domingo, 9 de noviembre de 2025

Ch. 253 - El templo del oeste

El dúo ígneo quedó completamente desconcertado al cruzar la puerta del templo del fuego. Frente a ellos no había lava, ni brasas, ni columnas de magma… sino un inmenso paraíso helado. Montañas cubiertas de escarcha se alzaban hasta perderse en la niebla, y muros de hielo se extendían formando pasillos largos y gélidos que parecían no tener fin.

"¿Y esto se supone que es el templo del fuego?" preguntó Marco, totalmente atónito.

"E-Eso decía la carta de Kanu..." respondió Futao, rascándose la cabeza. "Dudo que se haya equivocado. Ese tío es un adicto al conocimiento, odia equivocarse. Estoy convencido de que el día que dé un dato erróneo… se hace el harakiri."

"Bu-Bueno..." balbuceó Marco, sin saber si reír o preocuparse ante el tono serio con el que lo decía. "No creo que sea como para tanto..."

"Seguramente la prueba tenga que ver con usar nuestro fuego para sobrevivir aquí." teorizó el alumno de Shouri, observando las nubes heladas que flotaban entre los pasillos. "Mantener el calor en medio del frío, o algo así."

"Podría ser... Probemos." asintió nuestro protagonista.

El joven concentró su energía y trató de invocar fuego alrededor de su cuerpo, pero la llama que apareció era diminuta, temblorosa. Apenas un destello de calor en medio del hielo.

"¿Ves? Podemos usar el fuego como siempre." dijo Futao al ver la chispa, intentando mantenerse optimista.

"T-Te equivocas." replicó Marco, con el ceño fruncido. "Estoy liberando poder como para envolverme entero en llamas… y esto es lo único que consigo."

"E-Es verdad..." murmuró el lancero, mirando su arma. "¡No puedo ni cubrir la lanza con mi fuego! ¿Q-Qué está pasando?"

En ese momento, algo los observaba a la distancia. Entre los árboles cubiertos de nieve, un par de ojos brillantes se movieron con lentitud.

"Jijijiji..." una voz chillona y femenina resonó entre el eco del viento. "No podréis usar vuestra magia como antes... ¡Esta nieve roba vuestro calor a la par que absorbe vuestro poder mágico! ¡Beeeeh!"

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El dúo siguió avanzando por los interminables pasillos del laberinto de hielo. El viento soplaba con fuerza, arrastrando copos afilados como cuchillas, pero ambos lograban mantener su temperatura corporal estable. Gracias a su magia, conseguían resistir el frío que amenazaba con congelarles los huesos.

"Menos mal que todavía podemos mantener el calor interior." suspiró Futao, exhalando un vapor denso.

"Ya te digo." respondió Marco, con las manos encendidas apenas lo justo para no perder sensibilidad. "Pero tenemos que encontrar la salida de este lugar cuanto antes si queremos llegar hasta la máscara de fuego."

De pronto, un débil resplandor rompió la monotonía del blanco infinito.

"¿Q-Qué es eso?" preguntó el lancero, entornando los ojos.

"Acerquémonos." respondió nuestro protagonista sin dudar.

Ambos corrieron a través de la ventisca, con el viento azotándoles el rostro, hasta detenerse ante algo imposible: una antorcha ardiendo con una llama viva, colgando de una pared de hielo... que no se derretía.

"Esto... debe de ser una pieza importante para resolver el laberinto." comentó Marco, acercándose con cautela.

"Hay un texto grabado en el hielo." avisó Futao, agachándose para leer. "Parece estar en un idioma actual."

Las palabras brillaban débilmente bajo la luz del fuego:

"El camino hacia la máscara se abrirá cuando los tres pilares de hielo sean derretidos por las llamas santas que cuelgan de las antorchas."

Los dos se miraron en silencio, comprendiendo la instrucción. Luego giraron la vista hacia atrás… donde un pilar de hielo oscuro se alzaba solitario en mitad del pasillo.

"Entonces... ¿Tenemos que derretir estos con las llamas santas?" preguntó Marco, buscando confirmar su intuición.

"¿Para qué preguntar si podemos probarlo?" sonrió Futao, tomando la antorcha con firmeza.

El lancero avanzó decidido hacia el primer pilar de hielo. Al acercar la antorcha, la llama comenzó a crepitar con un sonido distinto, casi como si cantara. Cuando el fuego tocó la superficie helada, una reacción estalló en el aire: chispas de energía danzaron alrededor, y el hielo se derritió en cuestión de segundos, envuelto por un fuego que cambiaba de color una y otra vez —rojo, azul, violeta, dorado, hasta un blanco puro cegador.

El calor se expandió por el pasillo, disipando la ventisca cercana. Un rumor sordo resonó bajo sus pies. De pronto, el suelo tembló y una grieta luminosa se abrió en el hielo, extendiéndose como una línea de fuego bajo el suelo helado hasta perderse en la distancia.

"¡Sigámosla!" exclamó Marco, entusiasmado.

"¡Sí!" respondió Futao, soltando el palo de la antorcha, que se apagó lentamente tras cumplir su propósito, dejando un leve resplandor flotando en el aire.

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Tras una larga carrera por los pasillos helados, el dúo ígneo siguió la grieta luminosa hasta llegar a una inmensa planicie gélida. No había más muros a su alrededor; todos los caminos del laberinto parecían converger en aquel punto. Incluso la grieta se detenía justo en el centro.

"Qué sitio más raro." comentó Marco, observando el vasto terreno congelado.

"¡Oh! ¡Esto es un lago!" exclamó Futao, arrodillándose para examinar la superficie bajo sus pies.

"¿U-Un lago?" se sorprendió el protagonista, inclinándose a su lado.

"¡Sí!" respondió el lancero, entusiasmado. "¡Mira! Se pueden ver distintas especies de peces congelados a varios metros de profundidad... ¡Y al fondo hay algo! Parece una entrada... una sala iluminada. Quizá sea donde se encuentra la máscara."

"¡Claro!" dijo Marco, comprendiendo al instante. "La prueba debe ser devolverle el calor a este lugar. Si derretimos el hielo del lago con las llamas santas, podremos alcanzar la sala de la máscara."

"¡Exacto!" sonrió Futao, contagiado por la emoción. "¡Tienes toda la razón!"

"La cosa es saber..." reflexionó Marco. "...dónde estarán los dos pilares que faltan."

"¡Eso es fácil si seguimos mi intuición!" exclamó Futao, analizando el terreno. Se agachó junto a la grieta, repasando mentalmente el recorrido.

"Se nota que es alumno de Shouri..." pensó nuestro protagonista, admirando la concentración de su compañero. "Tiene una cabeza brillante para este tipo de cosas."

"Ya lo tengo." afirmó el lancero alzando la vista. "Si la primera grieta vino de esa dirección, las otras dos deberían encontrarse en los polos opuestos... allí y allí." señaló con confianza hacia ambos extremos.

"¡Vamos a por la segunda entonces!" exclamó Marco, mirando hacia la izquierda con determinación.

"¡De una!" sonrió el joven, encendiendo su espíritu combativo. "¡Esa máscara será nuestra antes de cruzarnos con el Zodiaco!"

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Siguiendo la ruta mental trazada por Futao, nuestros protagonistas avanzaron entre ráfagas de nieve. Tras un cuarto de hora de carrera bajo la ventisca, sus pasos se detuvieron frente a la segunda antorcha, apenas visible entre los bloques de hielo.

Sin dudarlo, repitieron el proceso anterior: Marco tomó el fuego santo y lo acercó al segundo pilar. En cuanto la llama tocó la superficie, el hielo comenzó a derretirse con un chisporroteo vibrante. Las luces estallaron en una danza de colores que iluminó toda la caverna antes de abrir una nueva grieta en el suelo congelado. La fisura avanzó velozmente hacia el lago, marcando con un resplandor cálido la ruta de regreso.

Ambos se miraron, jadeando pero satisfechos. Chocaron las manos con una sonrisa cómplice y echaron a correr de nuevo.

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Al regresar al lago, ambos observaron cómo las dos grietas recién abiertas convergían en el centro, emitiendo un tenue resplandor bajo el hielo. Aquel brillo parecía marcar el progreso de la prueba, y la dirección de la tercera y última grieta coincidía exactamente con la que Futao había predicho.

"¡Solo queda una más!" exclamó Marco con una sonrisa encendida.

"¡Allá vamos!" gritó el lancero, cargado de energía.

Sin perder tiempo, se lanzaron a correr por el último sendero helado. El aire se volvía más denso y la ventisca, más feroz, como si el propio templo intentara frenar su avance. Tras varios minutos de esfuerzo, entre jadeos y nieve cegadora, un haz de luz apareció al fondo del pasillo.

"Ahí está." sonrió el lancero, aliviado.

Pero antes de que pudieran acercarse, una figura cayó del cielo con un estruendo que sacudió el suelo.

"¡NO VAIS A PASAR!" rugió una mujer-bestia de tipo oveja, aterrizando frente a ellos con ambas piernas. Su cuerpo estaba cubierto de una lana blanca y esponjosa, un lazo rosado adornaba su melena albina y en sus pies brillaban unos tacones elegantes, completamente fuera de lugar en ese entorno helado.

"¡La del Zodiaco!" exclamó Futao con los ojos abiertos de par en par.

"¡Tsk, ya mucho tardaba en aparecer!" refunfuñó Marco, encendiendo su mirada.

"¡Soy Missyella, la oveja! Y en nombre de Draco… ¡no pondréis vuestras manos en esta antorcha!" declaró con teatralidad, tomando la llama sagrada y ocultándola entre su frondosa lana.

"¿Y no se quema?" murmuró Futao, atónito.

"¡Debe ser una llama especial! Solo afecta a los pilares de hielo del laberinto." respondió Marco, frunciendo el ceño.

"¡ALLÁ VOY!" chilló Missyella antes de encogerse sobre sí misma y transformarse en una esfera de lana compacta que comenzó a girar violentamente. El suelo tembló cuando rodó cuesta abajo hacia ellos a toda velocidad.

Los dos se pusieron en posición de combate, pero un escalofrío les recorrió el cuerpo al recordar su limitación en aquel entorno.

"¡Mierda, no podemos usar el fuego!" exclamaron a unísono.

Sin otra opción, ambos se lanzaron a correr cuesta abajo, con la colosal bola de lana siguiéndolos de cerca mientras el eco de sus carcajadas resonaban entre los muros de hielo.

"¿C-Cómo vamos a ganar sin magia?" pensó Futao, con el corazón desbocado.

Continuará...

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