Campamento militar, al norte de Al-Amphoras.
La noche había caído sin contemplaciones: la luna reinaba sobre un cielo despejado y el campamento descansaba entre el murmullo del viento. Justo entonces, dos Zodiacos avanzaban al frente de un pequeño ejército que se aproximaba en formación cerrada hacia la zona donde Ryan y los demás descansaban.
Una era Mirilik, el Buey. Una mujer-bestia de imponentes cuernos curvados, melena verde con mechones anaranjados y vestida al estilo cowboy, con botas polvorientas y espuelas tintineantes.
A su lado marchaba Nicola, el Perro. Un hombre-bestia de oído finísimo, olfato privilegiado y rasgos perrunos, ataviado con abrigo largo y sombrero de detective británico.
"¡Al ataque!" exclamó Mirilik, señalando la ubicación su dedo.
La mujer-bestia comenzó a correr sin pensarlo dos veces, liderando la ofensiva. Tras ella, el grueso del ejército corrió en oleada, alertando a los ballure vigilantes a tocar las campanas de alarma. Los soldados que estaban durmiendo se levantaron sobresaltados y corrieron a ponerse en posición. Nathalie sacudió a sus compañeros dentro de la tienda y todos salieron a la carrera para enfrentar el asalto.
Fue entonces cuando Nicola, que había permanecido atrás liderando a los arqueros, elevó el brazo e hizo una señal precisa. De inmediato, cientos de flechas de fuego surcaron el cielo; y mientras ascendían, se duplicaron como si se multiplicaran entre chispas ardientes. En cuestión de segundos, una auténtica tormenta ígnea caía en dirección al campamento.
"¡Madre mía!" exclamó Nathalie al ver los proyectiles en llamas descender como estrellas de un apocalipsis.
"¡¿Cómo vamos a parar eso?!" gritó Futao, paralizado por la magnitud del ataque.
"¡Dejadmelo a mí!" respondió Kanu, deslizándose por el suelo con una agilidad casi felina.
El joven invocó su arco y concentrando su energía mágica disparó una de las flechas de hielo más poderosas que tenía, la cuál ascendió como un rayo azul y, al alcanzar cierta altura, estalló convirtiéndose en un gélido gigante.
La figura extendió los brazos y su cuerpo se expandió como una barrera helada que interceptó la mayoría de las flechas de fuego. Los restos que pasaron solo alcanzaron instalaciones vacías, sin poner en peligro a ningún ballure.
"¡Buena esa!" celebró Ryan, avanzando al frente justo cuando los hombres-bestia derribaron la palizada principal y se lanzaron al interior del campamento.
Con un movimiento enérgico, invocó su magia de acero: decenas de cadenas brotaron del suelo, enroscándose alrededor de los enemigos y estampándolos brutalmente contra la tierra.
Tras él, Nathalie invocó su guadaña sombría, mientras Futao envolvía su lanza en llamas. Se apoyaron espalda con espalda, coordinando la respiración, y lanzaron una onda oscura e ígnea, espectral y abrasadora, que barrió al primer grupo de invasores haciéndolos retroceder.
En otro flanco, Kanu trepó a una estructura elevada para ganar visión; desde allí noqueaba a los enemigos disparando sus flechas gélidas con precisión quirúrgica, mientras Gartana creaba pilares de cristal que inmovilizaban a quienes intentaban flanquear la defensa.
A lo lejos, en una colina protegida, Nicola observaba la batalla con calma inquietante. Tenía las manos cruzadas tras la espalda y los arqueros formados detrás. Sus ojos perrunos analizaban cada movimiento del combate como si todo fuese un tablero de ajedrez del que él conocía cada pieza.
"¿No debería ir a ayudar, señor?" preguntó uno de los soldados, inquieto.
"¿Cuál es nuestra misión, soldado?" respondió Nicola sin siquiera dignarse a mirarle.
"¡Recuperar al Zodiaco Francisco, señor!" contestó firme.
"Pues eso estamos haciendo, imbécil." replicó él, irritado, como si aquella pregunta le resultara una ofensa personal. "No hemos venido a ganar la guerra. Hemos venido a recuperar a nuestro compañero, porque será fundamental en la batalla que se aproxima. Por eso Mirilik está aquí." añadió con una sonrisilla fría.
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Tienda de campaña donde se encontraba Francisco, el caballo.
Las puertas se abrieron por sí solas, chirriando en la oscuridad y arrancando un respingo al zodiaco que permanecía encadenado en aquel lugar.
"¿Q-Quién anda ahí?" murmuró Francisco, con la voz quebrada por el miedo.
"Como si no me conocieras." respondió una voz femenina que parecía surgir de todas partes.
"¡Ah! ¡Mirilik!" exclamó él, aliviado, justo cuando la figura de su compañera empezaba a materializarse poco a poco. "¿Habéis venido a por mí?"
"Pues claro, idiota. El señor Draco te necesita para lo que está por venir." dijo la zodiaco con su tono brusco habitual mientras avanzaba hacia él. "Por eso me mandó a mí. Mi magia de invisibilidad es bastante útil para estas cosas."
Con un gesto rápido, tomó las llaves que colgaban de un gancho oxidado en la pared y comenzó a quitarle las esposas anti-magia, que tintinearon antes de caer al suelo.
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Campamento.
La batalla entre los Ballure y los hombres-bestia seguía encendida a pie de campo; nadie retrocedía ni un paso en aquel campamento sumido en el caos. Incluso Ryan y los demás luchaban con los nervios tensos, sorprendidos por un ataque nocturno tan repentino como feroz.
Entonces, una bengala explotó en el cielo nocturno, tiñéndolo de rojo. Fue la señal. Los hombres-bestia la reconocieron al instante: la misión de rescate había sido un éxito. De forma abrupta y en masa, comenzaron a retirarse, rompiendo el ritmo del combate sin previo aviso.
"¿Qué fue eso...?" murmuró Ryan, completamente desconcertado.
"¿Una bengala...?" añadió Futao frunciendo el ceño.
"¡Pero la dirección...! ¡VENÍA DE DONDE ESTÁ EL MALDITO CABALLO!" gritó Nathalie, atando de golpe todas las piezas.
"¡Mierda! ¡Puede que lo hayan rescatado!" exclamó Gartana, echando a correr hacia la tienda de campaña. Los demás fueron detrás sin perder ni un segundo.
Kanu los vio desde lo alto de la torre y saltó para unirse a ellos, pero justo antes de aterrizar escuchó con total claridad a uno de los hombres-bestia que huían.
"Si ya tenemos a Francisco, significa que por fin activaremos el Animalia. ¡Ya era hora!" celebró el soldado mientras desaparecía entre la oscuridad.
"¿Cómo?" susurró el arquero, con el corazón encogiéndosele. Sin perder tiempo, aceleró para reunirse con sus compañeros.
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Al llegar a la tienda de campaña, Gartana y nuestros protagonistas se quedaron paralizados. La celda estaba vacía. El caballo ya no estaba. Solo quedaban las esposas anti-magia tiradas en el suelo, oscilando aún como si hubieran sido arrancadas hacía apenas segundos.
"Mierda..." gruñó Ryan, apretando los puños con rabia contenida.
"¿Cómo lo habrán hecho?" murmuró Futao, mirando a su alrededor como si buscara alguna grieta invisible por donde se hubieran colado.
"Seguramente alguno de los Zodiacos tenga una habilidad para no ser detectado... si no, no entiendo nada." dijo Nathalie, intentando darle sentido al desastre.
"Sea como sea, esto es un marrón..." suspiró Gartana, llevándose una mano al rostro.
"No... el marrón está por venir..." dijo Kanu, llegando jadeando tras la carrera. Se inclinó unos segundos para recuperar el aliento y añadió con urgencia: "¡Van a activar el Animalia!"
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Al día siguiente, Palacio de Al-Amphoras.
Marco, Shouri y los demás se habían reunido con la princesa y sus Awsiyas para organizarse e ir a reforzar el frente norte, ahora que los enemigos habían vuelto a atacar.
"Entonces, ¿queréis ir vosotros?" preguntó Sherezade a los gemelos, quienes ya estaban ajustándose sus ropajes de batalla.
"Somos los más rápidos de los Awsiyas. Si corremos a máxima velocidad, llegaremos en un par de horas." dijo Yelena mientras se recogía el pelo en una coleta firme.
"En nada estaremos ayudando a Gartana, no se preocupe, majestad." añadió Rachid con seguridad.
"¿No quieres que vayamos contigo?" preguntó Marco, decidido a ayudar.
"No hace falta. Con tus amigos allí y enviando a dos de los nuestros será suficiente." comentó Najaf ajustándose las gafas con calma.
"Nosotros nos quedaremos a proteger este sitio. Tampoco nos viene mal vuestra ayuda." intervino Sergiv, apoyado contra una pared.
De pronto, la puerta del palacio se abrió de golpe. Ryan y el resto entraron jadeando, agotados y cubiertos de polvo.
"¡Chicos!" exclamó Marco, sorprendido al verles allí. "¿Qué hacéis aquí?"
"Tenemos problemas... ¡Van a activar el Animalia!" anunció Nathalie entre bocanadas de aire.
"¿Es eso cierto, chicos?" preguntó Shouri a sus discípulos.
"¡Sí, maestra!" respondieron Kanu y Futao al unísono.
"Espera... eso no significa... ¿que Ashley nos ha traicionado de verdad?" dijo Cecily, paralizada.
"Pero eso..." murmuró Gretel sin acabar la frase.
"No me lo puedo creer." añadió Theo, desconcertado.
El rostro de Marco se tensó de inmediato, oscurecido por una mezcla de ira y dolor. Podía entender que Ashley se hubiera ido buscando respuestas, o para infiltrarse. Pero… ¿ayudarles a activar el Animalia? ¿Poner en peligro la misión de proteger a los ballure? Eso sí que no podía aceptarlo. No sin escuchar una explicación por parte de su amiga.
Sin decir una sola palabra, nuestro protagonista salió corriendo del palacio. Sus tobillos estallaron en llamas y salió disparado hacia el cielo, volando a toda velocidad en dirección a Sylvapura.
"¡Marco!" gritó Ryan, tratando de alcanzarlo sin éxito.
"¿D-Dónde va?" preguntó Cecily, viendo al joven convertirse en un destello ardiente en el cielo.
"A Sylvapura..." respondió Shouri mientras encendía un cigarrillo, exhalando humo con resignación. "Ese chico... es así de cabezota con este tipo de situaciones."
"Marco..." murmuró Theo, observando el punto anaranjado que se alejaba.
Ya en pleno vuelo, el emperador cambió el color de sus llamas a un azul brillante. La potencia se multiplicó, rompiendo el aire en un zumbido feroz. Con aquella aceleración extrema, podría llegar a su destino en menos de una hora.
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Sylvapura, castillo.
Había pasado más de media hora desde que Marco había salido disparado hacia Sylvapura. Mientras tanto, los Cuatro Sagrados se preparaban para entregar su sangre al castillo y activar el Animalia, decididos a acabar de una vez por todas con aquella guerra.
Reunidos en la sala principal, frente a la fuente de cuatro secciones donde debían verter su sangre, se encontraban Draco y los Sagrados. Todo estaba en silencio… hasta que Shimuna frunció el ceño al recibir una comunicación telepática de los vigías.
"¿Cómo?" murmuró, visiblemente sorprendida.
"¿Qué ocurre?" preguntó Karta, inclinándose hacia ella con el ceño fruncido.
"Dicen que se aproxima un humano envuelto en llamas azules. Y… que llegará en menos de cinco minutos aproximadamente." explicó la fénix, aún procesando el mensaje.
"¿Cómo? ¿Por qué demonios vendría un humano aquí?" dijo Belial, incrédulo.
Draco ladeó la cabeza con una sonrisa leve. "Bueno… supongo que ella sí lo sabe, ¿no?"
Todas las miradas se posaron en Ashley.
"Sí… Él es mi amigo. Seguramente haya venido por mí." respondió, bajando la mirada. "Iré yo. Me ocuparé personalmente de él."
La joven dio un paso hacia la salida, decidida, pero la voz de Draco la detuvo al instante.
"Espera un momento." sonrió él.
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En ese instante, frente al terreno desolado y árido que se extendía detrás del castillo —un paraje de rocas agrietadas, arena seca y el eco lejano del viento— Marco aterrizó con un estruendo. Sus llamas se extinguieron bajo sus pies, dejando un círculo de brasas sobre la tierra.
"¡ASHLEY! ¡HE VENIDO A POR TI! ¡DA LA CARA!" rugió, incapaz de contener la furia que le comprimía el pecho.
El suelo respondió antes que cualquier voz. La tierra vibró… y de pronto, como si el propio terreno se abriera para devorarle, comenzaron a surgir figuras por todas partes. Hombres-bestia emergieron de entre las rocas, de las plantas secas y retorcidas, incluso salieron trepando por las ventanas del castillo como depredadores nocturnos.
Uno tras otro, hasta que el círculo quedó cerrado: cien guerreros, exactamente cien, rodearon a Marco con una precisión casi militar.
"Lo sentimos, chico…" dijo un hombre-bestia del tipo gorila enorme, musculoso, con un espadón colgado a la espalda y una sonrisa tan afilada como su arma. "Si quieres verla, tendrás que derrotarnos a nosotros. ¡Las Cien Estrellas de Draco! ¡Somos aquellos con potencial para convertirnos en Zodiacos!"
Marco respiró hondo, su mirada recorriendo el círculo de enemigos. "¿Cien?" murmuró con una mezcla de sorpresa y cálculo.
"¿Qué pasa? ¿Te impresionamos?" se burló una mujer-bestia de piel escamosa, con colmillos de cocodrilo y ojos amarillos como la luna.
"Para nada." respondió Marco, firme como una roca, levantando lentamente ambas manos mientras las cubría con llamas. "De hecho… me parece que sois pocos para detenerme."
Continuará…
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