Con el objetivo de demostrar que era, sin lugar a dudas, el Conejo Lunar Nuevo, Ashley aceptó enfrentarse directamente —y delante de casi toda la población de Sylvapura— contra uno de los zodiacos más poderosos bajo el mando de Draco.
La noticia corrió como pólvora. En menos de una hora, el gran coliseo natural de la ciudad estaba abarrotado.
En lo alto, lianas y raíces formaban arcos naturales desde los que se descolgaban flores luminosas, actuando como lámparas vivientes que iluminaban toda la arena con tonos esmeralda y turquesa. El aire estaba impregnado de olor a savia, tierra húmeda y frutas recién abiertas.
Los hombres-bestia llenaban las gradas en una calma tensa: tigres gigantes cruzados de brazos, aves humanoides acomodándose las alas, tiburones conversando en voz baja, ciervos y caimanes observando con ojos atentos. Algunos masticaban raíces caramelizadas, otros charlaban sobre rumores o apuestas.
Pese a ser miles, el ambiente era sorprendentemente sereno; incluso los más salvajes respetaban la solemnidad del momento. El rugido ocasional de un felino o el graznido de un hombre-ave se mezclaba con el susurro del viento en las hojas, creando una atmósfera casi ritual.
En el centro de la arena, el suelo no era arena ni polvo, sino una mezcla compacta de tierra viva y raíces trenzadas, reforzada mágicamente para soportar golpes de criaturas colosales.
Todo estaba preparado.
En la parte más alta de aquel edificio se elevaba el palco del gobernador, formado por un entramado de raíces gruesas que se curvaban creando un balcón firme, sombreado por un dosel de hojas rojizas.
En el centro, Draco contemplaba la arena con su habitual autoridad calmada. A su derecha se encontraba Belial, recostado contra una columna de madera, con los brazos cruzados y la mirada encendida. A la izquierda, Karta permanecía rígido y serio apoyado en su bastón, casi inmóvil como una estatua. Recostada sobre la barandilla, Shimuna inclinaba el cuerpo hacia el borde, mientras sus plumas brillaban bajo la luz filtrada.
De pie a un lado, incapaz siquiera de sentarse, estaba Eugene, tenso y con las orejas temblorosas, vigilando la arena como si su corazón estuviera a punto de salírsele del pecho.
En ese momento, el gobernador se incorporó y, tras alzar el puño, dio inicio a la entrada de ambos contrincantes.
"¡QUE ENTRE ASHLEY, LA SUPUESTA CONEJO LUNAR NUEVO!" exclamó con suma autoridad.
Las puertas de uno de los pasillos se abrieron y, con una caminata indiferente y las manos en los bolsillos, Ashley entró mirando a todos lados, como sorprendida por el ambiente.
"Cuánto jaleo." comentó, anonadada.
Entre el público, una pequeña niña con orejas de conejo y pelo rosado quedó maravillada ante el aspecto de la susodicha conejo lunar.
"E-Es guapísima... Y mola un... montón..." dijo, sonrojada.
"Vivian, espérate a ver si es o no lo que dice ser... antes de admirarla." dijo su madre, agarrándole la mano.
"S-Sí, mamá..." respondió sin poder apartar esos ojos brillantes de ilusión de la figura de nuestra protagonista.
"¡QUE ENTRE JOACO, EL CERDO!" exclamó Draco.
La puerta del lado opuesto se abrió, dando paso a un hombre grotesco, de complexión enorme, con ropaje de motero, cabeza rapada y un evidente hocico de cerdo. Todo su brazo derecho estaba cubierto por un tatuaje intrincado y en la nariz llevaba un septum dorado que debía valer una fortuna.
"¡JAJAJAJA! ¿¡Esta tía delgadísima es mi oponente!?" estalló en carcajadas al ver por primera vez a Ashley. "¡No me jodas, jefe! ¡¿Cómo va a ser esta enana sin tetas el conejo lunar?! ¡JAJAJAJA!"
Draco ignoró el comentario. Admiraba la utilidad de Joaco como Zodiaco, pero su manera de comportarse siempre le chirriaba. Aún así, no estaban en posición de ponerse exquisitos con los reclutas que llegaban a sus tropas debido a la situación económica.
"No hago caso a gente fea." respondió Ashley sacándose un moco sin ninguna prisa, completamente indiferente a la presencia intimidante del cerdo gigante.
"¡QUE EMPIECE EL COMBATE!" ordenó el gobernador.
El aspecto semi-humano del Zodiaco se volvió más animal al instante. Joaco comenzó a arrancar tierra y raíces del suelo con las manos, tragándoselas con glotonería mientras su cuerpo empezaba a crecer, hinchándose como una bestia salvaje.
"¿Q-Qué hace?" murmuró nuestra protagonista, desconcertada.
"Ahí está la magia de ese cerdo." sonrió Belial, divertido, al ver al Zodiaco duplicar su tamaño.
"Es repugnante." murmuró Karta con una mueca, incapaz de disimular el asco.
"La capacidad de aumentar su fuerza y masa corporal con cualquier cosa sólida que mastique siempre me ha parecido fascinante… aunque lo sea aún más que pueda hacerlo con tierra, raíces y gusanos." comentó Shimuna, apoyada en la barandilla, sujetándose el rostro entre las manos, sin mostrar un ápice de sorpresa.
En la arena, Joaco arrancó un último bloque arenoso y lo engulló de un solo trago gracias a su tamaño ya descomunal. Ahora era casi tres veces más grande que cuando entró por la puerta; las venas le sobresalían como cuerdas tensadas por todo el cuerpo y su presencia era la de una auténtica aberración.
"¡Vamos, conejo! ¡VEN A VER SI PUEDES CON ESTO!" bramó, lanzándose hacia Ashley como un proyectil viviente.
El suelo se resquebrajaba bajo sus pasos, el aire se partía con un estruendo seco y la distancia entre ambos desaparecía en milésimas de segundo. Pero ese brevísimo instante fue suficiente.
Ashley dejó que su energía mágica floreciese. Su cuerpo se iluminó con un brillo perlado y su forma de conejo lunar apareció ante los ojos del público, desatando una ola de murmullos maravillados desde las gradas.
Con un simple giro de cadera y elevando la pierna con una elegancia casi danzante, encajó una patada brutal directamente en la mandíbula del cerdo. El impacto sonó como un trueno.
Joaco quedó detenido en seco… y luego salió disparado hacia atrás, rodando por la arena como un saco de carne descontrolado hasta chocar contra el muro con un estrépito sordo.
El público entero se quedó petrificado, boquiabierto, incapaz de procesar lo que acababan de ver. Pero la sorpresa explotó realmente cuando el árbitro, temblando, levantó la mano.
"¡Jo-Joaco… está inconsciente! ¡LA GANADORA ES ASHLEY!" gritó con todas sus fuerzas.
Batalla en la arena de Sylvapura.
Ashley vs Joaco, el cerdo.
Ganadora: Ashley.
La arena estalló en vítores. Miles de voces rugieron al unísono, levantándose de sus asientos mientras el eco de la victoria recorría cada rincón del coliseo natural. Ashley no solo había demostrado poseer la apariencia del conejo lunar… sino también la fuerza que lo caracterizaba, derrotando a su oponente con un solo golpe.
Pero el asombro no se quedó entre la multitud. En el palco, los Sagrados y el gobernador también contemplaban la escena con incredulidad.
"E-Es increíble…" dijo Belial, fascinado, sin apartar la mirada de la muchacha. "Lo ha derrotado de una sola patada."
"Y con una sutileza y una gracia que muy pocos poseen." añadió Shimuna, casi sin aliento.
"S-Sí, su majestad…" respondió el Zodiaco del Conejo, tensándose al instante, tembloroso.
"Tenías razón con tu hija." declaró el gobernador sin siquiera mirarle directamente. "Enhorabuena… y gracias por traer ante nosotros al último héroe que necesitábamos para afrontar esta crisis económica." comunicaba mientras sus ojos se dirigían hacia Ashley.
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Afueras de Al-Amphoras, campamento de los hombres-bestia.
Tras verse obligados a retirarse por la llegada repentina de Ryan y su grupo, las tropas animales regresaron al campamento, todavía cubiertas de arena y heridas. Allí, en una zona delimitada por postes de madera y banderines hechos con piel de cactus, su líder de escuadrón los esperaba con los brazos cruzados.
Era uno de los Zodiacos.
Con una barba descuidada, un enorme sombrero de paja ladeado, vestimenta de granjero y un rostro alargado como una estatua estrecha, Francisco, el caballo, los observaba mientras masticaba tranquilamente un tallo de trigo seco.
"Ya veo…" relinchó despacio, como si aquello no le sorprendiera en absoluto. "Así que vinieron unos intrusos a echarles una mano…"
"Sí, señor…" respondió el rinoceronte que había sido derribado por Ryan, cubierto con vendas. "¡Y son muy poderosos!"
Francisco soltó un resoplido que levantó polvo y luego sonrió con una tranquilidad descarada.
"No os preocupéis, chavales." dijo ajustándose el sombrero. "¡Es hora del plan B! ¡La siesta hípica!"
Continuará…
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