Con su magia reducida al mínimo por la naturaleza del templo, y con la rival del Zodiaco transformada en una gigantesca esfera de lana arrasadora, el dúo ígneo corría a toda velocidad por el gélido laberinto del templo del fuego.
"¡¿Q-Qué vamos a hacer ahora?!" gritó Futao sin dejar de correr, notando cómo la velocidad del enemigo no disminuía ni un ápice.
"¡No tengo ni idea, pero encontraremos la forma!" respondió Marco, apretando los dientes mientras saltaba un bloque de hielo caído.
"¡No tenéis escapatoria!" bramó Missyella, aumentando aún más su rotación.
Marco giró la cabeza hacia atrás justo a tiempo para ver cómo la colosal esfera se abalanzaba sobre ellos. Siguiendo su instinto, agarró el brazo de Futao y tiró de él hacia un pasillo lateral. Los dos se lanzaron juntos, rodando por el suelo helado evitando ser aplastados.
"Gra-Gracias..." jadeó Futao, tratando de recuperar el aliento.
"¡No vais a escapar!" chilló Missyella, deteniéndose de golpe y rotando en sentido contrario para redirigir su trayectoria hacia ellos.
El rugido de su avance retumbó por el pasillo. Los muros de hielo reflejaban el eco de la persecución, amplificando cada giro y cada impacto. Marco y Futao siguieron corriendo, sus respiraciones se mezclaban con el silbido del viento helado.
Fue entonces cuando, al mirar atrás, el discípulo de Shouri reparó en un detalle crucial: la nieve se derretía justo antes de tocar a la mujer-bestia. Aquello le dio una pista valiosa sobre lo que estaba ocurriendo con su magia… pero no había tiempo para detenerse a analizarlo mientras aquella bola infernal los perseguía sin descanso.
El laberinto se estrechaba a medida que corrían, mientras el suelo crujía bajo sus pasos como si fuera a romperse en cualquier momento. A sus espaldas, el estruendo de la esfera de lana retumbaba como una avalancha imparable, haciendo vibrar los muros helados a cada giro. El dúo se adentró sin pensar en un pasillo largo y angosto, con el techo cubierto de estalactitas que pendían amenazantes.
Missyella aprovechó la situación y golpeó con fuerza una de las paredes durante su rotación. El impacto hizo temblar todo el corredor y provocó que una lluvia de pinchos de hielo se precipitara sobre ellos. Marco y Futao reaccionaron al instante; sus cuerpos se movieron con reflejos casi perfectos, esquivando los fragmentos helados que caían en una danza letal.
Al final del pasillo, el camino se dividía en dos direcciones: izquierda y derecha. El discípulo de Shouri, sin dudar, aceleró.
"¡Marco, confía en mí y sigue mis pasos!" gritó mientras aumentaba todavía más su velocidad.
"¡De una!" respondió nuestro protagonista con una sonrisa.
El lancero arrojó su lanza con precisión contra el muro helado, incrustándola en la superficie. Sin detenerse, saltó hacia ella, usando el mango como trampolín para impulsarse hacia atrás. En un movimiento acrobático, sobrevoló la esfera de lana que venía tras ellos. Marco imitó la maniobra sin vacilar, lanzándose en el mismo ángulo y superando a Missyella por encima.
Ambos cayeron detrás de la mujer-bestia justo cuando esta impactó de lleno contra la pared, haciendo que una enorme grieta recorriera el hielo con un estruendo seco.
"¡Sígueme!" exclamó Futao, retomando la carrera. En su mano, la lanza reapareció envuelta en un tenue fuego rojizo.
"¡Sí!" respondió Marco, siguiéndolo de cerca.
"Escucha, tengo una teoría sobre lo que está pasando en este lugar." dijo el lancero mientras avanzaban a toda velocidad.
"¿Cómo?" preguntó nuestro protagonista, esquivando una estalactica incrustada en el suelo.
"Mi teoría es que el frío de este templo drena constantemente nuestro poder mágico, impidiendo que liberemos toda nuestra energía de una vez. Pero las llamas santas de las antorchas neutralizan ese efecto. Por eso la oveja puede usar su magia con normalidad: absorbió esas llamas al guardarlas en su lana." explicó el alumno de Shouri con voz firme, sin perder ritmo.
Un rugido ensordecedor resonó a sus espaldas.
"¡No vais a escapar!" bramó Missyella, retomando su forma esférica y girando con una velocidad aún mayor, haciendo temblar el suelo a su paso.
"Entiendo lo que dices, pero… ¿qué podemos hacer?" replicó Marco con frustración. "¡Las llamas de las otras antorchas ya se apagaron, no podemos usarlas a nuestro favor!"
"¡Lo sé! ¡Solo es una teoría, no tengo una solución todavía!" replicó el lancero, mordiéndose el labio con frustración. "¡Pero entender cómo funciona esto seguro que nos da una pista para salir del apuro!"
Ambos emergieron del pasillo techado y, desde la colina helada, divisaron el lago congelado extendiéndose ante ellos. En el centro, las dos grietas que habían abierto con las antorchas convergían en un mismo punto, brillando débilmente bajo el hielo.
"¡El lago, Futao! ¡Creo que eso nos puede ayudar!" exclamó nuestro protagonista, señalando con determinación.
"¿Cómo? ¡No te sigo!" respondió el lancero, sin dejar de correr.
"¡VAIS A MORIR APLASTADOS!" bramó Missyella desde atrás, arrasando todo a su paso.
"¡Nosotros usamos dos antorchas para crear esas grietas que convergen en el lago!" gritó Marco mientras descendían. "¡Si esas llamas santas alteran el hielo, el frío que absorbe nuestra magia debería ser más débil allí! ¡Quizá podamos recuperar algo de poder!"
"¡E-Eso tiene sentido! ¡PROBEMOS!" respondió Futao con una sonrisa decidida.
El dúo aceleró al máximo, bajando por la pendiente helada con la furia de una avalancha. El viento les cortaba la piel, y la sombra de la esfera gigante los cubría por completo. Con un último impulso, saltaron sobre una rampa natural de hielo y aterrizaron sobre la superficie resbaladiza del lago, que crujió bajo su peso.
Giraron rápidamente, encarando a su perseguidora.
"¡AHORA!" gritó Marco con el fuego encendido en los ojos.
Ambos lanzaron sus ataques coordinados: el empeador disparó una esfera de fuego ardiente, mientras Futao invocaba un espectro ígneo con su lanza. Las llamas rugieron y se cruzaron en el aire, más grandes y vivas que antes. Por un instante, el poder pareció regresar a ellos…
Pero fue inútil.
La esfera de lana los atravesó sin esfuerzo, deshaciendo las llamas en una ráfaga de vapor. Y posteriormente los golpeó de lleno, lanzándolos por el suelo helado hasta chocar violentamente contra un muro de hielo.
"M-Mierda..." masculló Marco entre dientes, el frío clavándosele en las costillas.
"N-No ha funcionado..." pensó Futao, aún tirado sobre el hielo, la respiración entrecortada.
Missyella volvió a su forma humana, apoyó la antorcha en la palma y soltó una carcajada afilada.
"¡JAJAJAJA! Panda de idiotas." se burló, paseando la llama ante sus narices. "Sí, vuestra magia tiene más fuerza aquí, pero no lo bastante como para superar a quien maneja las llamas santas. ¡Os falta coordinación, trabajo en equipo… y un poco de cabeza!"
"¡Cierra el hocico!" gruñó Marco, incorporándose a duras penas.
"Ma-Marco... no podemos hacer nada..." tartamudeó Futao, sin atreverse aún a ponerse en pie.
"No..." replicó nuestro protagonista, clavando la mirada en su rival. "Esto no habrá terminado hasta que caigamos. Así que... luchemos juntos."
Su voz sonó más firme de lo que él mismo esperaba. Futao lo miró, tragó saliva y, contagiado por esa determinación, se incorporó también. En su rostro se dibujó la mezcla de miedo y respeto que siempre sintió por Marco: admiración por la capacidad de levantarse a pesar de todo.
"¡Si estáis dispuestos a morir, encantada de enterraros en este paraíso helado!" gritó Missyella, transformándose de nuevo en la gigantesca esfera de lana que rodó hacia ellos con un bramido.
"Futao... tengo una idea." dijo Marco, observando cómo la esfera de lana se abalanzaba hacia ellos con furia. "¿Confías en mí?"
"Lo has estado haciendo tú todo el rato conmigo. ¡Por supuesto que sí!" respondió Futao con una sonrisa firme.
Ambos se lanzaron a los lados justo a tiempo para esquivar el embate. El hielo se resquebrajó donde había pasado la mujer-bestia.
"Por aquí, oveja de mierda." le provocó Marco con una sonrisa desafiante.
"¿¡CÓMO DIJISTE!?" bramó Missyella, girando con violencia y lanzándose hacia él.
Nuestro protagonista recorrió el lago a toda velocidad, dejando tras de sí una estela de hielo quebrado, hasta alcanzar una rampa helada. Subió por ella de un salto y se impulsó hacia el aire.
"¡Es inútil!" rugió la mujer-bestia, siguiéndolo y golpeándolo con su masa corporal, lanzándolo aún más alto.
"¡AHORA, FUTAO!" gritó Marco desde el cielo. "¡DISPÁRAME TU LANZA, CON TODO TU FUEGO!"
"¡ENTENDIDO!" respondió el lancero, clavando los pies en el hielo. Cargó su lanza con toda la energía ígnea que le quedaba, envolviéndola en un fuego denso, y la lanzó como un proyectil hacia el firmamento.
Marco la atrapó al vuelo. El impacto le entumeció los brazos, pero giró sobre sí mismo y detuvo el impulso con fuerza. La llama aún ardía.
"¡INÚTIL! ¡VUESTRA MAGIA SIGUE SIENDO DÉBIL!" gritó Missyella, girando en el aire como un meteoro de lana.
"¡NO LO ES! ¡CONOCE TU ENTORNO ANTES DE HABLAR!" rugió nuestro protagonista. Su fuego azul envolvió la lanza de Futao, fusionándose ambas energías en una llama violeta que resonó con el hielo bajo ellos.
Lanzó el arma con un grito. La lanza atravesó el aire como un relámpago ardiente, perforando la esfera de la mujer-bestia y empotrándola contra el centro del lago, justo donde se unían las dos grietas.
"¡¿Y QUÉ SI ME HABÉIS ATORADO UNOS SEGUNDOS?! ¡EN NADA OS HARÉ PICADILLO!" vociferó la zodiaco, tratando de moverse.
"Para nada… ¡Esto no ha terminado!" dijo Futao, deslizándose hasta una de las grietas e introduciendo su mano.
"¡ES NUESTRO JAQUE MATE!" exclamó Marco, cayendo del cielo y metiendo su palma en la otra.
"¡LLAMAS DEL AVERNO… PILAR DEL FUEGO!" gritaron al unísono.
Desde las grietas brotaron dos columnas de fuego que se cruzaron bajo el cuerpo de Missyella, envolviéndola en una erupción que hizo temblar todo el lago. El hielo se agrietó, el vapor se elevó, y la esfera de lana se consumió entre chispas violáceas.
Cuando el resplandor se disipó, la mujer-bestia cayó al suelo en su forma humana, inconsciente y cubierta de quemaduras. La antorcha rodó por el hielo hasta detenerse frente a Marco.
Batalla en el templo del oeste.
Marco y Futao vs Missyella, la oveja.
Ganadores: Marco y Futao.
"Supuse que si las grietas eran la clave para salir del laberinto, también podían ayudarnos a amplificar nuestra magia." dijo nuestro protagonista recogiendo la antorcha con una sonrisa. "Solo necesitábamos el momento perfecto."
"¡Y vaya si lo encontraste!" respondió Futao, riendo mientras recuperaba el aliento. "En cuanto vi dónde la lanzabas, supe al instante qué era lo que tramabas."
"¡Eso es porque somos un gran dúo!" añadió Marco, alzando la mano.
Ambos chocaron las palmas, mientras el vapor se elevaba a su alrededor como testigo de su victoria.
"Y ahora... acabemos con esto." sonrió Futao mirando hacia la dirección donde se encontraba el último pilar de hielo.
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Campamento frente al Al-Amphoras.
La noche se cernía silenciosa sobre el campamento, apenas interrumpida por el crepitar del fuego y el silbido del viento que descendía de la montaña. Ryan meditaba en silencio bajo la atenta mirada de Shouri, su respiración acompasada, su mente centrada. A pocos metros, Theo se encontraba en trance, entrenando en su subconsciente bajo la guía de Horacio, quien intentaba moldearlo como el sucesor digno de una deidad.
Un poco más lejos, Faralalan, Gretel y Lily conversaban con calma, intentando mantener la moral alta en lo que regresaban sus compañeros. Todo parecía en equilibrio... hasta que un sonido hueco, profundo, resonó a través del valle.
El grupo se giró al unísono hacia la barrera mágica que cubría la entrada del Al-Amphoras. Las runas comenzaron a parpadear con violencia, y en cuestión de segundos, la estructura luminosa se resquebrajó con un estruendo seco, desvaneciéndose como polvo de cristal.
"¡L-Lo lograron!" exclamó Lily, llevándose las manos al pecho.
"Sabía que lo harían." sonrió Gretel, aliviado.
Faralalan asintió en silencio, mientras la brisa helada arrastraba los últimos fragmentos de energía.
Ryan permanecía inmóvil, concentrado. Shouri, en cambio, no apartaba la vista del frente. Su expresión, normalmente imperturbable, se ensombreció.
"¿Por qué… tengo este mal presentimiento?" pensó la leyenda, mientras el fuego del campamento titilaba, como si también presintiera que algo inesperado estuviera por venir.
Continuará…
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