quedando espalda con espalda.
"¡Ahora, Kanu!" gritó Keipi.
El monje canalizó su magia y lanzó un dragón de agua a la vez que el arquero disparaba una flecha congelante. Ambos ataques convergieron en el aire y se fusionaron en una imponente bestia marina compuesta de hielo y agua presurizada que rugió con furia.
El dragón abrió sus fauces, cayendo con una fuerza brutal sobre el enemigo. Sin embargo, Kitpat cubrió su cuerpo por completo con acero endurecido, resistiendo el impacto con apenas unas heridas superficiales.
Cuando el vapor del choque se disipó, el gallo se mantenía en pie, con su cresta chispeando de energía y una sonrisa salvaje en el rostro.
"Vaya..." comentó, flexionando el cuello. "Parece que os coordináis mejor de lo que creía."
"Durante este viaje he aprendido mucho sobre la personalidad de Keichiro", pensó Kanu mientras alzaba de nuevo su arco. "Gracias a su forma de ser tan despreocupada, entiendo perfectamente cómo lucha y qué suele pasar por su mente... incluso con ese rostro tan inexpresivo y despreocupado que tiene siempre."
El arquero tensó la cuerda y disparó una flecha gélida hacia el cielo. En el aire, el proyectil se fragmentó en cientos de cuchillas de hielo que descendieron en una lluvia letal sobre el gallo.
Kitpat soltó un grito agudo y comenzó a correr por la plataforma helada, esquivando los fragmentos que se estrellaban a su alrededor. Sus alas volvieron a cubrirse de acero reluciente. El hombre-bestia alzó la mirada hacia el techo y, al esbozar una sonrisa ladeada, disparó otra ráfaga de plumas metálicas, tanto hacia los protagonistas como hacia las vigas superiores del templo.
Keipi avanzó entre los proyectiles con agilidad, girando sobre el hielo con pasos cortos y firmes. "Gracias al entrenamiento con Yumeki, puedo hacerme una idea de cómo luchan los guerreros de hielo." comentó con una media sonrisa mientras su figura se acercaba rápidamente a su rival.
"¿Y qué? ¿Creéis que podréis con los hombres-bestia?" gritó Kitpat, chocando su ala férrea contra la espada del monje. "¡No tenéis oportunidad, humanos! ¡Por mucho que os paguen esos Ballure, no saldréis con vida de esta!"
El estruendo metálico llenó la sala. Ambos intercambiaron golpes con velocidad vertiginosa, sus armas chocando una y otra vez, generando chispas sobre el hielo. Cada impacto hacía temblar el suelo bajo sus pies.
Keipi bloqueó una embestida, giró sobre sí mismo y volvió a cargar. "¡Te equivocas!" exclamó, conteniendo el ala del gallo con un tajo lateral. "Si lucho concentrado en el entorno y confío en mi compañero... ¡podemos derrotarte fácilmente!"
De pronto, el monje se agachó y una flecha gélida surgió tras él, transformándose en un puño de hielo que golpeó con fuerza, haciendo rodar al oponente por la superficie helada. Kitpat rodó varios metros, dejando un rastro de sangre que brotaba por los orificios de su pico. Se incorporó de un salto, furioso, con las alas temblando.
“Tsk... no sé quiénes sois, pero no puedo dejar que os hagáis con la barrera.” gruñó entre jadeos. “¡El señor Draco me ordenó protegerla si algo así pasaba, y no pienso fallarle!”
Sin esperar respuesta, batió las alas y disparó una lluvia descomunal de plumas hacia el techo.
“¡CAE! ¡CAE DE UNA VEZ Y ACABA CON ELLOS!” rugió Kitpat, y el techo cedió bajo la violencia de su ataque. Un torrente salvaje de agua cayó desde el piso superior, estrellándose contra el suelo helado y los protagonistas.
El impacto fue brutal. Un rugido ensordecedor llenó el templo mientras el hielo estallaba en miles de fragmentos que salieron despedidos como cuchillas. Kanu y Keipi fueron tragados por una corriente salvaje que los separó en cuestión de segundos.
El agua helada mordía la piel, robándoles el aliento al instante. El arquero se agitaba entre las olas, golpeado una y otra vez contra trozos de hielo y columnas derrumbadas. Intentó alzarse, pero cada vez que sacaba la cabeza, otra ola lo empujaba hacia abajo.
Por un momento creyó que se ahogaría. La presión en su pecho aumentó, su visión se volvió turbia, y el eco del combate se desvaneció en un zumbido ahogado.
Entonces, algo lo sujetó con fuerza. Una mano firme, cálida incluso bajo el agua gélida, lo tiró hacia la superficie. Kanu rompió el manto líquido con un jadeo desesperado, tosiendo mientras el aire le quemaba los pulmones.
Keipi emergió junto a él, con el rostro empapado y el cabello pegado al rostro, pero con la misma calma feroz que lo caracterizaba. Nadaba con brazadas seguras, guiando a Kanu hacia un bloque de hielo estable entre los escombros flotantes.
“Tranquilo, respira.” dijo Keipi, sujetándolo del hombro. Su voz sonaba firme incluso entre el rugido del agua.
“¡C-Cuidado!” exclamó Kanu al ver cómo, sobre un fragmento de hielo, el oponente se les acercaba surfeando a toda velocidad.
“¡KIKIRIKÍ! ¡ESTÁIS MUERTOS!” chilló Kitpat, lanzando una nueva ráfaga de plumas metálicas que cortaron el aire con un silbido ensordecedor.
“¿Confías en mí?” preguntó el monje sin apartar la mirada del enemigo.
“¡Sí!” respondió el arquero sin dudar.
Nuestro protagonista sujetó al aprendiz de Shouri del brazo y, con un impulso firme, ambos se sumergieron en el agua helada justo antes de que las plumas los alcanzaran. Los proyectiles impactaron sobre la superficie, explotando en una lluvia de burbujas y fragmentos de hielo.
Bajo el agua, la corriente los zarandeó con violencia. Kanu sintió cómo el frío le mordía los pulmones y apenas podía orientarse, pero notó la fuerza del agarre de Keipi tirando de él hacia un remolino más seguro.
Arriba, Kitpat surfeaba con una mezcla de furia y diversión, manteniendo el equilibrio sobre su improvisada tabla.
“¡De nada sirve esconderos!” graznó, siguiendo la dirección de la corriente con precisión letal. Las plumas relucían de nuevo en sus alas, preparadas para otro ataque.
De pronto, el agua se aquietó. El silencio fue tan repentino que incluso el sonido del viento desapareció. Kitpat quedó sobre un fragmento de hielo inmóvil, mirándose las patas con el ceño fruncido.
“¿Qué está pasando?” murmuró, desconcertado.
Un segundo después, el agua volvió a rugir. Las corrientes comenzaron a girar en espiral, formando un enorme remolino que abarcaba todo el entorno, incluso escalaban las paredes. Trozos de hielo surgían de la nada, atrapados en el torbellino que giraba con fuerza descomunal.
“¡Es cierto que sin Priscilla no soy tan poderoso como debería!” gritó Keipi, emergiendo del agua con una sonrisa confiada. “¡Pero si aprovecho el agua del entorno... mi poder vuelve a fluir con normalidad!”
Se alzó sobre la superficie, sujetando la mano de Kanu y ayudándole a subir junto a él.
“Una vez él se hace con el control del agua de la zona,” explicaba el arquero con una leve sonrisa, “yo la enfrío y tomamos el control total de su dirección.”
“¡No puede ser...!” balbuceó Kitpat, retrocediendo un paso. “¡¿Habéis tomado el control de las corrientes de este templo?!”
Keipi y Kanu se miraron un instante, asintiendo al unísono.
“¡¡CORRIENTES GÉLIDAS!!” gritaron ambos a la vez.
El torbellino explotó hacia adelante. El agua y el hielo se fusionaron en un tornado colosal que avanzó con rugido ensordecedor. Kitpat apenas tuvo tiempo de cubrirse antes de ser golpeado de lleno; el impacto lo lanzó contra una pared, incrustándolo entre los bloques de piedra blanca. Su cuerpo quedó inmóvil, inconsciente.
Batalla en el templo del sur.
Keipi y Kanu vs Kitpat, el gallo.
Ganadores: Keipi y Kanu.
El remolino se disipó poco a poco, y las aguas retomaron su cauce natural. Kanu, aún respirando con esfuerzo, extendió la mano y materializó una tabla de hielo. Ambos cayeron sobre ella y se dejaron llevar por la corriente, que ahora fluía en calma.
“Parece... que ganamos.” dijo el arquero, con una sonrisa cansada.
“Pues sí.” respondió Keipi, sacándole la lengua al enemigo atrapado en la pared. “¡Y ahora vamos a por esa máscara de agua, pollo surfero!”
Ambos rieron mientras la corriente los arrastraba suavemente hacia uno de los túneles del templo.
Continuará...
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