lunes, 3 de noviembre de 2025

Ch. 250 - El templo del este

Campamento frente a Al-Amphoras

El crepitar del fuego se mezclaba con el aroma del guiso que Lily, Theo, Faralalan y Gretel preparaban juntos. A unos metros de distancia, Shouri observaba con tranquilidad cómo Ryan permanecía sentado en lo alto de una diminuta roca, meditando en silencio absoluto.

“Así está bien. Mantén esa postura,” indicó Shouri, llevándose un cigarrillo encendido a los labios.

El joven inspiró hondo, tratando de vaciar su mente. Llevaba días intentando lo mismo: encontrar paz entre el caos que habitaba en su interior. Aun así, sus pensamientos volvían una y otra vez al mismo torbellino.

Tras un largo silencio, abrió los ojos con brusquedad. “¡Tsk! ¡Ya está bien!” exclamó, soltando todo el aire de golpe. “Llevo días aquí sin ver ni un solo avance. ¿De verdad esto va a ayudarme a controlar mi modo Berserker?”

Shouri dejó escapar una leve nube de humo. “¿Estás insinuando que desconfías de mí?” preguntó con una ceja alzada.

“¡Claro que no!” respondió Ryan enseguida, bajando la mirada. “Pero este entrenamiento... empiezo a sentir que no sirve para nada.”

Shouri no respondió de inmediato. Su vista se desvió hacia los demás, que removían la olla en silencio, ajenos a la tensión entre los dos. Finalmente, se giró hacia uno de ellos.

“Gretel,” le llamó. “Ven un momento.”

El joven parpadeó sorprendido. Ajustó sus gafas con nerviosismo y se acercó a la legendaria guerrera, siempre imponente incluso en reposo.

“¿Qué... qué necesitas?” preguntó, tragando saliva.

“He estado pensando en tu magia dimensional,” dijo Shouri, sin rodeos. “Si puedes conectar distintos planos o realidades... ¿también serías capaz de acceder a algo profundo, como el subconsciente humano? Algo que esté oculto, pero exista de verdad. Como una segunda o tercera personalidad.”

Gretel entrecerró los ojos, procesando la pregunta.

“Desde el punto de vista teórico... sí,” respondió con cautela. “Se han documentado casos científicos sobre eso. Si existe una conciencia separada dentro de alguien, ligada a su mente, pero… no integrada del todo... podría materializarse bajo ciertas condiciones.”

Shouri esbozó una sonrisa ladeada, como quien obtiene exactamente lo que buscaba. “Genial,” dijo, aplastando su cigarrillo contra una roca. “Entonces úsala con Ryan.”

“¿Qué?” exclamó el joven arquero.

“Quiero que traigas al modo Berserker. Aquí. Frente a nosotros,” ordenó Shouri con voz firme, sus ojos fijos en Ryan. “Es hora de que compruebes si todo este entrenamiento te ha servido de algo… y de descubrir cuánto podemos aprender de la bestia que llevas dentro.”

"¿Estás segura de esto?" preguntó el hijo de la dragona, inseguro.

Gretel tragó saliva. "Y-Yo no sé si después seré capaz de traer a Ryan de vuelta..." murmuró, con el ceño fruncido.

"Dejad de preocuparos y confiad en mí," interrumpió la leyenda con voz firme. "Quiero que experimentes en primera persona si estos días de meditación han surtido efecto en ti. Si has logrado siquiera un poco de control sobre tu modo Berserker. Será temporal, en algún punto perderás el control, pero… para eso estoy aquí."

El usuario de acero respiró hondo. "E-Está bien. ¡Hazlo, Gretel!"

El mago dimensional se acercó aún más, tembloroso. "V-Vale… pero luego, no me culpéis si algo sale mal."

Shouri sonrió, dejando caer la ceniza del cigarro. "Veamos cuánto tiempo eres capaz de resistir... y cuánto hemos avanzado estos días."

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Templo del Este.

La auténtica Nathalie avanzaba sola por los interminables pasillos de espejos del laberinto subterráneo. Sus pasos resonaban en la piedra húmeda, y sus propios reflejos la devolvían una y otra vez desde ángulos imposibles.

“Entramos juntas… pero acabamos separadas,” murmuró para sí, tensando la mandíbula. Sus ojos recorrían cada panel especular con cautela. “Esto debe de ser parte de la prueba para acceder al sello, por lo que debe haber sí o sí una salida.”

Inspiró hondo, conteniendo la frustración. La presencia de su amiga era ya un eco lejano, pero no se permitiría el lujo de la desesperación. Se acercó a uno de los espejos, guiada por un presentimiento, y tocó el vidrio.

En ese instante, algo cambió. Los ojos de Nathalie se abrieron con una mezcla de asombro y claridad.

"Así que… esto es lo que hacen." murmuró, esbozando una sonrisa enigmática.

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Templo del este, ubicación de Cecily.

La ladrona avanzaba por el interminable laberinto acompañada de Jacinta, la rata, que había conseguido disfrazarse de Nathalie para engañarla.

"Qué sitio más lúgubre… y encima esta humedad es insoportable…" gruñó Cecily, llevándose una mano al cabello. "Verás tú cómo va a acabar mi pelo después de esto…"

"No te preocupes, mujer, será para menos," contestó la falsa Nathalie, con una naturalidad que casi resultaba convincente.

"Claro, tú que tienes ese pelazo rizado que no se encrespa ni en el fondo del océano. Pero mi hermoso pelo liso es otra historia…" refunfuñó la ladrona, sacudiendo la cabeza.

Jacinta soltó una risita nerviosa. "Bueno, bueno… te entiendo. Pero oye, ¿por qué hemos venido a por la máscara de este sitio?"

"¿Máscara?" Cecily se volvió hacia ella con el ceño fruncido. "¿Qué máscara?"

"Pues… la máscara de la tierra, ¿no? ¿No era para eso? Para hacernos con el sello."

"Nathalie, ¿qué máscara de la tierra ni qué leches? Hemos venido a detener la barrera y entrar a Al-Amphoras para ayudar a los Ballure, no a cazar máscaras raras ni pijadas de esas," resopló. "De verdad, desde que hemos entrado estás rarísima."

"Jajaja, perdona… quizá la humedad sí me está afectando," balbuceó la falsa Nathalie, intentando disimular.

"¡Mierda, casi la lío!" pensó Jacinta por dentro. "¿Cómo narices se les ocurre venir aquí a desactivar la barrera sin saber nada de las máscaras elementales? ¡Esta gente es peligrosa! Pero mientras esté con ella, podré usarla de rehén para que la otra no deshaga la barrera… ¡Las tengo en mis manos!"

"¡Por aquí, Nathalie!" llamó Cecily al llegar a una bifurcación. "¡Vamos por la derecha!"

"¡Ah! ¡Voy!" respondió la falsa, apurando el paso.

Ambas continuaron caminando por el laberinto, hablando lo justo para que Jacinta no revelase accidentalmente su identidad. Tras un rato, los pasillos desembocaron en una sala redonda, repleta de espejos que salían de cada centímetro de pared, como si reflejaran infinitas posibilidades.

"Llevamos un buen rato caminando y parece que no se ha enterado de la naturaleza del laberinto… ¿Acaso es tonta?" pensaba Jacinta, observando desde atrás a su compañera.

"Es raro," dijo de pronto Cecily, deteniéndose.

"¿El qué?" preguntó la impostora, con fingida curiosidad.

"Pese a tus aires de tía chulísima y alcohólica empedernida, no dejas de ser una de las más listas del grupo," respondió Cecily, girándose hacia ella con mirada suspicaz. "Así que me sorprende muchísimo que desde que entramos aquí hayas adoptado un papel tan secundario y apenas hayas dicho nada."

Jacinta se encogió de hombros, sonriendo con suficiencia. "Bueno… ya sabes, me gusta poner a prueba a mis compañeros. Aprendo mucho de cómo se comportan."

"Ya, claro. Pero una cosa es eso, y otra que estés callada como una tumba," dijo Cecily señalando uno de los espejos. "Ni siquiera te has acercado a inspeccionar estos cacharros. Vamos, que huele raro."

La rata respiró hondo, buscando la vuelta. "Podría decirte lo mismo: sabiendo todo eso, ¿por qué has preferido dejarme hacer todo el trabajo a mí? ¿No se supone que somos amigas?"

"Touché, perdona," admitió la ladrona, retomando el paso. "Debe ser que me ha bajado la regla y estoy de mal humor."

"¡Uf, te entiendo tan bien! Cuando yo la tengo soy una fiera salvaje, ¡JAJAJA!" respondió la impostora, forzando una carcajada.

Cecily se paró en seco. El aire cargado de humedad se volvió pesado durante un segundo.

En un destello eléctrico, la ladrona apareció frente a la falsa Nathalie, con el puño envuelto en chispas. Un solo puñetazo bastó para mandarla rodando varios metros por el suelo, estrellándose contra el suelo de piedra.

"¡¿Qué coño haces?!" chilló Jacinta, con la nariz chorreando sangre.

"Supe desde el primer momento que algo no cuadraba," dijo Cecily, firme, con la mano aún chispeando. "Y te fui tanteando poco a poco, esperando a pillarte en un error. Pero lo de antes… eso te delató. Tú no eres Nathalie."

"¡Claro que lo soy! ¡Tía desconfiada! ¡¿En qué la cagué exactamente?!" protestó Jacinta, poniéndose de pie.

Cecily la miró fijamente, con ojos fríos. "Yo… no puedo tener la regla."

El silencio se hizo durante un instante. Una ráfaga subterránea sopló entre los espejos.

"¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA!" estalló la falsa Nathalie, retorciéndose mientras su cuerpo mutaba. La piel humana se desgarró, revelando una figura grotesca: una enorme mujer-rata, vestida de criada, con pelaje grisáceo y ojos desquiciados.

"¡PARECE QUE ME DESCUBRIERON!" gritó, extendiendo los brazos mientras sus manos se transformaban en taladros metálicos. "¡Sí, soy Jacinta, la Rata del Zodiaco! ¡Y no pienso dejar que os hagáis con la máscara de la tierra! ¡NO DEJARÉ QUE UN PUTO HOM-!"

Un corte súbito la interrumpió. Una guadaña de sombras surgió de uno de los espejos y impactó con brutalidad contra su cuerpo, estampándola contra una columna rocosa.

"¡Nathalie!" exclamó Cecily con un alivio casi cómico.

La semi-demonio emergió del espejo, la guadaña aún en alto, con los ojos encendidos de furia. "Lo que no pienso dejar es que seas transfoba con mi colega," dijo, señalando con el arma a la mujer-rata. "¿Oíste bien, saco de pulgas?"

Continuará...


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